Si eres fan de ‘South Park’ es posible que recuerdes un capítulo de Navidad de hace unos años en que aparecían Pewdiepie (como él mismo), Bill Cosby y varios hologramas. El capítulo, cuyo tema central era la juventud y las redes sociales, se llamó originalmente ‘#HappyHolograms’, haciendo un juego de palabras bastante evidente entre holidays y holograms.
La versión española podría haberse traducido como ‘#FelicesHologramas’, una opción académica por su literalidad pero extraña como felicitación navideña. Al final se optó por ‘#FelicesFieshtags’, dejando de lado los hologramas pero conservando la intención de felicitar a los fans, esta vez a través de un nuevo juego de palabras muy pertinente porque el título del capítulo era un hashtag y también por el tema que abordaba el episodio.
Elegir #FelicesFieshtags no fue una decisión de Trey Parker y Matt Stone, sino que se le ocurrió a Sara Hernández, traductora audiovisual y subtituladora oficial de ‘South Park’.
Hernández adaptó el título y todos los diálogos del capítulo de 22 minutos de ‘South Park’ en 15 horas. El tiempo que pasó desde que recibió el vídeo del episodio y el guion en inglés hasta que lo tradujo, montó los subtítulos en cada una de las escenas y lo mandó de vuelta para su emisión en VOSE. Lleva cinco años haciéndolo de la misma forma.
Con los traductores de series, documentales y películas pasa un poco como con los porteros de fútbol, que son recordados más por las cantadas que por los partidos en que dejan la portería a cero. Si hacen bien su trabajo, los titulares suelen destacar los méritos de otros. Pero, al igual que un partido exige que haya porteros, la difusión de la cultura hace imprescindibles a los traductores audiovisuales.
Y mucho más ahora, con el auge de las plataformas de streaming y su producción de series en cadena.
Un sector que ha cambiado mucho en los últimos años
Para Carla Pavia, traductora audiovisual y fundadora de agencia de traducción In the frame, la irrupción de las plataformas de streaming ha cambiado el sector “y yo diría que, en general, para bien. Una de las razones más obvias es que tenemos más trabajo porque contamos con mucho más contenido que no para de producirse y que solo va en aumento. Ya no solo gracias a plataformas como Netflix, HBO o Amazon Video, sino que además ahora también se suman al carro AppleTV y Disney Plus”, explica.
Y si sube la oferta de series y de películas, también aumenta la demanda de personas para ser traductores audiovisuales, un colectivo que incluye tanto a quienes traducen para subtitular como a los que lo hacen para el doblaje. “Cada año entran cientos de nuevos universitarios en el mercado, así como también traductores no profesionales o poco experimentados. Como resultado de todo, las tarifas han caído en picado y los intermediarios valoran más la rapidez que la calidad”, subraya Pavia.
Para Hernández, que además de traducir 'South Park' también lo ha hecho para 'Treme' o 'Sherlock', el estado actual del sector no se explica tanto por la llegada de Netflix, Amazon y compañía como por un hecho distinto. “Todo esto viene de antes, de los portales de descarga y los fansubs [fans que traducen desinteresadamente]. Jamás fueron competencia para los traductores profesionales, pero la gente se acostumbró a los fansubs y empezó a pensar que era algo que se podía hacer de la noche a la mañana, que la gente lo hacía sin cobrar. Esto caló y de ahí la infravaloración de la traducción y la idea de que es una tarea fácil”, explica Sara.
(El conflicto con los fansubs, aunque mejor sería decir con las plataformas que usaban traducciones de fans, y más concretamente Movistar+, llegó hasta tal punto que una de las dos asociaciones profesionales principales de traductores, Atrae, publicó un comunicado al respecto)
La diferencia entre comprender lo que pasa y el no me entero de lo que están diciendo
“Hacer subtítulos no es trocear el texto y ponerlo de cualquier manera”, explica Reyes Bermejo, traductora audiovisual y responsable de la sección de audiovisual de la revista ‘La linterna del Traductor’, publicada por la asociación profesional Asetrad. El número de palabras que vemos sobreimpresas en pantalla y el tiempo que están así han sido previamente calculados. Bermejo explica que hay numerosas pautas para hacer un buen subtítulo. Primero hay que estudiar la velocidad de lectura media de un espectador. Aunque lo normal son entre 100 y 150 palabras por minuto, cada plataforma tiene sus cifras y estas suelen ajustarse dependiendo del género de la serie o de si el guión está escrito por Aaron Sorkin (en cuyo caso hay que ser capaz de leer unas 350 palabras por minuto). Una vez conocida esa velocidad se calculan cuántos caracteres con espacios se pueden poner en pantalla. “La idea es que el subtítulo pase desapercibido y que no suponga un esfuerzo adicional para el espectador”, explica Bermejo.
Este esfuerzo del que habla Bermejo es una de las causas de que algunas películas y capítulos de series nos manden antes de tiempo a la cama. Los subtítulos tienen que estar un tiempo preciso para que el cerebro los registre y los vea, y tiene que haber fotogramas libres entre medias de los subtítulos para que el cerebro entienda que hay un discurso lógico y no un batiburrillo de palabras. Incluso cuando hay cambios de planos se intenta que los subtítulos también cambien a la vez, porque cada vez que cambia el plano nuestro cerebro siente la tentación de volver a leer el subtítulo. “Y hay que evitar que el espectador relea”, dice Bermejo.
