Uno de los retos más complicados a la hora de abordar el caso Apple Vs Samsung es intentar no caer en la simplificación de “buenos y malos”, en abstraerse de las filias y fobias alrededor de las dos marcas y de las dos plataformas e intentar ser coherente con la admiración que uno siente por los innovadores en tecnología y lo que viene criticando desde hace años contra las patentes software.
Antes de entrar en materia y para curarme en salud de argumentos ad-hominem, comentar que en el bolsillo llevo un Galaxy SIII y mi portátil es un Macbook Pro, que la tele de casa es Samsung y muy cerca de ella tenemos un iPad. Una vez dicho esto, creo que estamos en condiciones de intentar profundizar en las consecuencias del fallo del juicio clave de este año en el sector tecnológico.
Patentes y patentes software
Una patente no es otra cosa que un monopolio que concede el estado durante un periodo de tiempo a un inventor, de forma que solo él o quien él decida puede ofrecer en el mercado lo inventado. La clave es que la idea original es proteger a los innovadores, especialmente a los más pequeños bajo el supuesto de que un gigante en el mercado que copiase su innovación le impediría sacar rendimiento a la misma. En definitiva, se trata de limitar la puesta a disposición de todos del conocimiento generado a cambio de incentivar la innovación por la vía de otorgar permisos exclusivos a los creadores.
Todo esto parece impecable en teoría, aunque cuando se traslada según a qué mercados empiezan a aparecer puntos de discusión, como sucede en la industria farmacéutica y los genéricos. Con las patentes software el debate lleva años siendo muy activo, de hecho no aplican – en teoría – en Europa y sí en Estados Unidos y hay fuertes argumentos para desconfiar de ellas: se llega a patentes sobre temas tan básicos, sobre aplicaciones directas de principios matemáticos e ideas tan inmediatas, que las posibilidades de innovación se tornan en inexistentes cuando las herramientas y métodos para llegar a ellas ya están patentados.
Es por ello que algunos llevamos años y años denunciando patentes software que nunca debieron ser concedidas, de hecho tras haber trabajado muchos años en el desarrollo software puedo asegurar que si desde que se comenzó a programar se hubiese patentado al nivel actual sería imposible desarrollar nada sin romper alguna, no existiría gran parte del software libre y se habría logrado justamente lo contrario de lo que el sistema de patentes se supone que busca, que es potenciar la innovación.
Echando un vistazo a las que han sido objeto de debate, encontramos patentes de diseño y técnicas bastante discutibles (es fácil buscar el texto original con Google): desde las pantallas con los iconos en cuadrículas (esto hace que sistemas como Firefox OS apueste por los iconos redondos) o el “tap to zoom” (que es la idea inmediata de pulsar sobre algo para verlo mejor).
Este caso, para más inri, se complica al entrar en juego las leyes que limitan los parecidos en diseño para evitar que se confunda a los consumidores haciendo pasar un producto por otro y al estar celebrándose casos similares en otros países, como en Corea o Alemania.
Perdedores con las patentes software
A raíz de este juicio muchos han concluido que el gran perdedor ha sido el obviamente derrotado, Samsung, algo con lo que no estoy de acuerdo. Samsung ha perdido, claro, pero económicamente se lo puede permitir de sobra y lo más costoso será a nivel de imagen, como consigue trabajar su imagen como innovador y no como un imitador.
¿Quiénes pierden? Curiosamente las pequeñas startups y el software libre son quienes más tienen que perder en una industria software con patentes. Recomiendo leer a Eduald Domenech de InOutTv al respecto y desde la experiencia de haber patentado en Estados Unidos: la protección que otorgan las patentes se la llevan las grandes corporaciones. No hay más que echar un vistazo al número de patentes que son capaces de generar a la semana Microsoft, IBM y la propia Samsung.
Son los emprendedores quienes más tienen que perder en el escenario actual de miles y miles de patentes concedidas mensualmente, aunque desarrollen algo increíblemente innovador es altamente improbable que por el camino no violen un puñado de patentes software de esas tan básicas logradas por las grandes corporaciones. El caso es que hasta hace muy poco la mayoría de grandes compañías no eran proactivamente agresivas, más allá de intentar meter algo de miedo. ¿Qué ha pasado? Básicamente el mercado móvil y el cambio de posición de liderazgo de estos actores.
De los trolls a las empresas de tecnología con ejércitos de abogados
Hasta ahora el papel de malo de esta película estaba reservado a los “trolls de las patentes”, aquellos actores que se dedicaban a patentar aquello que veían con posibilidades de que otros desarrollaran y cuyos beneficios venían de licenciarlas o exigir indemnizaciones en juicios, no de ejecutar y competir con lo patentado. Con este escenario resultaba sensato para las grandes compañías patentar aquello que fuesen a poner en el mercado de forma preventiva, no tanto para demandar a otros (no les hacía falta) como para defenderse de estos trolls.
¿Qué ha pasado en los últimos años? Hemos visto como grandes de la web han ido perdiendo liderazgo como Yahoo han pasado a la ofensiva para intentar obtener nuevas vías de ingresos; en el sector móvil hay dos movimientos clave, uno es el de Microsoft que de pronto se ve fuera del mercado ataca a Android y llega a conseguir más ingresos por licenciar patentes a fabricantes de este sistema que los obtenidos por licencias de Windows Phone; el otro movimiento es el ataque sistemático de Apple contra los fabricantes Android, caso HTC y el actual de Samsung.
