Estas son las razones por las que los vinilos han regresado dispuestos a quedarse

Lo prometido es deuda. Como recordaréis, hace unos días publicamos un post en el que intentamos profundizar en la tecnología que utilizan los giradiscos actuales y las razones técnicas por las que los discos de vinilo nos ofrecen hoy en día una calidad de sonido mucho mayor que la que tenían en la época en la que el CD los desterró como formato de consumo masivo. Concluí ese post prometiéndoos que prepararía otro en el que analizaría si realmente los vinilos han regresado, y, de ser así, qué razones explican su vuelta. Y aquí lo tenéis.

Estoy seguro de que muchos pensáis que los discos de vinilo, en realidad, nunca se han ido. Y es cierto. Nunca han desaparecido de las tiendas especializadas, pero la diferencia es que ahora han vuelto a los comercios generalistas que los eliminaron de sus expositores a principios de los 90. Otro indicio «potente» que apunta hacia la revitalización de este formato es la aparición de nuevos sellos musicales especializados solo en vinilos. Y, por supuesto, el hecho de que muchos grupos y solistas actuales lancen sus trabajos en formatos de descarga digital, CD y... disco de vinilo. Pero esta es solo la punta del iceberg.

El repunte de los vinilos, en cifras

Durante los últimos años han surgido varios sellos musicales que, bien se dedican de lleno a la producción de discos de vinilo, como el holandés Music On Vinyl o el alemán Speakers Corner, bien han decidido contemplar «con fuerza» este formato en su catálogo, como Analogue Productions, Fonè Records o Tacet, entre muchos otros. De aquí puede desprenderse que únicamente los sellos minoritarios que pretenden llegar a los audiófilos están apostando por los discos de vinilo, pero nada más lejos de la realidad. Actualmente en muchas grandes superficies comerciales podemos encontrar vinilos de Decca, Sony, Blue Note, Philips, Columbia, EMI y un larguísimo etcétera. Algunos están producidos por estas firmas (en el caso de las que siguen existiendo), y otros han sido reeditados por sellos especializados, como Speakers Corner. Pero ahí están.

Durante los últimos años han surgido varios sellos que se dedican en exclusiva a la producción de discos de vinilo

Por otro lado, algunas personas pueden pensar que en vinilo nuevo, y no de segunda mano, solo es posible encontrar música de carácter audiófilo (clásica, jazz, étnica, etc.), que, además, no es precisamente reciente. Por supuesto, estos vinilos los podemos conseguir sin dificultad, pero muchos solistas y grupos de rock y pop modernos también están editando en vinilo sus últimos trabajos. «Songs of Innocence», lo último de U2, que está disponible gratuitamente en descarga digital a través de iTunes, también ha salido en vinilo, aunque, obviamente, en este formato no es gratis. También tenemos lo último de Daft Punk, Bunbury, Mark Knopfler, de la desaparecida Amy Winehouse, Lady Gaga… Absolutamente de todo tipo de música, y tanto antiguo como actual.

Pero, ¿y las cifras de ventas? Es evidente que si siguen llegando nuevos vinilos al mercado es porque se venden, menos que los CD, y, por supuesto, mucho menos que las descargas digitales. Pero se venden. Según IFPI, una asociación suiza que representa los intereses de 1.300 compañías musicales de todo el planeta, las ventas de discos de vinilo en 2013 se incrementaron un 32% en Estados Unidos y un 101% en el Reino Unido, dos de los mercados más importantes del globo. Aunque no tengo las cifras, me consta que en países como Japón, Alemania y Francia también están funcionando muy bien los vinilos, por lo que es posible que sus números estén situados entre los de Estados Unidos y Reino Unido.

En particular, en el caso de Japón es posible que estén a un nivel similar al de los británicos porque allí, por un lado, son unos apasionados por la alta fidelidad, y, por otra parte, la subcultura hipster, de la que hablaremos al final del post, tiene mucho «tirón» entre los nipones. Pero si lo que queremos es comprobar cómo ha evolucionado este mercado a lo largo de las últimas dos décadas, podemos recurrir al informe elaborado por el portal especializado en estadísticas Statista.

La gráfica que tenéis debajo de este párrafo «pone sobre la mesa» cuántos discos de vinilo se han vendido en Estados Unidos entre 1993 y 2014. Podéis ver que a partir de 2008 las ventas comienzan a subir a buen ritmo, alcanzado su cénit en 2013 con 6,1 millones de copias. La caída brusca que aparece en 2014 se debe a que, como este año aún no ha terminado, en Statista solo han contemplado las ventas de los primeros seis meses, que ascendieron a 4 millones de discos, por lo que es posible que cuando finalice se hayan vendido en 2014 en Estados Unidos más discos de vinilo que en 2013.

Una forma diferente de consumir música

Una de las razones por las que a algunos aficionados a la música les gusta escuchar discos de vinilo es, sencillamente, porque les atrae su sonido. Yo, honestamente, formo parte de este grupo, lo que no significa que prefiera el sonido del vinilo a los formatos digitales, sobre todo a los de alta resolución (aunque reconozco que algunos CD suenan de maravilla). Creo firmemente que se pueden disfrutar ambas opciones sin necesidad de decantarse por una u otra. En mi opinión, ofrecen una estética sonora diferente y perfectamente compatible, pero de esto y de lo que podemos esperar del sonido y la tecnología del vinilo ya hablamos en el post que publicamos la semana pasada.

Ahora me gustaría proponeros una reflexión acerca de la experiencia que nos ofrece la reproducción de un disco de vinilo. Todos sabemos que es más práctico y mucho más cómodo reproducir un soporte digital porque si queremos que suene bien un vinilo tenemos que ajustar periódicamente nuestro giradiscos, limpiar nuestros vinilos casi cada vez que los reproducimos, levantarnos del sofá para dar la vuelta al disco cuando acaba una cara, etc. Todo esto nos lo ahorramos cuando escuchamos un CD o un Blu-ray Pure Audio, por ejemplo, pero esta cierta incomodidad también puede ser contemplada como una forma más apacible y sosegada de escuchar música. Me explicaré.

