—Diga su nombre completo y profesión para que conste.
—¿Por qué? Es un nombre, sin más.
—Protocolo periodístico.
—Bueno, muy bien. Me llamo George.
—Apellido.
—George Lucas. Me llamo George Lucas.
—¿Y profesión?
—Director de cine independiente. Actualmente arruinado director de cine independiente.
—¿Pero no es usted el magnate creador de un imperio mediático llamado ‘Star wars’?
—… ¿Cómo sabe lo de ‘Star Wars’? Solo Francis, Martin, Brian, Hal y el resto de chicos vieron ese guion de mierda antes de que lo quemara.
—¿Y Steven? ¿Qué dijo Steven?
—¿Steven… qué?
Vamos a contar un cuento. Hoy, por estas breves (quizás no tan breves) líneas que lee usted en Xataka, vamos a viajar a un universo alternativo. Uno más triste, en muchos sentidos. Aunque, también, uno más honesto en otros muchos. Desde luego, en este universo, mucha gente no es quien fue durante esa década mágica que no podemos dejar de manosear: los años 80. A veces, para mejor. Y a veces…
Pero no nos adelantemos en la historia. Hay que empezar por el principio, por lo realmente importante. En este mundo, al que hemos viajado en el visor de realidad virtual más poderoso que existe y existirá, el que viene de serie con cada nacimiento, hay un individuo en concreto que ha sido borrado de la existencia. Hablamos, por supuesto, de Steven Spielberg.
En cuestión de días (apúnteselo: jueves 29 de marzo febrero), Spielberg volverá a ser, probablemente por última vez, el mismo mago que iluminó los ochenta con el fuego de otro mundo. El que demostró que sí, que era posible una película de aventuras que hundiera el pie en el acelerador durante 120 minutos. El que se inventó el concepto más capitalizado por Hollywood en las últimas tres décadas: la set-piécè; es decir, las gigantescas secuencias de acción encadenada cual atracción de montaña rusa que estructuran las superproducciones del presente. El que demostró que se podía aunar lo mejor del melodrama con la imaginería más desbocada. El que hechizó a audiencias de todo el mundo con un género hasta entonces de nicho, el fantástico.
Ese Spielberg, que llevaba desaparecido en combate a pesar del tímido guiño a sí mismo en la estupenda ‘Tintín’, quiere dar el do de pecho superados los setenta años con ‘Ready Player One’, una apuesta imposible con la que Spielberg debe remontar dos maldiciones de la cultura pop: la realidad virtual y las películas de videojuegos.
Por eso este es el momento perfecto para hacerse una pregunta que les sonará de entrada a clickbait pero que a poco que se evalúe con un mínimo de hondura se torna fascinante: ¿Qué hubiera pasado con el mundo del cine, y en realidad muchos más, si no existiera Spielberg?
Pues hay que empezar no por Steve, si no por uno de sus mejores amigos. George. George Lucas. Y, evidentemente, ‘Star Wars’. Es harto conocida la anécdota entre los cinéfilos, la recuerda el propio Lucas por ejemplo en este artículo de ‘Businnes Insider’, de la apuesta que convirtió a Spielberg en millonario. Situémonos. 1975. Spielberg, en pleno rodaje de ‘Encuentros en la Tercera Fase’ —recordemos, el Spielberg que ya había filmado una vez la película más taquillera de todos los tiempos: ‘Tiburón’; repetiría el récord un par de veces más—; George Lucas, en pleno rodaje de ‘Star Wars. Episodio IV. Una nueva esperanza’.
George visita a Steven y se queda abrumado por lo que está haciendo su colega. Chafado por la comparación, se queja a Steven del desastre que él se trae entre manos y de la maravilla que va a lograr su amigo. Steven, muy tranquilo, le dice que ‘Star Wars’ va a ser el mayor fenómeno cinematográfico de la historia. George no se lo cree. Así que Steven, imagino que un poquito harto si tal cosa es posible en el talante bonachón del cineasta, decide hacer una apuesta. Si ‘Encuentros en la tercera fase’ le gana en taquilla a ‘Star Wars’, George se lleva el 2,5% de los beneficios de lo recaudado. Si sucede lo contrario, el beneficiado de la diferencia será Spielberg.
