Las recientes Olimpiadas en Río de Janeiro han puesto como pocas veces el foco en el gigantesco problema que supone el dopaje para el deporte. Desde los tiempos de la RDA no se abordaba la cuestión como un problema de estado, como ha ocurrido con el caso de Rusia.
A pesar de las evidencias, el Comité Olímpico no se ha atrevido a sancionar a la Federación Rusa con la sanción total, en lo que habría supuesto mucho más que un conflicto deportivo, un conflicto político de primer orden, casi al estilo de lo que ocurrió con las Olimpiadas de Moscú y de Los Ángeles, en plena Guerra Fría.
La constatación de que Rusia dopa a sus deportistas de forma sistemática, no deja de ser la confirmación de algo que lleva ocurriendo desde hace décadas, la existencia del dopaje. La televisión alemana levantaba la liebre con un documental llamado ‘Secreto oficial dopaje’. Se denunciaba lo que ahora ya sabemos, la existencia de dopaje sistemático y de corrupción en el deporte ruso durante los últimos años.
Quedan muchas dudas en el aire respecto al dopaje de estado ruso e inevitablemente surgen las comparaciones con la RDA. No podemos olvidar, que según reconoció el propio Comité Olímpico Alemán, entre 1970 y 1989, unos 10.000 atletas participaron en un sistema corrupto montado por el estado alemán.
Aquel dopaje masivo se puso en evidencia tras los testimonios de decenas de deportistas, detallando las terribles consecuencias para su salud: desequilibrios hormonales, infertilidad en algunas mujeres, cáncer… La sustancia más utilizada fue la testosterona (especialmente un derivado llamado Oral turinabol), junto con otros esteroides.
Ese precedente es lo que debería evitarse a toda costa, pero también el dopaje en cualquier forma o deporte. Aunque eso es algo imposible, como nos ha enseñado la historia.
Sustancias dopantes: de la II Guerra Mundial al mundo del deporte
A principios del siglo XX, cuando el deporte no suponía un lucro económico, poco importaba que un deportista hubiese consumido alguna que otra sustancia. Existía un dopaje individual de unos pocos, que buscaban mejorar su rendimiento, sin conocer realmente ni los efectos totales ni los efectos futuros.
El uso de anfetaminas y esteroides anabolizantes durante la Segunda Guerra Mundial está documentado y su uso para incrementar la atención y la agresividad de los soldados respectivamente fue constante. Estas sustancias dan el salto del mundo bélico hacia el mundo del deporte, en las décadas sucesivas, de manera paulatina y especialmente a partir de los años 60. En estos años se constatan varios sucesos trágicos, especialmente impactante la muerte en los Juegos Olímpicos de Roma del ciclista danés Kurt Enemar Jensen en plena carrera debido a un golpe de calor, aunque la autopsia reveló posteriormente que había trazas de anfetaminas en su cuerpo.
A partir de este momento es cuando los organismos internacionales verifican el peligro de las sustancias dopantes, no ya solo a nivel ético y deportivo, sino para la salud. Y aquí comienza una carrera entre el dopaje y el contradopaje, que dura hasta hoy, y que siempre han perdido estos últimos, los controladores.
Contradopaje: siempre un paso por detrás
El sistema funciona como reacción y no como prevención. Y es que es imposible predecir las nuevas sustancias o métodos que utilizarán los deportistas en el futuro. Así, a medida que se van conociendo las sustancias dopantes se van incluyendo listas de sustancias prohibidas y controles para detectarlas. Sirva como ejemplo el caso de María Sharapova, una de las mejores tenistas del circuito, suspendida por la Agencia Mundial Antidopaje (AMA), tras detectar meldonium en sus análisis.
Una sustancia que ha sido incluida recientemente como sustancia prohibida, el 1 de enero de 2016, pero que la deportista rusa llevaba consumiendo desde hacía años. Esa dificultad para adelantarse al dopaje es lo que lleva sucediendo desde hace décadas.
En el año 1966, el Comité Olímpico incluyó como sustancias dopantes una lista cerrada con las siguientes sustancias:
- Anfetaminas y efedrinas
- Cocaína
- Vasoldilatadores
- Opiáceos, petidina y metadona
- Cannabis
- Esteroides anabolizantes
Esa necesidad de regular las reglas de juego ha llevado a clasificar las sustancias a medida que se conocían las ventajas, en un proceso paralelo al avance de la ciencia. Existen cientos de sustancias y su impacto en el rendimiento deportivo depende de multitud de factores. No es lo mismo una sustancia que otra, ni la cantidad consumida, ni el tiempo de espera entre una sustancia y otra. Cada una afecta a distintos parámetros, ya sea la resistencia, velocidad, agilidad, fuerza, etc..
