En la primera infancia, la bicicleta supone un peaje imprescindible, un momento clave en la madurez: nos están regalando un objeto de gran valor. Durante los primeros meses la configuramos a capricho: pegatinas, pintarrajos, cualquier cosa con tal de personalizarla, tunning de EGB.
En cambio, nuestras viejas bicis usualmente pasarán a ser un recuerdo, otro trasto más en el garaje, con las recámaras pinchadas y el cariño de todas esas escapadas infantiles formando una capa de polvo alrededor. ¿Por qué sucede esto? ¿Por qué abandonamos el transporte unipersonal teóricamente más agradable y sano? Porque se nos impone.
Debemos llegar antes. Debemos llegar mejor. Porque una bicicleta parece no ofertar la seguridad de otro vehículo, porque son objetos tontos que se usan sin cuidado y, lo peor: siempre nos la roban en el momento más importante. Seguramente existe un almacén subterráneo con millones de bicicletas de todas generaciones, un coleccionista loco que empezó con la de Antonio Ricci, aquel trabajador enfurecido retratado por Vittorio de Sica en su afamada cinta.
VanMoof, la Tesla del ciclismo
Los Carlier son dos hermanos de Amsterdam que se han propuesto revolucionar la bicileta solventando este problema clave: el robo indiscriminado.
Su invento, Electrified S, cuesta un buen pellizco: 2.300 euros —el primer modelo ya costaba 1.400€—. Dotada de un potente motor eléctrico de 250W, es alimentada por unas baterías que mantienen el vehículo con vida durante 120 kilómetros. Alcanza 32 kilómetros por hora e incorpora un completo sistema antirrobo: se conecta mediante una app —para iOS o Android— desde la que controlar las luces (altura e intensidad), las velocidades y, por supuesto, el bloqueo.
Electrified S se comunica vía Bluetooth con nuestro teléfono e integra un módem 3G en su interior
Aunque se comunica vía Bluetooth, también trabaja con geolocalización y comunicación GSM, gracias al módem 3G integrado dentro del cuadro. Un cuadro especialmente ligero, por cierto, de aluminio 6000. Así se traduce en el peso total: 18 kilos. Tras dos años y medio de innovaciones están seguros de poder ofrecer la bicicleta más segura del mundo, prácticamente infranqueable.
Confían los Carlier en que montar en bici te hace sentir más creativo y productivo. Mientras la industrial del ciclismo está enfocada a ese 10% de usuarios profesionales, ellos quieren traducir y aplicar los avances más profesionales en el consumidor de a pie.
Una cuestión de números
Con una bici podemos lograr un ahorro del 70-73% respecto al coche
La cultura popular dice que una bicicleta supone, a medio plazo, un ahorro importante. Un modelo cualquiera de gama baja gira en torno a los 250 euros. Y su mantenimiento oscila entre los 150 y 300 euros —accesorios, protecciones y ruedas—. Suponiendo el litro de combustible a 1 euro y un consumo medio de 8 litros por cada 100 km, 10.000 km anuales, algo nada descabellado, nos arroja un gasto de 800 euros.
A esto habría que sumar otro tanto ídem de seguros, ruedas, mantenimiento, impuesto de circulación y, para quien convenga, la plaza de parking. Nos evitaríamos el impuesto de CO2 porque, siendo francos, los automóviles actuales no necesitan pagarlo. El resultado, como es lógico, triplica el de una bicicleta. Una buena nómina. Estamos hablando de un ahorro estimado del 70-73%.
Pasarnos a la bici supondría 3.400 millones de euros en ahorro para la economía española
Ahora pensemos en el ahorro logístico y social. Porque la transformación más importante para con la bicicleta deviene aquí: los carriles serían de menos de la mitad del tamaño de cualquier estructura urbana. Según Tuvalum, tras tomar varios informes estadísticos y análisis del IESE, Nielsen, Edenred y Mapfre, pasarnos a la bici supondría 3.400 millones de euros en ahorro para la economía española. Y mejor no hablemos del impacto medioambiental.
España es un país sin formación ni concienciación respecto a este vehículo. Según Eurostat, apenas el 0,92 de la población catalana utiliza la bicicleta para ir a trabajar. Menos aún en Madrid, con un ratio del 0,20%, aunque la ciudad condal está apostando por ella y, en el 2015, su red de bicicletas se usó más de 3 millones de veces. Contrastando estos datos, en estas urbes se recoge el mayor índice de accidentes con bicicletas de todo el territorio español.
¿Ciclistas atropellando peatones? También sucede, desgraciadamente. No obstante y siempre según el INE, en el intervalo que comprende de 2010 a 2013 se dieron 7 accidentes con vehículos a pedales. Esto supone un 0,69% del total. Para comparar, en apenas dos semanas fallecen más peatones por accidentes con vehículos a motor que en 4 años enteros con bicicletas.
Buscando la bici perfecta...
Con estos mimbres y unos números tan favorables, tal vez debamos preguntarnos por qué la bici no ha conquistado nuestros corazones como sí lo hizo en la infancia. Y tal vez sea porque no resultan tan atractivas como cuando éramos pequeños.
Necesitamos una bici más smart, conectada con nuestros gadgets y tecnológicamente actualizada
Necesitaríamos un vehículo cómodo; la vida se vuelve más cómoda. Asiento, agarre de manillares, calidad de materiales, el peso de la propia bici, etcétera. También un vehículo que ofrezca cierta seguridad ante robo y que, a la hora de aparcar, podamos detectar con un simple pitido. Que, de alguna forma, volvamos a la personalización de antaño.
Y necesitaríamos, sobre todo, una bici más smart, conectada con nuestros gadgets y actualizada a las tendencias y devenires de la sociedad actual: casco y protecciones, cobertura mínima ante accidentes, obligaciones y deberes del usuario, etcétera. Una bicicleta, en fin, que nos prometa la certeza de usabilidad adecuada.
Por suerte, el internet de las cosas ha llegado a este vehículo y lo ha transformado radicalmente. Sólo hay que observar iniciativas como Electrified S.
Si miramos hacia un futuro eléctrico y no dependiente de carburantes, donde camiones autónomos conviven con otros vehículos inteligentes, no es de extrañar carreteras donde los sensores de la bici se comuniquen con los del coche, y donde la seguridad sea una prioridad absoluta, otra de las razones por las que la bici no ha logrado afianzarse: el miedo al accidente.
Las smart bikes son una solución a buena parte de los problemas de circulación en cualquier núcleo urbano. En Amsterdam han fomentado esa cultura desde hace década, pero ésta no debería ser la excepción sino la regla. Aún queda mucho camino por andar —ya veremos si a dos o cuatro ruedas—.
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