El Festival de Cine Fantástico de Sitges ha vivido este año una de sus mejores convocatorias de los últimos tiempos. Aunque casi ninguna película ha conseguido volarnos del todo la cabeza, la calidad general ha ido de lo muy interesante a lo francamente extraordinario.
Como muestra, un botón: unas cuantas películas de ciencia-ficción que nos han gustado y que pueden ayudarnos a predecir las tendencias del género para un futuro cercano. Esto es lo que hemos aprendido en Sitges 2014.
Brazil, no te olvidamos
La mastodóntica versión bufa y apócrifa del mítico 1984 de Orwell que dirigió Terry Gilliam en... ehm... 1985, "Brazil", fue un escandaloso fracaso financiero en su momento. Pero su influencia se ha extendido silenciosamente a lo largo y ancho de la ciencia-ficción posterior, haciendo imposible que veamos una parodia de la mentalidad burócrata en una distopía futura más o menos analógica sin pensar en la obra maestra de Gilliam.
No está muy claro si la ambientación de "The Double", de Richard Ayoade (como actor lo conocerás: es Moss en "The IT Crowd"), es futura, presente, pasada, o fruto de una mente paranoide y trastornada, pero sus oficinas infinitas, su papeleo inabarcable, sus empleados sin alma son puro reflejo de lo que llevamos padeciendo en la sociedad postindustrial desde hace años.
El núcleo de la película es la aparición de un doble perfecto en la vida de un gris empleado de una mastodóntica empresa, y cómo su falta de complejos le hace ver las cosas de otro modo, pero lo que realmente nos encantó de ella es comprobar que las enseñanzas de Gilliam no cayeron en saco roto... treinta años después.
El post-apocalipsis también puede ser tranquilo
O más bien, que no es necesario ir en motocarros ni llevar cresta como en "Mad Max" para que la violencia soterrada, los abusos por lo bajini y las familias reducidas a polvo desértico abunden igualmente. En "Young Ones", una de las mejores películas de este año -la mejor sin duda dentro del género-, ganadora del premio al Mejor Guión, se nos presenta un futuro cercano en el que la mayor parte de la Tierra ha sido devastada por una terrible sequía.
Se regresa a la economía de trueque y las tradiciones familiares tienen que intercambiarse con nuevas ocupaciones. La ciencia-ficción en esta película de Jake Paltrow presenta una tecnología amable, que asiste al hombre en tiempos duros, encarnada en dos de los grandes descubrimientos visuales de la película: el dispositivo que ayuda a andar a la paralítica madre de la familia y la mula de carga robótica, abiertamente inspirada en el escalofriante BigDog de Google. Tecnología cercana que no impide que nuestro futuro, como en todo buen post-apocalipsis, y por silencioso que sea, no pinte muy feo.
La ciencia-ficción española de gran presupuesto tiene que seguir intentándolo
"Autómata", la película de Gabe Ibáñez protagonizada por Antonio Banderas, no anda carente de méritos. Por encima de todo, un espectacular diseño de producción que podría rivalizar, con su tono sin estridencias y su elegancia sin nacionalidad autoimpuesta, con cualquier producción media de Hollywood. Pero su origen no debería conducirnos a la condescendencia. Antes de su primera imagen ya está sampleando las leyes de la robótica de Asimov, y antes de que aparezca el protagonista, la sombra de "Blade Runner" se percibe demasiado alargada.
La mezcla de aventura desértica, robots que aspiran a ser humanos y arranque noir cita muchos referentes, todos ellos clasicazos indiscutibles. Demasiados como para que la película pueda ser considerada algo más que un bis resultón. La historia de un detective de una compañía que fabrica autómatas casi humanos y su lucha para que no lleguen a serlo del todo replica con gracia la estética y cadencia del cómic francés de género de los ochenta, pero la ciencia-ficción española sigue necesitada de voces más personales, aquella que seguimos exigiendo a gritos desde "Acción Mutante".
Se nos escapan demasiadas cosas
La llegada a Sitges, después de la inauguración, de "Under the Skin", una película de Jonathan Glazer que lleva unos meses danto tumbos por el circuito VOD, que de hecho podría haber sido proyectada en la edición del año pasado (fue rumoreada como película sorpresa) y que por supuesto, todo el mundo ha visto porque lleva un año disponible en los torrentes de rigor, ha sido discutida por el notable retraso en aterrizar en el festival.
Más escandalosa que su inclusión en la sección oficial nos parece que ni siquiera haya prevista una fecha futura, no ya para su estreno en salas, sino para ni tan siquiera su llegada a formatos domésticos.
"Under the Skin" es una película discutible y controvertida, por supuesto (aunque nosotros nos encanta), un disparate que tiene, entre sus principales virtudes (aparte de una Scarlett Johansson en permanente estado de trance alienígena y una narrativa atropellada y onírica), que es capaz de generar discusión y polémica. Una ciencia-ficción distinta que también demuestra que no todo lo que llega a nuestras pantallas es todo lo que se puede ver.
