No diría que estoy particularmente obsesionado con los detalles.
De todas las cosas que podrías escuchar de boca de Wes Anderson (Houston, 1969), probablemente esa sea la más difícil de creer. Anderson es un cineasta meticuloso, simétrico y colorista, que solo busca el encuadre perfecto incluso cuando se trata de un spot de menos de 30 segundos en los que convertir al cachondo de Brad Pitt en Monsieur Hulot.
El cine de Wes Anderson podría resumirse con un par de retazos de su biografía. Hijo de un divorcio entre una arqueóloga y un publicista, Anderson crece hasta conocer a Owen Wilson en la Universidad de Texas, donde estudiaba filosofía. Casi hasta parece la biografía de alguno de sus personajes.
Por eso no deja de resultar sorprendente que el primer trabajo en la dirección de Wes Anderson fuera en blanco y negro. ‘Bottle Rocket' (1994), título que dos años después reharía en forma de largometraje debut colorista, era poco menos de un cuarto de hora con los hermanos Luke y Owen Wilson, acompañados de Robert Musgrave.
Todos ellos son colaboradores habituales de Anderson, sobre todo Owen Wilson, que ejercerá de guionista aquí y posteriormente en ‘Academia Rushmore' (1998) y ‘Los Tenenbaums. Una familia de genios' (2001).
En ‘Ladrón que roba a otro ladrón’ (1996), corto y largometraje, tenemos a los colegas hablando de sus cosas. El cortometraje se puede ver aquí. Ambos trabajos muestran claramente la meticulosidad y progreso de Anderson en un plano. Tanto en el corto como en la película, hay una escena donde unas pequeñas figuras de plomo esperan ser sustraídas en un robo. Como la propia película, un plano concreto de esa escena será retocado para mejorarlo en el largometraje.
Y es que, aunque él se empeñe en decir lo contrario, el cine de Wes Anderson está hecho a base de precisión milimétrica, ya sea una película de animación como la inminente 'Isla de perros' o cine en imagen real (con pequeñas dosis animadas que podrás ver más abajo), como en el que es, hasta ahora, su mayor éxito, 'El gran hotel Budapest' (2014).
Un mundo de color, ilusión y fantasía
Del salto de formato corto a largo de Wes Anderson se forjarán un par de sociedades cruciales para el devenir de la carrera del director y que hacen que la leyenda resulte imparable. Una es la musical, con el DEVO Mark Mothersbaugh al frente, que pondrá música a la primera parte de su filmografía y a quien abandonará en favor de Alexandre Desplat, último premio musical de la Academia por su extraordinario trabajo en ‘La forma del agua’ de Guillermo del Toro, y que logró su primer Oscar con ‘El gran hotel Budapest’, de Anderson.
La otra relación, mucho más duradera, será la que logra junto a Robert D. Yeoman, su director de fotografía habitual salvo que se trate de una cinta exclusivamente de animación, como ‘Fantástico señor Fox’ (2009) o la reciente ‘Isla de perros’ (2018), en cuyo caso la responsabilidad recae sobre los hombros de Tristan Oliver.
Una vez formado el dream team, es hora de seguir llenando de luz y color las vidas de los personajes más estrafalarios y amables que nos ha brindado Hollywood en los últimos 25 años.
Ni en ‘Academia Rushmore’ (1998) ni en su posterior (primera) obra maestra ‘Los Tenenbaums. Una familia de genios’ (2001), había demasiado riesgo en la narración a niveles animados, aunque en ambos títulos quedaba claro que el color y el dinamismo serían el camino a seguir por duro que fuera el viaje. Pintemos de esperanza los tragos más amargos de las vidas de esta gente. Al menos que sea amable. De hecho, en la primera es evidente (y reconocida) la influencia de las obras animadas de Charles Schulz y Bill Melendez con los eternos Peanuts.
Puppet Master
No será hasta la sorprendente y refrescante ‘Life Aquatic’ (2004), su mayor fracaso, cuando nos encontremos por primera vez con uno de sus trucos de mago. En el momento en que ese desencantado Steve Zissou se enfrenta al tiburón jaguar que acabó con la vida de su amigo, Anderson nos clavará para el resto de nuestras vidas una de las secuencias más emotivas de su filmografía (con la ayuda de Sigur Ros) por obra y gracia de un stop motion inolvidable cortesía de Henry Selick.
“La mayoría de la vida marina de la película es animación stop-motion. En algunos casos, es muy detallada y muy cercana a la realidad, aunque a Wes le gusta darle un giro a todo, por lo que algunas veces es una interpretación un poco "desagradable" de algo conocido, y algunas veces es tremendamente diferente. Al final del día, todas deberían verse como criaturas que podrían existir, pero realmente no puedo decir qué tipo de criaturas serían. Si bien hay muchos diferentes, casi todos están en la pantalla durante un tiempo muy corto: un par de segundos aquí, cuatro segundos allí. Es stop-motion utilizado de una manera muy diferente. Creo que el hecho de que no sean creados por computadora añadirá una capa de fábula, que es realmente el gran valor de la propia película”.
