Hoy en día no podemos concebir el cine sin el sonido. Buena parte de la carga emotiva y la intensidad de cualquier película nos la transmite su banda sonora, por lo que es impensable prescindir del audio, al menos en el cine destinado al gran público. Sin embargo, todos sabemos que el cine y el sonido no han ido siempre de la mano. Cuando los hermanos Lumière realizaron la primera proyección pública, en 1895, no había sonido. El cine nació «sin cuerdas vocales», pero, afortunadamente, no tardó mucho en aprender a hablar.
Las primeras tecnologías de sonido para cine nacieron en los años 20 del siglo pasado, y eran tan solo soluciones muy rudimentarias que únicamente permitían añadir a las imágenes una melodía de fondo y algunos ruidos de ambiente. Sin embargo, los estudios cinematográficos se dieron cuenta enseguida de su potencial. Desde entonces, el audio en el cine no ha dejado de evolucionar, lo que nos ha permitido pasar de las primeras películas mudas a las superproducciones con sonido Dolby Atmos que podemos disfrutar actualmente. Así han sido estos casi cien años de desarrollo.
El nacimiento del cine sonoro
El cine tuvo un éxito enorme prácticamente desde el mismo instante de su creación. Los hermanos Lumière lo concibieron más como un experimento científico que «jugaba» con la persistencia de las imágenes en la retina del ojo humano que como una forma de expresión artística que podía interesar al gran público. Quien sí percibió el potencial que tenía como forma de entretenimiento fue Georges Méliès, así que debemos considerarle el primer responsable de que el cine esté tan enraizado en nuestra sociedad como lo está actualmente.
Durante las primeras dos décadas y media de existencia del cine todas las películas eran mudas, pero esto no significa que las personas que acudían a las salas de exhibición tuviesen que conformarse únicamente con las imágenes que se proyectaban sobre la pantalla. Habitualmente las productoras cinematográficas enviaban junto a las copias de sus películas la partitura de la música que debía interpretarse durante la proyección de la película, de manera que era posible combinarla con música en vivo. En ocasiones también se utilizaba música clásica que no había sido escrita expresamente para la película que se estaba proyectando, e, incluso, se improvisaba. Pero el contenido sonoro, como veis, era independiente de la película, al menos tal y como lo contemplamos hoy en día.
La primera innovación que permitió tener música y sonido de ambiente durante la proyección de una película sin necesidad de interpretarlos en vivo fue Photokinema, y llegó en 1921. Para hacerlo posible utilizaba un disco similar a los discos de vinilo en el que se grababa todo el contenido sonoro, y que era necesario reproducir durante la proyección. Esta tecnología se probó por primera vez con la película «La calle de los sueños», de D. W. Griffith. No mucho después, en 1926, la Fox decidió seguir un camino diferente: grabar el sonido directamente en la película. De esta forma la sincronización entre las imágenes y el audio era más precisa y mucho más simple. Había nacido la tecnología Movietone, utilizada por primera vez en varios cortometrajes y en la película muda «El precio de la gloria».
El mismo año en que nació Movietone llegó también Vitaphone, pero esta última tecnología volvió a recurrir, como lo había hecho Photokinema unos años antes, a los discos de vinilo como soporte de almacenamiento del sonido. Las bandas sonoras en aquella época no incluían diálogos; tan solo música y efectos de sonido, lo que no impidió que «Don Juan», el primer largometraje que utilizó Vitaphone, tuviese un enorme éxito. La buena acogida que tuvo esta película por parte del público y la crítica animó a la Warner Bros. a apostar por esta tecnología de sonido en otro de sus largometrajes, «El cantor de jazz». Y su repercusión fue tal que provocó la desaparición prácticamente inmediata del cine mudo. Por fin, el sonido había conseguido calar hondo en la audiencia, que no parecía dispuesta a renunciar a él. Ya no había vuelta atrás.
Los primeros pasos hacia el estéreo
Durante la segunda mitad de la década de los años 20 y la década de los 30 todas las películas que se estrenaban tenían sonido, pero era mono (únicamente recogía información de un único canal de audio). Aunque ofrecían una experiencia más intensa que las antiguas películas mudas con música interpretada en vivo, algunos visionarios se dieron cuenta de que debían encontrar la forma de ofrecer a los espectadores un sonido de mayor calidad. Uno de ellos fue Walt Disney. Corría el año 1940 y el estreno de «Fantasía» estaba cerca, pero Disney quería que el sonido de su película tuviese la grandiosidad que merecía una banda sonora interpretada por la Orquesta de Filadelfia y encabezada por uno de los directores con más prestigio en aquel momento, Leopold Stokowski.
