Más de la mitad del consumo de batería de mi teléfono se va en horas de juego. Puede que los avisos de correo, redes o mensajería estén ahí a diario, pero si cojo el móvil para contestar un mensaje o comprobar algo, no sería descabellado decir que lo último que se mueve en la pantalla antes de volver a soltarlo es un juego.
Con ese historial, la idea de probar el Razer Phone durante un mes parecía un movimiento lógico, al fin y al cabo es lo más cercano al concepto de móvil para jugar que hay actualmente en el mercado, así que, por así decirlo, tenía todo lo necesario para ser un terminal que hiciese honor a aquello del amor a primera vista. Pero lo de que la pasión inicial se mantenga en el tiempo, eso casi en cualquier situación es hablar de palabras mayores.
Razer Phone, un terminal con luces y sombras
No hay nada que el Razer Phone prometa y no acabe cumpliendo a pies juntillas. Si es el móvil ideal para jugar es porque, a base de prestaciones, parece específicamente diseñado para ello. Los juegos funcionan de maravilla y se ven aún mejor, permitiendo que le pongas por delante cualquier desafío sin que apenas se despeine.
También te ofrece la posibilidad de jugar a lo mismo de siempre de una forma distinta, como nunca antes lo habías hecho, y es que el salto a la pantalla de 120 Hz es probablemente lo que más destaca de un terminal que, más allá de eso y algún que otro detalle orientado al juego, se encarga simplemente de cumplir en casi todo lo demás.
Lo hace, por ejemplo, en diseño, sin grandes alardes de originalidad pero consiguiendo que su peso (197 gr) resulte cómodo en mano y que, con dos bandas arriba y abajo que sirven de hueco para los altavoces, puedas sujetarlo con firmeza sin que tus dedos tapen en exceso la pantalla. Ni reinventa la rueda, ni soluciona el problema de jugar durante horas sin que los bordes se acaben clavando o su peso le pase factura a tus manos.
También cumple en sonido, con unos altavoces por encima de la media pero con la extraña decisión de no incluir un puerto de 3,5 mm. Eso, teniendo en cuenta que por su tamaño no parece ir falto de espacio, hace que lo que suma por un lado lo reste por otro. Y algo similar ocurre con su cámara, que puede entregar postales fantásticas con el modo HDR, o imágenes con poco detalle y con las que es muy difícil poder juguetear por falta de enfoque o una captación de la luz poco inspirada.
En resumen, resulta un terminal con muchos detalles de genialidad que comparten espacio con decisiones bastante cuestionables, lo que facilita una separación muy definida a la hora de hablar de lo que más te puede llegar a gustar de él y lo que menos. Hay varias razones para acabar encontrando excusas para darle una oportunidad en tu próxima compra, pero más o menos las mismas para esperar a la siguiente versión o decantarte por otro teléfono similar.
Lo que más me ha gustado del Razer Phone
- Una pantalla bestial. Ofreciendo la posibilidad de hacerla funcionar a 60, 90 o 120 Hz, esa última opción es la gran baza que juega Razer para llamar nuestra atención. Es algo que cualquier jugador, especialmente en una época en la que la lucha de la comunidad por la estandarización de los 60 fps frente a los 30 es algo muy habitual, sabrá apreciar al instante. Un cambio brutal en la experiencia que incluso nos hace olvidar que, pese a tener el brillo al máximo, los resultados que ofrece en exteriores dejan bastante que desear.
Una batería que aguanta tu ritmo. Con otros terminales, es raro el día en el que llega el momento de irse a la cama y la batería del móvil no está o muerta o temblando, pero con el Razer Phone he llegado al final del día con carga más que de sobra pese a mantener un ritmo de uso similar o incluso superior. Es la principal culpable de su peso, sí, pero desde luego un sacrificio que estoy más que dispuesto a asumir al gozar de un rendimiento tan bueno sin tener que preocuparme de ir cargando con cables en el bolsillo.
