En la primera parte de este especial vimos a fondo los receptores A/V, una de las opciones más atractivas, sencillas y eficientes para tener un sonido de calidad en nuestras sesiones de cine en casa.
Muy bien, ya sé qué son estos aparatos y lo que hacen, e incluso estoy pensando en comprarme uno o en renovar el que ya tengo en casa. ¿Cómo puede elegir correctamente?, ¿en qué me debo fijar para acertar con la compra?
A lo largo de las siguientes líneas vamos a tratar de daros una pautas básicas para poder elegir vuestro receptor A/V de forma acertada y ajustándoos a vuestras necesidades reales, que seguro que no coinciden del todo con las que os quieren vender en muchas tiendas.
Número de canales, potencia, POTENCIA y más pOtEnCiA
Lo primero que debemos plantearnos es dónde vamos a instalar el sistema de cine en casa, en qué habitación, qué dimensiones tiene, el espacio que tenemos disponible para ubicar los altavoces, etc.
En función de ello determinaremos qué tipo de sistema de sonido envolvente vamos a emplear, y sobre todo el número de canales que utilizaremos (típicamente 5.1 o 7.1). En la actualidad, la mayoría de receptores de gamas media y alta que encontraremos en el mercado son compatibles con señales 7.1 o superiores, quedando los equipos 5.1 relegados a gamas bajas o modelos con un par de años de antigüedad.
Si podéis elegir y el precio no supone una diferencia muy importante, os recomiendo optar por receptores por lo menos 7.1, ya que aunque quizá ahora mismo no los usemos, tendremos esos canales extra para usos futuros (veremos uno dentro de un rato). De modo similar, algunos receptores modernos están empezando a incorporar soporte para instalar un segundo subwoofer (sistemas 7.2 o 9.2 por ejemplo), lo que mejora considerablemente la respuesta de graves en la sala (hablaremos más de esto cuando tratemos el tema de los altavoces en otro artículo). Si podéis, buscad uno de estos receptores con salida para varios subwoofers.
Una vez elegido el número de canales llega el punto clave de un receptor A/V: la potencia de amplificación que es capaz de suministrar a cada uno de ellos. Este es un punto delicado en el que debemos prestar especial atención, ya que la falta de potencia es uno de los factores que más influyen en la calidad final del audio percibida.
Desgraciadamente cada fabricante expresa de forma diferente la potencia que ofrecen sus receptores, por lo que si no tenemos mucha experiencia seguramente acabemos liados con tanto número y siglas. Aquí van unos consejos.
En primer lugar, la potencia debe ir referida siempre a una carga (resistencia eléctrica en este caso) que denominaremos impedancia. Simplificando un poco (el tema es más complejo) para que lo entendamos bien, no nos pueden decir que un receptor da 100 vatios por canal y ya está, tienen que decirnos con qué impedancia (típicamente 4, 6 u 8 Ohm para equipos de audio domésticos).
Habitualmente se suele dar la potencia que más interesa al fabricante, la que tiene cifras más altas y llamativas, que coincide con los valores de carga más bajos (4 y 6 Ohm), con lo que si luego conectamos un altavoz con una impedancia mayor puede que nos quedemos cortos de potencia.
Lo que tenemos que hacer es fijarnos en la impedancia de los altavoces que vamos a instalar y elegir la potencia del receptor que necesitemos en función de dicha impedancia ( y a ser posible teniendo en cuenta el valor de su sensibilidad).
Valores de entre 120 y 150 vatios por canal suelen ser adecuados para un sonido potente e impactante en salas de menos de 30 metros cuadrados, en términos generales, puesto que existen muchos más factores que influyen, como por ejemplo la sensibilidad de los altavoces, la acústica de la sala, si vamos a redirigir los graves al subwoofer, etc.
Es importante también fijarnos en que la potencia se suele dar referida también a un rango de frecuencias con un cierto grado de distorsión armónica (los valores habituales van de 0.02% a 0.1% de THD) y con respecto a un número de canales excitados de forma simultánea.
Por ejemplo, unas expresiones típicas serían: * Power Output Per Channel (20Hz-20kHz, 0.08%THD@8ohm) = 90 W *7 * Power Output Per Channel (1kHz, 0.7%THD@8ohm)= 130 W (one channel)
Si nos fijásemos sólo en la potencia total parecería que el segundo es mucho mejor (130 vatios frente 90), cuando en realidad son las especificaciones del mismo receptor sólo que varía el rango de frecuencias tomado para la medida (de 20 Hz a 20 KHz en el primer caso y una sola frecuencia, 1 KHz, en el segundo caso) y el número de canales que se está usando de forma simultánea (cuando se usa un sólo canal se obtendrá más potencia de salida que si se usan todos a la vez, puesto que ésta no tiene que repartirse entre varios).
Para terminar este apartado de potencias, comentaros dos cosas. En primer lugar, un sencillo truco que servirá para descartar equipos en los que se nos quiera dar gato por liebre: fijaos en el consumo eléctrico del aparato para estimar un valor aproximado y realista de la potencia que pueden dar.
Por ejemplo, si un receptor afirma que es capaz de dar 150 vatios a cada uno de sus 7 canales y luego miramos en el manual o en su parte trasera y vemos que consume como máximo 350 vatios, algo falla, ya que no puede generar energía de la nada.
