Spoilers. Spoilers everywhere
Que te quede claro que si no has visto aún 'Star Wars: Episodio VIII - Los últimos Jedi' tienes que dejar de leer YA DE YA.
Pero, si lo has visto, estás 32 curiosidades te desvelarán sorprendentes ecos en la saga galáctica. Alegorías, paralelismos y retruécanos que conectan este último y flamante episodio con momentos estelares de la franquicia. De los dados de Han Solo, a la sabiduría de Yoda pasando por la Escoria Rebelde.
Las chicas son guerreras
Star Wars nunca ha sido una franquicia especialmente machista. De hecho, solo hay que ver cómo Carrie Fisher defenestraba al tópico de la damisela ansiosa de ser rescatada por el caballero soltándole de primeras a Luke una de las frases más infravaloradas de la saga galáctica: “¿No eres un poquito bajito para ser una tropa de asalto?”. Inolvidable. Johnson llena la película de mujeres guerreras. Y de lo más variado.
Las hay que conocen los senderos de la Fuerza, como Rey y, sorpresa, como Leia. Las hay que son todo corazón, como Rose. Las hay que te pueden partir en dos, como Phasma. Y las hay brillantes estrategas, como la vicealmirante Amilyn Holdo de Laura Dern. Pero no solo eso, en los planos de relleno salen casi tantas mujeres rebeldes como hombres. Rian Johnson no está haciendo un queda-bien. Está demostrando cómo se hacen bien, de facto, las cosas.
Salvados por la montura
En 'El Imperio Contraataca' el salvador era un TaunTaun, un bicho rarísimo (un cabra canguro, ¿canbruro?, por mucho que la Wookipedia diga que es un lagarto) y maloliente pero que iba fetén para cruzarse las heladas planicies de Hoth. Aquí el bicho en cuestión es un zancudo mamífero de ojos adorables y olor desconocido al que se explota en carreras al estilo el Gran Derby de Kentucky. Como Disney está a los mandos, aquí nadie eviscera a un animal para meter la cabeza de su mejor amigo en la carcasa destripada. Al contrario, se libera al bicho y ya.
Hacerse un Han
Eso es lo que se hace Rey en la batalla final. Hacerse un Han Solo es básicamente cosa de cuatro planos. Primero, una sombra fugaz, la del Halcón Milenario. Luego, uno, dos o tres cacharros del Imperio estallando en pedazos. Luego, los rebeldes mirando al cielo y gritando. Y luego un planazo de Han, con sonrisa macarra, desde la cabina del Halcón. En VIII la que sonríe es Rey. Y se le da la mar de bien.
Cargarse un sable láser
Los sables láser se alimentan de cristales. Es una cosa que solo los frikis de la wookipedia saben, porque en las pelis nunca se acaba de comentar este detalle, aunque había una escena en los extras de 'El retorno del Jedi' en que veíamos a Luke trasteando en las tripas de su flamante espada verde. En VIII vemos algo que ya habíamos visto un par de veces en la saga, eso de que alguien rebane un sable a la altura de la empuñadura, se cargue el cristal que lo alimenta, y lo deje inservible. Le pasa a la pobre Rey con el sable de Luke. Como le pasaba a Darth Maul con la mitad de su espectacular arma doble. Otro malo con mala pata con sus filos láser fue el General Grievous, al que también le cortó algún cristal por la mitad el amigo Obi-Wan.
Yoda es una marioneta que ríe
Es lo más inesperado y probablemente lo más grande de todo Episodio VIII. Un fan-service como una catedral, pero de tal calado que se convierte en otra cosa, se convierte en una magistral declaración de intenciones. Contra el recuerdo del Yoda digital con sable láser de Lucas, Johnson desempolva a la marioneta original y se la da a Frank Oz, el titiritero de las originales. ¿Resultado? Inolvidable e indescriptible. Yoda sigue siendo capaz de ser un viejo loco y absurdo y el personaje más sabio y cabal de la historia del cine. Sus frases, lapidarias y balsámicas, suenan como siempre. O mejor aún.