Además de eso tenemos cientos de acuerdos entre compañías que no trascienden, a veces de pago por licencia, a veces de acuerdo mutuo para utilizar recíprocamente el portafolio de cada uno, y un mercado cada vez más relevante de bibliotecas de patentes con compras de empresa con esta razón como principal motivo. Recordemos la subasta de las de Nortel ganada por un consorcio creado por Microsoft, Apple y RIM, la compra de las patentes de AOL por parte de Microsoft (entre ellas algunas de las antiguas de Netscape) o la compra de Motorola por parte de Google.
El futuro de Android y de un sector en guerra por patentes
No podía faltar en este análisis analizar como queda quien ha recibido un duro golpe, que no es otro que Android, el responsable directo o indirecto de que Samsung haya sido condenado por violar algunas de las patentes en disputa en este caso. De hecho, surgen varias preguntas de cara a futuro, ¿será Apple un nuevo licenciador como ya lo es Microsoft para los grandes fabricantes de Android y por tanto utilizar este sistemas pasará a ser bastante más caro que, por ejemplo, licenciar Windows Phone? ¿no compró Google Motorola para evitar este escenario? Si es así, ¿por qué no ha socorrido a Samsung? ¿No puede o no quiere? (si es esto último regresaría a la discusión sobre el plan B de los fabricantes Android por si Google cambia de estrategia).
Sea como fuere, creo que todo invita a concluir que una industria del software con un sistema de patentes como el actual es una industria menos innovadora, menos competitiva y definitivamente más fea, en la que las compañías gastan enormes cantidades de recursos en abogados en lugar de destinarlos a crear nuevos productos y en la que se acaba en un sector de trincheras. Estos días apuntaba Dans, en mi opinión con acierto, que de este juicio no va a salir ningún tipo de incentivo para la innovación en el futuro; también me quedo con el comentario de Amartino sobre la incoherencia que reina entre los analistas del sector tecnológico.
¿Qué hubiese sido de Apple si….
Sostengo que Apple no necesitaba de las patentes para amortizar su innovación (el mercado lo demuestra, el propio Tim Cook lo afirma), que las patentes software son muy discutibles (sobre todo a la hora de conseguir lo que se afirma que incentivan) y que todo esto lleva a penalizar a todas aquellas compañías que siguiendo una tendencia del mercado innovan luego en multitud de elementos que los usuarios se perderían si no existieran.
Termino como empecé, esta no es – en mi opinión – una historia de buenos y malos. No voy a blasfemar contra Apple porque creo que es absurdo estar frontalmente en contra de una compañía tan innovadora y que lleva años revolucionando y mejorando casi cada sector en el que entra cuando te apasiona la tecnología y sus posibilidades. Es más, creo que es bastante claro que la industria corrió detrás de iPhone en cuanto salió y que quienes lo hicieron mejor subieron en el mercado (Samsung, Android) y quienes decidieron no hacerlo, se quedaron atrás (Nokia, RIM). Tampoco debemos olvidar que Apple a su vez es víctima del mismo sistema, con el caso con Nokia por ejemplo (pago de 600 millones de dólares más comisión por venta por cada iPhone). Lo que no es razonable es esperar una industria en la que cada interfaz es radicalmente diferente en cada sistema, eso no ocurrió en los PC, ni pasa con los coches ni en los televisores ni en ninguna otra tecnología de consumo masiva.
El problema real no es Apple, es el sistema de patentes software imperante en Estados Unidos. Sus fundamentos teóricos, su ejecución en la que un jurado de legos en tecnología tiene que decidir sobre innovación y patentes en una disputa entre una empresa local y una extranjera, sus incentivos perversos (la oficina de patentes gana más cuanto más patentes concede) y su tendencia al proteccionismo al ser Estados Unidos a la vez quien tiene las mayores empresas software del mundo y el primer mercado tecnológico.
El mercado del software se puede regular – si acaso fuese necesario – con el copyright, sin necesidad de que entren las patentes. Ese era el escenario a finales de los 80, cuando Xerox demandó a Apple. ¿De verdad se hubiese protegido la innovación si en aquel momento Xerox pudiese haber hecho valer sus patentes y hubiese dinamitado el futuro de Apple y el resto de compañías – Microsoft incluido – que incorporaron la metáfora del escritorio a sus sistemas operativos y equipos? Apuesto a que la mayoría de las voces que hoy aplauden la sentencia en nombre de los innovadores estarían de acuerdo conmigo en que no.
Tres análisis extra, “Por qué la sentencia del juicio de Apple y Samsung es dañina para todos“, “Samsung vs Apple: Una derrota puede no ser tan amarga“ y “El veredicto Apple contra Samsung, a fondo“ en Xataka Android.
Antonio Ortiz es cofundador de WeblogsSL, la empresa que hace Xataka y en la que ejerce el cargo de director de Estrategia Online. Escribe habitualmente en su blog Error500 sobre internet y tecnología. Está en Twitter y en Google Plus