Por último, deciros que no tenemos por qué dejar que sea el receptor A/V quien se encargue de la amplificación de todos nuestros canales. En los modelos de gama media y alta se suelen incluir salidas preamplificadas (típicamente con conectores RCA) que podremos conectar a amplificadores externos dedicados, en caso de que necesitemos más potencia de la que el receptor es capaz de proporcionar.
Conectividad y compatibilidad de formatos
Otro de los puntos claves a la hora de comprar nuestro receptor es ver qué tipo de conexiones tiene y en qué cantidad. Normalmente suelen ir sobrados de todo tipo de entradas analógicas y digitales, estas últimas tanto ópticas como coaxiales o HDMI. No obstante, conviene siempre pensar a ver cuántos equipos le queremos conectar (DVD, Blu-Ray, videoconsola, receptor de TDT, ordenador, televisor, etc.) y con qué tipo de conexión para calcular más o menos las entradas y salidas que necesitaremos.
Algo similar sucede con los formatos de audio y vídeo que vamos a usar hoy y en el medio-largo plazo. Los receptores modernos suelen traer ya de serie compatibilidad con todo tipo de formatos de audio como Dolby Digital, DTS y sus diferentes variantes en alta definición.
Sin embargo, como alguna de sus funciones extra consiste en la reproducción en streaming de archivos de audio digital, conviene fijarse bien en si soporta los que tenemos en nuestra colección, para que no nos llevemos luego una sorpresa (por ejemplo el FLAC suele dar bastantes quebraderos de cabeza).
También debemos considerar si queremos y necesitamos que nuestro receptor sea compatible con señales 3D y con imágenes 4k. En estos casos necesitaremos entradas HDMI 1.4a (por lo menos una) y el precio del equipo probablemente subirá con respecto a un modelo de similares prestaciones que no cuente con estas funcionalidades, que a día de hoy no todo el mundo utiliza.
Procesamiento del audio y corrección acústica de la sala
Llegamos a otro de los puntos clave a la hora de comprar un receptor A/V. La mayoría de equipos modernos, como ya vimos en la primera parte del especial, incorporan de serie sistemas de corrección acústica y ecualización del sonido en función de las características concretas de nuestra sala.
Si bien este tipo de sistemas no son la panacea, en general sí consiguen mejorar sensiblemente el sonido total que percibiremos, eliminando algunos defectos como graves exagerados y retumbones o agudos y medios demasiado brillantes.
En mi opinión, conviene que compremos un receptor que incorpore alguna de estas tecnologías (ver artículo anterior) y si luego el resultado no nos gusta siempre podremos apagar la función de ecualización, ya que las ventajas normalmente superan con creces la diferencia de precio con respecto a los modelos de gama baja que no las llevan de serie.
Por supuesto, los modelos más caros (de 1.000 euros o más) incorporan mejores tecnologías de calibración, con más puntos de cálculo y por ejemplo con ecualización de varios subwoofers de forma simultánea, aspecto que deberemos valorar si nuestra sala es muy mala acústicamente hablando y no tenemos posibilidad física o estética de colocar absorbentes, difusores, etc. para mejorarla.
Llegamos ahora a uno de los puntos que más suelen confundir a los compradores novatos, el de los modos de audición y efectos generados por el DSP. Ya vimos que los receptores incorporan potentes procesadores digitales de sonido capaces de hacer auténticas maravillas con la señal de audio, inventándose canales extra de posicionamiento y efectos y aplicando ecualizaciones al sonido en función del tipo de contenido que estemos escuchando (modos de audición para cine de ciencia ficción, conciertos, cine de acción, etc.)
Este tipo de efectos y modos de audición pueden resultar muy llamativos en un primer momento, ya que se resaltan ciertas frecuencias que según la pista de audio pueden causarnos gran impacto al principio, sobre todo en las escuchas en tiendas especializadas y centros comerciales.
Pero en la mayoría de los casos al final terminaremos cansándonos de estos modos de audición especiales y acabaremos volviendo a los modos originales sin procesado extra, por lo que no suele ser conveniente elegir receptor en función de que tenga un mayor o menor número de este tipo de efectos.
Funcionalidades avanzadas
Por último, como ya vimos en la primera parte del especial, los receptores modernos incorporan multitud de características avanzadas que los convierten en auténticos centros de ocio doméstico. Una de las que más me gusta y que considero más útil es la amplificación multizona, que nos permite alimentar un segundo juego de altavoces (en algunos modelos soportan varias parejas estéreo y también algún conjunto 5.1) en otra habitación que pueden reproducir contenidos con independencia de la fuente de audio principal.
Sin embargo, puede que vosotros no necesitéis esta función ni otras muchas que os resulten poco útiles o que nunca lleguéis a usar, por lo que conviene replantearse si merece la pena pagar un extra por tenerlas o bien podemos optar por un modelo más económico o incluso de una generación anterior con más potencia y mejores prestaciones generales.
Por ejemplo, debemos plantearnos si vamos a conectar el receptor a Internet para escuchar radios digitales o si lo vamos a usar como reproductor de contenidos en nuestra red doméstica. También si necesitamos poder controlarlo desde el smartphone o la tableta, si es imprescindible que tenga entradas para conectarles memorias y discos duros USB, si realmente necesitamos que incorpore conectividad WiFi, etc.
Si la respuesta es no, podemos optar por modelos sin estas funciones que seguro serán mucho más económicos, generalmente pertenecientes a generaciones anteriores con varios años de antigüedad, pero que nos servirán perfectamente a nuestros propósitos.
En Xataka | ¿Qué necesito para tener un auténtico "sonido de cine" en casa? Home cinema (I)
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