De la extrema derecha y los bulos es imposible librarse. Sea en X, en Threads, en TikTok o en WhatsApp. Da igual la red social en la que nos metamos, que las polémicas más viscerales siempre encuentran forma de aparecer ante tus narices. Pero no es lo mismo abrir el chat de cuñados para ver qué opinan de la pelea de Khelif y Carini que meterte en Twitter y ver a un millonario venido arriba como Elon Musk decir tonterías.
Ellos son mis cuñados. Los de Twitter o TikTok son influencers del tres al cuarto intentando que otros usuarios les aplaudan sus supuestas genialidades. A unos les aprecio a los otros me han forzado a conocerlos.
Es la dictadura del algoritmo y desde esta pequeña columna me gustaría criticarla sin reparos. Muerte a los feeds algorítmicos. Muerte al scroll infinito. Muerte a esos tuits virales que lo único que buscan es que nos indignemos. Se vive mucho más tranquilo entre seres queridos. Estamos en verano, hace calor y habrá quien tenga más tiempo libre, pero no solemos ganar nada enfadándonos por un debate viral que al día siguiente se habrá olvidado.
Supongo que os pasa también. Veo una discusión y los argumentos son tan disparatados que me apetece decir la mía. Pero al final me abstengo y me callo. Porque sé que es absurdo intentar recoger todas las complejidades de los debates en un par de líneas.
¿Para qué voy a intentar corregir al Sr.Pablo88? Prefiero irme a WhatsApp y discutir con Pablito, porque sé que siempre tiene opiniones conflictivas y me encanta discutir con él. Nunca cambiará, pero al menos sé quién hay detrás. Las redes sociales han perdido con el paso del tiempo el componente humano, pero en WhatsApp sí sigo sintiendo que estoy socializando.
Las aplicaciones de mensajería no están diseñadas para que nuestros mensajes lleguen a la máxima cantidad de personas. Pero ese ámbito privado desaparece cuando estás en grupos de decenas de personas o participas en comunidades sobre determinados intereses.
Ese es precisamente el motivo por el que he acabado entrando siempre a WhatsApp para enterarme de las cosas. Si quiero enterarme de noticias de Warhammer me meto en el grupo correspondiente; si quiero enterarme qué ocurre en Barcelona o qué local me recomienda, tengo una comunidad. Si quiero debatir sobre determinados temas, he acabado creando un grupo con la gente a la que le interesa lo mismo.
Algunos grupos son más o menos grandes, pero consigo conversaciones que no tengo en otras redes sociales. Y además acaban pasando los mismos memes que se vuelven virales en TikTok o Twitter. Pero los han elegido ellos manualmente.
WhatsApp ha decidido crear también canales, para poder seguir a los grandes temas o personas. También lo utilizo. Es un vendaval de mensajes pero lo bueno es que la interfaz de WhatsApp oculta de base esos mensajes. Si quiero saber qué se publica en Xataka o qué es lo último del Barça, hago clic a propósito. El algoritmo de otras redes nos hace de filtrado, en WhatsApp lo recibimos todo. Aquí es una cuestión de la cantidad de personas o cosas a las que podemos seguir. Quizás no hace falta seguir 500 cuentas.
Volviendo a los grupos y las comunidades, una de las críticas es que cuando hablas con círculos más pequeños es más fácil radicalizarse y repetir ideas. No lo niego, pero particularmente creo que justo suelo tener opiniones bastante opuestas de las comunes de los grupos que participo. En determinadas redes sociales es más fácil acabar en una burbuja porque el algoritmo al final siempre te recomienda el mismo tipo de mensajes, sean los polémicos o los que coinciden con tus gustos. En WhatsApp nunca sabes por dónde te van a salir.
El último argumento en favor de WhatsApp es sobre la relativa privacidad. En Twitter un comentario fuera de lugar o una opinión polémica puede derivar en conversaciones infinitas. En WhatsApp se puede bromear, se puede insultar a quien opina diferente y se puede tener una conversación, incluso con diferentes puntos de vista, más sincera. Cansado de la artificialidad de las redes sociales tradicionales, he acabado entrando a WhatsApp mucho más a menudo de lo que pensaba hacerlo.
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