En enero de este año se cerró definitivamente la operación por la que Ericsson vendía su 50% del negocio de telefonía móvil a Sony, dando por terminada una década de fructifera relación. En los 90, sin embargo, la multinacional de origen sueco vendía sus propios terminales. El año 1999 quedó marcado por uno en concreto que se vendió como si de churros se tratara, el Ericsson T28.
El Ericsson T28 era un terminal de gama alta y precio en consonancia, pero sus reducidísimas dimensiones (97 × 50 × 15 milímetros) y su ligereza (89 gramos) lo convirtió en objeto de deseo para todos los yuppies de la época.
El móvil incorporaba una sencilla pantalla monocroma de 3 líneas de texto y estaba concebido tan sólo para llamar y enviar mensajes. Su formato era tan fino que visto de perfil casi parecía que le faltara la mitad. La parte posterior era completamente plana, con la antena sobresaliendo.
Leyendas urbanas
El T28 no era más que la versión de lujo del Ericsson T18, un terminal con el mismo formato, pero más grueso, que protagonizó una de los primeros Hoax o leyendas urbanas digitales. Un e-mail en cadena aseguraba que Ericsson lo regalaba (supuestamente para competir con Nokia) a quien lo promocionara reenviando el mensaje.
Leyendas urbanas aparte, para acomodar una batería suficiente en un factor de forma tan fino, Ericsson incorporó por primera vez la tecnología de polímeros de Ion-Litio a la batería del T28, una 600mAh que aguantaba cinco horas en conversación.
El formato del teléfono también era peculiar. El teclado estaba protegido por una pequeña tapa que albergaba el micrófono y se abría hacia abajo de forma automática al pulsar un botón en el lateral.
Aquel truco de magia encandiló a los fans de los teléfonos móviles y elevó al Ericsson T28 a los primeros puestos de ventas pese a que, salvo por su batería de polímeros y su formato, no aportó grandes innovaciones en software o hardware.
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