Ser el centro de atención en una feria tan poblada de novedades como IFA no es sencillo. Y este convertible de Lenovo lo ha conseguido. Si mis sensaciones no me traicionan el único producto que ha rivalizado por su popularidad con este Yoga Book C930 es el habitáculo para juegos que ha presentado Acer. Las largas colas que tuvimos que soportar los periodistas especializados para poder probar con cierta calma este equipo dan fe de ello. Os preguntaréis qué tiene de especial. Muy sencillo: su doble pantalla.
La vocación rupturista de este dispositivo es evidente. Para Lenovo eliminar el teclado físico y optar en su lugar por una segunda pantalla de tinta electrónica es una apuesta. Una que posiblemente encandilará a unos usuarios y espantará a otros en la medida en que este Yoga Book no es una solución que aspire a conquistar a todo el público. Pero las dos pantallas no son la única característica interesante de esta propuesta. También tiene una bisagra muy sólida y sus 775 g de peso lo dotan de una portabilidad casi insultante. Os propongo que indaguemos en la experiencia que nos propone este convertible.
Lenovo Yoga Book C930: especificaciones técnicas
Os propongo que empecemos echando un vistazo a las auténticas protagonistas de este equipo: sus dos pantallas. La principal incorpora un panel LCD IPS multitáctil de 10,8 pulgadas con una resolución de 2.560 x 1.600 puntos. Puede parecer excesiva, pero no lo es. Y es que gracias a que esta resolución es elevada el espacio de trabajo que nos ofrece en Windows 10 el panel de menos de 11 pulgadas es bastante amplio. Honestamente, en mi opinión el equilibrio que nos ofrece esta pantalla si nos ceñimos a la relación que existe entre el tamaño del panel y su resolución es el adecuado.
La pantalla principal recurre a un panel LCD IPS y tiene resolución QHD, mientras que la de tinta electrónica es Full HD. Eso sí, ambas son multitáctiles
La segunda pantalla, que es la que ocupa tanto la posición como el rol que en los demás ordenadores portátiles ejerce el teclado físico, es de tinta sólida, multitáctil y tiene una resolución de 1.920 x 1.080 puntos. Su tamaño es el mismo de la pantalla principal, pero en este caso me parece razonable que su resolución sea inferior porque, como veremos un poco más adelante cuando profundicemos en la experiencia que nos ofrece este equipo, nuestro espacio de trabajo siempre reside en la pantalla principal.
En la tabla que tenéis debajo de estas líneas podéis ver que los microprocesadores por los que se han decantado los ingenieros de Lenovo para implementar el «cerebro» de este equipo son dos Core m3 y Core i5 de Intel, dos chips de bajo consumo. Y es comprensible si tenemos presente que pesa solo 775 g, y, en consecuencia, es una propuesta que pretende desmarcarse por su portabilidad, una característica que debe ir de la mano de una autonomía convincente.
Además, no cabe duda de que dos pantallas consumen sensiblemente más que una, incluso aunque una de ellas sea de tinta sólida y devore mucha menos energía que un panel LCD IPS o VA convencional. La pena es que estos microprocesadores son de séptima generación, y no de octava. Habría sido una buena noticia que hubiese integrado alguno de los nuevos chips de Intel con microarquitectura Whiskey Lake o Amber Lake, pero es probable que Lenovo no haya podido contar con ellos a tiempo. Posiblemente la próxima versión de este Yoga Book, en el caso de que la haya, tenga una CPU más avanzada.
Las demás especificaciones de este convertible encajan bien en lo que cabe esperar de un ultraligero por debajo del Kg de peso: 4 GB de RAM, hasta 256 GB de almacenamiento SSD ampliables mediante una tarjeta micro-SD, una dotación de puertos suficiente, una conectividad inalámbrica a la altura de las circunstancias que contempla la posibilidad de integrar LTE, una batería con una capacidad respetable (4.650 mAh), etc. Tenéis todos los detalles en la siguiente tabla:
Construcción y diseño de primera división, pero lo que llama la atención es su bisagra
Si nos ceñimos a su acabado y diseño este Yoga Book respeta a pies juntillas la línea marcada por Lenovo con su predecesor, el modelo Yoga Book que la marca asiática presentó en IFA 2016, y que pudimos analizar a fondo poco tiempo después. El mecanizado de su chasis de aluminio es impecable y la rigidez que le da este material es la adecuada para un producto ideado para pasar más tiempo fuera de casa o la oficina que dentro.
Aun así, sin duda el elemento más llamativo es su bisagra. En realidad no tiene un diseño nuevo porque es muy similar a la de otros convertibles de Lenovo que hemos tenido la oportunidad de analizar, como, por ejemplo, el interesante Yoga 920 con pantalla 4K UHD. Pero, a pesar de conocerla bien, esta bisagra sigue sorprendiéndome por su gran solidez y por su capacidad de permitirnos pasar del modo portátil tradicional al modo tableta de una manera muy sencilla y rápida, algo que no es tan frecuente como debería ser.
En la siguiente fotografía podéis ver con mucha claridad las finas varillas que permiten a la bisagra abatir hasta 360 grados los dos módulos del equipo. Otros convertibles, incluso de la propia Lenovo, recurren a otro tipo de bisagras, pero, honestamente, según mi experiencia esta es la que nos ofrece el diseño más sólido, y, por tanto, la que nos garantiza una mayor fiabilidad a largo plazo.
