Ha sido anunciada como "la primera superproducción espacial de Corea del Sur", y lo cierto es que el acabado técnico de 'Barrenderos espaciales' es absolutamente impresionante. Esta space opera para todos los públicos rebosa acción y efectos especiales, y visualmente no tiene nada que envidiar a las últimas producciones de Hollywood. En muchos aspectos, de hecho, la supera (del carisma del diseño del robot Bubs, por ejemplo, deberían tomar buena nota los occidentales a la hora de concebir criaturas artificiales que no resulten cargantes).
Y el caso es que, reducido a su esqueleto más esencial, 'Barrenderos espaciales' no es revolucionaria: su historia de una tripulación de poco glamourosos recogedores de chatarra galáctica con un pasado oscuro a cuestas que se tropiezan por casualidad con una niña androide que en realidad es una devastadora bomba con patas toca todos los resortes ya conocidos de la aventura fantástica familiar. Secundarios carismáticos, malos malísimos, humor salpimentándolo todo (chistes de pedos incluidos) y mucha acción desprovista de violencia.
Sin embargo, las piezas encajan perfectamente, y si el espectador es capaz de pasar por alto las convenciones y que todo el argumento discurre por unos raíles absolutamente predeterminados, la diversión está asegurada. La diversión y la ciencia-ficción de cierta finura: sin necesidad de recurrir a los ya agotadísimos viajes del héroe occidentales, 'Barrenderos espaciales' se permite también refrescar los tópicos y hacer el gamberro.
Sin duda es la química entre los miembros de la tripulación, cada uno cargando con sus traumas y sus pasados tenebrosos, la que sirve como pegamento que cohesiona toda la acción: una durísima capitana, un ex-delincuente "que tenía que pesar el dinero para poder contarlo", un piloto superdotado que perdió a su hija adoptiva y un robot asesino reformado que quiere comprarse una nueva piel. Un conjunto de héroes dispares pero que por sí solos propulsan y justifican la historia.
Corea del Sur, en la cresta de la ola espacial
El secreto de la película está en que están lejos de ser un grupo de héroes espaciales, en la mejor tradición del primer Han Solo o la tripulación de la Nostromo. Tae-ho, por ejemplo, aunque tiene motivos honorables para querer conseguir el abundante dinero que le ofrecen por la niña-bomba, exhibe también una moral llena de claroscuros y que arrastra al espectador con sus dudas.
Esta historia, no revolucionaria, pero sin duda tramada con un indiscutible cuidado por el retrato de personajes, brilla también en las escenas de acción, muy bien rodadas por Jo Sung-hee -poco conocido en occidente, pero que alcanzó una notable fama en su país con un drama fantástico muy interesante, 'A Werewolf Boy'-. Gracias a él funcionan tramos de acción espacial incesante como la media hora de traca final, rebosante de persecuciones, velocidad, coreografía de alto tonelaje y cambios de escenario.
La película también brilla con su inventiva visual: del ascensor estratosférico con el que arranca el film (y que recuerda a un invento similar en el olvidable remake de 'Desafío total') a la nave Victoria de los protagonistas, llena de mugre y cacharrería inútil, y cuyo motor reside en algo muy parecidosal cuarto de calderas de una locomotora... del año 2092. Ideas como el satélite artificial construido con chatarra o toda la previsible trama del villano, puntuada con conceptos estupendos, no son especialmente innovadores, pero están tratados con muy buen gusto.
'Chatarreros espaciales' no va a revolucionar el género, ni tampoco lo pretende: sin embargo, su mastodóntico nivel de producción, el buen gusto con el que están planificados sus efectos visuales y, sobre todo, el concurso en la producción de un gigante como Huayi Tencent, nos obliga a mirar a Corea del Sur. Hace unos años, a golpe de premios en festivales, cambiaron la forma de rodar y entender el thriller. Ahora apuntan a la ciencia-ficción, y cuentan con el apoyo de Netflix. Está muy claro de dónde va a venir el próximo Big Bang.
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