Pregúntale a quien sea que conozca la saga galáctica creada por George Lucas en 1977, sea fan de Abrams o no, y te confiará dos hechos incontestables. Primero, el desafío que tiene ante sí 'Star Wars: El ascenso de Skywalker' es colosal. Segundo, de entre todos los directores del mundo, quizás JJ Abrams sea uno de los menos adecuados para llevar a buen puerto la conclusión de la saga galáctica. O siendo un poco menos duros, no el primer nombre que viene a la cabeza.
Decimos que el desafío es colosal porque 'El ascenso de Skywalker' es la última entrega de la tercera trilogía de 'Star Wars', y con toda seguridad la última que parte de la historia original. Su necesidad de funcionar como un evento rebosante de fan-service nostálgico, el haber vuelto a contar con todos los míticos personajes (y en muchos casos, actores) de la película original, el no haber querido dejar descansar, en definitiva, la historia que dio pie a la franquicia, obliga a esta trilogía a concluir de forma satisfactoria con esta inmensa saga de jedis, jawas, yodas y mandalorianos (entre muchas otras cosas). Algo muy, muy complicado.
Y Abrams es uno de los menos adecuados porque... bueno, porque es Abrams. Él mismo lo reconoce en una entrevista con The New York Times: "Nunca se me han dado bien los finales. En realidad, no creo que sea bueno con nada, pero sé cómo arrancar una historia. Finalizarla es duro". Quienes aún recuerden con un escalofrío el final de 'Lost' no recibirán estas palabras con excesivo jolgorio. Sobre todo teniendo en cuenta que esta nueva trilogía de 'Star Wars', pese a su taquilla millonaria (con altibajos, pero la primera entrega, también dirigida por Abrams, recaudó dos mil millones de dólares; en efecto, es bueno con los principios) ha estado bañada en polémica, rechazo de un amplio sector de los fans e innumerables broncas internáuticas.
Perturbaciones en la Fuerza: la nueva trilogía
No está muy claro el motivo por el que llegó Abrams a la trilogía, solo que fue una apuesta personal de la productora Kathleen Kennedy, que antes de que Lucas vendiera los derechos de la saga a Disney, ya andaba acariciando la idea de retomar la saga desde una perspectiva nostálgica y tradicional. Contaría con los actores originales y apelaría a la memoria tintada de rosa de los espectadores, hoy cuarentones, que vivieron de niños los estrenos y reestrenos de la trilogía original. Sobre el papel, Abrams (que cuenta en su curriculum con dos reboots notables: la tercera entrega de 'Mission: Impossible' y la nueva versión de 'Star Trek') era perfecto para ello.
La primera película, 'El despertar de la Fuerza', fue un éxito de taquilla, pero entre los fans no hubo tanto consenso: hubo quejas por su algo deslavazado argumento, por un reparto teóricamente poco carismático y conformado por desconocidos que a veces se sentían como comparsas de lo que la gente había realmente venido a ver. Otra vez el Halcón Milenario, otra vez el triángulo original de héroes, otra vez escenarios reconocibles. El apabullante bombazo comercial y, sobre todo, la sensación de que, a diferencia de lo que sucedía en los tiempos de Lucas, la saga había vuelto para quedarse (y, supuestamente, a ritmo de una película al año, lo que también acabaría convirtiéndose en un problema), disolvió un poco el gesto avinagrado de algunos fans.
Un nuevo bombazo comercial con la entrega de 2017 (trescientos millones de dólares de presupuesto, mil de recaudación), 'Los últimos Jedi', terminó de destapar los problemas con los fans, que reaccionaron de forma extraordinariamente hostil a la película. El responsable del insulto a la tradición fue, posiblemente, el director con más talento que ha pasado por la franquicia -como demuestra la extraordinaria y recién estrenada 'Puñales por la espalda'-, Rian Johnson, que subió los potenciómetros de la excentricidad, el humor y la presencia femenina.
'Los últimos Jedi' es, a su manera, tan extraña, que el propio Abrams la disculpa diciendo que es en realidad "un metacomentario sobre la franquicia", y lo cierto es que se salta todas las reglas de la narrativa serial: no soluciona ningún cliffhanger planteado en la película de Abrams (quién es Snoke, dónde están los padres de Rey, qué pasa cuando Luke recupera su sable) y además separa al trío de héroes protagonistas. La narrativa es tan anticlimática que los propios actores, como veremos, se quejaron de lo poco conformista que resultaba.
El resultado es, claro, una película que irrita a los fans, pero que sorprende y estimula al espectador ocasional o no demasiado vinculado emocionalmente con la franquicia. Pero el ruido de rechazo fue apabullante: una secuencia inicial en la que hay una comunicación fallida por radio parece más propia de 'Spaceballs' que de 'Star Wars', y se llegó a pedir que la película fuera retirada de la continuidad de la franquicia. Algún fan con demasiado tiempo libre editó un montaje "desfeminizado" de unos magros 46 minutos. Y pudimos poner sobre la mesa por enésima vez la (in)validez de las webs agregadoras de puntuaciones, objeto de otro boicot.
