Hablar de navegadores en la era de TikTok, Instagram, ChatGPT y Netflix quizás suene casi anacrónico, como si se hubiesen convertido en una commodity y lo importante fuese lo que ocurre dentro de su ventana, no en los bordes. Como si se tratase de una guerra del pasado y empeñarse en retorcerla en 2024 fuese una excesiva burocracia, café para cafeteros.
Definitivamente la época dura de la guerra de los navegadores sí es algo del pasado, pero su importancia no, y la diferencia entre la opción que escojamos tampoco.
Chrome se ha convertido en el estándar, Safari se ha hecho fuerte en la parcela que ocupa su ecosistema, especialmente en el iPhone; Edge es la gran apuesta de Microsoft para recuperar el terreno perdido y Firefox ha ido perdiendo fuelle con el tiempo, aunque no la convicción de sus fans, que siguen siendo una comunidad única.
Y como invitado a esta fiesta, observando desde una pequeña cuota de mercado que sin embargo le permite seguir haciendo crecer su producto, Opera.
El 5%
No por ser poco usado en comparación con el gigante Chrome hay que desmerecer la trayectoria de Opera: es el navegador más antiguo que sigue en activo, solo por detrás de un Lynx que sirve de poco al ser un navegador destinado a sistemas operativos basados en consola (modo texto). Opera está a punto de cumplir 30 años, y todos los demás compañeros de quinta, desde Mosaic hasta Cello pasando por CyberDog, se quedaron por el camino.
En todo este tiempo Opera ha tenido momentos mejores y peores, e incluso ha cambiado de manos para seguir estando basada en los países escandinavos, pero con capital chino desde que fue comprada por el consorcio Golden Brick Silk Road. Y ahí sigue.
Opera apenas alcanza el 5% del mercado, lo cual sabe a poco, pero “no estamos construyendo el navegador para el 80% de los usuarios de la Web. No tenemos que adaptarnos a todos. Estamos construyendo el navegador para el 5% de la gente", dice una de las portavoces de la empresa.
Tiene sentido: hay gente que no tiene TikTok, que no tiene Instagram, que tiene correo pero jamás lo usa y los mails se le acumulan por decenas de miles… sin embargo, cualquiera usa el navegador.
Aunque Internet se haya discordizado, esa sigue siendo la ventana principal de acceso al mundo online. Una pequeña cuota en este mercado puede ser mucho más que suficiente para mantener a una empresa con más de medio centenar de empleados y reportar beneficios. Y en esas anda Opera.
No obstante, una cosa es aspirar a un 5% y a partir de ahí construir con modestia el futuro, y otra es acomodarse en la posición actual, lo cual, en la industria online, equivale a pedir cita con el enterrador. No es el caso del navegador noruego, que no ha dejado de lanzar novedades, tanto integradas en su navegador como trascendiendo a este.
Vivir en minoría forja la personalidad, y esto lo saben bien en Opera, tanto empleados como usuarios: es un navegador peculiar, con pequeñas funciones de las que uno se enamora en cuanto las usa por primera vez, como las miniaplicaciones de la barra lateral, o como una conveniente VPN integrada para reforzar seguridad y privacidad en ciertos momentos. O para… bueno, simular conexiones desde países remotos. Guiño, guiño, codazo.
Esta incorporación permanente de novedades a su producto es seguramente la única vía para mantener la trascendencia. Porque no solo se trata de ganar cuota, sino de empezar por no perderla.
No hay que olvidar que una de las grandes diferencias de Opera frente a los principales navegadores es que Opera no es una opción por defecto en ningún dispositivo, sino una elección activa y consciente por parte del usuario. No download, no party.
Safari, Edge o Chrome tienen sus ventajas inherentes, desde una interfaz especialmente pulcra, la integración de Copilot o un catálogo de extensiones imbatible. Pero también cabalgan sobre la ola que emerge de su posición: son opciones por defecto.
Luchar contra eso es complicado, y más en una era que no se parece a la de la primera década del siglo: si entonces era habitual echar horas en el ordenador optimizando el software escogido, ahora el móvil es mucho más protagonista, las diferencias entre productos se reduce y no es tan típico ir probando opciones alternativas.
¿A quién se dirige entonces Opera? En un encuentro con algunos de sus portavoces nos han dejado algunas pistas. Si bien no es una definición fácil —es más sencillo intuirla que explicarla—, parecía haber cierta unanimidad en que este navegador va dirigido al entusiasta, al usuario intensivo del trabajo en la web y a quien busca un apoyo para su productividad, no simplemente un navegador desde el cual cumplir tareas básicas. En definitiva, a quien considera la navegación un trabajo en sí mismo, un trabajo que en cierta forma ama y que no se desvincula de su vida personal.
