Aunque la última película del director canadiense, 'Maps to the Stars', ahora mismo en salas de nuestro país, no es cine de ciencia-ficción (pero sí una estupenda alegoría acerca de los desmanes de la endogámica fauna de Hollywood como metáfora de los pecados más vulgares de nuestro tiempo, echadle un vistazo), lo cierto es que David Cronenberg ha pasado una buena temporada hurgando en los entresijos del género. A veces en los terrenos de la ciencia-ficción más pura, casi abstracta, a veces cruzando caminos con el terror o el thriller.
Pero su visión del presente y el futuro, más realista a veces, más desnortada en otras ocasiones, siempre ha tenido una indiscutible atmósfera de género, lo que ha hecho que películas no estrictamente de ciencia-ficción, como 'Crash' o 'Cosmopolis' tengan puntos de interés también como cine futurista ambientado en el presente. En cualquier caso, y siempre asumiendo que Cronenberg es un autor como pocos quedan en Hollywood, y que por tanto siempre hace lo que le da la gana, hemos listado unas cuantas constantes de su cine de género: aquí tenéis unos cuantos inventos directamente extraídos del Cronenberg más futurista y desasosegante.
Las Instituciones del mañana
Aunque 'Stereo' está ambientada en el propio 1969, año de su estreno, la primera y muy extraña película de Cronenberg, ya posee uno de los elementos más propios de su ciencia-ficción: las instituciones de tono levemente futurista, deshumanizadas, siempre a medio camino entre lo gubernamental -casi burocrático a veces- y lo científico. En este caso, estamos ante la Academia Canadiense de Investigaciones Eróticas, cuyas instalaciones iremos visitando a la vez que conocemos los experimentos del doctor Luther Stringfellow, relacionados con la exploración sexual, el desarrollo de facultades telepáticas y la creación de nuevas formas de convivencia que dejen atrás el obsoleto concepto de familia. Tres objetivos que veremos repetidos una y otra vez en el cine de Cronenberg, sobre todo en su fase inicial, en películas como 'Vinieron de dentro de...'
Rodada inmediatamente después y en circunstancias muy similares (también está grabado sin sonido directo y con voz en off, como su predecesora), 'Crimes of the Future' insiste en el tema de las maquiavélicas instituciones, inasibles y abstractas, que conspiran para ubicar sus acciones muy por encima del alcance del ridículo ser humano.
En este caso, la institución es privada: la clínica dermatológica La Casa de la Piel ha lanzado al mercado un producto que ha aniquilado toda la población de mujeres sexualmente maduras del planeta. Durante su búsqueda del responsable del caos, el protagonista de 'Crimes of the Future' se tropezará con situaciones no solo grotescas y decadentes, sino con más instituciones, de nombres tan rimbombantes como Importaciones y Exportaciones Metafísicas y Oceanic Podiatry Group. De nuevo aquí se pueden rastrear tics del Cronenberg comercial posterior, aunque la mayor influencia de 'Crimes of the Future' está en el debut como director del hijo de Cronenberg, Brandon Cronenberg, la extraordinaria Antiviral.
Parásitos para transplantes
Los aterradores parásitos que inauguraron el extraño subgénero del “body horror” cronenbergniano no tienen ninguna institución que respalde su génesis. Pero quién las necesita cuando hay dementes como el doctor Emil Hobbes, cuya intención inicial en 'Vivieron de dentro de...' es positiva (usar los parásitos en transplantes). Pero que cuando pierde el control sobre sus criaturas estas acaban generando el caos en un ultramoderno edificio de viviendas.
Esta especie de sanguijuela desata los instintos sexuales más bajos de las personas a las que infecta en una combinación letal: afrodisiaco extremo y enfermedad venérea mortífera. Como en 'Crimes of the Future', la actividad sexual febril lleva a extremos capaces de incomodar hasta al espectador actual más encallecido, pero su origen está esta vez relacionado con un icono pop de la ciencia-ficción que veremos en lo sucesivo en el cine de Cronenberg, pero no de forma tan desaforada como aquí: el científico loco, aquel que solo quiere el bien de sus semejantes aunque tenga que aniquilar antes a media población planetaria.
Injertos de piel artificial
El monstruo de 'Rabia', una mujer que ha tenido un accidente de moto (Marylin Chambers), se genera también a partir de un descubrimiento científico bienintencionado que sale mal: el doctor Dan Keloid tiene una clínica de cirugía estética donde le implanta piel artificial que, en teoría, debería reemplazar piel y órganos dañados tras el accidente. Y así es, pero a la paciente le crece un extraño apéndice fálico en la axila con el que va chupando la sangre de quienes le rodean, que a su vez se convierten en zombis sin cerebro que van transmitiendo y propagando exponencialmente la infección. El resultado es una de las primeras películas de muertos vivientes alejadas del canon de George A. Romero, y también una de las primeras que acusan a la ciencia de un parece que inevitable apocalipsis.