¿Imaginan quién ganó?
Adiós, blockbuster, adiós
Pero más allá de esta anécdota, late otro asunto menos comentado que es el del constante soporte emocional que supuso Spielberg para George Lucas durante la concepción, rodaje y lanzamiento de ‘Star Wars’. George tenía el alma partida en dos, y de cada uno de esos pedazos tiroteaba un amigo. Del George artístico, arriesgado, brillante y con su puntillo de pedantería, tiraba Francis Ford Coppola. Del George comerciante, trilero, fantasioso y soñador tiraba Steven Spielberg. Era una lucha que dejaba exhausto al cineasta y que tuvo muchas idas y venidas.
Antes de resucitar el proyecto de ‘Star Wars’, George Lucas se pasó unos años intentando levantar otro proyecto. Nada menos que ‘Apocalypse Now’, que acabaría convirtiendo en su mejor película su colega Francis Ford Coppola. En el libro ‘George Lucas. Una vida’ (Reservoir Books, 2017), Brian Jay Jones narra cómo John Milius y George Lucas desarrollaron una versión de ‘Apocalypse Now’ oscura y de espíritu indie que pretendía reflejar de manera realista el conflicto, rodándolo cuando la guerra todavía estaba en marcha, en 1970. A la vez, Lucas tenía su pasión por los seriales de corte fantástico de su infancia, y especialmente por ‘Flash Gordon’, que incluso se llegó a plantear adaptar, su gran inspiración para ‘Star Wars’.
En esta disyuntiva y cada vez que se juntaba con los rebeldes del Nuevo Hollywood —esencialmente: Brian de Palma, Francis Ford Coppola, Hal Barwood, Martin Scorsese, George Lucas y Steven Spielberg—, Lucas recibía la mofa de sus compañeros más artísticos respecto a ‘Star Wars’, especialmente de Coppola, y el apoyo incondicional de Spielberg. Al final, pesó más Steven que Francis y Lucas se decantó por ‘Star Wars’.
Coppola llegó a cuantificar, en una entrevista a Vanity Fair, la filmografía de Lucas ‘asesinada’ por ‘Star Wars’: “George Lucas realmente es un genio, pero creo que es una pena que lo absorbiera tanto [‘Star Wars’]. Espero que lo que voy a decir no ofenda a George, pero lo cierto es que ‘Star Wars’ nos costó 10 películas suyas que hubieran sido maravillosas”.
Pero recordemos en qué mundo estamos en este artículo. Habitamos una dimensión en la que Spielberg no existe. Así que todo ese apoyo de Steven a George se diluyó y el trabajo de acoso y derribo de Coppola dio sus frutos. George Lucas nunca rodó ‘Star Wars’. Y sí, parió diez extraños, atrevidos y experimentales largometrajes con los que se labró una firma artística de prestigio. Pero, ¿cuáles fueron las consecuencias para la historia del cine? En una palabra, brutales.
En otro artículo para esta casa, una reflexión sobre si los 90 podrían ser los nuevos 80, ya apunté que los 80 que recordamos son luminosos solo por Spielberg. Las otras grandes fuerzas narrativas que obraron su influjo en esa década, los Ridley Scott, Stephen King, Alan Moore o James Cameron, apuntaban a una senda mucho más tenebrosa. Spielberg fue el contrapeso luminoso a una década sombría en la que aún coleaban los efectos de Vietnam y el fracaso de la contracultura por herir de muerte al capitalismo. Pero también fue la tabla de salvación a un Hollywood desnortado que literalmente ya no sabía cómo hacer dinero.
Vuelta a Coppola, a una entrevista de 2007 que releo no pocas veces, por más que ahora su autor, el inefable fundador de ‘Ain’t It Cool’ Harry Knowles, haya quedado justamente borrado del mapa por las numerosas denuncias de acoso sexual esgrimidas contra su persona. Aunque la persona nos merezca desprecio y a pesar de la ingente cantidad de erratas y cabos sueltos que deja la obsesiva trascripción de la charla, es esta una entrevista a atesorar. Y me voy a detener en un tramo muy concreto para explicar, como dicen los yanquis, the bigger picture. Es decir, los efectos macro de borrar a Spielberg y, siguiendo el hilo de nuestra reflexión, a ‘Star Wars’ del mapa.