El fiasco económico de la que era su mayor producción hasta la fecha, con un presupuesto de 50 millones de dólares, no recaudó ni la mitad en terreno americano y algo más de la mitad en todo el mundo. Un fracaso sin paliativos que empezaba a dejar claro su posición de cineasta de culto desde el primer día.
Tras unas vacaciones románticas en París (‘Hotel Chevalier’) y un ‘Viaje a Darjeeling’ (2007), Wes Anderson estaba más que preparado para afrontar el mayor reto múltiple de su carrera: conseguir la mejor adaptación de un relato de Roald Dahl a través de ‘El Superzorro’, lograr una película insuperable y utilizar el mejor casting de colegas posible… para poner voz a su primer trabajo íntegramente animado, la inabarcable 'Fantástico Sr. Fox' (2009), un increíblemente inédito título en formato HD doméstico en nuestro país. Reto conseguido, por supuesto. El problema es que, una vez más, un presupuesto dos veces por encima de su media habitual (de unos 20 millones), tampoco se tradujo en recompensa económica. Que Anderson tropiece con la taquilla cada vez que se arriesga con una producción grande mueren un millón de cachorros en el mundo, que lo sepas.
"Siempre me encantó Fantastic Mr. Fox", recordaba Wes Anderson en 2009 sobre la novela de Roald Dahl que inspiró la que posiblemente sea su mejor trabajo. "Fue el primer libro que tuve en propiedad, con mi nombre escrito en la portada en una pegatina pequeña". Todo son recuerdos al servicio de una película modélica que recupera, en parte, a un protagonista inquieto que debe volver a su antiguo estilo de vida criminal, algo que ya sucedía en su ópera prima. Con una animación algo más parecida a las benditas locuras de Aardman, su trepidante adaptación de Roald Dahl luce muy diferente a lo que Anderson había animado y también a lo que estaba por venir.
‘Moonrise Kingdom’ (2012) continuará aunando las filias de Anderson, revisitando de nuevo a los Peanuts más intrépidos (aunque es inevitable pensar en los jóvenes castores) y añadiendo, como en ‘Life Aquatic’, pinceladas de animación encantadoramente extravagantes, dotando de esa artesanía manual tan “scout” a unas escenas que podían haber requerido tecnología punta.
Además, al igual que hiciera con el cortometraje “precuela” de ‘Viaje a Darjeeling’, Anderson regaló un cortometraje complementario donde las historias de las seis novelas juveniles que a la joven Suzy (Kara Hayward) disfruta leyendo cobran vida. El cortometraje emplea durante sus menos de cinco minutos, diferentes tipos de animación e incluye la banda sonora que Alexandre Desplat compuso para la película.
En ‘El gran hotel Budapest’(2014), su última película en imagen real, jugó para ampliar aún más el concepto, añadiendo capas de Looney Tunes a su trabajo más cercano a Hergé en un par de secuencias que demuestran que siempre te pilla con la guardia baja, sin importar el formato de una película que utiliza hasta tres ratios distintos según la época que ocupe la pantalla.
Y ahora es el turno de 'Isla de perros' (2018), su nuevo movimiento maestro y hermoso, una nueva historia de animación que nos devuelve al Anderson más artesano y paciente, capaz de pasar miles de horas delante de esos diminutos sets con ecos de Miyazaki.
"Estuve muy metido en la animación japonesa antes de 'Fantastic Mr. Fox'. No era un gran animador del género, pero si hay un director que nos ha inspirado tanto como Miyazaki es Akira Kurosawa". Del primero tomamos el gusto por el detalle y también los silencios y esa especie de ritmo tan distinto al de la animación estadounidense. Eso nos inspiró bastante. Hubo momentos en que trabajando con Alexandre Desplat en la partitura donde nos encontramos que la película quería estar en silencio. Eso vino de Miyazaki".
Por si fuera poco con una animación espectacular desde los primeros fotogramas, con esos percusionistas japoneses golpeando los tambores que sonoriza de manera ejemplar Desplat, Anderson se permite el lujo de convertir las escenas de "transición" o los contenidos de las pantallas de la película, en puro anime de la vieja escuela, creando un torrente visual que incluso podría terminar jugando en su contra: la película es tan hermosa y técnicamente perfecta que lo último que importa, en realidad, es la historia. Por buena que sea. Pero, me pregunto yo, ¿no es exactamente eso lo que debería ser el cine?
'Isla de perros' llega ahora a las pantallas españolas y supondrá un punto de inflexión en el cine de animación. Y todo eso por culpa de un tipo que solamente un 20% de su producción destinada a la animación. Todo eso hace de Wes Anderson uno de los personajes clave del género.
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