La música multicanal nunca me ha gustado. Empecé a coquetear con ella hace algo más de veinte años, en 2001, recurriendo a grabaciones de formaciones que me interesaban y que estaban disponibles en DVD-Audio, SACD o DTS, pero no tardé en darme cuenta de que aquella no era la experiencia que yo buscaba. Reconozco que al principio tuvo en mí un impacto positivo por su capacidad de inmersión, pero su efectismo me espantó.
La aportación del sonido envolvente al cine me parece fundamental porque contribuye de una forma muy profunda a sumergir al espectador en la experiencia cinematográfica. Sin embargo, en mi opinión utilizar más de dos canales para reproducir música, ya sean reales o virtuales, puede no tener un impacto positivo en nuestra experiencia si lo que pretendemos es recrear el acontecimiento musical original con la máxima credibilidad posible.
Las decisiones que toman el artista y el ingeniero de sonido son fundamentales
Antes de seguir adelante me parece necesario hacer un pequeño inciso: algunas grabaciones de música en formato multicanal sí me parecen acertadas. Aquellas que reproducen el contenido musical exclusivamente por los canales principales, que son los mismos que utiliza una grabación estereofónica, y aprovechan la presencia de los canales de efectos para restituir el sonido de ambiente y recrear, por ejemplo, la emoción de un concierto, sí me gustan.
Sin embargo, las producciones musicales que usan los canales de efectos para reproducir voces e instrumentos me sacan de la experiencia. Y lo hacen porque cuando escuchamos música en vivo, sobre todo si es acústica, la escena sonora suele estar colocada delante de nosotros, y no se extiende alrededor del espectador. Los altavoces colocados habitualmente en el perímetro de los estadios y las grandes salas de conciertos persiguen que todas las personas del recinto puedan escuchar la música con un nivel de presión sonora elevado, pero no discriminan de ninguna manera el contenido musical.
La posibilidad de utilizar los canales adicionales para reproducir a través de ellos voces e instrumentos es una opción creativa muy respetable a disposición de los artistas, los productores y los ingenieros de sonido, pero, en mi opinión, esta decisión se aparta de la recreación de un acontecimiento musical en vivo. Cuando es algo premeditado desde su origen puede proponernos una experiencia interesante y una inmersión sorprendente, pero cuando el punto de partida es una grabación tradicional o un concierto en vivo creo que no consigue entregarnos una experiencia fidedigna.
Todo lo que he defendido hasta ahora se sostiene sobre mis preferencias personales, por lo que, por supuesto, no es ni siquiera mínimamente más valioso que la opinión de un entusiasta de la música multicanal que cree todo lo contrario. En cualquier caso, y aquí llega el giro de los acontecimientos que os he anticipado en el titular de este artículo, hace unos días mi opinión acerca de la música multicanal ha cambiado. Y lo ha hecho porque he descubierto algo que había pasado por alto durante años: su impacto tangible y profundamente beneficioso en la calidad de sonido.
La toma de sonido de una buena grabación multicanal marca la diferencia
Hace unos pocos días tuve la oportunidad de viajar a Ámsterdam (Holanda) para participar en varias sesiones técnicas organizadas por Sony con el propósito de mostrar a varios periodistas especializados las capacidades de sus barras de sonido más avanzadas: los modelos HT-A7000, HT-A5000 y HT-A3000. Lo curioso es que los responsables de esta marca decidieron llevar a cabo sus demostraciones en las salas de STMPD Studios, que no es otra cosa que un reputado estudio de grabación en el que han grabado algunos de sus álbumes Pharrell Williams, Lady Gaga, Snoop Dogg, The Black Eyed Peas o David Guetta, entre muchos otros artistas.
En el rendimiento de las barras de sonido de Sony indagaremos en otros artículos si se presenta la oportunidad de analizarlas a fondo (aunque os anticipo que la virtualización del sonido envolvente que nos entregan los dos modelos más avanzados está muy lograda). Acertadamente, los responsables de Sony no nos propusieron únicamente escuchar música multicanal a través de sus barras de sonido dotadas de la tecnología 360 Spatial Sound Mapping; también pudimos escucharla en la sala principal del estudio de grabación, que está equipada con una espectacular instalación Dolby Atmos.
Durante la demostración me di cuenta de que aquel ambicioso equipo multicanal estaba logrando recuperar mucho más detalle de bajo nivel y mucha más información armónica que cualquier equipo de alta fidelidad que hubiese escuchado hasta ese momento, por complejo y caro que fuese. Y el mérito no podía recaer únicamente en las cajas acústicas y el procesado del audio que estaba llevando a cabo el equipo Atmos; la grabación original tenía que estar involucrada en la experiencia que estaba disfrutando en ese instante.
No podía dejar escapar la oportunidad de indagar un poco más en lo que había escuchado, por lo que en cuanto pude compartí con Roel Verberk, que es ingeniero de sonido y el máximo responsable de este estudio de grabación, mis sensaciones. Y, además, le pregunté cuántos micrófonos utilizan para registrar una grabación ideada expresamente para ser reproducida en formato multicanal. Y sí, confirmó lo que yo había escuchado: allí estaba presente la información necesaria para recrear los armónicos y capturar más detalle de bajo nivel que en una grabación estereofónica tradicional.
Una forma sencilla de intuir qué son los armónicos consiste en identificarlos como las variaciones a menudo sutiles que están ligadas a un rango de frecuencias determinado y que intervienen en el timbre propio de un instrumento musical o de la voz humana. Recuperar más información vinculada a los armónicos nos ayuda a recrear con más precisión la capacidad emotiva del acontecimiento musical original. Además, Verberk me confirmó que en las grabaciones ideadas originalmente para ser reproducidas en formato multicanal suelen intervenir una gran cantidad de micrófonos.
Su propósito no es solo recuperar la mayor cantidad de información posible de cada instrumento, sino también capturar la interacción de las ondas sonoras con el recinto en el que se llevó a cabo la grabación. Esto es lo que yo había escuchado, y este descubrimiento fue posible gracias tanto a la calidad de la grabación como a las capacidades del equipo Dolby Atmos que se responsabilizó de su reproducción.
Mi opinión acerca de la música multicanal efectista que coloca algunas voces y algunos instrumentos alrededor del espectador no ha cambiado, pero ahora aprecio mucho la capacidad que tiene esta tecnología de capturar la información necesaria para mantener intacta la capacidad emotiva del acontecimiento musical original. En adelante en estas condiciones la música multicanal pasará a formar parte con toda la frecuencia posible del menú del que me alimento como melómano, algo que no ha sucedido hasta ahora.
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