Independientemente de los resultados que acabe arrojando en taquilla o de la valoración crítica que termine amasando, es indiscutible que "Interstellar" es una de las películas más esperadas del año. Principalmente por la personalidad de su director, Christopher Nolan, especialista en deslizar artefactos de fantasía seria en los engranajes de la maquinaria de los blockbusters (la densa "Inception" o la solemne trilogía de "Dark Knight" son los ejemplos más claros). Una personalidad que sumerge en un secretismo de alto calibre todos sus proyectos y que obliga a que la aproximación a sus películas por estrenar sean meras conjuturas y sobreanálisis de trailers, teaser-pósters y demás migajas de marketing.
El historial de "Interstellar" (iba a ser, originariamente, una película de Steven Spielberg escrita por el hermano del director, Jonathan Nolan), que ha precisado de la colaboración de tres estudios rivales (Warner Bros, Paramount y Legendary) para ser puesta en pie, también ha sumado expectación y enigma a los días previos al estreno.
Sin embargo, y cinefilia aparte, hay otro campo donde "Interstellar" está acaparando una atención poco habitual para una producción de ficción: la investigación científica. La presencia del físico Kip Thorne como productor ejecutivo y consultor, el respeto a la historia de la exploración espacial, la inevitable comparación con "2001: Una Odisea en el Espacio" (que no es una película especialmente realista pero, a fin de cuentas, y esto es lo que importa, sigue siendo una producción de eterno culto geek) y la promesa de mostrar fenómenos estelares como nunca antes lo hemos visto en el cine ha sembrado promesas muy interesantes.
¿Es "Interstellar" una película de ciencia-ficción en la que la ciencia es tan importante (o más) que la ficción? ¿Existe un equilibrio entre ambos platos de la balanza y, sobre todo, es Nolan (suspiro) el cineasta más adecuado para encontrarlo? Antes de averiguarlo, y para ir abriendo boca, repasemos algunos de los elementos científicos más destacados detrás del argumento de "Interstellar".
Un punto de partida científico
La premisa de "Interstellar" parte del trabajo del físico teórico Kip Thorne, asociado con la productora Lynda Obst, que ya habían colaborado en la también muy solemne "Contact", basada en la obra del famosísimo divulgador científico Carl Sagan (de hecho, fue el propio Sagan el que presentó a Thorne y Obst... en una cita a ciegas).
Antes de la llegada de Jonathan Nolan, la película se sostenía sobre un tratamiento de Thorne cuando comenzó a prepararse en 2006, con Spielberg interesado en dirigirla, pero la presencia de Thorne siempre estuvo ahí, incluso cuando el proyecto pasó a ser “una película de Christopher Nolan”. Thorne afirmó entonces, en una entrevista para Wired:
“la historia es ahora, esencialmente, de Chris y Jonah. Pero el espíritu, el objetivo de conseguir una película en la que la ciencia está imbuida en el esqueleto desde el principio (y es ciencia de la buena), eso siempre se ha estado ahí”.
Nolan aseguró para Hollywood Reporter:
“Lo que encuentro realmente inspirador de trabajar con Kip es que, cuando le hacía una pregunta, nunca contestaba de inmediato. Siempre me decía 'Vale, mira, no creo que sea posible, pero déjame que lo mire'. Se iba y pasaba un par de días haciendo cálculos y hablando con otros científicos, investigando en distintas publicaciones científicas sobre el tema, y luego volvía con una respuesta”.
La investigación previa no acabó ahí: para asegurarse de que entendía por completo todos los temas de los que iba a hablar, Jonathan Nolan estudió Relatividad en el Califormnia Institute of Technology mientras escribía el guion. Durante cuatro años.
Cuando Christopher Nolan entró en la producción, decidió reescribir parte del guion de su hermano: mantuvo el arranque de la primera hora, ambientado en un planeta Tierra que se ha quedado sin recursos naturales (una exageración de una plaga real, unas tormentas de arena que en los años treinta, durante la Gran Depresión estadounidense, agravaron la terrible situación económica que se estaba viviendo en el país... y que explica el peculiar tono de los primeros compases del film, que muchos han relacionado con "Las uvas de la ira" de Steinbeck).
En la segunda mitad del guion, sin embargo, Christopher Nolan decidió que los protagonistas viajarían al espacio en busca de una solución para este problema global. Para documentarse sobre ese proceso, Nolan visitó la NASA y la empresa de viajes espaciales privadas SpaceX, que desde 2002 construye sus propios cohetes y que está colaborando con la NASA para organizar vuelos tripulados al espacio para un futuro próximo.