Ayúdame, Obi-Wan Kenobi
Hablando de cameos, ecos, paralelismos, vaya un chiste que se marca R2-D2 a costa del bueno de Luke. Cuando este padece su fase de negación terminal, diciendo que no, que ni de coña, que no vuelve a inmiscuirse en la eterna pelea del bien y el mal, el androide le proyecta ese mensaje mítico de Leia que empieza con aquellas dos frases inolvidables: “Ayúdame Obi-Wan Kenobi. Eres mi única esperanza”. Luke, con una sonrisa al borde de las lágrimas, susurra: “Vaya golpe bajo”. Qué grande es VIII. Qué grande.
Los dados del Halcón
Estaban ahí. Nadie les hacía ni caso, pero estaban ahí. En todos los planos interiores del Halcón Milenario, había un par de dados de la suerte dorados de los que Han jamás hizo mención alguna. Pero mira, se ve que hay más de lo que se había contado en las pelis, porque Luke, cuando llega al Halcón Milenario, los acaricia con ternura y los atesora como una reliquia. Igual fueron esos dados con los que Han le ganó, legalmente según él, el Halcón a Lando. El caso es que, curioseando un poco, parece que uno de los máximos responsables de la narrativa de Star Wars confesó a Variety justamente esto, que eran los dados de la suerte de Han y que le ayudaron a ganar el pedazo de chatarra más veloz de la galaxia.
Bye, bye, templo jedi
Los hacen para durar. Pero no les duran. Los templos jedi tienen muy mala suerte en la gran pantalla. Si el original, el erigido en Coruscant, era arrasado por Anakin Skywalker y las tropas clónicas de Darth Sidious, el de Skywalker acaba en llamas gracias a su sobrino Ben Solo. Pero son los motivos por los que Ben se transformó en Kylo los verdaderamente interesantes. Y los que llevaron a Luke al exilio.
Filosofar sobre la Fuerza
Que les den a los midiclorianos. Que les den bien fuerte. Eso piensa todo fan de 'Star Wars' de bien, al recordar cómo George Lucas mató todo el misterio de esta fuerza mística y universal asociándola con un microorganismo parlanchín al que se podía detectar con un análisis de sangre. Ay, George… Ay. Johnson vuelve al redil, siguiendo la línea de Abrams, y repite las disquisiciones de la Fuerza que marcaron memorables diálogos ente Obi-Wan y Luke o Yoda y Luke y las repite con Rey y Luke. Anda que no funcionan mejor que un microbicho con incontinencia verbal. Anda que no.
La furia de los AT-AT
No hablamos de la compañía que quiere comprarse Warner Bros, sino de esos dinosaurios mecánicos que debutaron cinematográficamente en la espectacular Batalla de Hoth de 'El imperio contraataca'. Aquí, en VIII, hacen una aparición en la escena análoga que cierra la película. Aunque estos tienen más filigranillas en rojo y un aspecto más amenazador.
Los guardias escarlata molan
Ya los vimos en 'El retorno del Jedi', pero nunca llegaron a actuar. Unas intimidantes figuras de escarlata que escoltaban al emperador. Aquí los vemos luchar para vengarse de su caído líder Snoke con armas que parecen tener un filo láser. Pero solo el filo. El resto es metal de toda la vida. Rey y Kylo les pegan una buena paliza.
Los sacerdotes raros, ¿molan?
No solo de guardia escarlatas vive un Emperador. O un Snoke. Muy brevemente veíamos en 'El retorno del Jedi' cómo el emperador consultaba con unos tipos casi tan pálidos y siniestros como él, una suerte de sacerdotes sith. Aquí Snoke no llega a tanto. Pero, aparte de estar escoltado por el semicírculo de guerreros escarlata, hay un par de figuras embozadas, muy altas, con pintas de sacerdotes.