La lista de sustancias dopantes prohibidas en la actualidad es muy extensa y compleja. Es un listado exhaustivo de difícil comprensión para aquellos que no estén versados en esa ciencia. Pero sí podemos clasificar estas sustancias, a grandes rasgos, en tres grupos que durante los años han visto diferentes versiones y evoluciones:
Estimulantes: a este grupo pertenecen entre otras la anfetamina, la efedrina, la cafeína y la cocaína. Son sustancias que aumentan la agresividad del deportista y retrasan la aparición de fatiga, entre otras ventajas. Grandes figuras del deporte como Diego Armando Maradona, Martina Higgins o Javier Sotomayor, dieron positivo por cocaína. Aunque en algunos de estos casos no se sabe si fue un consumo meramente recreativo o para mejorar su rendimiento.
Esteroides anabolizantes: Su principal efecto es el aumento de la fuerza y la masa muscular. Sustancias como la nandrolona, la testosterona y el estanozodol son habituales, y deportistas tan conocidos como Pep Guardiola, Ian Thorpe o Ben Johnson, dieron positivo respectivamente por esas sustancias.
Hormonas peptídicas: se trata de sustancias que simulan las que produce el propio cuerpo humano, mejorando el rendimiento de los deportistas. A este grupo pertenece la eritropoyetina (EPO), la hormona del crecimiento y la insulina equivalente al factor de crecimiento-1 (IGF-1). Innumerables deportistas han dado positivo por EPO en los últimos tiempos, especialmente ciclistas.
Estos tres tipos de sustancias, por supuesto, tienen multitud de efectos negativos para el deportista a largo plazo, especialmente relacionado con ataques cardiovasculares. Junto con estas sustancias, los deportistas que se dopan suelen incluir diuréticos, sustancias que aunque no son dopantes en sí mismas, sirven para enmascarar el consumo de otros productos no permitidos. Consiguen disminuir la concentración de las sustancias dopantes en la orina y así desvirtuar las pruebas antidopaje.
Especialmente EPO y hormona del crecimiento, son las que han revolucionado de alguna manera el dopaje deportivo en los últimos tiempos y han permitido a muchos deportistas una mejora sustancial de su rendimiento. De hecho, su detección mediante controles fue posterior a su existencia como sustancia dopante.
Se trata, en definitiva, de un sistema complejo, tanto a nivel de detección como de dopaje. El tiempo ha sofisticado muchísimo todo el sistema, y son conscientes de ello, tanto los deportistas que se dopan como los organismos que lo controlan. Cualquier detalle decanta la balanza entre un control positivo y uno negativo.
Dopaje, ¿inherente al deporte?
Negar pues la existencia del dopaje es negar la propia evolución del deporte como evento que mueve millones de dólares y tiene un sinfín de componentes de índole política, económica, de imagen de marca y de prestigio.
Por eso, hay que afrontar el hecho sabiendo que ni el deporte va a dejar de existir ni tampoco el dopaje. Ambos conviven, a pesar incluso del dopaje de grandes estrellas mundiales, que en su momento supusieron un enorme desprestigio, pero que con el tiempo se fueron olvidando, para ser sustituidos por otros nuevos escándalos. El dopaje es ese gran problema que todos asumen pero que nadie sabe realmente afrontar.
Y es que el concepto de dopaje aunque choca con la propia idea del deporte, en realidad es consustancial al mismo. Sin la mejora competitiva diaria y constante de los deportistas, no veríamos a los grandes deportistas batiendo sus marcas. Y algunos de ellos buscan en las sustancias dopantes un atajo. La sociedad reclama también nuevos récords. Se buscan deportistas totales como Phelps o Usain Bolt, deportistas que han sido capaces de romper todos los cánones tradicionales y que han sido capaces de arrasar todas las marcas posibles.
Hoy son dos de los grandes referentes deportivos mundiales, en dos de los principales deportes del olimpismo, la natación y el atletismo. Pero antes han existido otros referentes que en su día pulverizaron grandes records. Algunos fueron sancionados con positivos de dopaje y otros no, a pesar de asombrar al mundo con marcas estratosféricas.
Florence Griffith-Joyner, la atleta más "rápida" de la historia
Seguramente el caso más paradigmático fuese el de Florence Griffith-Joyner, corredora estadounidense de 100 y 200 metros, doble plusmarquista mundial y la atleta más rápida de la historia.
Logró un tiempo todavía hoy imbatido, un 16 de julio, en Indianápolis, de 10.49, en 100 metros. Y pocos meses más tarde, el 29 de septiembre, lograría 21,34 segundos en los 200 metros, en los Juegos Olímpicos de Seúl, otra marca hasta ahora imbatida.
