La onda expansiva del impacto comercial de las películas de superhéroes abanderadas por Marvel en las salas de cine está lejos de extinguirse, con pandemia por medio incluida. Pero está claro que, años después de las fundacionales 'Iron Man' y 'Vengadores', el público empieza a tener más claro qué puede exigir a las ficciones audiovisuales superheroicas. En cine, requiere espectacularidad e inventiva capaz de medirse codo con codo con las películas de Marvel y DC. Las propias Marvel y DC lo consiguen solo a ratos.
En televisión, el requerimiento inevitable es una visión alternativa. Marvel, con sus estrenos continuos de series originales en Disney+, va a marcar en buena medida la pauta, pero de momento el canon se va forjando: 'Wandavision' ha cumplido planteando un acercamiento distinto a los superhéroes; 'Falcon y el Soldado de Invierno' no lo consigue en la misma medida, precisamente por ser una réplica modesta de los hallazgos de las películas.
En la pequeña pantalla las series superheroicas son abundantísimas, pero hay ejemplos recientes de aproximaciones muy interesantes. The CW experimenta con el lado más amable de los iconos, con hallazgos tan potentes como 'Flash', 'Superman y Lois' o 'Legends of Tomorrow'. La vertiente satírica viene fuerte con las estupendas 'The Boys' e 'Invencible', a las que se puede sumar la española 'El vecino'. Y abundan las alternativas para todos los gustos: de la esencia indie de 'The Umbrella Academy' a hallazgos animados como 'Teen Titans Go!'
Y en este concurrido panorama llega 'Jupiter's Legacy' a Netflix, una serie relativamente tradicionalista que se inspira en una obra de Mark Millar, un guionista que puede ser tanto profundamente iconoclasta ('Kick-Ass') como conservador y respetuoso con los códigos ('The Ultimates', pese a su ánimo revolucionario, asentó las bases para los Vengadores cinematográficos). En este caso, y pese a ciertos ramalazos de lo primero, se asienta claramente en el segundo enfoque. Millar ha intentado crear una mitología consistente y no-paródica al margen de Marvel y DC.
Un legado único
'Jupiter's Legacy' trata, en esta primera temporada de ocho episodios, del legado que un grupo de superhéroes al uso dejan a sus respectivos hijos y descendientes. Esto es, no solo los poderes, sino un rígico código moral que unos asumen mejor que otros. Los dilemas y las dudas típicos de la adolescencia harán de sus poderes una carga más que un privilegio. Esa es la parte de 'El Padrino 2' de la que Millar presumía al hablar de su historia.
Sin embargo, la serie está lejos de alcanzar no ya a tan dignos referentes (las declaraciones de Millar siempre hay que tomarlas con una pizca de sal, como es fácil detectar por la comparación que también hacía con '2001: Una odisea en el espacio'), sino a muchas de sus competidoras en el abultado catálogo de series superheroicas del momento. 'Jupiter's Legacy' carece del punto grotesco, frío y desalmadamente sensual que tienen los dibujos de Frank Quitely en el cómic, y eso convierte a la serie, en muchos aspectos, en una más.
A estas alturas es difícil escandalizarse con el nivel de violencia de una serie de superhéroes, especialmente si tiene un mínimo tono gamberro, pero la que aparece en 'Jupiter's Legacy', además, deja al descubierto sus debilidades. Mientras en 'Invencible' o 'The Boys' la violencia son balas dirigidas al mismo corazón del concepto de la omnipotencia superheroica, sus contradicciones y sus peligros, aquí se hace evidente que no es más que una herramienta para epatar.
Y junto a ese uso de la violencia cae todo lo demás. El drama con frases de prestado, los conflictos generacionales que han sido desarrollados en las épica serial de los comics Marvel y DC con más profundidad y acierto... hasta los recursos de los superhéroes televisivos que nos sabemos de memoria, como los largos flashbacks para explicar orígenes, aquí parecen ideas de segunda mano. 'Jupiter's Legacy' llega en un momento en el que en las series de superhéroes prima el exceso, el sarcasmo venenoso o la innovación narrativa, y esta primera colaboración de Netflix y Millarworld no destaca en nada de eso.
A la trama le faltan giros y sorpresas, y se desarrolla perezosa y lenta, en dos líneas temporales que funcionan regular porque los actores no encajan físicamente ni en una ni en otra, y se pierde la gracia de ver a ancianos con mallas, que era uno de los pullazos más interesantes del cómic. Es una pena, porque hay medios, un excelente reparto y muy ocasionalmente, escenas de acción bien ejecutadas. Pero por una vez, necesitábamos al Millar más chiflado a bordo.
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