Pese a la confirmación hace unas semanas de que 'Tron', la radical y revolucionaria película de ciencia-ficción de Disney, tendría tercera parte, faltaba algo más de sustancia en esa noticia que verificara que, efectivamente, la productora se había puesto manos a la obra. Al fin y al cabo, la entrega previa, 'Tron: Legacy', había funcionado estupendamente en taquilla (170 millones de dólares de presupuesto, 400 de recaudación), pero desastres financieros como 'Tomorrowland' -y, en menor medida, 'Un pliegue en el tiempo'- habían dado al traste con el proyecto.
Sin embargo, 'Tron' es una de las más icónicas películas de imagen real de Disney, influyente hasta extremos difíciles de cuantificar tanto en lo argumental (dónde estaría 'Matrix' sin 'Tron') como en lo estético (con toda la moda del synthwave, 'Tron' resulta más moderna ahora que en el momento de su estreno), así que no es raro que Disney insista. Para ello, ya tiene un protagonista adjudicado, Jared Leto (que, por cierto, filtró el título 'Tron: Ares' en un tweet que luego borró), el polémico Joker de 'Suicide Squad'.
Y también hay un director, Garth Davis, asignado al proyecto. Davis dirigió algunos capítulos de la serie 'Top of the Lake', la película bíblica 'María Magdalena', y también 'Lion', un drama protagonizado por Nicole Kidman y Rooney Mara nominado a 6 Oscar y 4 Globos de Oro. Una trayectoria que, de momento, no desvela una capacidad especial para hacerse cargo de un proyecto de ciencia-ficción rebosante de efectos especiales como este. Habrá que ver con qué es capaz de sorprender Davis, que ya ha manifestado que el proyecto le interesa desde que se anunció por primera vez.
'Tron': el impacto de una saga
Está claro que cuando Disney estrenó 'Tron' en 1982, no quería un título de culto, sino un éxito de taquilla en toda regla. Lo consiguió en cierta medida (17 millones de dólares de presupuesto, 50 de recaudación), pero el ingente esfuerzo de producción que hubo que llevar a cabo, con unos efectos especiales literalmente nunca vistos hasta entonces, hizo que durante años se desechara la idea de una secuela. Sin embargo, el impacto de aquella película pionera, con un argumento en su día tan extravagante como el de antropomorfizar las tripas de un ordenador, fue creciendo en una generación de espectadores traumatizados con la abstracta negrura de aquella CPU malvada.
La secuela, aunque claramente inferior y desde luego ni remotamente tan revolucionaria como su precedente, también funcionó sin pegas, lo que corroboró que, de culto o no, había espectadores dispuestos a pagar por seguir viendo carreras de motos de luz y duelos con frisbees desintegradores. Hubo videojuego, toneladas de merchandising y un derivado muy interesante, la serie 'Tron: La resistencia', de imaginería y guión tan radicales como merece un clásico de la ciencia-ficción extraña como este.
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