El Joker de Phoenix y Phillips, o cómo jugar con la paradoja constante en un cine de autor y de superhéroes

El Joker de Phoenix y Phillips, o cómo jugar con la paradoja constante en un cine de autor y de superhéroes

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El Joker de Phoenix y Phillips, o cómo jugar con la paradoja constante en un cine de autor y de superhéroes

¿Ovación del público de un festival de clase A, más acostumbrado a los dramas intimistas y las coproducciones franco-rumanas, a una película de superhéroes? La respuesta es sí y no. Es cierto que se oyeron bastantes aplausos en la primera sesión del 'Joker' en el Lido, la reservada a la prensa especializada, pero la nueva y esperada película de Todd Phillips, que compite en la sección oficial de esta 76ª Mostra de Venecia, es algo distinto a la típica producción de forzudos en mallas. Es y no es al mismo tiempo lo que se esperaba de ella.

Porque, ¿qué entendemos por cine de superhéroes? Esto es lo que sí es el 'Joker' y encaja en esta etiqueta: una superproducción celosamente gestionada por Warner, elaborada a partir de un personaje licenciado ya explotado unas cuantas veces en la gran pantalla en las últimas décadas y también por los siglos venideros. Asimismo, es una narración consciente de sus orígenes tebeísticos en la que el universo de Gotham se despliega orgullosa en referencias que saciarán los deseos por identificar guiños para los fans de 'Batman'.

Es también una película con una profundidad filosófica para adolescentes, regada de una banda sonora que suena a máquina registradora echando humo y con un estilo narrativo cobarde, temeroso de que el vagón de cola pueda perderse en lo que está ocurriendo en pantalla en cualquier momento.

Pero también hay algunas cosas que la hacen desviarse de ese camino, tendiendo una mano amiga a quienes están cansados de que el cine de grandes eventos solo sepa facturar galerías de set pieces previsibles que vendan merchandising. Phillips no ha tenido miedo de separarse de las fuentes originales buscando terrenos frescos que expliquen el origen del payaso más famoso del noveno arte. Tampoco lo ha tenido de que el recuento de muertes y explosiones la acerque más a 'Taxi Driver' que a 'Los Vengadores'. Y, pese a la gravedad emocional del conjunto de la película, de meter incluso algunos paréntesis cómicos negrísimos e hilarantes.

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Decir que Joaquin Phoenix se ha entregado para el papel es quedarse muy corto, pero el actor no es el único protagonista de la cinta. Casi tan importante como la persona es la ciudad en la que vive, Gotham, una jungla social heredada directamente del cine norteamericano de los años 70 donde los Norman Bates se pasean por sus calles atacando a los ciudadanos con total impunidad y donde parece plausible que el Gobierno, para acabar con las súper ratas, desenjaule a los súper gatos.

Mientras se le cortan los subsidios y los tratamientos mentales a los más pobres, el supermillonario Wayne se vende como portavoz del pueblo. Ese que vive en un palacio de cristal, ese que ve películas de Chaplin mientras las calles arden, no sólo tiene la desfachatez de presentarse como la única alternativa viable para solucionar la vida de la gente común, sino que, al tiempo que hace esto, los llama públicamente payasos. De locos.

Es una narración consciente de sus orígenes tebeísticos en la que el universo de Gotham se despliega orgullosa en referencias que saciarán los deseos por identificar guiños para los fans de 'Batman'

No es que 'Joker' se tome su tiempo para desarrollar a su villano, algo que le sienta muy bien al género superheróico, es que el mismo clímax de la conversión de Arthur Fleck en 'Joker' es el propio final de la película. Eso fue todo, un viaje hasta la creación del monstruo. Y por eso, al poner tanto cuidado en explicar a quién estamos viendo, dando tanto oxígeno a la construcción del personaje, parece que lo estemos justificando. Casi hace que por un momento confundamos su perversidad con la cordura, algo que con toda seguridad habría puesto la mar de contento al legítimo príncipe del crimen.

La reflexión que despierta el filme es la de que todo se trata de una gran y constante paradoja. Según muchos guionistas de cómic, una de las claves del personaje es que, por su naturaleza anárquica, no pueden existir unos legítimos orígenes del Joker; y sin embargo, la nueva película hace exactamente eso, grabar sobre piedra qué le ocurrió a este cómico frustrado para entregarse al mal, quebrando así buena parte del poder mitológico del mismo.

Phillips no ha tenido miedo de separarse de las fuentes originales buscando terrenos frescos que expliquen el origen del payaso más famoso del noveno arte

También el payaso ha demostrado saber manipular a sus audiencias para representar lo que ellos quieren que represente en ese momento, y la propuesta de Phillips ya está demostrando crear disputas retóricas en una guerra de identidades por saber quiénes son las víctimas y quiénes los verdugos de la sociedad.

Pero volvamos a la Tierra. ¿Es esta una buena película? Sí, una disfrutable por todo tipo de públicos. Pero no lo olvidemos, nadie tiene derecho a hablar por este Joker. Salvo, Warner Bros. Pictures, claro está.

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