En Japón pocos personajes son más queridos que Godzilla. Habiendo protagonizado más de treinta y cinco películas, llevando su figura a merchandising de toda clase y siendo, en esencia, un embajador de la cultura japonesa en el resto del mundo, para saber por qué es tan relevante Godzilla para la idiosincrasia japonesa hay que hablar de la evolución de esa misma sociedad. Porque Godzilla, antes que un dios o un monstruo, es la representación de cómo ha ido cambiando nuestro mundo a lo largo del último siglo.
Para empezar, un poco de contexto. Godzilla nació en 1954 en la película homónima dirigida por Ishirō Honda y producida por Tomoyuki Tanaka con diseños de Eiji Tsubaraya. Su nombre en japonés, Gojira, un portmanteau de las palabras japonesas gorira (gorila) y kujira (ballena), dan a entender a la perfección su naturaleza: gigantesco, monstruoso, acuático, pero también con posibilidad de moverse por la tierra. Y eso es lo más aterrador del personaje. Cómo la película lo retrata como algo que no debe existir. Como una fuerza de la naturaleza capaz de arrasar Tokio sin que ni siquiera el ejército pueda hacer nada por evitarlo. Sólo pueden destruirlo preventivamente, conscientes de que, en el futuro, volverá a despertar para seguir destruyendo a la humanidad.
Godzilla representaba en 1954, y aún representa hoy en el imaginario colectivo, la ansiedad por la guerra nuclear. Por Hiroshima y Nagasaki. Pero a ojos japoneses, también el terror del barco atunero japonés Daigo Fukuryū Maru, el cual se vio afectado por las pruebas nucleares en el atolón bikini a principios de 1954, dándole una plataforma perfecta para despegar a Godzilla: el peligro nuclear no era sólo algo que ocurrió diez años atrás o una amenaza invisible entre dos superpotencias mundiales. Era algo que estaba atacando reiteradamente al pueblo japonés.
¿Significa eso que Godzilla sea nada más que una metáfora del horror nuclear? En absoluto. Godzilla es un personaje cuya significación ha ido variando con el tiempo. Adaptándose a las ansiedades e intereses de cada época. Pero antes de entrar en eso, hablemos de Godzilla, el personaje.
Lo que nos cuenta Godzilla con su diseño
En términos de diseño, Godzilla también narra historias sobre catástrofes nucleares. Si bien la base de su diseño es la mezcla entre un tiranosaurio, un iguanodon, un estegosaurio y un cocodrilo, su piel no es la de un saurio. No es escamosa, sino una especie de capa de cicatrices superpuestas regularmente. Y la razón es la radiación. A la hora de diseñar la piel del kaiju, su diseñador, Eiji Tsubaraya, se inspiró los queloides, los anómalos crecimientos de tejido cicatrizal, que sufrieron los que se vieron expuestos a la radiación nuclear. De ese modo, Godzilla no sólo se convirtió en la representación de la amenaza nuclear, sino también en el predicador de sus víctimas. La demostración viva de las consecuencias de una explosión nuclear.
De todos modos, esto es algo que no sería usado de forma más tajante hasta más recientemente. En 'Shin Godzilla', la película de 2016 dirigida por Hideaki Anno y Shinji Higuchi, el rediseño de Godzilla haría que fuera aún más evidente el sufrimiento de la criatura: con heridas supurantes, dientes atravesando la piel y exudando sangre para mantener su temperatura corporal, el último Godzilla hasta la fecha es la incómoda imagen de una víctima de radiación. Alguien en perpetua agonía.
Pero esto no debería extrañarnos. Pues igual que el tema que simboliza Godzilla ha ido cambiando con el tiempo, también lo ha hecho su diseño.
Manteniendo siempre la misma base, un saurio con queloides, su tamaño, peso y agresividad ha ido variando de forma bastante radical. Pudiendo medir entre 50 y 300 metros, llegando a pesar desde 20.000 toneladas hasta más de 400.000, con o sin espinas a la espalda, erguido o inclinado hacia adelante, Godzilla ha ido evolucionando a lo largo del tiempo para ir ajustándose a los intereses de cada época. Algo que también ha permitido utilizarlo como merchandising con todas las variables inimaginables bajo la premisa de que ni el propio Godzilla se mantiene idéntico durante mucho tiempo.