La marcha atrás
De un X-Wing. No nos estamos poniendo erótico-festivos. En una espectacular demostración de pilotaje. Poe Dameron demuestra que poner a un Ala X en reverso cuando te persiguen dos Tie Fighter puede ser la mejor manera de librarte de ellos. Un truquillo así extraño también usaron Finn y Rey en VII, dejándose caer hacia atrás en barrena para poder liquidar al último perseguidor de El Halcón Milenario.
Leia atisba sus poderes
En 'El imperio contraataca' y 'El Retorno del Jedi' era telepatía con su hermano. En 'Los últimos Jedi' es sobrevivir a la muerte. Vaya cambio. Kylo Ren se lanza a un ataque suicida para cargarse a la plana mayor de la Resistencia de un solo torpedo. En el último momento, se arrepiente, levanta el dedo del gatillo y observa, sintiéndola y siendo sentido, a su madre. Es entonces cuando dos Tie Fighter sueltan sus pepinazos y el puente de mando explota. Leia sale despedida al vacío. Y entonces, en un momento asombroso, vemos que Leia es capaz de usar la fuerza para volar y resistir al frío letal del vacío espacial.
Explosiones en el espacio
Es una de las necesarias violaciones de la física de toda la saga. Pero Rian Johnson, en una escena tan emotiva como espectacular, se marca un pequeño chiste. La Almirante Holdo (Laura Dern) decide que ya está bien de ver morir a sus amigos rebeldes y lanza su gigantesca nave espacial a velocidad de la luz contra la flota imperial. Consigue reventar la nave de Snoke.
Johnson filma la espectacular estratagema en cuatro planos de ráfaga que muestran el atravesar de las naves en completo silencio, como corresponde al espacio. Segundos después estalla el estruendo. Porque, ojo, esto es Star Wars. No nos olvidemos. Conviene no olvidarse tampoco de que George Lucas ya jugueteó con el efecto silencio explosión en una espectacular escena con Obi Wan de protagonista.
De la Taberna al Casino
'Star Wars' sucede en una galaxia muy, muy lejana. Pero como los medios de los 70 y 80 eran los que eran, tampoco se podía estar toooodo el rato recordando lo muy, muy lejana que era. Los despliegues de maquillaje, criaturas extrañas e ignotos ritos sociales se reservaban para escenarios muy singulares y concretos. En Episodio IV fue la cantina de Chalmun, famosa por su cuarteto jazzero cabezón y por sus constantes trifulcas. En VIII fue ese antro regentado por la Matz de Lupita Nyongo.
En VIII el puntillo exótico lo da Canto Bight, un casino sobre una espectacular playa en el que los poderosos de la galaxia apuestan sus fortunas al black jack galáctico. Recuerda un montón a Monte Carlo, y no es casual, porque exactamente en esto es en lo que pensaba Johnson al crearlo. Se juegue como se juegue a eso. Como apunte, un magnate borracho confunde a BB8 con una máquina recreativa. Y le mete monedas por una ranura.
Partido por la mitad
Es otro momentazo de VIII. Kylo Ren toma posesión del sable de su tío, mientras el idiota de Snoke describe lo que su discípulo va a hacer, “acabar con su verdadero enemigo”. Y lo hace. Parte en dos con el sable de Luke Skywalker a su maestro del Lado Oscuro. Este partir en dos, a la altura de la cintura, no es nuevo en la saga tampoco. Ya se lo hizo Obi Wan a Darth Maul en Episodio I. La idea no fue de Lucas, sino de Brian de Palma, al que siempre le había fastidiado un poco el lado mojigato del creador de Star Wars. Por una vez, George le hizo caso.
