En las tres temporadas que ha tenido hasta el momento, 'Black Mirror' siempre ha suscitado el mismo debate. ¿Es una acertada sátira de la obsesión actual de nuestra sociedad por la tencología, o no es más que sermoneo ludita, un panfleto anti-tecnológico? Hay opiniones para todos los gustos, y esas opiniones se han vuelto más extendidas y exacerbadas con la llegada de la tercera temporada a Netflix. La plataforma de streaming le ha dado una popularidad a la serie mucho mayor de la que tenía durante su emisión inicial en el Reino Unido.
En estos seis nuevos episodios, 'Black Mirror' y su creador, Charlie Brooker, tratan, entre otras cosas, la obsesión por puntuarlo todo, los avances en videojuegos, la reputación en las redes sociales, los hacktivistas... Hay un poco de todo, pero todas las historias se centran en el uso que hacemos de las innovaciones tecnológicas y como pueden potenciar nuestro lado más oscuro. Como decíamos antes, hay opiniones para todos los gustos sobre la serie, así que hemos pedido unas cuantas para organizar un pequeño debate al respecto.
'Black Mirror', el debate
Para tener una panorámica lo más diversa posible, hemos preguntado a un par de editores de Xataka, a colaboradores habituales del blog en temas tecnológicos y de videojuegos y a varios compañeros de ¡Vaya Tele!. Y esto es lo que nos han dicho. ¿Es 'Black Mirror' una obra maestra o propaganda ludita? ¿Qué les ha parecido la tercera temporada de la serie, la del salto a la popularidad masiva gracias a Netflix?
Los más críticos
Fernando Siles
@kalimero
A Charlie Brooker le cae mal todo: YouTube, las redes sociales, los drones, que la gente vote y puntúe, la realidad virtual, las casas inteligentes, el Internet de las Cosas, los videojuegos, los cerdos, las webcams, la Reina de Inglaterra... Es muy hater, muy tecnófobo, muy de tirarse al monte y ponerle cinta a la cámara frontal del iPad... y muy brasas. Porque el señor Brooker tiene una serie que se llama 'Black Mirror' donde te señala insistentemente estas cosas, te dice lo malas que son y luego, con un par de giros chungos, te deja con un mal cuerpo que no te entra ni el gin-tonic.
¿Es 'Black Mirror' una mala serie? Claro que no: bien hecha, bien interpretada, con multitud de hallazgos visuales. Pero sería mucho mejor si Brooker no se comportara como un telepredicador yankee alarmista y moralizante y nos dejara a nosotros sacar nuestras propias conclusiones.
Por cierto, a ver para cuándo un capítulo de 'Black Mirror' sobre la alienación provocada por servicios web que nos incitan a pertrecharnos en el sofá y estar durante horas viendo películas y series sin parar a precios ridículos, mientras desatendemos el resto de nuestros deberes, tareas y relaciones. Ah, no, espera, que la reciente tercera temporada de la serie la ha pagado Netflix. ¡Alabado sea el Señor!
Antonio Ortiz
@antonello
Mi mayor objeción a 'Black Mirror' es que me ha acabado resultando previsible y, por tanto, aburrida a ratos. No es tanto por el patrón de cada episodio, “Oh, la adopción de una tecnología deriva en una distopía alienante para el individuo y corrompiendo a la sociedad”, sino porque para cada caso se ha empeñado en apostar por el giro más simplista y, a veces, con moralina por el que se podía apostar. Renuncia a plantear las preguntas en su complejidad a cambio del efectismo de plasmar una enseñanza, de contarnos sus respuestas.
Y conste que yo quiero que me guste 'Black Mirror', creo que al tecnoutopismo de Silicon Valley le viene bien una ración de crítica y escepticismo. Me interesan Lanier, Morozov… todos aquellos que, aunque partan a veces de sus propios dogmas, cuestionan los de la corriente dominante en la tecnología y la innovación. A pesar de ello, me cuesta elogiar la tercera temporada; ese intento de recoger la tradición de Orwell, Huxley o incluso Ray Bradbury me ha dejado un sabor de boca agridulce.