De esa necesidad nació Fantasound, un sistema que permitió dotar de sonido estéreo a «Fantasía», el auténtico «ojito derecho» de Walt Disney en aquella época. Sin embargo, aunque Estados Unidos no se involucró totalmente en ella hasta un poco más tarde, la Segunda Guerra Mundial había empezado a agitar toda Europa, lo que provocó que el gobierno estadounidense decidiese derivar una parte de los recursos estatales que favorecían a la industria del cine a partidas asociadas de alguna forma al conflicto bélico. Este panorama, unido al elevado coste de instalación de esta tecnología, provocó que Fantasound solo llegase a 14 cines de todo el país, por lo que tuvo menos «tirón» del que Disney esperaba. Aun así, durante la década de los 40 el estéreo se fue poco a poco consolidando como el formato de audio por el que merecía la pena apostar.
Hasta que en 1953 llegó CinemaScope. Aunque casi todos asociamos esta marca a películas antiguas con imágenes en formato panorámico, también estableció la utilización de cuatro canales de sonido: central, izquierdo, derecho y un canal para los efectos envolventes. Es fácil imaginar que esta tecnología fue todo un hito en su época. Además, la forma en que almacenaba la información fue muy original en su momento: en bandas magnéticas. Al principio se distribuía en rollos de película independientes, pero al final acabó integrándose en la propia copia de la película.
Curiosamente, antes de que el sonido estéreo se consolidase definitivamente surgieron otras dos tecnologías en las que merece la pena que nos detengamos un momento. La primera de ellas, conocida como Perspecta, llegó en 1954, casi siempre asociada a películas VistaVision, y consiguió simular sonido estéreo utilizando un único canal monofónico, cuya información enviaba de forma selectiva a los «canales» de sonido central, izquierdo o derecho. La otra tecnología, el Sensurround, llegó mucho más tarde, en 1974, y su objetivo era incrementar la contundencia de los graves para conseguir que las bajas frecuencias generasen más tensión en los espectadores. Se utilizó en películas como «Terremoto», y, como podéis imaginar, causó un impacto tremendo en los espectadores de aquella época.
La consagración definitiva del estéreo llegó de la mano de la tecnología Dolby Stereo, en 1975. Y fue posible debido a que esta innovación consiguió resolver con eficacia el problema más acuciante que tenían las productoras cinematográficas en ese momento: una enorme dificultad a la hora de integrar las pistas de sonido en el rollo de película. Su espacio estaba muy limitado, por lo que a los ingenieros de Dolby se les ocurrió codificar nada menos que cuatro canales de sonido (central, izquierdo, derecho y efectos traseros) en dos pistas que era posible leer mediante un sistema óptico, y no magnético. Eso sí, para recuperar la información de los cuatro canales era necesario utilizar un procesador de sonido diseñado para extraerlos de las dos pistas originales. En cualquier caso, no solo resolvieron el problema del espacio físico en los rollos de película; además, afianzaron la base del sonido multicanal.
Por fin, llega el sonido multicanal
La experiencia que acumularon los ingenieros de Dolby durante la puesta a punto de Dolby Stereo, por un lado, y de su tecnología de reducción del ruido, que permitía mejorar la calidad de sonido de las películas de 70 mm con pistas de audio magnéticas, por otro, fue decisiva para que en 1978 pudiesen lanzar Dolby Stereo de 70 mm. Esta innovación fue la primera que consiguió ofrecer sonido envolvente 5.1 tal y como lo conocemos hoy en día. Y, además, llegó por la puerta grande: junto a «Superman» y «Apocalypse Now». Como era de esperar, causó un enorme impacto en los espectadores de aquella época porque ofrecía una sensación de inmersión muy superior a la de las otras tecnologías que habían experimentado con el sonido envolvente.
De ahí nos vamos al año 1990, en el que llegó el sistema CDS (Cinema Digital Sound), desarrollado por Kodak y Optical Radiation Corporation. Su principal aportación fue conseguir codificar 5.1 canales utilizando tecnología digital, lo que le permitió ofrecer un menor nivel de ruido que las pistas analógicas incluidas hasta entonces en las bandas de las películas, a las que reemplazó. El problema era que, si se dañaba la información digital, el sonido de la película se iba al garete. Precisamente, esta pega provocó que solo un año más tarde llegase Dolby Digital, otra tecnología de codificación de sonido 5.1 digital diseñada para aprovechar mejor el espacio de los rollos de película, lo que permitía incluir una pista de sonido analógico de seguridad a la que se podía recurrir si había algún problema para recuperar la información digital, o bien si el cine en el que se iba a proyectar la película no tenía un equipo de sonido digital.