El gran púbico rara vez conoce el trabajo que hay detrás de los subtítulos. “He conocido a bastante gente que se ha asombrado al contarle que para traducir una película de unos 120 minutos necesitamos alrededor de 6 o 7 días completos para hacer un trabajo decente. Eso sin contar que luego hay un trabajo de control de calidad para el que también se requiere cierto tiempo”, explica Carla Pavia, que ha traducido series y programas como 'Big Mouth', 'Monstruos de río' y algunas charlas Ted.
La traducción se pierde entre los intermediarios y la paranoia
El mayor miedo de todas las plataformas de streaming es que sus usuarios se den de baja. Conseguir que los usuarios paguen los dos o tres meses que dura una serie AAA cuyos capítulos se estrenan semanalmente es relativamente sencillo, lo complicado es que se queden una vez concluye la temporada. (Por eso estrenar temporadas completas es muy cómodo para los usuarios, porque te las puedes ver enteras en un mes, pero un motivo de inquietud para las plataformas)
Así que para evitar las bajas, las plataformas tienen que producir muchas series y hacerlo rápido. Pero ellas solas no pueden hacerse cargo de los innumerables departamentos necesarios para levantar una serie (vestuario, localización de exteriores, efectos especiales, posproducción, traducción, subtitulado, doblaje…), así que cuentan con la colaboración de un ejército de proveedores y de intermediarios.
“Una de las consecuencias de trabajar a través de intermediarios”, explica la traductora Carla Pavia, “es que muchas veces, por falta de tiempo, las series se reparten a traducir entre varios profesionales. Esto acaba poniendo en riesgo la coherencia y la calidad a medida que avanza la serie. Y, encima, para complicarlo más, muchos de estos intermediarios prohíben por contrato ponerse en contacto con los demás profesionales que están trabajando en la serie, algo que los compañeros no entendemos”.
Impedir la circulación de información es una de los condicionantes más decisivos de la traducción audiovisual actual. En las grandes superproducciones, los estudios mandan las películas y los capítulos a los traductores con todo lujo de inconvenientes. Las imágenes pueden llegar en blanco y negro o con muy baja calidad o tener los fondos y el entorno del personaje difuminados para que no se vea dónde se encuentra o vienen con una marca de agua sobreimpresa en las caras de los actores o con el correo electrónico del traductor rebotando en los bordes de la pantalla. “Puedes estar traduciendo 'King Kong' sin ver al mono o traducir ‘I will kill you’ sin saber si el personaje se lo dice a una persona o a cinco”, explica Reyes Bermejo.
A veces se mandan las bobinas o los archivos digitales en orden aleatorio, de forma que el traductor no pueda ver la película o el episodio como será emitido. “Y cuando hay efectos especiales, te toca trabajar con el croma y un señor lleno de pelotitas o con un dibujo en blanco y negro o un storyboard guarro. Igual que Daenerys se imagina al dragón, pues tú también”, subraya Bermejo.
Y todo esto “a pesar de que firmamos contratos de confidencialidad”, apunta Pavia.
Los subtítulos están menos expuestos a los fallos que los doblajes
Bajo las condiciones anteriores, a veces suceden incongruencias como el conocido sicansios o el “Aguanta el portón” que dio al traste con el origen del nombre de un personaje, ambos de ‘Juego de Tronos’. La traducción audiovisual está expuesta a este tipo de errores (aunque el segundo no es tanto un error como una solución a un juego de palabras difícilmente traducible al español), pero los subtítulos tienen bastante más margen de maniobra para evitar problemas que los doblajes.
Para empezar, el doblaje está limitado por los movimientos de los labios de los actores, de forma que si un personaje pronuncia en el original menos palabras que las que salen en la traducción literal, habrá que acortar la traducción para que encaje en los movimientos labiales del actor. Y lo mismo sucede con cada una de las palabras: en el doblaje, es preferible usar una palabra distinta a la traducción literal si esta se ajusta más, por extensión y posición de la boca, a la que el actor pronuncia en la versión original, aunque el significado no sea exactamente el mismo. Por ejemplo, si vemos que un personaje dice “expensive”, es posible que en vez de usar caro el actor de doblaje diga “inalcanzable”, que no significa lo mismo pero que sí encajaría mejor con la duración de la palabra original y con los movimientos de los labios del personaje.
Otra diferencia es que la subtitulación permite incluir explicaciones sobre lo que dicen los personajes, una ventaja impensable si hablamos de doblajes. Gracias a esto, el traductor encargado de subtitular puede introducir entre corchetes explicaciones sobre juegos de palabras intraducibles o pistas de contexto que ayuden a entender referencias muy locales. Pero esto no siempre pasa (y de hecho es una práctica que los profesionales no reconocen como propia), y a veces la persona que traduce prefiere arrimar la referencia a los hitos locales y convertir así al expresentador Jay Leno en Bertín Osborne ('Futurama') o hacer que BoJack Horseman conozca la parrilla televisiva española.
Pero en estos casos se trata de licencias deliberadas del traductor, no de fallos que pueden tener su origen en las condiciones de trabajo de un sector marcado por las urgencias, por la falta de comunicación entre departamentos y por las medidas de seguridad que imponen los productores a sus series y películas y que dificultan el trabajo de los profesionales. “Estamos cambiando mucho con las prisas”, explica la traductora audiovisual responsable de ‘South Park’, Sara Hernández. “¿Por qué los grandes estrenos tienen que ser simultáneos? Nos estamos convirtiendo en unos impacientes. Creo que si se diera más tiempo a los traductores, habría menos errores técnicos y de traducción. Nos dirigimos a que no haya spoilers, pero con tanta prisa estamos perdiendo calidad, y eso no se puede achacar sólo al traductor.”
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