PRoberto
@probertoj
Charlie Brooker no es un buen narrador de cuentos. Sí parece un brillante planificador de ideas, casi diría que sería un cortometrajista magnífico y, posiblemente, un tuitero fantástico. Tiene el don de la idea epatante, de la premisa rompedora, de la chispa creativa. Pero cuando lo que toca es construir más allá de esos 140 caracteres, de ese pitch maravilloso, a Brooker le flaquean las piernas.
Que no es un buen escritor de cuentos lo demuestra su moralina. En el género clásico, el cuentista nunca escamoteaba el mensaje moral, como tampoco lo hace Brooker. Pero cada cuento, igual que cada fábula, aplicaba a un caso concreto: Brooker, sin embargo, hace una enmienda a la totalidad. 'Black Mirror' está demasiado a menudo tratando de llegar al mensaje más profundo posible, una ambición que juega en contra de su serie.
La magia consiste en humo y espejos: todos lo sabemos. Sólo verlos rompe la ilusión y hace que un mago se convierta en un feriante de tres al cuarto. Su afán por matar moscas tecnológicas a cañonazos moralistas, por no contemplar los grises, por no dejar espacio al posible juicio del espectador, es lo que le hace más prescindible. En definitiva, Brooker no es Richard Matheson, no es Rod Serling, no es Charles Beaumont. 'Black Mirror' quiere ser la 'Twilight Zone' de la generación internet y en sus momentos más brillantes se pone esos ropajes. Pero es más bien sólo una 'Amélie' pesimista... o la 'The Newsroom' del neoludismo.
Los más convencidos
Azul Corrosivo
@AzulCorrosivo
Estoy completamente obsesionada con 'Black Mirror' desde que se lanzó. Los 'what if’ que tan bien maneja Charlie Brooker (ya los escribía para el Guardian en 2005), la disección agria y pesimista de nuestro universo emocional, la forma tan brillante y coloquial de retratar los potenciales avances tecnológicos… Los cacharros que imagina Brooker, con mayor o menor frescura, no son una crítica al “viraje atroz por el que nos llevan las redes sociales”, que dirían los tecnófobos: son el detonante para hablar de lo horribles que somos los seres humanos. Los dispositivos y los progresos que aparecen son, generalmente, circunstanciales. En esta no-tan-distopía que se percibe a la vuelta de la esquina, lo importante son las personas, sus hábitos, sus responsabilidades y sus decisiones. Incluso en esta tercera temporada, que opta por suprimir el formato en tres capítulos de las previas y se enfanga un poco cultivando terrenos más cliché, se aventura a contar historias de personas, y les reprocha que se pierdan, se engañen y se fien. Ya somos mayores para aguantar la colleja sin indignarnos.
Que no se nos olvide la intencionalidad de su ficción: donde otras series contemporáneas son incapaces de retratar con naturalidad la tecnología dentro de sus historias, cada capítulo de Brooker crea un microcosmos en el que no se le da protagonismo, sino que la incluye como una parte clave de nuestras vidas, que siguen fluyendo. 'Black Mirror' no odia la tecnología: los villanos de sus historias somos nosotros.
Adriana Izquierdo
@adriii
Desde que se estrenó ‘Black Mirror’ es muy habitual encontrarla descrita como una fábula que alerta de los peligros que implican las nuevas tecnologías. Sin embargo, personalmente siempre he considerado que su autor, Charlie Brooker, se deja llevar por un pesimismo que nace más de la misantropía que del ludismo. Sus moralejas y moralinas derivan de acentuar las fallas del ser humano y de la cultura social a través de esos paralelismos de ciencia ficción. Es más sobre cómo el uso que damos a la tecnología acentúa las mierdas de las que es capaz el ser humano. Sea por una cuestión de vida o muerte, por ser incapaces de admitir que estamos equivocados, por carecer de un carácter crítico, por juzgar aquello que no se comprende o se sale de la norma o por no ser capaces de trazar líneas de moralidad coherentes y consistentes. No es algo que no hayan hecho anteriormente títulos como ‘Olvídate de mí’, ‘Minority Report’, ‘Ex Machina’ o ‘Her’.