Harry Knowles: ¿Qué pasaba en los setenta para que las películas que hacías, y las que hacían Friedkin y Bogdanovich y Scorsese… Ese grupo original de cineastas setenteros. ¿Qué hay tan diferente en la industria del hoy si la comparamos con la de entonces?
Coppola: Bueno, pienso que aquellos tiempos, estaban, en algún sentido, todavía dirigidos por los grandes hombres de negocios del pasado: los Jack Warners y Louis B. Mayers… Eran verdaderos hombres de negocios, al estilo de Harvey (Weinstein), que es vulgar y es un showman [maravilloso cómo Coppola caló, sin saberlo, al hombre más odiado del Hollywood presente].
Los estudios de entonces no sabían qué hacer. El negocio estaba cambiando. De pronto Arthur Penn rueda ‘Bonnie & Clyde’ y estalla una tremenda tormenta de cineastas diciendo “dejadnos hacer esto o aquello”. Entonces ‘Cowboy de medianoche’ logra rodarse y de pronto hay la oportunidad de filmar cosas que merecen la pena, Kubrick está en pleno apogeo y, ya sabes, pasaron accidentes como mi película ‘El padrino’. Esa película debería haber sido una película de estudio más, pero logré de alguna manera logré hacerla mía aunque ellos no querían.
Pude rodar ‘La conversación’ solo porque había dirigido ‘El padrino’. Entonces, hubo esta ventana de oportunidad abierta porque no sabían qué hacer. Ahora los estudios saben qué hacer. Así que ruedan ‘Spider-Man’ o ‘Piratas del Caribe’ mediante una fórmula que conocen. Por eso ya no hacen drama y solo tienen interés en las franquicias. Este es el negocio en el que están y el dinero este verano va a venir de tres estrenos: ‘Spider-Man’, ‘Piratas del Caribe’ y ‘Shrek’. Tienen lo que quieren y saben lo que hacer. En los 70… no sabían qué hacer.
En los 70 no sabían lo que hacer. Pero, ¿cómo llegó Hollywood a saber lo que hacer? La historiografía es unánime: Spielberg, Spielberg y Lucas. Hace semanas les presentamos el verdadero negocio de Hollywood usando como modelo a una de sus sagas más lucrativas, Harry Potter. En ese artículo les desvelábamos que la industria de los pijamas, las tazas y los muñecos, el merchandising vaya, multiplica por muchas veces lo que los estudios recaudan por la vía de las butacas. Es más, nos hacíamos eco de una serie de investigaciones académicas que concluyen que las superproducciones modernas no son más que tráilers de dos horas para vender un producto, los susodichos pijamas, tazas y muñecos.
Pero ese modelo arranca con la dupla George Lucas / Steven Spielberg. Cada uno proporcionó un elemento de esa fórmula mágica para los ejecutivos a la que hacía referencia Coppola. Lucas les dio el modelo de negocio, el ejemplo de libro por el que guiarse a partir de entonces. Este es ‘Star Wars’, saga virtualmente eterna de aventuras para toda la familia con un enorme potencial (y éxito) de sus productos derivados.
Spielberg les dio cómo hacer estas películas, pivotarlas sobre gigantescas secuencias de acción que se podían extender durante minutos y minutos sin que importara el avance más convencional en el argumento, porque la emoción del público por lo que ocurre en pantalla es tan intensa que apaga la necesidad de un alimento más cerebral.
Uniendo las dos piezas, y tardó sus décadas en hacerlo, Hollywood encontró el modelo. Y lleva sobrexplotándolo desde entonces. Irónicamente, los propios Lucas y Spielberg han profetizado que la perversión de ese cine nuevo que ellos crearon llevará a la implosión de la industria. Pero con marcas tan fuertes como Marvel, Pixar o ‘Star Wars’ dominando la taquilla, esta crónica de una muerte anunciada se prolonga y prolonga.
