A estas alturas y en estas circunstancias, nada que dé más pereza que una serie sobre una pandemia global que acaba con la población mundial y obliga a los supervivientes a replantearse su existencia en un mundo nuevo. Además, el ficticio virus de 'Estación Once', tiene los síntomas de una gripe y es tremendamente infeccioso, con lo que la comparación con nuestras duras circunstancias reales es inevitable. Sin embargo, 'Estación Once' va más allá de ser otro eco del fenómeno 'The Walking Dead' u otros retratos de civilizaciones en descomposición.
'Estación Once', para empezar, no es una reflexión post-pandemia. La coincidencia con lo que estamos viviendo es casual: su rodaje ya se había iniciado cuando llegó el COVID, que tuvo que interrumpirse en el primer confinamiento. Además, se basa en una novela de Emily St. John Mandel de 2014 que ganó el premio Arthur C. Clarke. Pero además, su ambiente apocalíptico prescinde de los tropos, ya muy gastados, de "El hombre es un lobo para el hombre" y demás pesimismo de guionista malote y perezoso.
Y eso se debe a que a Patrick Somerville, creador de la serie y guionista de una afamada producción con la que esta guarda unos cuantos parecidos, 'The Leftovers', no le interesa tanto el caos que desata el virus como las dificultades de la reconstrucción de una normalidad que, pese a todo, se abre camino. Para ello da saltos continuos, a veces superponiendo los dos espacios, entre el momento en el que estalla la pandemia y veinte años después, cuando ya hay generaciones nacidas después de la gripe de Georgia.
Así conoceremos dos momentos en la vida de una niña, Kirsten, actriz a la que le pilla muy cerca el inicio de la infección, y su versión dos décadas después, convertida en una mujer que sigue dedicándose a la interpretación, con una compañía ambulante que solo representa obras de Shakespeare. Y hay algo que une a estas dos versiones de una misma persona: un misterioso cómic que también describe una pandemia y la civilización que nace después, 'Estación Once'.
La creación como exorcismo
Ese es el núcleo de los cinco episodios que HBO Max ha estrenado hasta la fecha, aunque se permite abundantes disgresiones acerca de otros personajes impactados por los sucesos. Hasta ahora ha sucedido en los capítulos tres y cinco: estos virajes distanciándose del argumento que parece nuclear funcionan y se entreconectan de forma natural con la historia de Kirsten, así que es posible que los veamos más a menudo. Es una manera especial (aunque no absolutamente novedosa: 'The Leftovers', sin ir más lejos, lo hacía bastante) de no centrarse en un encadenado mecánico de flashbacks entre las dos Kirstens.
Hay un elemento misterioso en todo lo que cuenta 'Estación once' que está tratado con notable habilidad y que mantiene el suspense de modo magnífico. Ese misterio, difícil de definir, toma a veces la forma del cómic de 'Estación Once' y sus propiedades casi sobrenaturales (pero que también conectan con aquella delicia conspiranoide que era 'Utopía'). Otras veces, ese misterio nos llega como referencias a personajes y sucesos que nunca conoceremos, por ejemplo en los fascinantes diálogos de la compañía de actores, con referencias a aventuras del pasado.
Gracias a las sensacionales interpretaciones (brillan especialmente las dos Kirsten, una Mackenzie Davis fascinante y una Matilda Lawler que llena de matices a la niña testigo de la desintegración del mundo), ese misterio se mantiene constante, y va mucho más allá de un mero "El mundo se acaba, hay gente buena, hay gente mala". Son toques de extravagancia inquietante en personajes como El Profeta los que dan personalidad a lo que podía haber sido un post-apocalipsis más, y ahí tenemos a la fallida 'Y: The Last Man' para refrendar que no es sencillo hacerlo tan bien.
'Estación Once' está cuidada hasta el último detalle, con verosimilitud cuando describe el inicio de la pandemia pero también con su descripción de un mundo improvisado tras el desastre (el vestuario y accesorios de los actores de la compañía, por ejemplo, son una delicia). Una serie sobre cómo la creación humana sostiene el mundo cuando todo se desmorona -del mismo modo que lo hacía antes del caos- y que enhebra con ingenio y honestidad un apocalipsis diferente.
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