“Escuchas hablar de todo ello como si fueran abstracciones, y entonces vas a SpaceX, y están construyendo cohetes. Nuestra generación apenas ha interactuado con la idea de dejar este planeta, con la idea de salir y explorar nuestro lugar en el Sistema Solar, la galaxia y el universo. Cuando lo ves como algo tangible, empiezas a pensar de forma muy distinta. Tu perspectiva empieza a cambiar inmediatamente. Empiezas a juguetear con la idea de la escala, la idea de esas distancias tan vastas, esos planetas enormes, qué aspecto tiene un agujero de gusano, qué aspecto tiene un agujero negro. Empiezas a examinarlo todo como posibilidades prácticas. Todo se vuelve más táctil”.
Tecnología posible
La exploración del espacio sideral que propone "Interstellar" está, en todo momento, basado en lo que sabemos y en la tecnología actual. Algo de eso hay en el diseño de las naves espaciales que aparecen en la película, un total de tres: el Ranger, el Endurance y el Lander.
El Endurance es la nave nodriza de la tripulación y recuerda, inevitablemente, a la impresionante estación orbital de "2001: una Odisea en el Espacio". Es circular y está formada por doce cápsulas: cuatro con material para la colonización, cuatro con motores y cuatro con funciones de cabina, laboratorios y estancias de la tripulación. La principal inspiración a la hora de diseñarla, aparte del aspecto circular que genera una gravedad propia (uno de los temas recurrentes de la película, el de los fenómenos gravitatorios, con los que todos los personajes parecen obsesionados), está en "Elegidos para la gloria" (1983), la mítica película de Philip Kaufman sobre el arranque del programa espacial estadounidense.
Todo en esa película, incluido un poco el tono hagiográfico, es básico para entender las raíces de "Interstellar", pero lo que más interesaba a Nolan y a su responsable de diseño de producción, Nathan Crowley, era la forma de rodar las cápsulas espaciales de aquella película: con los monitores y paneles de mandos reflejándose en los visores de los astronautas, que daría un aspecto realista a todo (y que si en los ochenta consiguieron llevar a cabo, afirmaba Nolan, sin CGI, en 2014 no iban a ser menos).
La Endurance está basada en la Estación Espacial Internacional, y se contó con la asesoría de la astronauta retirada Marsha Ivins para supervisar los escenarios y asegurar el realismo y la funcionalidad de los mismos. Hay una película de ciencia-ficción que supone un referente insospechado en ese sentido: "Alien, el octavo pasajero", que influyó con esa especie de futuro de plástico y óxido tan característico visualizado por la película de Scott.
En una entrevista con Empire, Nolan declaró:
"Mi regla de oro era que no hubiera futurismo gratuíto en los decorados. Todo tenía que ser funcional y los actores tenían que percibir que era real. Tenían que poder activar los interruptores y usar el stick de control, y sentir que había un efecto para todo ello".
Oh, y hay otra nave sobre la que no podemos hablar, a riesgo de espoilear demasiado la trama. No entraremos en detalles, pero sáltate este párrafo si quieres llegar absolutamente virgen a la película. Se trata del cilindro de O'Neill, una nave teórica que se planteó por primera vez en un libro de 1976 publicado por el físico Gerard K. O'Neill. El diseño de esta nave intentaba resolver el problema ultimísimo de la película, el resorte que dispara la acción de la misma, y sus planos han sido usados por el departamento de efectos especiales para llevarlo a la realidad y que deje de ser una teoría. Visualmente, al menos.
Gargantúa y los agujeros de gusano
Volviendo a Kip Thorne, el grueso de su labor en "Interstellar" se centró en traducir a imágenes comprensibles (y atractivas, dentro de lo posible) los agujeros de gusano y agujeros negros, dos elementos básicos en el viaje especial que emprenden los protagonistas.
Paul Franklin, supervisor de efectos especiales, afirmó en una entrevista para Wired, que "es muy fácil caer en la trampa de romper las reglas de la realidad. Y lo cierto es que esas reglas son bastante estrictas". Kip intentó ajustarse a esas reglas:
"Para mostrar agujeros de gusano y el agujero negro, creé las ecuaciones que permitirían seguir los rayos de luz según rodean a un agujero negro o entran en un agujero de gusano, así que lo que aparece en la película está basado en la Teoría de la Relatividad de Einstein".
