El tópico popular sostiene que el cine es “la fábrica de sueños”, pero Jean-Luc Godard prefería calificarlo como “el más hermoso fraude del mundo”. Y una de las normas básicas de esa industria de maravillosos fraudes es no dejar nunca de pensar en avances técnicos que hagan posible mantener la magia.
De si esto es un error y de si, en realidad, lo que mantiene el embrujo son las historias es algo que se puede discutir largo y tendido. Pero la historia conjunta de Hans Laube y los dos Mike Todd (padre e hijo) es la de un triángulo de cineastas empeñados en conseguir que el fraude también pudiese olfatearse.
Hans Laube y la banda sonora de los aromas
A Hans Laube le habría encajado bien formar parte de la inspiración de Patrick Suskind para el protagonista de ‘El Perfume’: dedicó toda su vida al estudio de los olores. Por eso, no es de extrañar que se interesase por lo que algunos empresarios cinematográficos (y, en concreto, los dueños de las salas) venían buscando desde hacía tiempo: impregnar la experiencia de ver una película con aromas concretos.
Así fue cómo Laube, de cara a la Expo Mundial de Nueva York de 1939, preparó un sistema llamado ‘Scentovision’, capaz de crear algo parecido a una “banda aromática”, que se uniese a la sonora y se conjuntase con las imágenes de manera narrativa. No se trataba sólo de añadir olor, sino de que estos amplificasen la historia.
El sistema era sencillo: las butacas de los cines serían tratadas de forma individual y conectadas a un sistema de tubos. En la sala de proyecciones, un encargado del ‘Scentovision’ seguiría instrucciones precisas de cómo ir dosificando cada uno de los olores mediante un panel de mandos.
En cada uno de los asientos, un pequeño tubo de plástico se colocaría en la butaca, de manera escondida, y gracias a él cada uno de los espectadores tendría acceso al olor de forma individual. Laube se separaba así de los métodos tradicionales usados en salas de cine o de los que llegarían más tarde, como el Aromarama, que directamente usaban los grandes conductos de ventilación de las salas de proyección para lanzar de manera masiva los olores. Si habéis estado en una tienda de perfumes vaporizando distintas muestras en apenas un minuto, sabréis lo desagradable que puede llegar a ser algo así.
Pese al interés que levantó en la Expo Mundial el invento de Laube y a que varias compañías estadounidenses buscaban por distintos caminos lograr algo parecido, todo quedó en agua de borrajas: Laube volvió a Europa. Pero había plantado una semilla: la de su primer encuentro con Mike Todd, Sr.
Moverse, hablar, oler
Michael Todd padre llevaba ya una larga experiencia en el mundo del cine cuando en 1954 vio de nuevo a Laube. Junto a su hijo Todd acababan de presentar, dos años antes, la perfección del Cinerama, el formato panorámico con el que el cine quería diferenciarse aún más de la televisión. Pero la industria quería más, estaba ansiosa de nuevos inventos tecnológicos, y el mayor de los Todd confió ciegamente en el ‘Scentovision’. Firmó un contrato con Laube y planeó presentarlo en un futuro inmediato. Su próxima producción lo usaría.
En el camino se topó la muerte. Mike Todd padre murió en 1958 en un accidente de avión, precisamente buscando una de las localizaciones para el film. Pero el hijo no abandonaría el empeño del padre: llevaría hasta el final el rodaje de la apropiadamente titulada ‘Scent of Mystery (El aroma del misterio)’, película de género negro en el que el público olería el aroma del cigarro o de la pipa de los protagonistas, del abrillantador de zapatos o del pan recién hecho…
Para darle mayor empaque al invento de Laube, Mike Todd Jr. le cambió el nombre y presentó el nuevo ‘Smell-O-Vision’ con un gran eslogan:
¡Primero se movieron (1895)! ¡Después comenzaron a hablar (1927)! ¡Ahora huelen!
Algo huele a podrido en la crítica
Mike Todd Jr. presentó ‘Scent of Mystery’ modernizando el primitivo Scentovision de Laube. Ya no se ponía en marcha de manera manual, sino que usaba “inteligencia olorosa”, con la serie de los perfumes que se iban a soltar dispuestos de manera ordenada en recipientes tapados por finas membranas.
De manera automática, cuando el rollo de película que se proyectaba llegaba a una escena con olor, le transmitía una vibración al motor para que las agujas pincharan la membrana adecuada. Se liberaba así el aroma correspondiente y un sistema de ventiladores los transportaban por los tubos hasta el espectador.
No era un sistema barato de implantar y, sin duda, eso contribuyó a su escaso éxito. La crítica, además, se cebó con el film, haciendo bromas y dobles sentidos con el asunto del olor. Técnicamente, el ‘Smell-O-Vision’ era un éxito; tecnológicamente, era un gran avance para el cine… pero al público no le convenció y la prensa se encargó de machacar el invento.
Pero ya sabemos que en la industria del cine todo es especialmente cíclico, como las crisis de ideas y las perspectivas tecnológicas. Si el 3D ha vuelto hoy en día, en busca de hacer realidad el enésimo intento de triunfar, ¿por qué no iba a hacerlo el sueño de oler una película? ‘El nuevo mundo’, la película del siempre sugerente y especial Terrence Malick, incorporó hace siete años un sistema parecido para buscar un apoyo olfativo a la narración… No será la última vez que regrese una idea que, sin embargo, podemos calificar de fracaso.
En Xataka | Especial Tecnologías que fracasaron
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