Controla las emociones dañinas con un buen cambio físico
Cronenberg cierra la década de los setenta con una película que, en cierto sentido, supone la culminación de todo su cine anterior. Seguiremos viendo delirante paranoia anti-institucional y experimentos científicosque salen mal en películas sucesivas, pero lo harán en una clave distinta. 'Cromosoma 3' es la última película de Cronenberg afín a los códigos del cine de terror hasta 'La mosca', y detalla la técnica de los psicoplasmas, desarrollada por el psicoterapeuta Hal Raglan en el Instituto Somafree, y que hace que los pacientes experimenten cambios físicos para compensar la supresión de determinadas emociones dañinas.
Uno de ellos es Nola (Samantha Eggar), una mujer que está atravesando un traumático divorcio y que ha padecido un pasado lleno de abusos, y que está generando unas criaturas asexuales, ciegas, sin dientes ni ombligo, que obedecen a sus impulsos más primarios aniquilando a aquellos que se interponen en su camino, como su ex-marido.
Profundamente simbólica y claro reflejo de un durísimo divorcio que Cronenberg estaba viviendo por aquel entonces, 'Cromosoma 3' ha sido discutida dentro de la filmografía del director por su fuerte matiz misógino y algunos momentos que parecen reflejar un claro horror del director hacia la feminidad y la maternidad. El tiempo le ha acabado dando cierto status de culto, y para muchos supone una culminación de una primera etapa del autor dentro del body horror, cuando los experimentos científicos y las empresas que los respaldan aún están ahí para generar caos y muerte, y no para descubrirnos, como pasará a partir de ahora en su cine, que el peligro está en nuestro propio cuerpo, no en una amenaza externa.
Unos cuantos poderes de la mente
Aunque es un poco arriesgado introducir los temas que se tratan en estas tres películas consecutivas de Cronenberg como mínimamente relacionados con la ciencia, lo cierto es que las tres indagan, en cierto modo, en los misterios del cerebro y sus posibilidades cuando comienzan a expandirse más allá de la normalidad, por accidente o de forma voluntaria. Y como siempre en Cronenberg, el punto de vista frío, quirúrgico, desapasionado en la superficie, les da cierto carácter analítico que transforma una película de aventuras telequinéticas en una desalmada reflexión sobre las guerras secretas que tienen lugar en la sociedad sin que nos demos cuenta, o convierte un cuento de terror de médium contra psicópata en un retrato sobre el aislamiento con un carácter casi científico.
'Scanners' podría ser una historia de “orígenes” de una película de mutantes de Marvel.. si las películas de Marvel fueran desalmadas y extremadamente sangrientas. Los scanners son personas con poderes mentales que les permiten escuchar pensamientos ajenos, controlar las funciones corporales de otras personas, conectarse con gente separada por grandes espacios, generar incendios y, cómo no, hacer estallar cabezas. Hay 237 scanners en todo el planeta, y están enfrentados en una despiadada guerra entre telépatas cada vez más poderosos. Algunos de ellos, con intenciones nada halagüeñas para los humanos que aún nos comunicamos a la vieja usanza.
'La zona muerta' se basa en una novela de Stephen King y, aunque es un encargo, se trata de uno del que Cronenberg sale extraordinariamente airoso gracias a su matemática puesta en escena, que va aislando progresivamente a un médium (Christopher Walken) que puede ver el futuro cuando toca a alguien. Salva a un par de niños de negros futuros, ayuda a detener a un peligroso psicópata y, finalmente, detecta una terrible amenaza para toda la Humanidad. De nuevo la película podría ser la aventura en solitario del nuevo miembro tristón de los X-Men, pero Cronenberg consigue dotar al conjunto de cierto halo de análisis expositivo y sin subjetividad.
'Videodrome' es para muchos la mejor película de Cronenberg, y aunque hay quien se puede atrever a discutirlo (gente a la que le gusta 'Promesas del Este', posiblemente), no seremos nosotros quienes nos enfanguemos con esa cuestión. Lo que es indiscutible es que la filmografía de Cronenberg se encamina definitivamente desde aquí en una línea más autoral, y donde la ciencia-ficción ya no será un tema accesorio o argumental, sino una cuestión más embrionaria.
