La llegada a partir de los años 80 del siglo pasado de los soportes de grabación de audio digital como el Disco Compacto (CD) supuso un cambio radical en la industria y en nuestra forma de entender la distribución de contenidos musicales. Por fin teníamos entre las manos un formato de calidad que podría perdurar en el tiempo sin desgastarse con el uso y manteniendo todas sus propiedades.
Sin embargo, aunque para una gran mayoría de usuarios la calidad ofrecida era y ha sido más que satisfactoria, rápidamente surgieron detractores desde los sectores más audiófilos que renegaban de los CDs y de sus primeras implementaciones por ser de "inferior calidad sonora" que sus equivalentes en otros formatos como los populares discos de vinilo y los menos conocidos magnetófonos de bobina.
MP3, tú has sido el principal culpable de la nueva moda retro
En los últimos años hemos asistido a una triste época de decadencia en la calidad de las grabaciones, magnificada principalmente por los archivos digitales compartidos en las primeras redes de banda estrecha con una enorme compresión digital para poder ser descargados rápidamente y reproducidos en streaming. El infame MP3 y sus derivados se hacían con el mercado de masas muy a pesar de los aficionados más exigentes.
Pero la resistencia audiófila estaba ahí para plantar cara y desde hace unos 5 años ha logrado que antiguos formatos analógicos renazcan de entre las cenizas argumentando una mayor calidad sonora y definición de la microinformación presente en las pistas de audio. El primer formato en resucitar fue el vinilo, pero parece que en los últimos meses las cintas para magnetófonos de bobina o Reel-to-reel están volviendo a recobrar fuerzas.
Ha surgido todo un movimiento retro por Internet que aboga por estos antiguos formatos de cinta como el Santo Grial de la calidad sonora, y se venden tanto reproductores vintage como bobinas para grabar o con temas pregrabados por auténticas fortunas. Y claro, después de leer un montón de foros, recomendaciones y páginas en las que se venden y restauran estas reliquias a uno le surgen las dudas.
¿De verdad se escuchan mejor que los formatos digitales como el MP3, el CD o los de alta definición como el SACD, FLAC, etc.?, ¿qué hay de cierto en las supuestas ventajas casi milagrosas que ofrecen?, ¿si me paso a estos formatos analógicos me adentraré en el nirvana de la calidad sonora o me quedaré como estoy ahora, pero con menos dinero en el bolsillo?
CD vs Vinilo vs Magnetófono: la lucha comienza
Con una capacidad de almacenamiento bastante más limitada que un CD convencional, los discos de vinilo resurgían hace años argumentando ventajas a veces un tanto esotéricas pero que han calado en una gran parte del sector audiófilo. Para empezar, cualquier "experto" en el tema nos dirá que un vinilo o un magnetófono de bobina, a diferencia de un CD, "registra absolutamente toda la información sonora del acontecimiento musical", con todos sus armónicos y altas frecuencias, mientras que un CD pierde parte de esta información debido al muestreo digital.
Esta afirmación es completamente falsa, ya que el Teorema de muestreo de Nyquist-Shannon demuestra que es matemáticamente posible la reconstrucción exacta de una señal periódica continua en banda base a partir de sus muestras, si la señal está limitada en banda y la tasa de muestreo es superior al doble de su ancho de banda.
Es cierto que la calidad sonora obtenida depende de esa banda limitada, es decir, del ancho de banda escogido como fuente de sonido, que en el caso del CD fue de 44,1 KHz para poder almacenar toda la información musical hasta 22 KHz, frecuencia superior al máximo audible del ser humano (nuestro rango de audición va de 20 Hz a 20 KHz), por lo que no hay pérdida de información sonora. También depende del posterior proceso de cuantificación, que en el CD se realiza con 16 bits de resolución (y en otros formatos más modernos con 24 bits), más que suficiente para que nos sea imposible distinguir imperfecciones en el sonido.
El CD se caracteriza además, por ausencia de ruido de fondo, por tener una mejor relación señal/ruido (diferencia entre la información musical y el ruido), una mejor separación entre canales con una imagen estereofónica más amplia y definida y una distorsión inferior debido a la menor necesidad de amplificar la débil señal que era posible extraer de los discos de vinilo o incluso de los magnetófonos de menor calidad.
También ofrecen un rango dinámico mayor que el de los discos de vinilo y los magnetófonos, es decir, una mayor diferencia entre los sonidos más suaves y los más fuertes que es capaz de almacenar y posteriormente reproducir, aunque este punto no se considera siempre como una ventaja, sino como un inconveniente.
¿Por qué? Cuando los primeros CDs llegaron al mercado los procesos de edición para el nuevo formato no estaban perfeccionados del todo y los ingenieros de sonido no sabían aprovechar este enorme nuevo rango dinámico. El resultado fue un audio con menos fuerza, con menos pegada y sobre todo con un volumen inferior al del vinilo o las cintas, situación que se solucionó en poco tiempo pero que dejó un sabor amargo en muchos aficionados.
El vinilo, en términos generales, tiene un mayor nivel de compresión del rango dinámico que el resto de formatos, debido a la forma en que se tienen que grabar los surcos en la superficie del disco, limitada tanto en profundidad como en anchura (podéis ver un ejemplo de funcionamiento en el siguiente vídeo). Esto supone que perdamos sutileza y diferenciación entre los sonidos más fuertes y los más suaves, algo que la nueva ola de apasionados por los magnetófonos ha sabido aprovechar a su favor.
