Cuando hagas tu balance de las series que más te han gustado el año pasado, seguramente varias de ellas están basadas en libros y cómics. ¿'Gambito de Dama'? Libro. ¿'The Undoing'? Libro. ¿'Veneno'? Libro. ¿'Watchmen'? Cómic. ¿'The Boys'? Cómic. ¿'The Umbrella Academy'? Cómic. ¿'Ted Lasso'? Anuncio. ¿'Patria'? Libro. ¿'Normal People'? Libro también.
Y así podríamos seguir, porque la consultora Ampere Analysis calculó que, en los últimos tres años, dos de cada tres series están basadas en libros, tanto de ficción como de no ficción. “Esto no es nuevo, siempre se han hecho series y películas basadas en otras obras; lo que ocurre es que ahora se hacen muchas más series que antes gracias a las plataformas de streaming”, explica Conchi Cascajosa, profesora de Comunicación Audiovisual en la Universidad Carlos III de Madrid.
Para la experta, antes se buscaban “series que pudieran extenderse hasta el infinito, pero ahora se ha consolidado la fórmula de la serie limitada, que no deja de ser la miniserie de toda la vida”. Para hacer este tipo de material, las obras literarias se ajustan “muy bien”, dice Cascajosa, porque son narrativas que se ve rápidamente por dónde van y el desarrollo dramático que tienen. “Tiene que ver con la necesidad de hacer contenido fácilmente reconocible”.
Los autores más adaptados
Fue en 1999 cuando J. K. Rowling inició su emporio de libros y películas al vender los derechos de sus primeros cuatro libros de Harry Potter a Warner por 1,6 millones de euros; hoy la duda está en saber si la autora es milmillonaria este año o no. Nicholas Spark, el escritor detrás de ‘El diario de Noah’ (una de las películas con más GIF de la Historia) sigue lanzando libros de chico-conoce-a-chica y convirtiéndolos en películas. El espía-escritor John Le Carre vio su primera adaptación a la gran pantalla en 1965, con ‘El espía que surgió del frío’, y hace tres años se anunció una serie basada en esa misma novela, protagonizada por Aidan “Meñique” Murphy.
Pero si hay alguien que salta del mundo literario al audiovisual con mayor agilidad que cualquier otro novelista, ese es Stephen King. El autor de ‘It’ no solo es el autor contemporáneo con más adaptaciones audiovisuales de sus obras —solo en películas fulmina a los escritores ya citados: 42 King, 11 Sparks, 11 Le Carre y 10 Rowling—, sino que es el autor que mejor ha sabido engancharse a la ola de series basadas en libros. Hace unos meses se estrenó ‘El visitante’ y acaba de hacerlo ‘The Stand’, la serie basada en la obra que en España fue traducida como ‘Apocalipsis’. Y esto es solo el aperitivo: para los próximos meses se han anunciado nueve producciones más, entre las que se incluyen ‘Chapelwaite’ (inspirada en ‘Jerusalem's Lot’), ‘La historia de Lisey’ y ‘Cujo’.
Por qué es tan habitual ver el nombre de King entre los títulos de crédito es una historia bien conocida. King controla los derechos de sus libros y los vende por 1 dólar. A cambio, exige aprobar director/a, guionista y electo actoral. Por el resultado de las películas y series, sabemos que no es muy exigente. En caso de que la obra audiovisual tenga éxito, y no siempre sucede, el escritor no esconde la letra pequeña: si hay beneficios, quiere su parte.
El libro como globo sonda comercial
Para la profesora Cascajosa, en un contexto de plataformas que operan a nivel global, debemos ver la literatura como un “producto internacionalizado”, cuyas traducciones llegan más lejos que el cine, por ejemplo. Pensemos en el noir nórdico. ‘Los hombres que no amaban a las mujeres’ fue un éxito superventas en papel mucho antes de la versión cinematográfica que hizo David Fincher.
