-Realmente, ¿qué vamos a hacer?-Descifrar un código nazi indescifrable y ganar la guerra.
-Oh.
Aprovechando el impulso de las festividades navideñas, la cartelera española celebró la entrada en 2015 con varias novedades, destacando en especial 'The Imitation Game'. Desde el 1 de enero tenemos en los cines uno de los estrenos más esperados de los últimos meses aunque sea simplemente por figurar en todas las quinielas (junto a 'Boyhood' y 'Birdman') como uno de los títulos favoritos para triunfar en la próxima edición de los Oscar.
Basada en hechos reales, envoltorio de cine serio, algunos nombres famosos, valoraciones extremadamente entusiastas en el cartel... 'The Imitation Game' está preparada para lograr premios. Eso genera curiosidad. ¿Y si gana? ¡Habrá que verla para opinar! En cualquier caso, sería injusto limitar el atractivo de la película a las posibles estatuillas que podría acabar recibiendo. Tiene dos de los ingredientes fundamentales que todos deseamos encontrar cuando pagamos la entrada y nos sentamos en la butaca: una historia interesante y un reparto impecable.
'The Imitation Game': una verdadera misión imposible
A partir del libro 'Alan Turing: The Enigma' escrito por Andrew Hodges, el guionista Graham Moore y el director Morten Tyldum construyen un thriller centrado en el logro de un hombre que resultó fundamental para la resolución de la II Guerra Mundial. El matemático Alan Turing se convierte en el improbable protagonista de una historia de espionaje cuando el gobierno británico, desesperado, le pide ayuda para resolver el código que usan los alemanes en sus comunicaciones secretas. Una misión a contrarreloj de consecuencias inesperadas para Turing...
La historia es bien conocida, o al menos sus detalles fundamentales; ha sido contada a través de varios formatos y alcanzó cierta popularidad 'Enigma', el (flojo) film de 2001 dirigido por Michael Apted, criticado por las licencias artísticas que se tomó para crear un entretenimiento accesible al mayor público posible. Y en todo caso, cualquier drama histórico ambientado en un conflicto tan conocido parte con el handicap de una resolución esperada por el público, sin la intriga de la ficción. Pero no es descubrir qué ocurre o cómo acaba todo lo que engancha: es cómo se cuenta.
El ingenio humano como arma definitiva para ganar la guerra
Antes os decía que 'The Imitation Game' cuenta con dos ingredientes esenciales. Le falta uno, primordial: una dirección estimulante. Tyldum ya demostró lo bien que se le da imitar el estilo de Hollywood con su anterior trabajo, 'Headhunters', pero es un realizador carente de personalidad, imaginación y riesgo. Es como Ron Howard. Eficaz cuando está inspirado, capaz de recrear bonitas imágenes arropado por un excelente grupo de colaboradores artísticos y de montar escenas emotivas gracias a un acertado ejercicio de casting.
El limitado cineasta noruego cumple con lo que le han encargado, sin más. Entrega un biopic correcto, tan elegante como superficial, dándole ese tono de thriller que sabe manejar y jugando con las líneas temporales para hacer la narración más llevadera. Cosa que consigue, todo sea dicho, pero no hay garra ni ingenio en la puesta en escena, no aporta nada brillante o memorable. Quizá su mayor mérito sea entender que la película solo podía triunfar de una manera: dejando todo el peso a su protagonista. Benedict Cumberbatch sostiene 'The Imitation Game' y la eleva (a veces) por encima de la media.
La transformación de Cumberbatch, lo mejor de la película
El inglés, de moda gracias a trabajos como la serie 'Sherlock' (la mejor adaptación del detective, creado por Arthur Conan Doyle, en décadas), se sumerge en el personaje de Turing. Aunque al principio los tics pueden recordar a su Holmes o a una copia del popular Sheldon Cooper, dota de tantos matices al personaje que la interpretación llega a resultar invisible; no hay mayor logro para un actor. Siempre recomendable, aquí es esencial la versión original para apreciar el talento de Cumberbatch, correctamente secundado por Keira Knightley, Mark Strong, Matthew Goode, Rory Kinnear o Charles Dance, en roles poco exigentes, casi caricaturescos.
La apasionante historia que hay detrás, la tragedia del protagonista (tratada con sutileza, un enfoque que está creando división de opiniones), el cuidado diseño de producción, el maravilloso acompañamiento musical compuesto por Alexandre Desplat y la estupenda labor del reparto nos mantienen entretenidos y en algún momento de inspiración consigue crearse la ilusión de estar asistiendo a un gran drama. Podemos quedarnos con eso, al fin y al cabo, es la señal de ese gran truco de magia que es el cine, pero queda el sabor amargo de saber que había material para algo mayor, de oportunidad perdida.
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