‘Black Mirror’ es mejor cuanto más se aleja de subrayar la moralina. La considero una serie imprescindible por esas reflexiones sobre los humanos que maneja, pero sólo la considero brillante cuando consigue integrarlas en un relato que nace de un anclaje emocional en lugar de un deseo de provocación. ‘The National Anthem’ o ‘The Waldo Moment’ son conceptos interesantes que para mí se pierden en su desarrollo; ‘White Bear’ o ‘Shut up and dance’ plantean debates estimulantes sobre dilemas morales. Pero son títulos como ‘The Entire History of You’, ‘Be Right Back’, la segunda historia de ‘White Christmas’ o ‘San Junipero’ los que involucran de verdad, desarrollando sus planteamientos y provocando la reflexión moral desde un núcleo mucho más orgánico y auténtico.
Sobre la tercera temporada
Albertini
@albertini
Black Mirror' es buena serie, en general. Pero no deja de ser una obra altamente irregular en su calidad y lejos de la excelencia que algunos le atribuyen. Tiene muy buenos episodios junto a otros deplorables, y en esta tercera temporada hemos visto claros ejemplos de ambos. La traducción al mercado estadounidense/internacional que ha conllevado el paso a Netflix (en contraposición al puro britishness de las primeras temporadas) simplemente ha acentuado tanto sus defectos como sus virtudes.
Por lo general, la originalidad sobre los argumentos tratados ha brillado por su ausencia (sobre todo si se es fan de la ciencia ficción), por lo que el uso del giro y la ejecución de cada episodio ha sido clave en su calidad y ha hecho que se note todavía más el discurso —e inseparable "moralina"— de Brooker sobre las nuevas tecnologías. Discurso a ratos interesante y, a ratos, de cuñao.
John Tones
@johntones
No voy a venir con que Netflix ha americanizado 'Black Mirror', y con ello banalizado buena parte de sus propuestas, porque lo cierto es que 'Black Mirror' ya venía haciendo en sus dos primeras temporadas unos equilibrios entre lo obvio y lo elegante que no siempre funcionaban. Paradójicamente, mis mejores recuerdos se van a lo más chusco (el bendito episodio del cerdo) y a aquellos en los que la metáfora era más evidente ('The Waldo Moment', que sí, todo lo que tú quieras, pero predijo a TRUMP). Esta nueva temporada, lo único que ha hecho ha sido potenciar ambos extremos, y 'Black Mirror' ya no funciona tan bien.
Es complicado determinar por qué un punto de partida tan ramplón como el de 'Dead Set' ('Gran Hermano' + Zombies) le funcionaba de maravilla a Brooker, y aparentemente los mismos mimbres dan en la tercera temporada de 'Black Mirror' pie a episodios que suenan a manidos, a agotados, cuando no a algo peor. Ese algo peor es el primero, obviamente: 'Nosedive'. El tono de abuela diciéndote que "en mis tiempos la gente, no estaba todo el tiempo con las maquinitas" siempre ha estado presente de un modo u otro en 'Black Mirror', pero se lo perdonabas porque a) el discurso era algo más elegante; b) había espacio para la ambigüedad (el gran valor del mejor episodio de la temporada, y sin duda uno de los mejores de toda la serie, 'San Junipero'); c) el diseño, las interpretaciones y la estructura del guion eran impecables.
En la tercera temporada de BM perdemos un poco todo esto, y paradójicamente, los mejores recuerdos se quedan con los episodios más intrascendentes: el tren de la bruja virtual de 'Playtest' o la abierta idiotez de tecnothriller de 'Shut Up and Dance'. En esta temporada, 'Black Mirror' está pendiente como nunca del giro sorpresa, y eso le impide construir distopías consistentes: el problema no es ya que prefiero 'Twilight Zone', que eso está fuera de toda duda. Es que prefiero 'Cuentos Asombrosos'.
¿Cómo lo veis vosotros? ¿Es 'Black Mirror' la serie del año o nada más que un sermón anti-tecnología? ¿Es todo culpa de la tercera temporada, o la serie ya era así?
En Xataka | El terror tecnológico de 'Black Mirror': tres episodios para pensar este fin de semana
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