“Se ha visibilizado que para hacer una serie limitada de prestigio que pueda atraer a talento y determinados mecanismos de financiación, trabajar sobre material que ya tiene público en muchos lugares del mundo es una premisa comercialmente atractiva”, explica la profesora. “A lo mejor la serie lo lleva al mainstream, pero esas ideas ya tienen un público y una reputación”. ‘Canción de hielo y fuego’, ‘La saga de Geralt de Rivia’ o ‘Por trece razones’ son claros ejemplos de esto.
A este transvase de lo literario a lo audiovisual también contribuye el llamado "packaging", la forma imperante de hacer series en Hollywood, que se resume en que las historias se incluyen dentro de propuestas comerciales, donde también figuran las personas que van a llevar a la pantalla esas historias. Son productos todo-en-uno que crean las agencias de representación de showrunners, directores/as, actores y actrices, guionistas y también novelistas. Las agencias confeccionan estos paquetes y se los venden a los estudios. De esta forma, las agencias se aseguran de que, si la historia no parece lo suficientemente interesante sobre el papel, quizá ayude contar con un reparto de caras conocidas o un/a showrunner solvente.
Más series de escritoras
Como consecuencia de la atención que las plataformas de VOD ponen sobre el mundo literario, se producen ciertos fenómenos que se trasladan del papel a la pantalla. Uno de ellos es la multiplicación de series basadas en bestsellers escritos por mujeres, quienes son, a su vez, el público que más lee: el 67,2% de las mujeres lee libros habitualmente, mientras que hacen lo mismo el 56,2% de los hombres, según la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE).
Uno de los casos más sonados de los últimos años sobre las sinergias entre literatura y audiovisual es ‘El cuento de la criada’, de Margaret Atwood, cuyo éxito de la primera temporada hizo que la trama distópica de la serie se desviara del libro y siguiera su propio camino, oportunidad que aprovechó Atwood para escribir ‘Los testamentos’, la continuación del libro que publicó hace 35 años.
Otro caso es el de Gillian Flynn, autora de la novela ‘Perdida’, de 2012, y del guion de la película homónima de David Fincher, estrenada en 2014. Su evolución del papel al audiovisual ha sido gradual. En 2018 saltó al medio televisivo coguionizando su libro ‘Heridas abiertas’ y más recientemente sacó adelante, ya como showrunner, ‘Utopía’, serie recientemente cancelada tras su primera temporada.
Mejores resultados de crítica y público tuvo la adaptación de ‘Big Little Lies’, novela escrita por Liane Moriarty. Aquí vemos un caso que recuerda al de Atwood: la historia estaba más que terminada, pero su éxito y premios (ocho Emmy y cuatro Globos de oro) impulsaron a quienes pusieron el dinero (buena parte del elenco de actrices) a prolongar la historia, ya sin libro sobre el que sostenerse pero con la colaboración de la propia autora de la novela.
La segunda temporada de la serie no cosechó los mismos elogios que la primera, en parte por la inconsistencia de la continuación pero también por problemas internos durante el rodaje, como hacer llamar al director de la primera temporada para rehacer el trabajo realizado por la directora de la segunda. Todo esto constató dos hechos: a) la búsqueda a la desesperada de una serie que llene el vacío dejado por BLL, y b) la consolidación de Liane Moriarty como autora de referencia para series. El año que viene veremos ‘Nine perfect strangers’ y meses después empezarán a grabarse dos producciones más basadas en obras suyas.
En España también tenemos un buen número de superventas de escritoras y una larga tradición de adaptaciones audiovisuales, como ‘El tiempo entre costuras’ (María Dueñas), ‘La sonata del silencio’ (Paloma Sánchez-Garnica), ‘Lo que escondían sus ojos’ (Nieves Herrero), ‘Valeria’ (Elisabet Benavent) o la muy reciente ‘Dime quién soy’ (Julia Navarro). También está anunciada ‘La templanza’, bestseller de María Dueñas.