Esas ecuaciones dieron como fruto la programación de un software de CGI completamente nuevo que podía interpretar los complejos cálculos de Thorne acerca del comportamiento de la luz. El resultado: algunos planos tardaban más de cien horas en ser renderizados. El objetivo era evitar repetir el fallo que, según Thorne, siempre comete el cine de género:
“Ni los agujeros negros ni los de gusano han sido reflejados en ninguna película de Hollywood de la forma que realmente son”.
El primer paso que se dio fue la construcción del agujero de gusano, uno de los fenómenos astronómicos preferidos por los guionistas de ciencia-ficción, ya que permite teletransportar de una punta a otra de la galaxia naves, tripulaciones y planetas. Todo con una base real, claro.
Afirma Nolan que:
"Trasladarse a la estrella más cercana de nuestra galaxia implica cientos de años de viaje. Y hay distintas formas de afrontarlos, pero los estudios de Kip sobre las posibilidades mátemáticas de los agujeros de gusano nos dio un punto de partida para la historia".
El resultado, tras todos los cálculos de Thorne es estéticamente brillante: una especie de agujero / esfera de cristal que refleja todo el universo. Pero las cosas podían complicarse, y se complicaron, cuando el equipo decidió, del mismo modo, científicamente, afrontar la visualización de un agujero negro.
¿Por qué es tan complicado? Para entenderlo hay que comprender la naturaleza de los agujeros negros, que ya de partida son ciertamente complejos de explicar. Todo tipo de fenómenos extraños y poco usuales ocurren a su alrededor: es una concentración de masa tan elevada que genera un campo gravitatorio del que nada puede escapar, ni siquiera la luz. En su centro existe una "singularidad": gravedad y espacio son infinitos.
Se retuercen las leyes del tiempo ahí dentro: si estás cerca de uno el tiempo transcurre a velocidad distinta. Tenemos uno no muy lejos, por cierto, en el centro de nuestra galaxia, y posee una masa equivalente a cuatro millones de soles. Un fenómeno importante del agujero negro es el disco de acreción: una especie de anillo amarillo de gas caliente procedente de otros soles. La materia orbita en torno al agujero negro antes de caer en él (como en un desagüe) y ese disco se inflama. Se inflama tanto que puede calcinar galaxias enteras. Es lo que se conoce como cuásares y lo hemos explicado simplificando la astronomía, posiblemente, hasta más allá del límite permisible.
La cuestión es que el agujero negro de "Interstellar", llamado Gargantúa, así como su disco de acreción, son la imagen más icónica y perdurable de la película. ¿Cómo se llegó a ello? El nuevo programa de renderizado, para empezar, tenía que prever que la luz no se movería en línea recta, como hace normalmente ("normalmente": todo el cosmos excepto las inmediaciones de un agujero negro).
Pero ocurrió algo inesperado, cuenta Franklyn, y es que el disco de acreción también quedó afectado:
"En vez de parecer los anillos de Saturno alrededor de una esfera negra, la luz creó una especie de halo extraordinario"
El disco de acreción pasó a estar encima, debajo y enfrente del agujero. “El agujero negro deforma el espacio tanto que parece que estás mirando a una especie de cielo que se desploma, con un espacio negro intenso en el centro. Pero el centro del agujero negro absorbe toda la materia alrededor, del universo que lo rodea, y eso crea una especie de disco giratorio alrededor de la esfera central”, cuenta Franklin. Un arcoiris de fuego en torno a la nada absoluta.
El resultado es, como demuestra la película, visualmente impactante, pero lo que nadie esperaba era que también resultara enriquecedor a nivel de conocimientos útiles. La simulación del agujero negro arroja tanta luz (perdón) sobre el estudio de estos fenómenos y cómo se comporta la luz a su alrededor, que Thorne y el equipo de la película han realizado dos informes sobre agujeros negros a partir de este nuevo software: uno para la comunidad científica y otro para la comunidad de grafistas por computador.
Afirmaba Thorne en Wired que “la ciencia-ficción siempre quiere maquillar las cosas, como si nunca estuviera satisfecha con la realidad. Pero lo que aquel software arrojaba era impresionante ajustándose a la realidad”. Y ese es quizás el mejor cumplido que se le puede hacer a la película de Nolan.
Por encima de tics megalomaniacos de autor crecidito (que los sigue teniendo a raudales), por encima de encorsetamientos derivados de la adaptación de obras ajenas como en películas anteriores del autor, "Interstellar" es una película que consigue ser emocionante, imaginativa, cósmica y significativa manejando solo lo que la realidad pone a su alcance. No hay mejor elogio para una película de ciencia-ficción.
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