En 'Videodrome' se trata, como en 'Scanners' o 'La zona muerta', el tema de los cerebros exprimidos. Aunque en este caso lo que tenemos es a una incauta persona normal, un programador de televisión por cable (James Woods) que al quedar expuesto a una emisión catódica de características muy particulares, comienza a experimentar alucinaciones y a sufrir incluso cambios físicos. Es la Nueva Carne, que ya no se percibe como una amenaza o como algo externo que nos quiere devorar, sino como un paso evolutivo para la especie.
Es decir, hemos pasado del terror a la ciencia-ficción. Como siempre en Cronenberg, sin necesidad de parafernalia colorista ni tópicos de literatura pulp, sino con una visión muy personal y reconocible del fenómeno que retrata. El mítico tramo final de 'Videodrome', en el que se vitorea la nueva situación y se entona un “Larga vida a la Nueva Carne” tiene algo de apocalíptico. Pero no es un apocalipsis como el de 'Rabia', más similar al de las películas de zombies, sino un apocalipsis intestino, un holocausto en el que la procesión va por dentro.
La cámara de teletransporte y el bisturí
'La mosca' es un remake del clásico de 1958 y se convirtió en uno de los mayores éxitos de Cronenberg, una de sus producciones más redondas y a la vez más comerciales, y también en una de sus películas con un elemento más típico de género, sin duda porque su referente es una película de la edad de oro del mismo.
En este caso tenemos un tropo inevitable, el del científico loco ya explorado por Cronenberg con anterioridad, pero en vez de un experimento que se traduce en mutaciones, poderes extraños o lujuria infernal, también recurre al clásico cacharro portador del mal: dos cabinas de teletransporte que desencadenan el horror cuando el inventor de las mismas (Jeff Goldblum) las prueba y su ADN se fusiona con el de una mosca que pasaba por allí. Con mucha más lógica científica (y por tanto, aterradoramente demencial) que en la película original, el engendro resultante no es una mezcla matemática de ambos organismos (una persona con cabeza y pata de mosca y una mosca con cabeza y brazo de persona) sino una quimera infernal que no es ni hombre ni mosca, y a la vez es los dos.
Es normal que Cronenberg no volviera a incidir en el género (salvo en la relativamente anormal y extemporánea 'eXistenZ'): después de generar una ciencia-ficción propia tan personal como la de 'Stereo' y 'Crimes of the Future' la hizo evolucionar hasta un punto que, incluso partiendo de elementos tópicos y gastados, el resultado seguía siendo una obra de autor.
Como pequeño apunte cabría añadir un detalle de 'Inseparables', una película peculiar, no estrictamente fantástica, pero cuyos protagonistas son científicos. Dos gemelos ginecólogos (Jeremy Irons), concretamente, con un instrumental casi de ciencia-ficción: una colección de artilugios que uno de ellos encarga fabricar a un artista metalúrgico después de una serie de alucinaciones en las que aparecen mujeres mutantes. El instrumental es una colección de bisturíes y herrajes sobredimensionados, apropiados para intervenir en partos de otro mundo. Un buen invento para un científico tronado... al estilo Cronenberg.
Las cónsolas útero
Esta incursión de Cronenberg en el género más puro es un atolón aislado en su cine de los noventa, cuando empezaba a experimentar con la subversión desde dentro de narrativas más convencionales. 'eXistenZ', por sofisticada que resulte, parece un regreso a sus primeros hitos de body horror, aunnque en clave futurista y funcionando a veces como una reformulación de las ideas de 'Videodrome', aunque lo que allí era la imagen analógica de vídeo aquí son los videojuegos y la realidad virtual.
Anticipándose unos cuantos años a la mayoría de las ficciones sobre el tema que desataría el éxito de 'Matrix' - y con un enfoque por supuesto muchísimo más radical-, Cronenberg indaga en lo intangible, los mundos mentales artificiales de la forma más cárnica que puede: con la invención de unas consolas-útero a la que los personajes (la diseñadora de un juego revolucionario y uno de los jugadores, Jennifer Jason Leigh y Jude Law) se conectan vía cordón umbilical con minijack.
Una malvada reflexión sobre la industria del entretenimiento a través de corporaciones que se espían entre sí al más puro estilo cronenbergniano redondean una película de culto y absolutamente extraordinaria, y que entiende y explota a la perfección los jeroglíficos digitales que los jugadores están habituados a descifrar (gloriosa es en ese sentido, por ejemplo, la secuencia en la que un personaje crea un repulsivo revólver orgánico a partir de esqueletos de peces mutantes)
La ciencia-ficción del futuro
Sin poder entenderse ninguna de ellas como películas estrictamente de género (aunque 'Naked Lunch' es, sin duda, una de las muestras de cine fantástico más orgullosamente radicales del cine de los noventa), esta trilogía de películas apunta a una sensibilidad similar a 'Inseparables', o a otros films que no hemos mencionado como 'M. Butterfly' o 'Un método peligroso', donde la fantasía es más una textura y un estado de la mente -que, eso sí, repercute en las fisiologías... ¡y de qué manera!-, pero que sin duda existe, corrompiendo la realidad y su innecesaria monotonía.