Excepto dos cosas. Sólo dos cosas han permanecido siempre idénticas en Godzilla. Por un lado, el uso de pronombres neutros, ya que el personaje carece de género. Por otro lado, su alienación. Nunca ha sido aliado de la humanidad. Siempre se ha demostrado como un dios caprichoso al que le resultamos indiferente o nos odia, pero jamás ha sido nuestro amigo. Toda película de Godzilla parte siempre por definición de ese hecho: no se puede contar con que Godzilla no nos mate a todos. Y eso es algo que se ha respetado a rajatabla hasta el día de hoy.
Las cuatro primeras películas de Godzilla ('Godzilla', 'Godzilla Raids Again', 'King Kong vs. Godzilla' y 'Mothra vs. Godzilla') son películas sobre el horror nuclear y, según van avanzando, sobre el enfrentamiento entre Godzilla y la humanidad. En esencia, películas donde aparece Godzilla y la humanidad ha de buscar un modo de contrarrestarlo.
De etapas, eras y cambios sociales
Ya entrando en las películas, el valor de Godzilla, el por qué es el orgullo del país hasta el punto de tenerlo por embajador cultural, es porque sus creadores siempre han sido conscientes de que es un símbolo. No un mero personaje, sino algo que trasciende a sus películas. La representación del pensamiento japonés, transmutado en forma de monstruo gigante.
Por eso es importante tener en cuenta que cada periodo de Godzilla tiene un estilo particular. Recibiendo su nombre a raíz del nombre del emperador que estaba en el poder en cada momento, a excepción de la penúltima, cada una de las sagas, denominadas Shōwa, Heisei, Millenium y Reiwa, tienen su propia idiosincrasia y su propio acercamiento hacia la naturaleza y el significado de Godzilla. Por lo general, rompiendo enteramente, con lo que se hizo en periodos anteriores.
En cualquier caso, todo empezó con la era Shōwa. Comenzando en 1954, con la película original de Godzilla, y abarcando hasta 1975, concluyendo con 'Terror of Mechagodzilla', es un periodo, podríamos decir, de descubrimiento para el monstruo. Su infancia y adolescencia, si bien en un sentido no peyorativo.
Godzilla, el monstruo para toda la familia
Las cuatro primeras películas de Godzilla ('Godzilla', 'Godzilla Raids Again', 'King Kong vs. Godzilla' y 'Mothra vs. Godzilla') son películas sobre el horror nuclear y, según van avanzando, sobre el enfrentamiento entre Godzilla y la humanidad. En esencia, películas donde aparece Godzilla y la humanidad ha de buscar un modo de contrarrestarlo. Esta sencillez les permitirá oscilar entre el terror, la crítica social y el entretenimiento, llegando a su cenit con una de las películas más celebradas de la franquicia, 'Mothra vs. Godzilla', donde se presentaría a Mothra, una mariposa pavo real gigante que, a partir de aquí, ejercerá el papel de protectora de la humanidad y aliada coyuntural de Godzilla.
Pero nada permanece mucho tiempo igual en el reino de Godzilla y todo esto empezó a cambiar con la quinta película, 'Ghidorah, the Three-Headed Monster'. Debido al atronador éxito de 'Mothra vs. Godzilla', el productor de la franquicia, Tomoyuki Tanaka, decidió que era necesario hacer una secuela directa de la misma. Además de introducir cuantos más monstruos mejor. De ese modo se presento en sociedad King Ghidorah, un dragón de tres cabezas que se convertirá aquí en el enemigo mortal de Godzilla, a la par que volvían a aparecer viejos conocidos de la franquicia como Rodan o Motrha. Esto concluyo en una trama mucho más rocambolesca, de ciencia ficción, donde las peleas y los giros dramáticos fueron no la excepción, sino la norma. Algo que, contra todo pronóstico, se convirtió en un precedente.