De la viñeta a la pantalla
El otro fenómeno del mundo audiovisual que tiene su origen en las librerías es la proliferación de series basadas en cómics. Desde que ‘The Walking Dead’ demostró hace una década que un cómic indie, sin superhéroes y con zombies podía convertirse en una serie masiva, muchas han sido las obras con su contrapartida en pantalla pequeña: ‘Gotham’, ‘Predicador’, ‘Doom Patrol’, ‘The Boys’, ‘The Umbrella Academy’, ‘Watchmen’…
Y vienen más. Por lo pronto, se espera que haga su entrada en formato serie uno de los cómics más venerados: ‘Sandman’, la obra que inició en 1989 Neil Gaiman. El británico es un viejo conocido de las adaptaciones literarias al mundo audiovisual. Tras su ‘American Gods’, que contará con una tercera temporada, le siguió ‘God Omens’, otra historia de dioses y demonios con apetencias terrenales nacida de la coescritura entre Gaiman y Terry Pratchett.
“El cómic lo tiene incluso más fácil que los libros para ser adaptado, porque ya tienes lo que podría ser un storyboard”, explica Alfredo Matarranz, crítico de cómics y librero en Tomos y Grapas. “Esta buena relación es recíproca, porque hay muchos autores que, cuando producen un cómic, ya ponen la mirada en la posibilidad de que se pueda adaptar como serie. Son mundos que se alimentan uno del otro”.
En este sentido, nadie ejemplifica mejor las sinergias entre el cómic y el audiovisual que Mark Millar y su Millarworld. Este prolífico autor, especialmente en Marvel, fundó en 2004 su propia compañía con el objetivo de que fueran él y otros autores más quienes gestionasen los derechos de algunas de sus obras. La vista estaba puesta en convertir las viñetas en películas, cosa que hicieron con 'Wanted', 'Kick-Ass' (tres partes) y 'Kingsman' (dos partes).
En 2017, Netflix compró Millarworld por una cifra no concretada en torno a los 29 millones de euros y se hizo con los derechos para llevar al audiovisual los cómics de Millar y compañía. Añadió además una condición que el propio Millar aclaró no hace mucho: antes de la compra por Netflix, Millarworld producía primero el cómic y luego la película, pero después de su venta, la plataforma de streaming estableció que primero se hiciera la película o la serie antes de dejar vía libre a Millar y asociados para lanzar los cómics.
El caso de Millar es solo un ejemplo de una tendencia reciente que lleva a los autores de cómics a cambiar su estilo. “Hay gente que ves que ha hecho el cómic pensando en la televisión, quitando el cajón del narrador, por ejemplo, y tirando de un diálogo más directo, mucho más fácil de adaptar”, explica Matarranz.
No faltan autores que empiezan a ser tan conocidos entre los espectadores de las series y películas como lo son entre quienes leen sus historias: el propio Millar (‘Los cuatro fantásticos’, ‘Capitán América: Civil War’, ‘Logan’), Greg Rucka (‘Stumptown’, ‘La vieja guardia’), Garth Ennis (‘Constantine’, ‘Predicador’, ‘The Boys’), Joe Hill —hijo de Stephen King— (‘Locke & Key’, ‘NOS4A2’), Warren Ellis (‘Iron Man', 'Lobezno', 'Blade') o, en nuestro país, Víctor Santos ('Polar') o Paco Roca ('Memorias de un hombre en pijama', 'La casa', 'La fortuna' —dirigida por Alejandro Amenabar—).
Sean obras de Millar, Gaiman, Moriarty, Navarro, Flynn o King, sean cómics o sean bestsellers, lo que está claro es que si las plataformas quieren seguir el ritmo de producción de más de 10.000 series al año (10.600 contó el año pasado un estudio de Glance), incluso las librerías se les van a quedar cortas.
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