Hacerse un Lando
O, hablando en plata, traicionar a tus amigos. El bueno de Calrissian, que ya le tomaba el pelo de primeras a Han Solo a su llegada a Bespin para luego tratar de birlarle la novia, mostraba lo capullo que podía llegar a ser entregando al cazarrecompensas más querido de la galaxia al mismísimo Darth Vader. Luego se redimía, pero Han, por su culpa, se pasó una temporada congelado en carbonita. Aquí el papel de trickster, de tipo que cambia de rol en la historia, le corresponde al DJ que encarna Benicio Del Toro. Con mucho pragmatismo y bala baba, entrega al Imperio a Finn, Rose y lo que queda de la Resistencia. Su frase final deja una rendijita de esperanza para que se redima en IX. Finn le dice: “Te equivocas”. Él responde: “Tal vez”.
Los Ala B molan
Rian Johnson tiene claro que hay cosas en el universo Star Wars que simplemente molan. Y hay que aprovecharse de ellas. En la batalla espacial que abre la peli vemos en todo su esplendor a un nuevo modelo, deudor de los Ala B, cargado hasta las trancas de explosivos. Aun así, a título puramente personal, creo que molaba bastante más la retaguardia del viejo caza rebelde. Esos propulsores naranjas eran lo más.
Criaturitas del Señor
Que si ewooks, que si gundams y, ahora, que si porgs. Estos adorables peluches cinematográficos son la excusa del merchandissing para tocarnos la patata con unos inmensos ojazos capaces de conjurar ese hechizo que tenía 'El Gato con Botas' de Shrek. El pobre Chewie lo sufre en uno de los mejores gags de la película.
Pedazo de puertas
Cómo le gustan unas puertas decentes a los directores de 'Star Wars'. Las que cierran la base rebelde de Crait recuerdan un montón a las que cerraban el palacio de Jabba el Hutt. De hecho, la escena de cómo van bajando lentamente hasta que desaparece el resplandor diurno es análoga. Como lo es también la figura recortada de Leia a la de Luke mientras se va cerrando.
Escoria rebelde
Cómo le gusta soltarle esto un imperial a un miembro de la Resistencia. Lo raro es a un miembro de la Resistencia llamándoselo a sí mismo para reafirmarse. Pero es lo que sucede cuando Finn culmina su batalla con Phasma. Esta le llama “Escoria”. Finn la corrige: “Escoria no. Escoria rebelde”.
Lo que llevas contigo
Qué buena es esa escena de 'El imperio contraataca'. Luke en Dagobah, frente a la tétrica entrada a una parte inexplorada del pantano donde late el Lado Oscuro, la pregunta a Yoda: “¿Qué encontraré ahí?”. Y la respuesta: “Lo que llevas contigo”. Luego Luke se encuentra con Vader en ese lugar oscuro, lo mata decapitándolo, y la cabeza cortada le muestra su propio rostro. En VIII es Rey quien viaja al lado oscuro en una caverna submarina de Anch-To, el planeta que Luke ha convertido en su refugio eremita. La escena funciona, aunque sin llegar al nivel extraordinario que tuvo esa revelación en Dagobah.
Mentiras, mentiras, mentiras
Buenos o malos, los personajes de Star Wars tienen cierta tendencia a la mentira. Algunos, como el Emperador, lo son de manera patológica. Otros, como Ben Kenobi, mentían con el propósito de que sus discípulos no se traumatizaran. En el caso de VIII, muchos personajes mienten y hasta se mienten a sí mismos. Luke omite la información de qué motivo a Ben Solo a atacarle, destruir su templo jedi y matar a sus discípulos. Poe Dameron miente a sus líderes y va montando una estrategia paralela de batalla por su cuenta. Y lo más gordo, según Kylo Ren, que quizás mienta, Rey sabe perfectamente que sus padres eran unos chatarreros sin la menor importancia. Aunque jugar al 'Battlefront II' nos da otra teoría bastante más probable.
Las trincheras rebeldes
Y si del lado de la nueva orden hay AT-AT, del lado rebelde no se podía ser menos. Hay un plano de Johnson que repite casi punto por punto uno de 'El Imperio Contraataca'. La escena muestra lo siguiente: un grupo de rebeldes echando el cuerpo a tierra tras una trinchera y apuntando sus fusiles láser al enemigo. Solo que en VIII no hay hielo, lo que hay, como confirma un soldado que chupa un cristal del suelo en un momento un poco raro, es sal.