La era de ‘Los Soprano’ se adelanta
Hay otro elemento más que sumar a la reflexión. Son los dos gráficos que usted, lector, puede encontrarse bajo estas líneas. Superpóngalos mentalmente. Verá que lo que ha ocurrido desde aproximadamente 1958 es un declive radical del público que visita una sala de cine. Y, en paralelo, el precio no ha dejado de crecer. Pero esa subida de precio ha estado anclada, precisamente, en el blockbuster.
Se le cobra una pasta al espectador porque se le promete que cuando se siente va a vivir un espectáculo grandioso. Un concepto parecido al de una feria de pueblo o la atracción de un parque de atracciones. De hecho la propia palabra blockbuster hace referencia a la pirotecnia, al artificio: significa bomba capaz de volar por los aires una manzana de edificios. Algo totalmente en sintonía con un Michael Bay.
Pues bien, de la lectura de este gráfico podemos extraer la conclusión de que Hollywood ha sostenido la taquilla a base de incrementar el precio. E incrementó el precio gracias a encontrar una fórmula proporcionada por Lucas y Spielberg. Pero estamos en el universo en que Spielberg no existe. Ergo, una parte de la fórmula falta de primeras. Y, cómo hemos ido viendo a lo largo de la reflexión, falta también la otra, porque Lucas, sin el contrapeso del bueno de Steven, se volvió al lado oscuro del artisteo y renunció a las aventuras de ‘Star Wars’.
Entonces, ¿qué pasa en estos años 80? Otro nombre esencial: Michael Cimino, fallecido hace un par de años, a la sombra de Hollywood. Este italoamericano puso el punto y final a la promesa de los 70, con otros desastres como la ‘Corazonada’ de Coppola hincando más profundo los clavos del ataúd. Cimino filmó una obra maestra descomunal que hundió ella sola un estudio de Hollywood, United Artists. El nombre de esa obra magna, ahora considerada una de las mejores películas de la historia del cine, ‘La puerta del cielo’.
El desastre fue tan colosal que toda esa confianza ciega en el Nuevo Hollywood, el de Coppola, Scorsese, Cimino, De Palma y cía, el de los italoamericanos, se fue al garete. Y Hollywood saltó, desesperado, a las manos de Lucas y de Spielberg. Pero en nuestro mundo eso no puede suceder. Entonces, ¿qué pasaría? Pues creo que sin mucho riesgo puedo atreverme a profetizar que la situación presente, la de la edad dorada de la televisión y el consumo personalizado por streaming, se aceleraría mucho; por una cuestión de acuciante necesidad, de mera supervivencia.
Es absurdo pensar que el público iba a variar su tendencia de asistencia al cine, que ha permanecido en la planicie durante décadas y desde luego lo que no sería viable es subir los precios hasta las cotas actuales sin un modelo de blockbuster sólido que vender. El merchandising tampoco habría arrancado, por lo que lo lógico es que un par de grandes majors, las que encadenaran tres o cuatro fracasos, se vieran obligadas a cerrar.
Pero, ¿y los artistas? Huida y refugio en lo televisivo. Y, por tanto, aceleración exponencial de la calidad en la pequeña pantalla. La nueva generación de cineastas estaría de alguna manera traumatizada e inspirada por el Nuevo Hollywood. Aprenderían la lección de no fiarlo todo a las butacas y apostarían por la estrategia multipantalla. Y esto llevaría a un desarrollo tecnológico que posibilitaría el nacimiento del primer Netflix tal vez con una década de antelación.
Pero hay otros efectos más concretos que la ausencia de Spielberg marca en individualidades clave para el futuro de la industria. La mayor es la huella indeleble que dejó ‘Encuentros en la tercera fase’ en James Cameron. En una charla inolvidable para cualquier amante del cine —en la que J.J. Abrams y James Cameron entrevistan a Steven Spielberg en el prestigioso auditorio del sindicato de directores, la DGA—, Cameron confiesa que si no llega a ser por Spielberg su filmografía hubiera tomado un rumbo radicalmente distinto.