La ciencia hardcore es la nueva espiritualidad
La ciencia-ficción indie ha pegado fuerte en el palmarés de este año, entre "Young Ones", "The Signal" y esta "Orígenes" que ha conseguido el premio a la Mejor Película de la Sección Oficial a competición después de que, en la edición de 2011, la anterior película de Mike Cahill, "Otra Tierra", consiguiera el premio a la Mejor Actriz por la labor de la también coguionista Brit Marling.
Marling vuelve en "I Origins" (esta vez solo como actriz) en una película para la que Cahill ha pasado quince años documentándose, acerca de la evolución del ojo como llave para abrir la puerta a secretos insospechados sobre nuestra naturaleza.
Cahill arranca en "Orígenes" con una historia casi de ciencia-ficción literaria hard, con un protagonista que busca demostrar su teoría sobre el ojo para usarlo como arma anti-creacionista. Pero en su segunda mitad, de la que no daremos detalles para no entrar en spoilers (el estreno de "Orígenes" en salas está a la vuelta de la esquina) el protagonista y sus comparsas comienzan a descubrir elementos de nuestra naturaleza de profundo calado espiritual. Y todo sin salirse de una narrativa de pura ciencia-ficción.
Con Orígenes, Cahill compone una parábola espiritual orientaloide sin abandonar las herramientas del género. Algo cuya indiscutible perversidad aún no hemos decidido si recibir con aplausos o indignación.
La mejor ciencia-ficción de Nacho Vigalondo está en las distancias cortas
Íbamos con muchas ganas a la proyección de "VHS Viral", la tercera entrega de la saga de películas de episodios con textura found footage.
La primera nos pareció interesante y la segunda, descomunal. Esta tercera quizás sea la peor de todas (a falta de un capítulo que, al parecer, se ha eliminado del paseo de la película por festivales), pero el capítulo obra de Nacho Vigalondo es impecable.
El ingenio de Vigalondo cuando está constreñido por los límites de tiempo y, sobre todo, su transformación en una auténtica ametralladora de ideas de alta ciencia-ficción (el diseño de la máquina que conecta dos dimensiones paralelas, la mixtura de horror, fantasía y ciencia-ficción, los ramalazos de terror pagano, la naturaleza de los alienígenas, el chimpún final), recuerdan a sus logros en películas breves tan sencillas y personales como "Código 7" o "Domingo".
Nos sigue gustando no entender nada
La sensación de indefensión total ante una película críptica y sin aparente sentido puede disgustar profundamente a slgunos espectadores. Pero excita y estimula a muchos otros. No había más que ver la polarización de opiniones a la salida de "Reality", la nueva película de Quentin Dupieux (director de la también controvertida "Rubber"), ante lo que no estaba claro si era un puzle muy enigmático o una tomadura de pelo muy sofisticada.
Ni siquiera tiene una relación explícita con la ciencia-ficción, pero sí que parece habitar en ese mundo frío y hosco de algunas películas de David Cronenberg, aunque regido por las imprevisibles y despiadadas reglas del Lynch de "Carretera Perdida" o del Charlie Kauffman de "Cómo ser John Malkovich".
En la película de Dupieux se entrecruzan tres historias en una California anacrónica: una niña se obsesiona con una cinta de vídeo VHS que encuentra en las entrañas de un jabalí, un director de cine fracasado encuentra financiación para una película de terror si es capaz de grabar un gemido de dolor perfecto en cuarenta y ocho horas, y un presentador de televisión aquejado de una enfermedad cutánea imaginaria desarrolla un comportamiento paranoico. El resultado, delirio puro y muy pocas claves sobre la mesa para interpretar el galimatías. Lo bueno: ese desafío a menudo nos gusta.
Si te gustan los libros de ciencia-ficción, acude a los indies
Esta es nuestra teoría: el cine de ciencia-ficción mainstream está muy bien (y más ahora que con "Interstellar" se podría ampliar su radio de acción hasta zonas a las que habitualmente no llegaba), pero el punto fuerte del género en literatura siempre ha sido su diversidad: desde inmensas epopeyas galácticas retratando batallas que duran centurias a la potencia intimista y metafísica de un relato que se desarrolla en lo más hondo de una inteligencia artificial.
Solo la ciencia-ficción independiente puede asumir riesgos creativos que aporten esa diversidad al género en el cine, y "The Signal" (premio a los Mejores Efectos Especiales) es una buena prueba de ello: un relato de género reducido, con muy pocos personajes, acerca de un grupo de estudiantes del MIT que persiguen a un hacker que atacó sus servidores, y que son atacados y enviados a un misterioso complejo subterráneo donde no saben muy bien por qué son retenidos.
Con un trabajo de ambientación extraordinario y un tercio final que da bandazos entre la vertiente más intimista del género y la espectacularidad de las grandes producciones, "The Signal" es un buen ejemplo de a dónde puede llegar la ciencia-ficción con unas cuantas ideas de calidad ahora que los efectos especiales digitales están al alcance casi de cualquiera: virtualmente, a cualquier sitio.
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