Es difícil hacerse una idea de lo complicado que es datar el nacimiento del lenguaje. Y no es solo porque cada día encontremos más rastros de él en los animales de nuestro entorno, sino porque la lengua no deja rastro.
Eso ha hecho que los lingüistas lleven décadas discutiendo dónde fechar el inicio. Unos, los más conservadores, hablan de "al menos, 50.000 años"; pero la inmensa mayoría lo sitaba hace unos 200.000 años.
Ahora, un arqueólogo británico dice que nos hemos quedado cortísimos y que el lenguaje nació hace 1.6 millones de años.
En algún lugar al este o al sur de África. Allí es donde, hace ocho veces mas años de lo que se pensaba, Steven Mithen sitúa el origen del lenguaje. Y, para llegar a esa conclusión este profesor de prehistoria temprana de la Universidad de Reading ha realizado un análisis bastante pormenorizado de "toda la evidencia arqueológica, paleo-anatómica, genética, neurológica y lingüística disponible".
Y, claro, al hacerlo hay algunas razones para pensar que el lenguaje apareció antes de lo que creíamos. Mithen señala que en el medio millón de años que va desde los 2 hasta el 1.5, los homínidos atravesamos importantísimos cambios: creció el cerebro de forma muy rápida, apareció el lóbulo frontal y se culminó el proceso de bipedestación.
El paso del grupo a la cultura. Porque ese es su argumento principal. Como sabemos hace 1,5 millones de años, nuestros antepasados empezaron a expandirse por el planeta. Además, es el momento en que las culturas tecnológicas (basadas en piedra) cogen ritmo y se propagan por territorios cada vez más extensos.
Teniendo ya las principales adaptaciones anatómicas necesarias y ante la evidencia de una rápida organización social, ¿no tiene sentido que aceptemos que la hipótesis de un nacimiento temprano del lenguaje es razonable?, se pregunta Mithel.
Razonable, pero complicada. Al fin y al cabo, hay ciertas cosas que no cuadran. Como explicaba Robert Foley, antropólogo de la Universidad de Cambridge, el lenguaje oral requiere un control muscular de nuestro diafragma que se nota en la paleoantropología: la columna se hace un poco más ancha a esa altura.
Y, lamentablemente, eso no se ve en los homínidos del momento que señala Mithel. Eso no descarta la aparición del lenguaje, pero sí pone en duda su complejidad. Y, como este, hay muchos escollos que salvar. La idea de Mithel es interesante y provocadora, pero necesita más.
Un debate inacabable. Porque, como decía al principio, es muy difícil datar el origen real del lenguaje. Para mi, no obstante, la hipótesis más interesante de Mithel es otra: la idea de que todos los lenguajes del mundo, de una u otra forma, vienen de ese proto-lenguaje primigenio.
Como explicaba Maggie Tallerman, lingüista de la Universidad de Newcastle, la genética indica que "provenimos de una población relativamente pequeña en África" y "aunque pudieron haber surgido otros lenguajes fuera de este grupo, los que tenemos ahora probablemente descendieron de él".
Y si eso es así, la posibilidad de reconstruir el árbol de todas las lenguas históricas está encima de la mesa. Será difícil, casi imposible: pero dibuja un pequeño hilo rojo que nos conecta con el resto de la humanidad.
Imagen | Ryan Somma
En Xataka | Los cientos de idiomas y sistemas de escritura del mundo, en un precioso mapa de 1741
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