En materia de diseño la única «pega» de cierta entidad que puedo poner a este convertible es la anchura de los marcos de la pantalla principal. Muchos equipos de esta categoría incorporan pantallas con un marco inferior bastante ancho, pero los marcos laterales y el superior suelen ser sensiblemente más finos. Como podéis ver en las fotografía que ilustran este artículo, esto no sucede en este Yoga Book. No es una carencia dramática, pero es una pena que una propuesta con un diseño tan cuidado no tenga una pantalla principal con un diseño más estilizado.
Dos pantallas diseñadas para cambiar las reglas del juego
Vamos ahora con la que sin duda es la característica realmente diferencial de este convertible: sus dos pantallas. La primera pregunta a la que merece la pena que demos respuesta deriva de la función más importante delegada en la pantalla de tinta electrónica debido a la ausencia de un teclado físico. ¿Qué experiencia nos ofrece esta pantalla secundaria cuando escribimos? Sinceramente, está más lograda de lo que esperaba mientras veía como otros periodistas la probaban antes de hacer lo mismo yo unos minutos más tarde.
Los ingenieros de Lenovo han hecho un buen trabajo implementando en la pantalla de tinta electrónica una respuesta háptica en forma de tenue vibración bastante placentera. Necesitaría probarla más a fondo, pero durante el tiempo que pude utilizarla me dio la sensación de que el período de aprendizaje que requiere para que el número de errores que cometemos al escribir sea bajo es bastante corto. Y buena parte del mérito la tiene el generoso tamaño de las teclas virtuales, que es similar al de un teclado físico de tipo chiclet.
Mi valoración del teclado virtual de este equipo es positiva a falta de que en el futuro pueda utilizarlo durante más tiempo para preparar un análisis más profundo. Aun así, la verdad es que no me veo afrontando jornadas maratonianas de escritura con un teclado de este tipo debido a la ausencia de recorrido de las teclas virtuales. En mi opinión, para este escenario de uso concreto los teclados físicos siguen siendo la mejor opción.
No obstante, la pantalla de tinta electrónica no sirve únicamente para poner a nuestra disposición el teclado virtual. Además contempla dos modos adicionales de uso que amplían considerablemente la funcionalidad de este convertible. Uno de estos modos transforma esta pantalla en la de un lector de libros electrónicos y solo requiere que pleguemos el convertible para habilitar el modo tableta. Al hacerlo este dispositivo se transforma en un e-book capaz de ofrecernos una experiencia muy similar a la de los lectores de libros electrónicos tradicionales.
El tercer modo de uso de la pantalla de tinta electrónica la habilita para comportarse como una tableta digitalizadora. Junto al equipo Lenovo nos ofrece un lápiz digital capaz de interpretar 4.096 niveles de presión, por lo que su precisión y la capacidad de controlar el grosor de los trazos están bastante logradas. Dos prestaciones adicionales derivadas de esta función que pueden ser interesantes son el reconocimiento de la escritura natural y la posibilidad de transferir nuestros diseños y dibujos a mano alzada a un documento mediante una operación tan sencilla como es copiar y pegar.
Un último apunte: lo único que tenemos que hacer para habilitar un modo de funcionamiento u otro de la pantalla de tinta electrónica es tocar uno de los botones alojados en la esquina superior derecha del teclado virtual, por lo que pasar de un escenario de uso a otro no solo es sencillo, sino también rápido.
Lenovo Yoga Book C930, la opinión de Xataka
Como acabamos de ver, este convertible nos propone varias ideas innovadoras que tienen un impacto directo en nuestra experiencia de uso. Y es que no solo aúna la funcionalidad de un ordenador portátil y una tableta, sino también la de un lector de libros electrónicos y una tableta digitalizadora. Sin duda, es una propuesta original y atrevida, y este es un punto a su favor. Sin embargo, confiamos en tener la oportunidad en breve de analizarlo mucho más a fondo para ver si realmente da la talla en cada uno de estos escenarios de uso.
De hecho, hay muchos otros frentes en los que nos gustaría profundizar más allá de esta primera toma de contacto que hemos podido preparar para vosotros durante esta edición de IFA. Este Yoga Book C930 de Lenovo aún nos tiene que demostrar qué autonomía nos ofrece en condiciones de uso reales, qué rendimiento arroja en nuestro banco de pruebas o qué experiencia nos ofrece el teclado virtual a largo plazo, entre otros factores relevantes.
Eso sí, mientras se presenta la oportunidad de analizarlo a fondo yo me quedo con la estupenda calidad de imagen del panel IPS de su pantalla principal, con la gran robustez de su bisagra y la enorme versatilidad de la pantalla de tinta electrónica. ¡Ah! Y también con una ingeniosa innovación de la que aún no os he hablado: el doble golpe de nudillos que nos permite abrir el convertible cuando está plegado. En el vídeo que tenéis más arriba podéis ver cómo funciona este sorprendente mecanismo.
Antes de concluir me parece importante concretar en qué escenarios de uso es una opción interesante este convertible. Durante mi toma de contacto me demostró que es capaz de mover Windows 10 y las aplicaciones ofimáticas que probé con bastante soltura, pero su CPU y su RAM delatan que no va sobrado de potencia. Por esta razón es un equipo que se siente cómodo tanto en casa como en la oficina para ofimática, navegación en Internet y reproducción de contenidos, pero no tanto si lo queremos para jugar y crear contenidos. En cualquier caso, os contaremos mucho más cuando tengamos la oportunidad de analizarlo a fondo. Prometido.
En Xataka | Lenovo Yoga Book C930: vuelve el portátil de doble pantalla, ahora con tinta electrónica
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