Y es que, a diferencia del vinilo, la cinta es capaz de recrear mucho mejor el rango dinámico original de una grabación, sin tanta compresión y con una mejor gestión de los agudos y las frecuencias graves. Argumentos que se unen a la mejor capacidad para trasladar el master original sin ningún tipo de retoque, algo que con el vinilo no es posible debido a que hay que adaptarlo para que, literalmente, la grabación no se salga de los surcos.
Durabilidad y benditas distorsiones
Otro de los argumentos que están haciendo las delicias de los amantes de las cintas y los magnetófonos de precios estratosféricos es la mayor durabilidad de las grabaciones, con respecto a un disco de vinilo, claro, ya que si lo comparamos con un CD no hay color. El argumento es el siguiente: mientras que un vinilo es como un derivado de Misión Imposible en el que tras cada audición está un paso más cerca de autodestruirse (por el roce de la aguja en la superficie), un magnetófono de cinta no sufre este problema.
Y es una verdad, pero solo a medias, ya que la cinta tiene que enrollarse, desenrollarse y pasar por una serie de cabezas lectoras que, aunque poco, van degradando la información almacenada magnéticamente con cada escucha. Es cierto que no es un problema tan destacable como en el caso de los vinilos, pero está ahí y hará que la calidad de la música no sea la misma en la primera audición que en la número 100.
En este punto, cualquier audiófilo amante de las cintas nos argumentará lo siguiente: Bueno, lo que me has contado hasta ahora tiene sentido, pero aún así, los magnetófonos cuentan con un sonido más cálido, que llena más las frecuencias medias y que es mucho más agradable para la escucha que el vinilo, algo más frío, y que el gélido CD o los formatos digitales.
Y tiene razón, sobre todo si se acompaña el reproductor con un amplificador clásico de válvulas. La clave está en la distorsión armónica introducida por el reproductor, el preamplificador y el amplificador, y sobre todo la de segundo orden. Básicamente lo que hacen es incorporar un defecto en el que se añaden frecuencias armónicas (es decir múltiplos enteros de la frecuencia original) a la señal original con mucha menor amplitud pero lo suficiente como para que se audible.
El efecto en nuestras mentes es ese sonido más agradable y cálido que llena el espacio con rapidez pero que en realidad no es más que una distorsión de la señal original que debería hacernos dudar de si estábamos buscando Alta Fidelidad o un sonido coloreado que se amolde a nuestros gustos.
Hay que tener en cuenta que en un formato digital con un mayor rango dinámico, mejor relación señal a ruido, sin distorsión ni ruidos analógicos (siseos, clicks, etc.) es posible replicar el efecto de un formato analógico, añadiendo en producción ese rango dinámico comprimido o esos armónicos que tanto gustan, pero en un vinilo o una cinta no es posible replicar las características de limpieza y fidelidad de un formato digital (ni el resto de ventajas como durabilidad, posibilidad de replicación, etc.)
¿Merece la pena apostar por estos formatos analógicos?
Ante todo, no me entendáis mal. Lo que hay en estas líneas son argumentos técnicos sobre calidad y fidelidad sonora que podemos poner sobre el papel para comparar cada uno de los formatos y plataformas de reproducción musical. Pero esto no quiere decir que necesariamente seamos menos listos o nos dejemos llevar por las modas al escoger cualquiera de los anteriores sistemas.
Lo que debe primar es nuestro gusto y nuestra sensibilidad auditiva. Si preferimos esas cálidas distorsiones de la cinta frente al frío sonido del CD, el volumen más fuerte de un vinilo frente a un CD con mayor rango dinámico o ese siseo de fondo de la cinta frente al silencioso SACD no hay nada de malo en ello. Nuestra forma de percibir la música es personal e intransferible y depende de nuestra experiencia pasada, de cómo nos iniciásemos en el mundillo y de cuáles fueron nuestros primeros dispositivos de sonido.
De hecho, no os extrañe que algunos jóvenes de hoy en día que han nacido con el reproductor de MP3 bajo el brazo prefieran este tipo de formatos a causa de una cierta calidez o sensación de confort introducida por los artefactos digitales de compresión (un auténtico sacrilegio para la mayoría de los que ya tenemos una cierta edad).
Dicho esto, para valorar si merece la pena pasarse o no a uno de estos formatos retro de moda debemos considerar otros muchos aspectos, y en especial la disponibilidad de contenidos y los precios. Si bien es cierto que el mundillo del vinilo se ha revitalizado mucho en los últimos años y tenemos a nuestra disposición multitud de reproductores y discos a precios razonables, no podemos decir lo mismo en el caso de los magnetófonos.
Los que actualmente podemos encontrar por Internet se venden muchas veces como piezas de coleccionistas a precios desorbitados. Y algo similar ocurre con las cintas, muy difíciles de encontrar y que pueden llegar a costar entre 200 y 450 euros sin problemas. Además, a estos precios se suman los del resto de componentes del sistema de sonido, que tendrán que estar a la altura para extraer el máximo potencial del equipo.
Muy ben pero, ¿merece la pena?, ¿obtendré una mejora notable con respecto a los formatos de sonido de alta fidelidad digitales? Mi experiencia es que, si la grabación está correctamente realizada y adaptada al formato de almacenamiento, las diferencias son inapreciables. Si podéis elegir, mejor gastad vuestro presupuesto en unos buenos altavoces y disfrutad con grabaciones de calidad, vuestros bolsillos y oídos lo agradecerán.
En Xataka | Anatomía del altavoz: Factores que influyen en la calidad del sonido
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