La sensación con esta secuela era agridulce: no había funcionado mal en la taquilla occidental, pero sí en China, donde fue vapuleada por la crítica y desapareció de los cines en poco tiempo. Los fans le dieron la espalda y la sensación general era de que no sería una película que perduraría en la saga pese a sus hallazgos visuales y narrativos, sobre todo porque a esas alturas, en 2017, el plan de estrenar una película al año empezaba a desmoronarse.
Otras secuelas, otros problemas
Por una parte, estrenada un año antes de 'Los últimos Jedi', la precuela 'Rogue One', pese a no haber sido un fracaso (acabó teniendo cifras similares a la película de Johnson), tuvo que rehacer por entero su clímax tras unos pases de prueba desastrosos y en general, carecía del aire de "evento" de las películas principales de la serie. Y 'Han Solo', estrenada un año después de 'Los últimos Jedi', pasó por un lamentable proceso de preproducción del que fueron despedidos dos directores idóneos para el proyecto, Philip Lord y Chris Miller (Disney podía haberse topado con su 'Thor Ragnarok' ahí) y el resultado, pese a su estimable aire ligero, no convenció a nadie.
La consecuencia es que Disney decidió renunciar a su idea de una película anual de 'Star Wars' y, de hecho, no tendremos nuevas películas en un futuro inmediato. Los creadores de 'Juego de Tronos' abandonaron la franquicia después de una breve temporada preparando una nueva trilogía, de la implicación de Rian Johnson no hay noticias, y el anuncio de que Kevin Feige se incorporaba a la familia galáctica se entendió como una solución de emergencia para insuflar confianza en la nueva entrega. Sin ir más lejos, 'The Mandalorian' en Disney+ es lo más fresco y sugerente que ha pasado por la saga en años, y es posible que esa narrativa serial y en píldoras que funciona tan bien con la franquicia (las series de animación siempre han estado entre las joyitas ocultas de la casa) sea una estimable vía de futuro.
Pero antes, Abrams tiene que dar carpetazo a una trilogía deslavazada y vapuleada por parte de los fans. Y no es tarea fácil: Abrams ni siquiera es la primera elección como director de 'El ascenso de Skywalker', cuyo sillón ya ocupó Colin Trevorrow, director y coguionista de 'Jurassic World', y despedido por Kathleen Kennedy cuando se vio que no seguía exactamente las líneas planificadas. Hoy comparte créditos de coguionista en el film.
Así pues, ¿a qué se enfrenta el director? ¿Sale airoso del desafío? Durante las últimas semanas se han oido rumores de todo tipo referentes a pases previos no muy afortunados y a abundantes retoques de última hora. Para quienes quedaron más que satisfechos con 'Los últimos Jedi', fue algo decepcionante el apoyo en bloque del reparto a Abrams, incluso despreciando el trabajo de Johnson, como cuando John Boyega afirmó que "creo que 'El despertar de la Fuerza' fue el principio de algo bastante sólido, pero si soy honesto 'Los últimos Jedi' se me antojó algo dudosa. No comulgo con muchas de las decisiones que se tomaron". ¿Cómo ha capeado con todo ello JJ Abrams?
'El ascenso de Skywalker': exceso de reverencias a los fans
Estamos ante una película que, independientemente de sus aciertos (que los tiene) y sus irregularidades (que tiene muchas más), ha sido claramente construída para los fans. Para complacer a aquellos que se soliviantaron con las decisiones anticanónicas de Rian Johnson como la de pasar de puntillas por los orígenes de Rey o dotar de poderes extraordinarios a los Jedi en general, y a Leia y Luke en particular. Y también quiere gustar un poco al mercado chino, que Disney conquista una y otra vez con las películas de Marvel, pero que se le resiste con 'Star Wars' (de forma algo estrepitosa, como en el caso de la película de Johnson).
Quizás a eso último puedan deberse los excesos épicos sin demasiada consistencia, como las argumentalmente terribles (pero reconozcamos que sugerentes) secuencias de enfrentamiento final, con multitudes en CGI y cierta tendencia a la horterada macabra. Nunca sabremos qué decisiones visuales y argumentales se han tomado para conquistar Oriente, pero está claro cuáles se han tomado para conquistar a los fans: una cantidad absolutamente asfixiante de guiños, referencias y apariciones de personajes icónicos de la saga.
Desde que JJ Abrams tomó las riendas de la resurrección de la saga galáctica, ese fan service apelotonado ha sido una constante en la franquicia. La misma existencia de una película 'Han Solo', contando las aventuras juveniles del personaje más querido de la trilogía clásica, y el punto de partida de 'Rogue One' (la búsqueda de los planos de la Estrella de la Muerte para dar pie a la conclusión de la primera película de 1979) son guiños al pasado.
