Si algo nos ha traído Internet es el acceso a una cantidad de información y entretenimiento que tiende al infinito. Nuestro tiempo disponible, en cambio, sigue intacto: 24 horas a las que restar el tiempo de sueño, trabajo y demás. Si usted, querido lector, está leyendo este artículo —precisamente este artículo, precisamente en Xataka— es muy posible que esto le resulte familiar: al cabo de la semana encontramos decenas de lecturas que nos parecen interesantes o útiles, pero no disponemos de tiempo para leer todo. Vamos guardando enlaces en las listas de las aplicaciones para leer más tarde (Pocket, Instapaper y compañía) creyendo ingenuamente que tendremos un momento de pausa en el que poder leer todos.
Pocket —en su versión primigenia, Read It Later— e Instapaper, las dos apps más populares de su categoría, se lanzaron en 2007 y 2008 respectivamente. Casi tres lustros después, nada ha cambiado. Han añadido funciones, cambiado la arquitectura de la app y haciendo más ubicua su presencia usando extensiones y complementos; pero esencialmente siguen siendo cajones de sastre que se llenan demasiado rápido de contenido. Pasadas las primeras semanas de uso, tienden a acumular tanto que pierden el sentido de su propósito y acabamos abandonándolas, o en el mejor de los casos, usándolas con cierta inercia y dejando que cientos de enlaces vayan cogiendo polvo.
Lo que sí ha cambiado en estos años es la forma de acceder a contenidos. En 2007-2008 todavía estábamos en la época de los blogs. Aquello murió para muchos en la misma medida en que las redes sociales iban haciéndose masivas. A los años veinte llegamos con un inesperado auge de las newsletters (¿se ha apuntado ya a la de Xataka?), un formato incompatible con estas aplicaciones. También están los hilos de Twitter, que encajan mejor aquí pero suponen más fricción en el momento de pasar a leerlos desde una de estas apps. O los episodios de podcasts, por ejemplo. Y luego, la cuestión capital de saber qué debo leer cuando hay tanto para escoger.
En las riadas, paradójicamente, lo más urgente es encontrar agua potable. Lo mismo ocurre cuando hay tanto por consumir y muy poco que nos priorice el orden. Lo intentó Nuzzel con efímero éxito, ya que Twitter lo cerró cuando compró Scroll, a su vez empresa que lo compró en 2019. Viudos de Nuzzel, algo tenía que cambiar para que estas apps se adapten a esta era.
Por cierto, uso el ecosistema de Apple, así que mi “aplicación” para leer más tarde es Lista de Lectura, una utilidad integrada en Safari a lo largo de todos los sistemas operativos. Aquí la experiencia es aún peor que con las apps de terceros, simplemente la uso por venir integrada y porque el software externo, aunque es mejor, no es lo suficientemente mejor como para que me compense.
La nueva generación de aplicaciones al rescate
Matter es una startup que ha recaudado 7 millones de dólares en una ronda liderada por GV (anteriormente Google Ventures). Su producto es precisamente una app para leer más tarde, se supone que aprendiendo las lecciones de estos últimos años. Tiene un componente social para que otras personas puedan ver qué leemos (las listas son privadas por defecto, eso sí) o qué destacamos de esas lecturas.
Cuenta también con algunas propuestas interesantes, como importar desde Gmail nuestras suscripciones a newsletters para leerlas también desde la app (lo cual añade una enigmática duplicidad) o la reproducción sonora de los artículos, con una impecable lectura en inglés, aparentemente entonando correctamente hasta en función de las comas o los puntos según nuestras primeras pruebas, aunque todavía no disponible en español.
Lo interesante es lo que pretende a largo plazo: la personalización de las sugerencias de lectura en función de su detección semántica y el historial de cada usuario. Eso sí supone un salto respecto a las apps establecidas y una reminiscencia de lo que pretendía Nuzzel (con matices): ir acumulando enlaces y luego confiar en la inteligencia de Matter para ir consumiendo contenidos según el orden que nos propone.
Esto va mucho más allá de presentar los artículos (o el tipo de contenido que sea) eliminando banners o con una tipografía exquisita. Esto va de crear un nuevo género que consiga hacer masivo el uso de las aplicaciones para leer más tarde, algo similar a un Spotify de la lectura del que hoy carecemos, sobre todo entendiendo “lectura” más allá de la literatura.
Otra app con voluntad de convertirse en ese Spotify de las lecturas (y de más formatos, realmente) es Upnext, que también se enfoca en el descubrimiento de contenidos mediante listas de reproducción, uno de los elementos clave del éxito de, precisamente, reproductores de música en streaming. No solo va de escuchar cualquier canción en cualquier parte, sino de descubrir música que nos guste con un componente social. Algo así pretende Upnext, cambiando “música” por “contenidos”, ya sean artículos, hilos, vídeos, podcasts o newsletters.
Otro enfoque para revitalizar estas aplicaciones es el de hacer poso con el conocimiento adquirido de cada lectura. Eso propone Readwise, tanto con libros como con artículos: extraer las citas y fragmentos que consideremos de cada lectura para tener más fácil revisitar cada obra y acceder directamente a esas partes. También planean lanzar su propia app específica para leer más tarde.
Posiblemente la gran tendencia de este tipo de aplicaciones para esta década será la combinación de trabajo humano, con equipos dedicados a la selección y promoción de ciertos contenidos, con la magia de la inteligencia artificial y el aprendizaje automático. Veremos en qué quedan esos millones invertidos en lograr el Spotify de la lectura. Falta hace.
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