A instancias de los deseos del productor, las tramas alambicadas y la presencia de cuantos más monstruos mejor se convirtieron en la base de toda la era Shōwa. De enfoque más familiar y fantasioso, con un Godzilla relativamente amigable con la humanidad —es decir, su comportamiento por defecto no era masacrarnos—, abrazaron la locura de la ciencia ficción audiovisual de los 50s y los 60s, introduciendo cada vez más monstruos, más alienígenas e incluso al hijo de Godzilla, Minilla, que protagonizaría la muy reivindicable 'All Monsters Attack', una película sobre la amistad del kaiju con un niño humano que acabaría siendo un enternecedor alegato contra el bullying.
Pero la era Shōwa acabó. Y un nuevo emperador requiere un nuevo enfoque en las películas de Godzilla. Y de ese modo, nació la era Heisei.
Crisis económica, monstruos mutantes
La era Heisei comienza en 1984, con 'The Return of Godzilla', y concluye en 1995, con 'Godzilla vs. Destoroyah'. Y en la propia Toho debían ser conscientes de que los tiempos habían cambiado mucho, porque no les tembló el pulso a la hora de tomar una decisión difícil. Decidieron que 'The Return of Godzilla' fuera un reboot que transcurría inmediatamente después de la Godzilla de 1954.
Unidas todas las películas de esta era en una única línea temporal, representan a Godzilla como una destructiva fuerza de la naturaleza que hará todo lo posible por acabar con la humanidad. Debido a su enfoque más marcadamente oscuro, las discusiones sobre energía nuclear, la biología de Godzilla, las implicaciones morales de la experimentación genética y un marcado sentimiento anti-americano serán la norma en la mayoría de ellas. Una ruptura radical con el tono más familiar de la era Shōwa.
Pero hay que tener en cuenta el contexto sociocultural de la era Heisei. En la época, el discurso anti-americano no hizo si no crecer y, si bien hubo un gran auge económico del país que llegó a las clases medias durante los 80s, el miedo a la energía nuclear y la rápida evolución de las nuevas tecnologías, de las cuales Japón eran pioneros, hicieron que tuvieran ciertas suspicacias hacia el avance tecnológico. Algo que en este caso se materializó en Godzilla enfrentándose a criaturas más peligrosas que él mismo. Monstruos capaces de transformarse y evolucionar en formas cada vez más poderosas y violentas. Lo cual concluirá con Godzilla vs. Destoroyah, donde no sólo muere Godzilla, sino que en el enfrentamiento contra su enemigo, provoca una explosión nuclear que destruye Tokio, haciéndola inhabitable para siempre.
Este, el de la destrucción de Tokio por una amenaza tecnológica o nuclear, fue un tropo muy común en los 90s. A fin de cuentas, esa es la conocida como la década perdida. El momento en que el sueño de crecimiento perpetuo de Japón estalló, llevando al país a una recesión de la cual aún están recuperándose. Algo que se represento del único modo posible: con Godzilla estallando para hacer borrón y cuenta nueva cara a las posibilidades de que en el siglo XXI las cosas les fueran mejor.
Godzilla vs. la derecha japonesa
Por desgracia, ese hipotético optimismo no llegó con la era Millennium. Llamada así porque la primera de las películas se estrenó al borde del cambio del milenio, esta saga abarca desde 1999, con 'Godzilla 2000: Millennium', hasta 2004, con 'Godzilla: Final Wars'. Y como en el caso de Heisei, el reboot es inevitable: todas las películas siguen la original de 1954, pero cada una de ellas sigue su propia línea temporal. Todas, menos dos: 'Godzilla Against Mechagodzilla' y 'Godzilla: Tokyo S.O.S.', que forman su propia continuidad.
Con un enfoque de ciencia ficción contemporánea, gran énfasis en lo militar y una influencia más que evidente de 'Matrix' y otras películas coetáneas, esta es la era que exploraría a Godzilla como amenaza y como arma. Ya no como catástrofe, sino como una especie de entidad armamentística. Un ejército enemigo al cual enfrentarse, que resulta ser tan incomprensible como una catástrofe natural.
Esto puede entenderse también por el clima político del país en la época. Con la derecha gobernando durante casi una década, con un notable auge de la extrema derecha y con la pretensión, a día de hoy fracasada, de re-militarizar el país, el ambiente para el nuevo milenio era de todo menos halagüeño. De ahí que las historias adquirieran un tono más crudo, más militar, donde la humanidad está permanentemente a la espera de una amenaza externa inevitable. Algo que, si tenemos en cuenta las fechas, era igual para occidente a partir del ataque a las torres gemelas el 11 de septiembre de 2001.
