Desde que en 1938 el Buick Y-Job pasara a la Historia como el primer concept-car, con permiso del Volvo Venus Bilo de 1933, los coches conceptuales son la manera que tienen las marcas de llevar a los salones del automóvil sus apuestas más arriesgadas, sus notas de tendencia y... sí, también esas ideas que no tienen cabida alguna en el mundo real.
En el sector se parte de la premisa de que los concept-cars no pasarán nunca a nada serio, a pesar de que el mismo Y-Job fuera realmente el coche que condujo su creador, Harley J. Earl, hasta que lo jubiló en 1951. Pero dejando aparte casos como este, lo cierto es que emocionarse con un concept-car tiene el mismo sentido que enamorarse de un vestido que se muestra en un desfile de tendencias de moda en alta costura: ninguno. Y cuando hablamos de concepts futuristas como el Chevrolet-FNR que se exhibe en el 16º Salón del Automóvil de Shanghái, menos todavía.
El mencionado Buick Y-Job se diseñó con el objetivo de conocer la reacción que tendría el público frente a las líneas que pretendía aportar General Motors a los coches que estaban por venir. La prensa del momento bautizó el Y-Job como Coche del futuro, y en parte lo fue. Incluía elevalunas eléctricos, faros dirigibles y escamoteables, capota retráctil... Fue todo un adelantado a su tiempo, pero no todos los concept-cars se diseñan siguiendo los planteamientos que guiaron al creador del Y-Job, ni la utilidad que tienen todos los concept-cars es la misma.
Porque, a todas estas...
¿Para qué sirve un concept-car? Depende...
Con el paso de los años y los salones, los fabricantes aprendieron a utilizar los concept-cars de tres maneras posibles:
Inmediata: Como adelanto de sus futuros lanzamientos de producción, equiparando la idea de concept-car a la de prototipo previo a la producción.
Hoja de ruta. Como adelanto de ciertos detalles que contendrán futuros modelos, aunque ni en esa forma ni en ese color ni seguramente en ese sabor.
Ida de olla. Como showcar o deamcar, esto es, como coche 100 % irrealizable que sólo está ahí para dar satisfacción a la imaginación de sus creadores, y para dar visibilidad a la marca.
Un ejemplo claro de los concepts inmediatos son los de Honda, que de cada prototipo que arrastran de salón en salón a su respectivo modelo de calle apenas si tocan algún detalle. Un ejemplo de concept-car como hoja de ruta es el mismo caso de Buick a lo largo de su Historia: verás estas líneas curvas a lo largo de 30 años de coches, pero ninguno de los modelos se parecerá al original. La última representación de esto se llama Buick Avenir. Marcas generalistas como Citroën o Ford suelen utilizar esta fórmula para presentar esas novedades que por lo que sea todavía no pueden llevar a producción pero para las que quieren ser reconocidas como artífices de cara al futuro.
Y un ejemplo de concept-car quizá no como ida de olla, pero sí como hipotética avanzadilla de lo que está a años luz de ser realidad es... cualquier prototipo futurista de los que se están mostrando últimamente, ya se llamen Chevrolet-FNR o Mercedes-Benz F 015, por citar dos ejemplos actuales. Y no, no deberías emocionarte demasiado con concept-cars futuristas como esos. Veamos por qué.
Cinco claves que te indican que ese concept-car que ves no es para emocionarse demasiado
1. Su línea exterior parece sacada de un 'remake' de 'Tron'
El concept-car futurista es bonito, redondito, suave; tan cuqui por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Parece sacado de un remake de 'Tron' y no te lo llevarías puesto a una fiesta ni lo aparcarías en la zona de ocio de tu ciudad sin vigilancia privada. Tampoco tendrías muy claro si resistiría bien un túnel de lavado o si se te rayaría con las bayetas. Y, por supuesto, no tienes ni idea de dónde iría colocada la matrícula o dónde le pegarías la etiqueta de haber pasado la ITV.
2. Te permite hacer vida social al margen de la carretera
Su interior parece un piso made in Ikea, modular, divertido, superchachi para tomar el té con las amigas o hasta para echar una partidita al bridge. Permite olvidarse de que eso se desplaza por el suelo a unos cuantos metros por segundo y te lleva a desentenderte absolutamente de todo cuanto acontece a tu alrededor, porque además ese concept-car que pretende emocionarte, cómo no,...
(redoble de tambores)
3. ¡Es autónomo!
Parece mentira que desde 1939 llevemos peleándonos con la conducción autónoma sin llegar a grandes resultados prácticos, y que sin embargo últimamente todo concept-car futurista que se precie tenga que ser autónomo casi por obligación. Mientras en el mundo real las coberturas móviles vienen y van, las señales de las carreteras crían falta de mantenimiento y a los conductores cada vez hay menos manera humana de comprenderles las reacciones que tienen al volante, los concept-cars futuristas ya se las han ingeniado para tener comunicaciones magníficas, leer las carreteras mejor que nadie y no enfrentarse con ningún conductor cuando este les corta el paso en una rotonda.
4. Es eléctrico, o al menos lo intenta
Los retos de la movilidad eléctrica, compuestos básicamente por el necesario aumento de la autonomía de las baterías, la creación de una infraestructura de recarga bien abastecida, la reducción de los tiempos de recarga y la producción de energía eléctrica suficiente para dar cobertura a todo el parque móvil eléctrico que se avecina, no figuran en la lista de problemas que se le presentan al concept-car futurista que busca emocionarte. Ha conseguido superar todas las limitaciones que traen de cabeza a los ingenieros y, como pretende conquistarte, no te dice que si por él fuera violaría incansablemente la segunda ley de la termodinámica.
5. Ni tú mismo te crees que ese concept-car vaya a ser una realidad en la vida
Esta es la definitiva. Hay concept-cars que no se entienden si no es echándole una buena dosis de voluntad, pero en el fondo esto funciona por humor a primera vista: si tu primera reacción al verlo es partirte la caja, es que ese concept-car no está llamado a ser una realidad. Ojo, porque para que este criterio funcione tu ojo debe estar cuidadosamente entrenado. Ha habido concept-cars horrendos, como los últimos de Lexus o Mitsubishi (ojo, que las que siguen son imágenes NSFW: un ejemplo, otro ejemplo, otro más y otro más), que harían arrancarse los ojos con una cuchara de madera a una entregada multitud de visitantes de salón, y sin embargo corresponden a modelos de producción porque en realidad encierran en sí mismos las líneas de trabajo básicas de los coches futuros.
Pero esa ya es otra historia...
En Xataka | El Chevrolet-FNR es tan parecido a un Transformers que hasta se conduce solo
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