En 1993 llegaron de forma casi simultánea dos nuevas tecnologías de sonido: DTS y SDDS (Sony Dynamic Digital Sound). La primera permitía almacenar sonido multicanal digital, pero no en los rollos de película, sino en un soporte óptico (un CD-ROM) que era necesario sincronizar con las imágenes. Y la segunda, aunque permitía codificar los 5.1 canales que se solían utilizar en aquel momento, había sido diseñada para alcanzar nada menos que ocho canales de audio: cinco en la parte delantera, dos en los laterales y uno dedicado exclusivamente a los graves.
En 1999 Dolby introdujo su tecnología Digital Surround EX, que añadía a la configuración 5.1 del estándar Dolby Digital un canal trasero adicional que permitía mejorar aún más la inmersión de los espectadores en el espacio sonoro. La primera película que utilizó este sonido fue «La amenaza fantasma», el primer episodio de «La Guerra de las Galaxias», y, aunque esta entrega nos dejó a muchos fans una sensación agridulce, la verdad es que su sonido en las salas de cine fue espectacular (aún no he olvidado el ruido de los motores en la carrera de vainas).
Ya teníamos siete canales de sonido discretos, contando el de graves, pero la «escalada» de los canales no había hecho más que empezar. Aprovechando la transición al cine digital (ya sabéis que en los cines digitales las películas están almacenadas en discos duros y no en rollos de película de 35 mm), Dolby introdujo en 2010 la tecnología Surround 7.1, que, como podéis imaginar, permite añadir dos canales independientes en la parte posterior de la sala a los principales y laterales que podemos encontrar en el sonido 5.1.
Y, para «rizar el rizo», también en 2010 Galaxy Studios, en colaboración con el fabricante de proyectores profesionales Barco, presentó el sistema Auro 11.1. Su distribución es similar a la 5.1 que todos conocemos, pero añadiendo cinco canales adicionales en altura, que, en teoría, consiguen sumergir a los espectadores de una forma mucho más convincente en el sonido. Desde entonces poco a poco se ha ido haciendo un hueco en varias decenas de películas, pero su futuro no está claro, sobre todo si tenemos en cuenta que actualmente tiene que medirse con la tecnología que parece estarse imponiendo en muchas salas de cine: Dolby Atmos.
Un número infinito de canales
Estamos preparando un post en el que pretendemos contaros con todo detalle cómo funciona Dolby Atmos, la última tecnología de sonido envolvente desarrollada por los Laboratorios Dolby. Aun así, nos viene bien resumir brevemente en qué consiste para ir «abriendo boca». Aunque llegó a las primeras salas de cine hace ya un par de años, ahora está desembarcando también en las instalaciones domésticas con un propósito muy claro: derribar la barrera del número de canales. Y es que en Atmos los ingenieros de sonido y los cineastas ya no tienen que trabajar con canales. Esto significa que no tienen que preocuparse para decidir por qué canal debe emitirse cada sonido. Lo único que tienen que hacer es desplazar cada uno de los objetos de la película que emiten cualquier sonido a través del espacio tridimensional que es la sala en la que se va a proyectar. Nada más. Y nada menos.
Las salas de cine con tecnología Atmos tienen unos procesadores de sonido que son capaces de descodificar las instrucciones contenidas en la banda sonora y enviar a cada altavoz la señal oportuna para que los espectadores tengamos la sensación de que ese sonido procede de un punto cualquiera de la sala. Con Atmos ya no tiene especial interés hablar de canales porque pone a nuestra disposición un número virtualmente infinito de ellos. Aunque, como curiosidad, este sistema puede manejar hasta 64 canales independientes. Eso sí, no es imprescindible que todos los cines instalen tantos altavoces debido a que esta tecnología puede utilizar la infraestructura de cajas acústicas existente, siempre y cuando cumpla unos requisitos mínimos. Lo más curioso es que para que Atmos funcione correctamente es necesario instalar varios altavoces en el techo porque solo así puede posicionar con precisión los sonidos en el espacio. En cualquier caso, si queréis conocer esta tecnología con todo detalle, no os perdáis el post que estamos preparando.
Imágenes | Wikimedia Commons
En Xataka | Del cine al salón de tu casa: así se han adaptado las mejoras de sonido de la gran pantalla
En Xataka Smart Home | Dolby Atmos en tu home cinema: Lo que sabemos hasta ahora
Ver todos los comentarios en https://www.xataka.com
VER 7 Comentarios