Cuando uno mira los esfuerzos de la empresa por mejorar su navegador, es sencillo detectar ese patrón como público objetivo a quien dirigirlo. Ahí es esencial el papel de Aria, la IA de Opera.
Aria es en realidad un producto construido sobre la API de OpenAI, pero especialmente adaptado a las tareas de la navegación web. Llegó con un objetivo similar a Copilot —integrarse en el navegador para estar a un golpe de click de la web que estamos visitando— y ahora ha recibido un impulso especial.
La miniapp de la barra lateral para invocar a ChatGPT en cualquier momento solo fue el principio de los esfuerzos de Opera a la hora de integrar la IA en su producto. La llegada de Aria y el nuevo impulso lo llevan un poco más allá, también con el recién llegado punto de acceso 'Ask Aria'.
En lugar de funcionar como una miniaplicación, ahora tiene su propio botón con barra flotante, además de que así Aria puede respondernos en función de la web que estamos viendo. De esta forma podemos pedir resúmenes con el enfoque que queramos, hacer preguntas sobre el contenido o pedir una traducción.
"La IA en el navegador... se está alejando de esta experiencia lineal de chat hacia algo más integrado", nos explica Joanna Cjazka, Directora de Producto de Opera. "La experiencia de navegación es muy conveniente, y la IA ahora es parte de ella".
Considera también que la IA es un valor agregado, pero que no pierden la perspectiva de cuál es realmente su producto: "Como empresa de navegadores, nuestro enfoque es construir el mejor navegador para la gente que busca alternativas. El primer objetivo es solo la experiencia de navegación. Y ahora el ingrediente sorpresa es la IA. No percibo a ChatGPT como nuestro competidor. Nuestra estrategia no es dirigirnos a las personas interesadas en la IA, sino hacer que el navegador sea increíble y llevar la IA a todo el mundo", explica Joanna antes de añadir que "no queremos ser otra empresa que usa IA de terceros, queremos controlar y poseer nuestra propia tecnología".
Sobre preocupaciones en torno a la privacidad, asegura que el navegador no recopila datos personales de sus usuarios ("operamos bajo las más estrictas regulaciones de la Unión Europea").
De los orígenes al futuro
Håkon Wium Lie ya no trabaja en Opera, pero lo hizo en el pasado, desde finales del siglo XX hasta 2016, y sigue siendo uno de sus padres espirituales. No solo por su rol en la empresa, sino por su aportación a la Web: trabajó junto a Tim Berners-Lee en el CERN y ayudó a definir los pilares de la World Wide Web, y de hecho creó CSS, una de las piezas fundamentales para cualquier página web, como lo son el lenguaje HTML o el protocolo HTTP.
Wium Lie también creó Acid2, una prueba de compatibilidad para asegurar que una misma web se verá de la misma forma en cualquier navegador. Esto hoy suena obvio pero hace treinta años no lo era, y resultaba cotidiano acceder a una página desde un navegador alternativo y encontrar el estilo destrozado. Acid2 solucionó ese problema.
Carismático, simpático y afable, Wium Lie nos explica los desarrollos y la realidad de esa época para entender cómo en Opera no solo hay un navegador (varios, de hecho), sino también los fundamentos de la propia Web.
Es más: en las antiguas oficinas de Opera en Oslo, un bloque brutalista que contrasta con la arquitectura escandinava imperante, hay una placa que rememora que allí fue donde se creó el navegador y Qt, una herramienta de desarrollo elaborada por TrollTech, la empresa vecina.
También menciona Presto, el antiguo motor de Opera, ya descontinuado en favor de WebKit, el otro motor que aparece en esta placa y este navegador adoptó en 2013, ambos referenciados como los que hicieron posible la llegada de Internet a los teléfonos móviles.
No deja de ser llamativo que, en una industria empadronada mayoritariamente en la costa oeste de Estados Unidos, dos de los motores de renderizado más importantes naciesen en Oslo, algo que el propio Håkon explica como la conjunción de varios programadores talentosos, una sociedad amigable con el desarrollo tecnológico, la aparición de inversores de capital riesgo y "un poco de suerte".
Pese a esas bases que todavía hoy son motivo de orgullo para sus empleados, la empresa ha ido adaptando su producto al paso del tiempo. No solo con miniaplicaciones, extensiones —aunque su catálogo no puede rivalizar con el de Chrome— o la mencionada Aria, sino también con una idea bastante original que llegó en 2023 y gana protagonismo en 2024: las islas de pestañas.
