Coche conectado: o el coche que sabía demasiado

Explicábamos en un artículo anterior qué es un coche conectado, por qué, para qué y cómo tenemos un coche conectado, y cuánto nos cuesta. La cuestión es que si bien casi todo parecen ventajas en el coche conectado, a algunas personas les preocupa cómo puede verse comprometida su privacidad e intimidad con un coche que envía múltiple información por la red, a uno o varios servidores, y no siempre está claro cómo se custodia y protege esa información, o quién podría hacer uso de ella indebidamente.

En este punto hay quien argumentará que si ya tenemos un smartphone, poca privacidad hay que proteger, pues ya estamos muy expuestos, nos pueden localizar igualmente estemos donde estemos, vayamos a pie o en coche. O simplemente habrá quien diga que la tecnología es así, es lo que hay, tiene sus riesgos y hay que aceptarla tal cual. Pues no, no hay que aceptar que las cosas se hagan de cualquier manera, si se pueden hacer mejor.

Nosotros como usuarios tenemos que imponer las normas que protejan nuestra privacidad y asegurarnos de que se aplican los recursos necesarios para que así sea. Simplifcarlo todo tanto, de manera despreocupada, como para decir que no hay nada que podamos hacer o incluso para ignorar el tema, es tan ingenuo como ponerse a cruzar la calle sin mirar antes, aceptando que más o tarde o más temprano nos atropellará un coche, porque es lo que hay (¿a que no tiene sentido?).

Información y capacidad de elección

Sea el coche conectado el que sea y cómo sea, lo primero que debe hacerse es informar con claridad al conductor que tal modelo incluye tales funciones telemáticas, y qué significa eso en términos de privacidad y protección de la intimidad. El conductor tiene que poder elegir si quiere o no que el coche esté conectado y comparta cierta información privada, o poder elegir qué información compartir y cuál no.

E incluso, en el caso más extremo, si el coche conectado no permite anular su parte conectada (aunque no debería de ser así), el conductor tiene que poder elegir si opta por otra versión o modelo diferente que no incluya estos servicios.

Tenemos que tener presente que el coche fue casi desde el principio un símbolo de libertad: libertad para movernos a cualquier parte y en cualquier momento, uno solo, sin necesidad de depender de nadie, ni de dar explicaciones. Y debemos entender que, si bien habrá muchas personas que no tengan inconveniente, otras muchas no querrán que lo que hacen o dejan de hacer con el coche quede registrado en un ordenador, o les pueda rastrear alguien.

Estamos hablando de que en un coche conectado se registra información relativa a la localización exacta del coche mediante GPS, dónde ha estado, o dónde va, de a qué hora usa el coche ese conductor, de la información de la velocidad a la que está conduciendo, de los frenazos que pega, de la música que escucha (por ejemplo por streaming), de las búsquedas que ha realizado (en Google, por ejemplo), o de lo que consume su coche, entre otras muchas cosas. Y todo esto hay pesonas que entienden que no le interesa a nadie más que a ellos.

Todo esto ya está aquí

Muchos de estos datos ya se están utilizando hoy en día. Tenemos ya coches con sistemas telemáticos, como el Nissan LEAF, uno de los primeros, que comparten ciertos datos privados por internet, aunque al menos podemos desactivarlo. Y cada vez son más modelos, pues los sistemas de conectividad multimedia telemáticos se extienden con rapidez por todas las marcas.

Pero también hay compañías de seguros, como Generali o Mapfre, por citar un par de ejemplos, que tienen una modalidad de seguro en la que se monta un módulo M2M en el coche, con GPS y GSM, para enviar varios de estos datos al servidor y saber cuándo se usa el coche, cuántos kilómetros se realizan, o si se respetan los límites de velocidad, y algún otro dato más, para calcular una póliza de seguro personalizada, y se supone, teóricamente, que permite ahorrar dinero, siempre que se conduzca poco o "con menos peligro" (de día, en lugar de noche, respetando los límites de velocidad, etc).

Y no solo es esto. Si desde el coche también accedemos a la cuenta de correo eléctrónico, de Twitter, de Facebook, de Google+, y de cualquier otro servicio o plataforma de comunicación o redess sociales, se debe dar también la máxima garantía de que no van a piratearnos los datos cuando dejemos el coche aparcado en la calle.

Lo mismo si pensamos en las nuevas funciones de apertura y cierre del coche a distancia, o para encender o apagar la calefacción, a través del smartphone. entre otras. No sería nada agradable que alguien nos haga la jugarreta y nos encontremos el coche como un horno en pleno verano y encima con la batería descargada, por ejemplo, o con las ventanillas bajadas y las puertas abiertas en mitad de la calle más transitada de la ciudad. Y esto ya lo están adviertiendo algunos expertos, por ejemplo en el Tesla Model S se ha llamada la atención en que la seguridad de su sistema no es todo lo robusta que debería.

La protección de la privacidad es irrenunciable

Cuando una compañía ofrece una serie de servicios telemáticos, nadie la obliga a hacerlo, ni aunque lo hiciera gratis. Claro que normalmente no lo hace gratis, sino que gana dinero con ello, sea directamente porque nos ha vendido un coche, o porque nos cobra una cuota por el servicio, o bien porque si bien parece que nos nos cobra, ingresa dinero por otros medios indirectos (publicidad, ejemplo).

Así que es irrenunciable que proteja la privacidad de los datos que maneja, incluso cuando el conductor haya aceptado que quiere ese coche conectado y que permite compartir esos datos. La protección tiene que ser impecable en el coche, tiene que ser impecable en la transmisión, y tiene que ser impecable en el registro, procesamiento y almacenamiento en los servidores. Esas compañías tienen la obligación de poner todos los medios para garantizar la inviolabilidad de esos datos privados.

Y desde luego todos esos datos solo deben poder utilizar exclusivamente para el fin para el que se han generado y hemos autorizado, deberían de ser los mínimos necesarios para que el servicio realice su cometido y nunca más, y desde luego en ningún momento deberían tener acceso empresas de terceros, ni mucho menos hackers.

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