'El almuerzo desnudo' tiene bichos, tiene monstruos alienígenas, tiene criaturas inhumanas, tiene organizaciones que no son de este mundo (como la mítica Interzone Incorporated), pero de algún modo, cuesta definirla como ciencia-ficción, ya que es, por encima de todo, un retrato de las dificultades, las contradicciones y la tortura que subyace detrás de todo acto creativo. Cronenberg se apoya en un texto manifiestamente inadaptable porque es puro delirio subjetivo, la novela de William S. Burroughs del mismo nombre, para hablar de la turbadora vida personal del propio Burroughs, sus adicciones y sus fantasmas. Ciencia-ficción de los parajes del alma, por así decirlo.
'Crash' no retrata ningún futuro, pero de algún modo J.G. Ballard es uno de los autores de género más radicales e innovadores de las últimas décadas. Cronenberg se aproximó en cierto modo a su imaginería convirtiendo 'Viniendo de dentro de...' en una perturbada versión exploit de la novela 'Rascacielos', pero es en 'Crash' donde afronta una adaptación directa y perfecta de Ballard. Insistimos: en el mundo deshumanizado, mecánico, con seres con un punto biónico pero muy reconocibles en nuestras propias dependencias de la tecnología, no hay naves espaciales ni rascacielos con enormes proyecciones publicitarias, pero parecen formar parte de ese manifiesto futurista que el propio Ballard delineó en su alucinante novela 'La exhibición de atrocidades'.
Más de un punto en común con Ballard tiene la prosa de Don DeLillo, que Cronenberg adaptó en la soberbia 'Cosmopolis', una visión fría y desalmada de nuestro presente más radical que cuenta la historia de las idas, venidas y procesos mentales de un joven millonario a bordo de una limusina (Robert Pattinson).
Precisamente por ofrecer una visión tan afilada de nuestro ahora se atreve a discurrir también por el mañana, y ahí es donde Cronenberg muestra los tentáculos de la ciencia-ficción con detalles tan autorales como la inhumana exploración de próstata a bordo de un vehículo, las discursivas disquisiciones sobre economía extrema y cómo se predicen los macromovimientos que hacen ricos a unos pocos y el terrorismo urbano abstracto disfrazado de movimiento social reivindicativo. Una lección sobre cómo hacer ciencia-ficción sin hacerla, y de la que posiblemente veamos más ejemplos en el futuro.
Una mastectomía contra los insectos
En septiembre del año pasado, Cronenberg publicó una curiosa nueva aportación a su mitología del body horror: su primera novela (aún inédita en España), titulada 'Consumed'. Se trata de una surreal intriga de horror y enfermedad con un radio de acción que va desde Corea del Norte al Festival de Cannes. Para promocionarlo, Cronenberg rodó el corto 'The Nest', vinculado de refilón con el argumento de la novela y en el que vemos a una mujer que discute con su médico los pormenores de una futura mastectomía que debería dejar escapar los insectos que habitan en el interior de su pecho izquierdo.
El médico con el que habla (que no se sabe si es un cirujano, un psiquiatra o qué) es el Dr. Molnar, uno de los personajes de 'Consumed', donde es perseguido por la Interpol por tráfico de órganos. Junto a él tenemos a otro profesional de la medicina, Barry Roiphe, que investiga una extraña enfermedad de transmisión sexual en su propia hija. Otra trama paralela a todo ello: la investigación de las biografías de dos filósofos libertinos de trágico final.
Abundante en momentos de violencia gráfica extrema, 'Consumed' y 'The Nest' abunda tanto en sus películas de terror cárnico de los primeros tiempos -venéreas con dientes y sociedades secretas científicas incluídas- como en las últimas películas de su filmografía, que retratan un presente gélido y desesperanzador. Son los últimos ramalazos de genio de un autor que, pese a las apariencias, casi nunca ha dejado de hacer ciencia-ficción: en manos de Cronenberg, el género no es más que una serie de pistas sobre el futuro depositadas en el presente en viscosas, víricas y decadentes piezas de carne podrida. Un futuro al que no tenemos ninguna prisa en llegar.
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