"Tenemos que dejar de hacer caso a la tele", brama uno de los personajes de 'Await Further Instructions', que HBO estrena este fin de semana (por desgracia, solo en versión doblada al español o en inglés sin subtítulos), y casi que puede considerarse un resumen de todo lo que cuenta. Estamos ante una modesta y doméstica alegoría británica sobre el poder que la televisión ejerce en nuestras vidas, pero que gracias a la magia de la serie B y su connatural desvergüenza y falta de cortapisas, tontea con muchos otros códigos, de alegoría del Brexit a revisión cyberpunk de 'Black Mirror'.
El punto de partida de 'Await Further Instructions' (incomprensible, por cierto, por qué HBO ha conservado el título en inglés en vez de optar por un igualmente ominoso "Aguarde instrucciones" o similar) es sencillo y tópico: un joven y su pareja acuden a la casa de la familia de él después de muchos años de haber roto el contacto. El frío recibimiento y la tensión que se respira se convierte en algo mucho más enfermizo cuando las salidas de la casa quedan bloqueadas por un muro de material desconocido y la televisión empieza a enviarles mensajes.
Estos mensajes son primero interpretados como advertencias del gobierno ante un desastre, posiblemente un atentado, en el exterior. Y todo va sumando en el polvorín familiar: la hermana del protagonista, embarazada, y el mostrenco de su novio; el abuelo fascista que tiene a la familia sometida desde el sillón; el padre sin personalidad que vive sumido en un trabajo mediocre; y hasta la novia de nuestro héroe, que al ser de ascendencia india despierta la suspicacia de los presentes.
La tensión se acrecienta y la película, que se desarrolla íntegra dentro de la casa de la familia Milgram, lo refuerza con una puesta en escena sencilla y efectiva, con colores cada vez más chirriantes y excesivos y escenas de delirio y violencia a menudo iluminadas únicamente por las interferencias estáticas que escupe el televisor. Llega un momento en el que nada parece normal ahí dentro y es fácil contemplar a los Milgram como cobayas en un laboratorio alumbrado por neones en un callejón.
'Await Further Instructions': la tele mata
Esta modestísima producción de Johnny Kevorkian guionizada por Gavin Williams no es, desde luego, para todos los gustos. Hay que tener el paladar afín a las convenciones del bajo presupuesto, a las interpretaciones asilvestradas y a la subversión de los tópicos del terror a base de giros descabellados. Pero si te criaste con cortes de mangas ochenteros al infierno catódico como 'The Video Dead' o 'TerrorVision', encontrarás más de un punto de interés en una película que solo promete hora y media de descerebre y moraleja planteada a estacazos.
Esa moraleja viene de los inevitables parecidos con 'Black Mirror', serie con la que quizás no tiene en común nada más allá de plantear ritmos y recursos que conectan con una versión espídica y moderna de la clásica 'The Twilight Zone'. Más parecidos tiene, en un tramo final brillante, demoledor y que quema absolutamente todos los puentes a su paso, con las reformulaciones de la Nueva Carne de los ochenta. Hay guiños a los electrodomésticos palpitantes de 'Videodrome' y a la máquina violando al hombre de la cyberpunk y radical 'Tetsuo'. Todo ello con unos efectos especiales prácticos, baratos y contundentes.
En ocasiones el ritmo de la película renquea, y hay un espacio central en la película donde los personajes van un poco sin rumbo y las cosas suceden porque sí. Por suerte, forma parte del panorama febril que retrata la película, y sus detalles estimables superan con mucho a sus problemas. Un ejemplo: la familia se llama Milgram y vive en la calle Stanford. Es un guiño a los experimentos de Stanley Milgram y la prisión de Stanford, los dos más famosos acerca de la obediencia y la autoridad, que demostraron cómo ante una orden firme los individuos trastocan su percepción de quién manda.
Es una pista acerca del mensaje que transmite el film, que va más allá de un mero "no te fíes de la televisión". El conjunto, en cualquier caso, disfruta siendo enigmático y no termina de explicar gran cosa, más allá del retrato de cómo la sociedad británica está asediada por fuerzas perniciosas que vienen no de fuera, como el odioso abuelo se encarga de señalar, sino desde las propias tripas del sistema. De ahí también viene una posible crítica al Brexit (en 2018, nada menos), en una de las primeras aproximaciones al tema desde los códigos del cine fantástico.
Parte de su fuerza reside en esa ambigüedad que a veces coquetea con lo conservador ("no te fíes de lo que te digan los poderes fácticos" es, al fin y al cabo, dialéctica conspiranoica) y otras veces es directamente antisocial y juega a denunciar lo intrínsecamente putrefacto de la institución familiar. Que a veces juega a lo enigmático y a veces, como en el clímax, con una imaginería que linda con el gore. Un inofensivo pero muy envenenado caramelo de serie B, perfecto para zarandear algo del buen rollo de las fiestas navideñas.
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