Conozco muchos adeptos al vinilo que disfrutan ese ritual que es necesario iniciar antes de reproducir cada disco, y a mí hace tiempo que dejó de molestarme verme obligado a hacerlo. Eso sí, reconozco que siempre elijo un formato digital cuando tengo poco tiempo para escuchar música precisamente porque su puesta en marcha es más rápida. Solo me decanto por los vinilos cuando puedo estar al menos una hora seguida escuchando música, y me consta que no soy el único que lo ve de esta manera.

En 2013 en Estados Unidos se vendieron más de 6 millones de vinilos, y este año posiblemente superarán esta cifra

Es evidente que los discos de vinilo nos ofrecen una forma diferente de consumir música. Ni mejor, ni peor. Sencillamente, distinta. Como acabamos de ver, nos exigen una mayor dedicación; no nos ofrecen comodidades, como listas de reproducción o la posibilidad de usar un mando a distancia (aunque hay algunas excepciones que sí incorporan un mando); sufren un cierto deterioro derivado del uso… Por todo ello, los discos de vinilo suelen invitarnos a disfrutarlos de una forma diferente, más reflexiva y menos inmediata, lo que a algunas personas les atrae, y a otras las espanta. Es perfectamente comprensible, y ambas opciones son respetables, por supuesto.

Otra razón por la que muchos aficionados siguen comprando discos de vinilo es el coleccionismo. Y es comprensible. Cualquiera que tenga la ocasión de tener uno en las manos unos instantes, incluso aunque no lo haya escuchado, puede darse cuenta de que la percepción de valor como objeto que puede ser coleccionado (no tiene por qué ir de la mano del valor económico) es mayor que la que nos ofrece un CD o cualquier soporte digital, a menos que se trate de una edición especial de esas tan cuidadas. El tamaño del disco y de la funda de cartón que lo protege, la imagen de la portada (que se beneficia mucho del mayor tamaño del vinilo), esas cuidadas ediciones con dos o más discos en su interior, los libretos de gran tamaño que incorporan muchos vinilos y el poderío físico de las ediciones modernas en 180 o 200 gramos (las que proceden de un máster digital pueden no ser muy interesantes, pero las hay completamente analógicas que suenan «de infarto») son razones poderosas que invitan a coleccionarlos.

La influencia de la moda y la subcultura hipster

Como estamos viendo, el renacimiento de los discos de vinilo no puede explicarse desde una única perspectiva. Hay muchas razones que invitan a apostar por ellos, como su sonido, la posibilidad de consumir música de una forma diferente o el coleccionismo. En algunas personas se dan varias de estas razones simultáneamente, pero hay un motivo más que también debemos considerar, y que no afecta únicamente al vinilo: la moda. Es injusto meter a todo el mundo «en el mismo saco», de hecho, las tres razones que he defendido antes no tienen nada que ver con modas o tendencias pasajeras. Sin embargo, es muy probable que a algunas personas, sobre todo a las más jóvenes, les atraigan los vinilos como una forma de diferenciarse y reafirmar su personalidad.

Por supuesto, esto no tiene por qué ser negativo, pero esta forma de acercarse a los discos de vinilo es menos sólida que la que recurre a alguno de los tres motivos anteriores porque puede ser perecedera. Las modas pasan (aunque algunas regresen posteriormente), por lo que muchas de las personas que apuesten por los vinilos simplemente como una tendencia se acabarán cansando de ellos porque son menos prácticos y más «difíciles» de consumir que los formatos digitales. Esto me lleva también a mencionar otro de los «motores» de la industria del vinilo en países como Estados Unidos o Japón, aunque la verdad es que no tengo claro que en España tenga demasiada relevancia: la cultura hipster.

El coleccionismo es uno de los principales «motores» de la industria del vinilo, aunque en algunos países la subcultura hipster «tira» mucho

Este movimiento cultural emergió en la década de los 90 como un derivado de la subcultura hipster original, que nació en Estados Unidos en los años 40. Originalmente los hipsters eran aquellas personas formadas o conocedoras de la cultura afroamericana que defendían el valor del jazz como manifestación artística y cultural. Ese vínculo con el mundo de la música sigue estando presente de alguna forma en los hipsters de hoy en día, pero esta relación ya no se establece necesariamente con el jazz, sino con la música independiente en general. Y, además, suele identificarse con una forma de vestir, comportarse y ver la vida que rehúye de todo lo que sea convencional y masivamente aceptado, por lo que la subcultura hipster actual es más amplia y ambigua que la original.

El resurgimiento de los discos de vinilo probablemente se explica como una mezcla de todos los motivos que he intentado reflejar en este post. Es muy improbable, por no decir imposible, que vuelvan a adquirir la relevancia que tuvieron antes de la llegada del CD, pero nada parece indicar que el interés que muchos aficionados a la música tienen en ellos vaya a agotarse a corto plazo. De hecho, lo más plausible es que las ventas globales de los discos de vinilo sigan subiendo algo más hasta estabilizarse en una posición relativamente cómoda que permita a este mercado afianzarse con más claridad. No tengo información que me permita intuir su futuro a largo plazo, pero creo que a corto y medio plazo los vinilos aún contarán con muchos incondicionales. Al fin y al cabo, simplemente representan una forma más, aunque, eso sí, con un carácter muy marcado, de disfrutar nuestra música.

Imágenes | Fabio Sola Penna | Duncan Harris | Diego Torres Silvestre
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