Un Grond high tech
De saga en saga y tiro porque me toca. Episodio VIII tiene un momento calcado a uno de los instantes más épicos de la batalla de los campos del Pelennor en 'El retorno del rey'. Allí, en la saga del anillo, los orcos se marcaban un espectacular ariete con rostro de lobo, de nombre Grond, que tiraba abajo, entre lenguas llameantes, las puertas de Minas Tirith. Aquí, Johnson nos enseña un revientapuertas láser con tecnología de la estrella de la muerte. Haz de láser concentrado y adiós.
Reencuentro con Leia
VIII tiene una escena clavada a ese momentazo de VII en que Han y Leia se reencuentran. Esta vez, Luke es el que viene a despedirse de su hermana de la que una vez se enamoró (¡sin saberlo, eh!). Hay bromas para romper el hielo (se habla de lo bien que le queda el nuevo corte de pelo a la generala exprincesa), grandes ojos humedecidos, perdones aceptados y mucha, mucha ternura. Vamos, que es de sacar el klínex. Para bien.
Hacerse un Luke
Si hacerse un Han es aparecer en el último momento para salvar el día, hacerse un Luke es liarse la manta a la cabeza, confiar en La Fuerza y tirar de ánimo kamikaze. Así se cargó la primera estrella de la muerte, colando los dos torpedos de protones prescindiendo del visor, por puro instinto. Así intenta también Finn cargarse el ariete de la Nueva Orden, lanzándose sobre el núcleo donde arde el corazón del arma. Pero Rose se marcará un Han evitando que Finn se sacrifique, quien sabe si sacrificándose ella en el proceso.
Mover piedra(s) con la Fuerza
Es una parte fundamental del entrenamiento de todo jedi. Mover piedras con La Fuerza. Luke se conformaba con una tímida torrecita haciendo el pino con una mano (¡qué mazado estaba Mark Hamill!). Rey puede con una pared de rocas que taponan una grieta; sin despeinarse. Pero no son los únicos. En el combate entre Joda y Dooku, el gran Cristopher Lee, el sith trataba de enterrar vivo al maestro jedi tras un aluvión de pedruscos.
Hacerse un Anakin
El pobre Anakin las tenía todas. Que si un poco tontorrón, que si un mucho traidor, que si un pésimo poeta… Pero, por encima de todo, Anakin era un chuletas, un tipo que giraba la espada en un movimiento guay solo porque era guay. Un dechado de bucles fijados con Loreal solo para poder admirarse en el espejo. Ese modo chuleta lo hereda Luke en un momento inolvidable. Los nuevos AT-AT del amigo Ben Solo le sueltan mandanga durante un minutazo. Cuando se despeja el humo rojizo, Luke no tiene ni un rasguño. Así que se pasa una mano por el hombro como quien sacude el polvo y se gana la ovación embobada del público.
Luke y los soles gemelos
Si hubiera que escoger un solo momento de 'Star Wars', uno y solo uno, este sería el de Luke contemplando los soles gemelos de Tatooine. Aquí, con una inteligencia y poética que no es de este mundo, Johnson se marca un reflejo exacto de este momento en la ¿muerte? del personaje. Que no es tal, como veremos en el último de los ecos aquí recordados.
Uno con la Fuerza
Cuando Darth Vader blandió su sable y atravesó a Obi Wan Kenobi, los ropajes marrones del jedi cayeron a plomo. Esto sucedió porque el bueno de Ben se hizo uno con La Fuerza, se fundió en ella y, en lugar de morir, renació como un eco de la Fuerza misma, como un espíritu. Ese es el destino final de Luke Skywalker en esta cinta. Cuando finalmente se deja ir ante la visión de los soles gemelos, sus ropas caen vacías. Y eso quiere decir que, tarde o temprano, lo veremos de nuevo en versión fantasmal azulada.
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