Ambas marcas constituyen un hito en la historia del atletismo y nadie ha estado cerca. No es ya el carácter de imbatibilidad, es la distancia sideral con el resto de marcas. Para hacerse una idea, una atleta como Marion Jones, una de las mejores de la historia, no bajó de 10.70, a pesar de haber realizado dicho registro dopada, como más tarde se demostraría. Marion Jones, consumió esteroides y sintético THG.
Si Marion Jones fue una de las mejores de todos los tiempos, consumiendo sustancias dopantes, ¿cabe pensar que Florence Gritith pudo haberse dopado? Los rumores sobre el dopaje de Florence Grifith se acentuaron con su temprana muerte, con tan solo 38 años, pero nunca tuvo un positivo y entre las pruebas en su autopsia no se encontró nada anormal.
Permanecen algunos grandes records logrados precisamente logrados por los deportistas de la RDA. Otros grandes plusmarcas se han batido recientemente en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, como el récord de 400 metros de Michael Johnson, pulverizado por Wayde Van Niekerk, con 43,03 segundos.
100 metros masculinos: la pasarela del dopaje
El dopaje ha ido asociado a la mejora de tiempos, especialmente en atletismo en las pruebas de velocidad, donde cada décima de segundo cuenta. Por eso, muchos de los casos de la historia han sucedido entre los grandes velocistas. En la categoría masculina se cuentan por decenas los casos de dopaje, muchos de ellos nombres ilustres. De hecho, de las 10 mejores marcas logradas en la historia muchas han sido logradas por atletas que antes o después dieron positivo por dopaje:
- Steve Mullings ( 9.80) - positivo por estanozolol
- Tim Montgomery (9.78) - positivo por esteroides y hormona del crecimiento
- Justin Gatlin (9.77) - positivo por testosterona
- Powell (9.72) - positivo por oxilofrina
- Gay (9.69) - positivo por esteroides
El positivo de Tim Montgomery, ex recordman mundial en los 100 metros, destapó el caso Balco, uno de los mayores escándalos de la historia del dopaje, que contó con la colaboración de los laboratorios estadounidenses BALCO (Bay Area Laboratory Co-Operative) Nuevamente por delante de los controles, lograron crear una sustancia, la tetrahidrogestrinona (THG), derivada de la hormona del crecimiento e indetectable con los controles conocidos hasta el año 2003, y que según la Justicia estadounidense, se administraban desde hacía casi una década.
Esta sustancia convirtió a Tim Montgomery en el primer atleta de 100 metros capaz de bajar la plusmarca de Ben Johnson, 15 años después. Sus 9,78 en agosto de 2003 superaban la plusmarca del canadiense, antes de ser descalificado de la final olímpica de Seúl, en 1988, con el que de alguna manera comenzó el dopaje en esta prueba.
Usain Bolt es de alguna manera la excepción que confirma la regla. El mejor de todos los tiempos, que adicionalmente nunca ha dado positivo por dopaje. ¿Su superioridad es tan grande que no ha necesitado doparse como la mayoría? ¿Es solo puro talento y entrenamiento? Debemos pensar que sí porque esas son las reglas. Sin un positivo por dopaje todos los deportistas son inocentes hasta que se demuestre lo contrario. Pero la regla también aplica en sentido inverso, y un positivo deja en entredicho cualquier resultado de un deportista durante toda su carrera.
Ciclismo y dopaje: una relación demasiado inquietante
Pero si en algún deporte ha existido dopaje y ha afectado a su popularidad, ha sido en el ciclismo. Este deporte ha visto como año tras año, sus principales protagonistas eran acusados de dopaje tras dar positivo.
Desde el caso Festina, uno de los grandes escándalos de la historia del dopaje, incluyendo a su estrella Richard Virenque hasta el caso de Lance Amstrong, el otro gran suceso, pasando por muchos ciclistas españoles, campeones como Heras o Contador.
Tras todos estos escándalos ha quedado ya para siempre la eterna duda del dopaje, no como algo individual sino como dopaje organizado. Y así, Armstrong afirmó en una entrevista: “Es humanamente imposible ganar 7 Tours sin doparte". Y eso, después de haber negar una y otra vez que se hubiera dopado. Amstrong perdió prácticamente todos sus títulos logrados, pero el daño ya estaba hecho y la duda sembrada para siempre.
Son tantos los casos entre los principales corredores que prácticamente no hay campeón que no haya sido sancionado por dopaje en algún momento de su carrera.
La evolución del dopaje: el gas xenon, una nueva vuelta de tuerca
Como se ha comentado, el dopaje está en continua evolución. La ciencia juega de alguna manera en contra de la limpieza del deporte. O al menos, el mal uso de la misma. Según el reportaje de la ADR, anteriormente mencionado, muchos deportistas rusos habrían aumentado su capacidad de rendimiento con un método desconocido hasta ahora, el gas xenón.
Esta nueva sustancia dopante no está en la lista de sustancias prohibidas, así que técnicamente no sería dopaje. Aunque varios estudios confirmaban que actúa como potenciador de la hormona eritropoyetina (EPO).