Pero es en esta ocasión donde se le ven más las costuras al invento, donde más artificiosa resulta esa obsesión complacer al fan más interesado en coleccionar cromos visuales que en recibir una historia genuínamente emocionante. Por poner un par de ejemplos sin spoilers, ya que salen en el trailer que pudimos ver hace unos meses, la aparición de Lando Calrissian o la visualización de una inmensa flota de naves del bando rebelde son interesantes sobre el papel, pero están ejecutadas casi como si fueran parte de un formulario con casillas a completar.
Por supuesto que siempre es un placer reencontrarse con Lando y su actor original, Billy Dee Williams, que parece pasárselo estupendamente, pero las circunstancias en las que aparece y el uso que se le da y cómo se relaciona con el resto de los personajes es desganado y formulaico. Con la flota de naves igual: su aparición en el clímax del film es tan etérea, tan poco narrativa, que casi es un escaparate de guiños sin más. Hay otra nave mítica que pilota Rey y que no desvelaremos, y a la que se presta algo más de atención, pero estamos en las mismas: su aparición se gestiona de forma tan arbitraria que acaba en el extremo opuesto de la épica y la nostalgia.
Por muy pendiente que esté de complacer a los fans, una película no puede ser una lista de referencias (salvo que formen parte de la propia gramática narrativa de la película, a lo 'Aterriza como puedas', a lo que a veces se acerca sin querer Abrams). Es cierto que en ocasiones esos guiños funcionan (la recuperación de R2D2 como clásico bocazas crispante es un hallazgo; y usar a Chewbacca como desencadenante de un clímax es una idea cargada de significado). Y en muchos casos no estorban, como sucede con la fauna planetaria que conocemos de otras películas, alguna especialmente mítica.
Pero en la mayoría de los casos, ralentizan la película y la empujan al ridículo. Un ejemplo: hay personajes que, por razones obvias, no pueden aparecer en la película, pero Abrams se las arregla para meterlos, un poco con calzador, como voces en la cabeza de uno de los protagonistas. Y como el truco le gusta, lo repite en el tercio final de la película, con otro personaje, pero el mismo recurso. No como contrapartida del primero, no para compararlos. Simplemente, es pereza narrativa. El tercio final, de hecho, da un frenazo de ritmo apabullante por dedicarse a hacer que desfilen personajes clásicos sin demasiado sentido.
A veces estos problemas narrativos devienen ventajas si la película se toma por el lado de la narrativa demente: por ejemplo, el guión está tan editado a hachazos que la primera media hora de película es una absoluta locura de secuencias de acción, persecuciones, saltos a la velocidad de la luz, todo en un contexto de divertida búsqueda del tesoro por parte del trío protagonista. En una de las pocas cosas que Abrams hace bien en modificar de la película anterior, donde los protagonistas pasaban casi todo el metraje separados, aquí un guión frenético y que no mira atrás explota bien la química del trío. El resultado es un primer cuarto de película que no soporta un análisis riguroso, pero que es divertido y descerebrado.
Sin embargo, Abrams quiere no solo enmendarle la plana a Johnson -de forma a veces algo insolente-, sino ponerle los puntos sobre las íes a George Lucas, y requetecerrar las trilogías anteriores con una ambición merecedora de mejor vehículo. Por eso retoma por los pelos un villano que todos creíamos muerto, y sobre todo, se despeña con una decisión acerca del pasado de Rey que aquí no comentaremos, pero que os garantizamos que va a ser lo más comentado de esta nueva entrega.
Baste decir que relativiza todo el viaje del héroe de Luke Skywalker de la primera trilogía, manosea el concepto de la Fuerza de un modo que ríete tú de los midiclorianos y, sobre todo, nos brinda un final algo impropio para la serie. Que, eso sí, se rinde a las quejas de los fans acerca de ciertas decisiones argumentales de Rian Johnson, pulverizando buena parte del atractivo que tenía el personaje de Rey. Si quedarán conformes es un misterio, pero que la peor decisión argumental de la película se ha tomado como reacción a las quejas, es un hecho.
¿Es completamente desechable 'El ascenso de Skywalker'? Ni remotamente: el primer cuarto de la película, como hemos dicho, es hipnótico en su descerebrada huída hacia adelante, su sentido del humor a base de trompazos y la estupenda relación entre los tres protagonistas. Las secuencias de acción están bien resueltas porque Abrams no rueda nada mal, y hay un par de secundarios que están entre los mejores de esta trilogía: el droide D-0, casi la reducción a la esencia pura de lo que es un robot en este universo; y Babu Frik, el Baby Yoda de la película, una tronchante criatura que proporciona material para decenas de memes.
Hay también buenos diseños en algunos escenarios: el camarote privado de Kylo Ren, la Estrella de la Muerte hecha mistos, esa especie de Hades colosal y ceniciento donde se oculta el villano... momentos de brillantez para una película que sin duda tiene indiscutible talento creativo detrás. Pero que si demuestra algo con especial transparencia es que los rigores de las exigencias de los fans dan forma al peor tipo de esclavitud al que se puede someter una propuesta que aspira a un mínimo de identidad propia.
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