Un término de moda que no tiene nada que ver con la cultura de la cancelación, y sí con la aversión a los fracasos
Se habla mucho últimamente de la "cancelación" de artistas, es decir, creadores que se convierten en apestados de la industria por declaraciones incorrectas o posicionamientos políticamente mal vistos. Muchos de los que lo denuncian lo hacen desde tribunas en prime time televisivo, tal y como comentaba jocosamente Joaquín Reyes, así que la existencia de una cultura de la cancelación efectiva es, cuando menos, discutible, pero lo que sí existe es una "carcel de directores" que se enfrentan, a menudo involuntariamente, a un poder mucho más temible que el de la corrección política: la economía de una industria que mira más las facturas que nunca.
A gastos pagados. La director's jail, o movie jail, es un término que hace referencia al limbo profesional donde van a parar los directores cuando rubrican una película que no rinde en taquilla. Es un término algo despiadado porque se suele emplear con directores que han tenido una carrera triunfal o, cuando menos, notoria, dentro de circuitos alternativos, y que fracasan en su salto a los grandes presupuestos. Recordemos el caso de Josh Trank, que llamó la atención de Hollywood con 'Chronicle' y se descalabró con '4 Fantásticos', o Karyn Kusama, que no pudo superar el tropiezo de 'Jennifer's Body' tras haber despuntado con 'Girl Fight'.
Movie Jail: Origins. Estamos ante un término que quizás se originó en los años noventa de la forma más paradójica: cinéfilos recuerdan un artículo de la revista 'Première' en el que se hablaba de cómo 'Ellas dan el golpe' ayudaría a Tom Hanks a salir de la cárcel (en este caso, no de directores, sino de actores) después del apocalipsis en taquilla de 'La hoguera de las vanidades'. Otros hablan de Tarantino acuñando la expresión en una charla con Dennis Hopper al hablar de cómo ciertas malas decisiones a la hora de cargarte al villano de la película deberían garantizar una temporada en la cárcel de directores.
Damien Chazelle, el ejemplo paradigmático. No hay mejor ejemplo para hablar de la actual cárcel de directores que Chazelle, que llamó la atención de la industria con 'Whiplash' (ganó el Oscar al mejor montaje y a la Mejor interpretación masculina de reparto) y consolidó su carrera con el bombazo de 'La La Land' (30 millones de presupuesto, casi quinientos de taquilla, y récord de catorce nominaciones a los Oscar, de los que ganó seis, incluyendo Mejor director). Pronto llegarían las vacas flacas.
Ryan Gosling no salvó 'First Man', su siguiente película, sobre la vida de Neil Armstrong y la primera misión a la luna, que tuvo una recaudación justita. La debacle vino con la excesiva y admirable 'Babylon', 189 minutos de metraje relatando los orígenes de Hollywood, en una película llena de estrellas que recaudó apenas 64 millones de dólares, de los más de 80 que costó. Como recordaba 'The Hollywood Reporter' en un reportaje sobre el tema, Chazelle reconocía que el castigo que estaba recibiendo era primordialmente económico: "No voy a tener a corto plazo un presupuesto del tamaño de Babylon", e incluso consideraba la posibilidad de no poder volver a rodar (aunque posiblemente Paramount produzca su próximo trabajo).
Los clásicos no se salvan. Podría pensarse que directores como David Lynch o Martin Scorsese no tienen problemas en poner en pie sus nuevos proyectos, pero lo cierto es que no es así. Hablábamos a colación de las dificultades para financiar y distribuir 'Megalópolis' que estaba encontrando Francis Ford Coppola de prroblemas similares que tienen actualmente directores consagrados como Lynch o John Waters. Son autores con una visión propia y ciertamente incómoda, y Hollywood ha encontrado la forma de mantenerlos atados y bien atados: no financiando sus proyectos.
Menos riesgo. En realidad, la "cárcel de directores" es un término muy abierto y que sale a colación también cuando los directores salen de ella. Por ejemplo, Kathryn Bigelow estuvo sin dirigir varios años, tras el fracaso de 'Días extraños', pero recuperó parte de su estatus con la oscarizada 'En tierra hostil'. M. Night Shyamalan pasó una mala temporada tras el pinchazo de películas de gran presupuesto como 'After Earth', pero otras posteriores como 'Múltiple' y 'Glass' le devolvieron el favor de las majors. En realidad, lo que oculta el término es un tipo de conservadurismo hollywoodiense muy paradigmático.
El Hollywood actual. Las majors nunca se han caracterizado por su devoción por el riesgo, pero de un tiempo a esta parte la maquinaria parece haber acentuado estas mecánicas, y queda claro que hay un miedo al fracaso que dicta cada vez más las decisiones de los estudios. Es la razón de que cada vez más, los estudios confíen en las franquicias, buscando minimizar las posibilidades de fracaso: los principales actores de Hollywood, como Disney o Warner apenas lanzan películas que no sean secuelas o remakes. El hecho de que los estudios estén dirigidos actualmente por mesas de inversores y consejos de administración acentúa esta situación.
Castigo a los traviesos. La cárcel de directores es, desde ese punto de vista, otra forma de avisar a navegantes de que Hollywood no toma riesgos. Y quienes lo hacen o defienden visiones distintas o menos rentables, corren el riesgo de ser encerrados en esta cárcel metafórica pero de conscuencias muy tangibles. Da igual quien esté ahora mismo o si Chazelle va a lograr dirigir otra película: lo importante es que la cárcel de directores es síntoma de un Hollywood muy distinto al de hace apenas unos años, y los espectadores deberían rebelarse contra eso. Al menos, si no quieren que todo se convierta en la copia de la copia de una copia.
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