El rendimiento en los juegos es espectacular. El Razer Phone se come lo que le eches, incluso con aquellos juegos que te permiten toquetear opciones gráficas para gozar de todas las opciones al máximo. La guinda sobre el pastel la pone la aplicación del teléfono que te permite controlar las posibilidades y consumo de tu catálogo, ya sea para reducirlo todo al mínimo cuando toque ahorrar batería o, para más comodidad si cabe, decidir cómo funcione el teléfono dependiendo del juego que vayas a ejecutar. Una forma fantástica de marcarle que automatice ciertas pautas como, por ejemplo, que se controle al máximo al jugar a ‘Clash Royale’ pero dé todo lo que pueda cuando ejecutas ‘Vainglory’.
Lo que menos me ha gustado
- Un diseño demasiado centrado en cierto tipo de juegos. No hay opción a queja si lo tuyo es quemar la batería del móvil con títulos de conducción, disparos o todo lo que deba jugarse con la pantalla en horizontal. Pero para todo lo que salga de ahí, ya sea utilizando el móvil con una mano o apoyándolo en una mesa, su tamaño, peso y estructura no cuenta con el mismo beneplácito. En el primer caso el peso acaba pasando factura y, su agradecida gran pantalla, resulta incómoda para realizar acciones rápidas si no tienes otra mano de apoyo. En el segundo, el material elegido hace que resbale en exceso y, añadiendo el hecho de que el sensor de la cámara sobresale de su horizonte, ofrece aún menos estabilidad.
Una cámara muy lejos de lo ideal. Cuando tienes una pantalla que ofrece unas imágenes tan espectaculares, ver en ella las fotos que sacas con una cámara tan modesta parece contraproducente. Vienes de ver vídeos en 1440p y juegos moviéndose con una tasa de refresco alucinante, pero ahora te toca ver colores apagados y ruido en las imágenes. No digo que sea imposible sacar buenas fotos a base de toquetear (aunque sí difícil), pero soy jugador, no fotógrafo, y hay otros móviles que sí me permiten soñar que soy bueno en ambas cosas aunque sea mentira.
Sus posibilidades están muy por encima de su catálogo. El mayor bajón que he sentido al jugar en el Razer Phone ha sido con aquellos juegos que no acababan de funcionar como se supone que deberían en mi móvil del día a día (hola, ‘Rules of Survival’). Piensas, “ahora sí, ya verás”, pero lo que te encuentras es un título que no funcionaba mal por el hecho de estar en un móvil peor, es que simplemente está mal optimizado. No han sido pocos los juegos con los que me ha venido a la cabeza la idea de tener un teléfono en mis manos al que no le estoy sacando todo el partido. Si bien es cierto que hay opciones como ‘Arena of Valor’ o ‘Titanfall: Assault’ que te hacen creer que tienes una consola en tus manos, el catálogo de juegos de Google Play no está preparado para aprovechar todo lo que puede llegar a ofrecer el Razer Phone.
¿Entonces qué?
Hay muy buenas intenciones en el terminal de Razer y su entrada es muy positiva para la industria del videojuego en móviles. Si se convierte en estándar, las compañías estarán más interesadas en intentar apuntar a terminales más altos y con más opciones gráficas, lo que inevitablemente nos llevará no sólo a juegos que se ven mejor, también que gocen de mejores experiencias.
Pese a ello resulta inevitable ver que con el Razer Phone también se habla de intenciones, especialmente la de la compañía gaming intentando introducirse en un mercado con no pocas opciones excelentes. Las ganas de estar ahí son evidentes y, con su primer smartphone, han dado el primer paso en esa dirección, pero desde luego no el definitivo.
Si las luces y sombras del Razer Phone me han enseñado que, pese a ser un jugador asiduo de móviles, este teléfono no es para mí, también han conseguido que a partir de ahora esté muy atento a todo lo que el futuro de la compañía pueda entregar en esta nueva vía de negocio. Y es que puede que el Razer Phone a día de hoy no sea el móvil de mis sueños, pero una futurible línea de terminales de Razer tiene todo los números para que, tarde o temprano, acabe entregando uno que se acerque muchísimo a eso.
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