En declaraciones a este reportaje, el analista de dopaje Mario Thevis constató que este método no dejaba trazas y además avaló su eficiencia a la hora de mejorar el rendimiento de los deportistas: "En un solo día, en cuestión de 24 horas, la producción de EPO aumentó, pasando de tener un factor de 1,6 a 160 por ciento. Esto es un aumento significativo y es muy posible que ejerza el mismo efecto en los seres humanos".
Otro párrafo del documento confirmaba la presencia de testosterona, una hormona típica en el dopaje, como hemos visto en párrafos anteriores: "Los análisis han determinado que las inhalaciones de la mezcla de gas xenón y oxígeno, si se realizan de forma continuada y reiterada, aumentan la concentración de testosterona en la sangre".
Se trata de lograr un doble efecto: mejorar el rendimiento y evitar la detección en los controles. Podemos decir que el gas xenón ha tenido éxito en estas dos cuestiones, aunque el precio que pagarán estos deportistas en el futuro será infinitamente más elevado que la fama o el dinero que logren, con un grave deterioro de su salud.
Según las investigaciones del centro de investigación médico-atómico encargado de desarrollar los métodos, hasta un 70% de los ganadores en Atenas de medallas olímpicas rusos fueron tratados con xenón, tal como afirman en el reportaje de la ADR.
Ante este escenario cabe hacerse una inquietante pregunta, ¿y los deportistas rusos que no ganaron? ¿Es posible que a pesar de estar dopados fuesen peores que sus competidores? Dejo ambas cuestiones en el aire.
El supermercado del dopaje
De la misma manera que los habitantes de casi todos los países son más altos y más fuertes, en el deporte la evolución ha sido constante y lo que hace 40 o 50 eran marcas imposibles, hoy en día es el mínimo común denominador de cualquier deportista que quisiera si quiera aspirar a participar en la élite.
A ello ha contribuido una mejor preparación, profesionalización pero también un dopaje sistematizado que en cada época se ha ido aplicando y ha supuesto una mejora brutal en el rendimiento de los deportistas. ¿Habrían mejorado las marcas los deportitas sin la ayuda de esas sustancias? ¿O están realmente mejor preparados los deportistas actuales? Evidentemente la profesionalización del deporte hoy no tiene comparación con hace 50 años, pero tampoco el trato médico, en todas sus variables, rayando siempre la legalidad vigente.
Y ese dato y el uso masivo de sustancias de toda índole, se corrobora muy fácilmente atendiendo a las cifras económicas. El mercado de sustancias dopantes ha evolucionado hoy hasta convertirse en un verdadero motor económico, con estimaciones que determinan que cada año se mueven 700 toneladas de esteroides al año; 14.000 millones de dosis de anabolizantes; 70 toneladas de testosterona sintética; 34 millones de viales de eritropoyetina (EPO) y hormona del crecimiento.
Solamente, el mercado de la CERA (siglas en inglés de Continuous erythropoietin receptor activator) alcanzaría los 8.000 millones de euros, más dinero que algunas drogas convencionales.
¿Quién consume todas estas sustancias? Evidentemente son tantos los deportistas de élite como muchos amateurs los usuarios principales. Si la élite es reflejo de la sociedad o al revés es un debate complejo. En este caso se trata de analizar la influencia del dopaje en el deporte de competición y la capacidad de control del mismo
¿Realmente hay alguna organización capaz de controlar este flujo de dinero y sustancias? Se suele decir que las autoridades siempre van a ir por detrás de las técnicas de dopaje. El problema es que son los laboratorios los que van por delante.
El dopaje como fenómeno global se escapa al control de una organización mundial, ya sea el COI, la FIFA, UEFA, FIBA u otro organismo. Y ello, porque dentro de los propios países existe la competencia por saber cuál de ellos es más poderoso deportivamente. Los éxitos deportivos conllevan prestigio político, pero es que además, es un fenómeno económico de tal magnitud, que extirparlo, supondría cortar de raíz un negocio que mueve millones de euros.
El dopaje como está actualmente definido actualmente en el deporte implica la aceptación de deportistas y organizaciones de unas reglas de juego. Según las mismas, hay un listado de sustancias expresamente prohibidas (o determinada cantidad) porque su ingesta beneficia de u otra manera al deportista. Es un pacto tácito por el cuál, su incumplimiento conlleva una sanción.
Digamos que es un acuerdo de mínimos porque todo lo que no está expresamente regulado está fuera de ese control. Y como siempre las leyes van por detrás, hasta que se vuelve a determinar que nuevas sustancias benefician a los deportistas pasa tiempo.
Mientras exista el deporte existirá el dopaje, vigente casi desde el principio de los tiempos.
Fotos | gtresonline | istock
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