La idea básica es agrupar automáticamente las pestañas en función del tipo de web que sea. Así, en lugar de tener una fila de pestañas ordenadas cronológicamente en función del momento de apertura, con las islas de pestañas podemos tener agrupadas las noticias por un lado, las redes sociales por otro y las de los trámites que estaos realizando por otro más. Y pasarlas de una isla a otra manualmente.
No es casual la fijación de Opera por las pestañas: fueron ellos quienes las inventaron. Aparte de las funciones comentadas, la empresa también busca potenciarse mediante desdobles y cambios de perspectiva. Por ejemplo, con la introducción de Opera GX, un navegador específico para gamers. No es una etiqueta de simple cortesía y búsqueda de posicionamiento, sino que está pensado desde el principio de su desarrollo con lo que un jugador requiere de su navegador. Tanto en lo funcional como en lo cosmético.
Un ejemplo de lo primero: permite poner límites específicos de consumo de CPU, RAM y red para dejar el ancho de banda suficiente para el juego. O para el juego y la emisión en directo. De hecho Discord y Twitch también son miniapps que pueden ejecutarse desde la barra lateral.
Y un ejemplo de lo segundo son los temas y esquemas de colores personalizados, también incluyendo skins de videojuegos que hasta modifican el sonido que emite cada tecla cuando escribimos una URL en la barra de direcciones. Como disparos. Café para cafeteros.
Otras apuestas en una línea similar han sido Crypto Browser, una variante 'web3' pensada para un mundo de dApps (aplicaciones descentralizadas), NFTs y criptomonedas. Fue el siguiente nivel a una apuesta que venía de lejos: Opera ya integró años antes un monedero de criptodivisas en su navegador principal.
El carácter desenfadado de Opera se subraya en entornos como el de Opera GX. Fue allí donde introdujeron una animación a modo de crítica a los navegadores aburridos.
Y hace unos meses lanzaron una función con mucho de marketing viral: el botón del pánico. Una pulsación a la tecla F12 sirve para abrir una web concreta preseleccionada y segura, así como silenciar los altavoces. Oficialmente, por si alguien (un jefe, un familiar, nuestra pareja) nos pilla viendo alguna trivialidad que no queremos compartir. Extraoficialmente es el botón para ocultar el porno si alguien nos pilla, tanto a nivel visual como acústico. Y así lo transmitieron en sus comunicaciones, veladamente pero sin complejos.
Más allá de estas anécdotas, Opera GX también apuesta por los mods como una forma de adaptar interfaz e incluso sonidos del navegador a lo que puede requerir el público gamer. Si es una clientela que suele rodear su ordenador de LEDs de colores y elementos propios de los videojuegos, eso es lo que reciben aquí. Hay hasta mods que reproducen el sonido de un disparo cada vez que el usuario pulsa una tecla al escribir en la barra universal.
El otro navegador que tiene su importancia para la empresa, y en una línea similar de optimizar recursos, aunque para un público muy distinto, es Opera Mini. Un micronavegador especialmente pensado para personas de países en desarrollo o con mala conectividad y terminales de baja capacidad. Opera Mini solo consume los recursos de sistema imprescindibles para dedicar todos los posibles a abrir cada web. Lo mismo a nivel de datos móviles. Por eso es especialmente popular en países como…
Opera Mini solicita cada página web mediante los servidores de la empresa. Son ellos quienes procesan la solicitud y la envían de vuelta a cada móvil comprimida, lo cual supone una reducción de su peso de entre el 70%y el 90%, además de hacer compatibles webs con teléfonos que no podrían cargarlas sin un proceso así.
Con este abanico de opciones, pero sin perder de vista que sus principales esfuerzos siguen yendo hacia el navegador principal, intenta continuar Opera un camino en el que no solo ha ido creciendo en ingresos (los ha triplicado desde 2017), sino también en su beneficio neto.
Opera logra estos ingresos gracias a acuerdos con socios de búsqueda. Google es su motor predeterminado. También tiene opciones de compras y otro tipo de búsquedas integradas que pagan por estar ahí, al igual que otros socios publicitarios. Un modelo muy similar al de Firefox.
Los últimos cinco años han servido para que Opera vaya mucho más allá de su navegador principal y dispare sus ingresos, pasando de ser inferiores a los 200 millones de dólares en 2020 a rozar los 400 millones en 2023.
Y todavía falta culminar ese objetivo del 5%. Entonces seguramente estará algo más encarrilada la continuación de la pelea de este David contra sus Goliath.
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