Parafraseo: “Yo estaba fascinado por ‘2001. Una odisea en el espacio’. Pero cuando vi ‘Encuentros en la tercera fase’ descubrí qué le faltaba a Kubrick y aprendí la lección más importante para mis películas. La humanidad”. Pero no solo hablamos de Cameron. Hablamos de M. Night Shyamalan, los hermanos Wachowski, Guillermo Del Toro, Bryan Singer, Brad Bird… Una lista inagotable de cineastas cuyo máximo referente es Steven Spielberg, hasta el punto de haber moldeado cómo usan la cámara y los temas que tratan.
Y no solo cineastas. De Naughty Dog a LucasArts, muchos de los estudios clave en la constitución del videojuego como arte citan a Spielberg en lo más alto de sus influencias; IGN llegó a publicar un artículo sobre la evidente influencia del cineasta sobre el género mayoritario, el shooter bélico FPS, el de los ‘Call of Duty’ y cía. Un Spielberg que, por cierto, estaba tan obsesionado con los videojuegos que durante el rodaje de ‘E.T.’ se llevaba un generador portátil para poder jugar a una recreativa.
¿Quién sería entonces el referente para esos soñadores? Pues creo que sin duda Stanley Kubrick. Y por ende, Ridley Scott. Y por ende, David Fincher. Aunque, como apunta Max Winter en un brillante artículo de Indie Wire, ¿Cómo influyó Steven Spielberg en David Fincher?, habría que ver si el genio de Fincher encontraría el mismo motivo para florecer sin su antítesis. Es más, como bien indica dicho artículo, las técnicas de Fincher parecen un retruécano tenebroso sobre los recursos más usados por Spielberg.
Spielberg y Fincher son las dos caras de la misma moneda, maestría absoluta de la puesta en escena para explorar, en todas sus facetas, la cara luminosa (Spielberg) y la sombría (Fincher) de la humanidad. Son talentos parejos en su concepción cinematográfica, pero que sacan conclusiones divergentes sobre si el vaso está medio lleno o medio vacío.
Se trata, a la postre, de algo tan simple como la diferencia entre un pesimista y un optimista. Y de hecho Fincher se ha convertido en una suerte de adalid para el modelo streaming, que está ganando todo el rango adulto de apasionados por el audiovisual, mientras que el cine, para pesar del propio Spielberg, se ha quedado monolíticamente estancado en el Spielberg de las maravillas ochenteras.
Volvemos atrás en el DeLorean; antes de que Biff nos robe el almanaque; antes de impedir que el 18 de diciembre de 1946, en el seno de un hogar asquenazi, Steven Allan Spielberg exhalara su primer aliento al mundo. ‘Ready Player One’ está a la vuelta de la esquina, el “Tócala otra vez, Sam” (o, más bien, “Tócala una última vez, Steven”), del mayor mago de la historia del cine, del Dickens del séptimo arte, del cineasta total cuya influencia, como hemos visto en nuestro trasiego por una dimensión paralela sin su huella, no hubiera dejado nada igual.
Pero Spielberg, aunque suene paradójico, es mucho más que su legado. Es un deleite en sí mismo aislado de la repercusión que genera. Es una demostración de constante riesgo artístico y capacidad de reinvención. Y, no menos importante, es una lección de humildad y humanidad sin afectación alguna por parte del Shakespeare de nuestro tiempo. En la entrevista a dos bandas con Cameron y Abrams Spielberg responde a dos preguntas que resumen su grandeza, una que probablemente dejaría ecos, aunque lo borráramos, en todos los posibles universos. Parafraseo ambas.
Spielberg, sobre el guion y los guionistas: “Creo que nuestra misión como cineasta es hacer un poquito mejor lo que está en el libreto. Pero no nos engañemos, Jim [en referencia a James Cameron]. En el mejor de los casos, lo podemos hacer un poquito mejor. Si no tenemos un guion excelente, no valemos de gran cosa [rabiosa ovación del público]”.
Pregunta. ¿Qué es lo que más te enorgullece en la vida?
Inmensa sonrisa de Spielberg. Inmediatamente, sin la sombra de una duda: “Mis hijos. Mi familia.”
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