Decir que el Godzilla de Millennium es una representación de la guerra al terror de EEUU puede sonar exagerado pero muchos, pero es una interpretación válida. A fin de cuentas, Japón no estaba fuera del radio de influencia de EEUU. De hecho, participaron en la guerra de Irak. Y el militarismo, tratándose de Godzilla, no parece en nada un accidente.
Godzilla, filósofo
Tuvieron que pasar diez años para que hubiera una nueva etapa de Godzilla. Pues pensando que el personaje podía estar quemado, la compañía que ostenta sus derechos, la Toho, decidieron darle diez años de tregua. Y cuando volvieron, en vez de enfocarse en lo militar, decidieron hacer algo diferente. Decidieron dar inicio a la era Reiwa.
Comenzando en 2014 con el estreno de 'Shin Godzilla', es la era que, de momento, tiene menos películas en su haber. Junto con la película de Hideaki Anno y Shinji Higuchi, cabe contar la trilogía de películas anime producidas para Netflix y guionizados por Gen Urobuchi ('Godzilla: Planet of the Monsters', 'Godzilla: City on the Edge of Battle' y 'Godzilla: The Planet Eater'). Y debido a los nombres implicados, llamando a guionistas conocidos por la fuerte carga filosófica de sus trabajos, la era Reiwa también es la más reflexiva e interesante en su conjunto hasta el momento.
Si bien no existe una clara línea entre ambas producciones, además del interés en tratar temas filosóficos, si comparten un mismo punto de vista: tratan abiertamente temas políticos, les interesa lo que significa vivir en consonancia con cuanto nos rodea y tienen una visión profundamente ecologista. Algo que hace que este Godzilla sea sustancialmente diferente a los anteriores. Pues el peligro ya no es exactamente la radiación y sus consecuencias, sino si la tierra será habitable siquiera tras el paso de Godzilla.
Eso hace que el Godzilla de ambas producciones, que en principio no tienen nada en común, además de ser los más grandes de la historia, sean también los que tienen consecuencias más devastadoras para el entorno. Pues ya no representan la naturaleza o la bomba atómica, sino algo más terrorífico: el lado oscuro de la humanidad. La capacidad, propia de un dios, de transformar la tierra a su paso.
Viviendo en la era de las fake news, del desencanto político y la más que probable extinción de la humanidad a causa del cambio climático, estos son unos planteamientos inevitables en un personaje tan apegado al presente como Godzilla. Algo a lo que Japón no es ajeno. Godzilla, hoy en día, tiene que representar una fuerza de cambio, no necesariamente positivo, con el que hay que aprender a convivir. A fin de cuentas, esa es su esencia. Ser siempre aquello que retrata nuestros miedos y ansiedades más profundas, personificándolas en las formas de un saurio gigante que es como la mezcla de una ballena y un gorila.
El futuro de un icono japonés
Ese es el motivo por el que los japoneses sienten tanto afecto por Godzilla. Porque retrata su presente. Porque es icónico. Porque, incluso si significan cosas diferentes para distintas generaciones, padres, hijos y abuelos pueden reconocer al mismo personaje. Es una figura compartida. Y fuera de Japón, incluso si también refleja nuestras ansiedades, lo reconocemos como algo que sólo pudo nacer de la muy particular idiosincrasia japonesa.
Ahora bien, qué será de Godzilla tras la era Reiwa es algo que no sabemos todavía. La compañía detrás del saurio ya ha afirmado que no continuarán con el camino seguido hasta ahora. Quieren hacer algo diferente. Por eso, inspirados en el Marvel Cinematic Universe, quieren crear el World of Godzilla: un universo cinemático de Godzilla y otros monstruos de Toho. Un monumento al cine de entretenimiento como negocio.
Y si bien no sabemos cómo acabará eso, si sabemos una cosa: nada hay que retrate mejor el presente que una figura de la cultura pop teniendo su propio universo cinemático. Porque si se trata de ser un reflejo del ahora, no existe figura más obsesionada con contenerlo que la de Godzilla.
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