Por extraño que parezca, hasta ahora al Monsterverso de Legendary, el que desde 2014 lleva trabajando para construir (con notable éxito hasta ahora) un universo compartido de monstruos gigantes cuyos orígenes se retrotraen tanto a las legendarias películas de Godzilla para la Toho como al mítico 'King Kong' norteamericano, le faltaba una pieza. Convertir a los monstruos en protagonistas.
Es cierto que como gancho bien claro en el título, siempre habían ostentado una presencia relevante en las películas y series del Monsterverso, pero muy a menudo, y pese a dar pie a películas tan notables como el 'Godzilla' de 2014 de Gareth Edwards o 'Kong: La Isla Calavera', siempre habían sido desastres al fondo, titanes a los que los protagonistas humanos se enfrentan o alían. Los resultados hasta ahora habían sido notorios (con la posible excepción de la algo más floja 'Godzilla: Rey de los monstruos', que paradójicamente era la que más monstruos llevaba a bordo), pero la fórmula no empezó a cambiar hasta 'Godzilla vs. Kong'.
Allí fue donde, con la llegada de Adam Wingard a la dirección, la franquicia vio claro lo que cualquier espectador que haya visto una película de Godzilla japonesa desde los setenta hacia acá sabe perfectamente: lo que queremos ver es a colosos de especies imposibles pasándose las manitas por las caras. 'Godzilla vs. Kong' apuntaba tímidamente en esa dirección cuando los monstruos no eran solo meras reacciones o espectadores de lo que los personajes humanos hacían, sino que interactuaban entre sí y tenían sus propias agendas (por así decirlo).
Wingard supo además poner el suficiente mimo a secuencias como la del combate en el mar junto a los portaaviones o el apabullante clímax con Mechagodzilla que dejaba claro que en esa dirección tenía que ir la franquicia. Y así ha sido: 'Godzilla y Kong: El nuevo imperio' no es ni más ni menos que una sucesión de peleas entre monstruos, y los humanos son meros testigos de su grandiosidad: de hecho, todas las tramas que manejan los humanos son meras consecuencias y reacciones de los fenómenos, desastres y conflictos que generan los monstruos.
La adaptación de 'Rampage' que merecíamos
¿Recordáis el videojuego 'Rampage'? Una versión arcade de las películas de kaijus en las que un hombre lobo, un lagarto y un simio de tamaños brutales la emprendían a mamporros con distintas ciudades. The Rock protagonizó una adaptación que aquí se tituló 'Proyecto: Rampage', resultona pero que cometía el error de poner al humano en primer plano mientras que los monstruos apenas tenían ocasión de lucir sus gigantescos encantos.
'Godzilla y Kong' parece a veces la adaptación de 'Rampage' que se nos escamoteó hace unos años por culpa de las necesidades de divo de Dwayne Johnson. No vamos a desvelar los detalles aquí, porque hay sorpresas que han sido cuidadosamente escamoteadas de los tráilers, pero el clímax es posiblemente el momento álgido de la franquicia, un monumental combate de monstruos que ocupa su buen cuarto final de película y donde hay sitio para el humor (¡el colmillo!), para el exceso (los monstruos se hacen súplex de lucha libre) y para las mejores coreografías y combinatorias de bichos de toda la saga.
Y por supuesto, para la destrucción en masa que ya se había apuntado en el clímax de 'Godzilla vs. Kong'. Aquí incluso viajamos de un rincón a otro del mundo gracias al recurso de las fosas que mandan a los monstruos a la Tierra Hueca y de vuelta a la superficie del planeta, lo que nos da momentos tan gloriosos como Godzilla durmiendo como un gatico acurrucado en el Coliseo romano, la locura final en Río de Janeiro, un paseo por Málaga y el mejor momento de turismo monstruoso: Godzilla y Kong rugiéndose, uno desde Egipto y otro desde el puñetero peñón de Gibraltar.
'Godzilla y Kong' rebosa un refrescante humor que se codifica no como parodia distante, algo que habría arruinado la película, sino como gozosa consciencia de que estamos en una fiesta. Pero la película se toma muy en serio a sí misma y a sus monstruos, lo que le permite maravillosos excesos como una parte central de media hora casi sin diálogos, con Kong deambulando por nuevas zonas de la Tierra Hueca y conociendo a su nueva némesis. O el arrebatador inicio de la película, que muestra una aventura inicial de Kong y los créditos con una presentación de Godzilla en acción, que dejan al espectador absolutamente pegado a la butaca.
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