La noticia tomó por sorpresa a los espectadores a mediados de la semana pasada: Cinesa lanza, a partir de abril, un bono que permitirá asistir al cine durante todo un mes o todo un año, todas las veces que se desee en en su amplia red de salas. A efectos prácticos, una tarifa plana del cine, un sistema que en otros países de Europa está plenamente instituido y supone un interesante aliciente para el bolsillo de los espectadores habituales.
Con solo acudir entre dos y tres veces al cine al mes, el precio más económico de la oferta (15,90 euros al mes) ya compensa. Es decir, para quienes acuden semanalmente a las salas se trata de una oferta muy jugosa. No hay mucho más que añadir en la parte de los pros: es tentador para espectadores habituales. Sin embargo, en esta interesante apuesta de Cinesa hay quizás matices que conviene detallar.
Está claro por qué Cinesa lanza esta promoción. Las recaudaciones de las salas (que han crrecido en España muy notablemente en 2022) permiten sostener el negocio, pero no son las que eran. Es cierto que a principios del año pasado aún había restricciones post-COVID, y aún así estamos ante cifras esperanzadoras, pero las salas tienen un enemigo que era infinitamente menos amenazador antes de la pandemia y que ahora se ha convertido en una de las principales formas de ocio para los aficionados al cine: el streaming doméstico.
Aunque Netflix, HBO, Disney+ y compañía tienen sus propios problemas debido a la saturación de contenidos, ver cine en casa ya no es una actividad accesoria a acudir a las salas, sino que para muchos espectadores se ha convertido en la principal, dejando los cines para ocasiones especiales o grandes estrenos que tardarán llegar al salón. Pero hasta eso es muy relativo: estudios como Warner, Disney o Universal tienen sus propias plataformas, lo que ha acortado las ventanas de exhibición. Y aunque ya ha remitido la resaca de aquel órdago de Warner, siguen llegando grandes estrenos a las plataformas muy pocas semanas después de su paso por cines.
La fuerza de la costumbre
Al final, todo es una cuestión de hábitos. Escogiendo con sensatez las suscripciones (o ni siquiera: el espectador puede mariposear mes a mes entre unas y otras plataformas, según los estrenos y exclusivas que vayan interesando) se puede tener una ración de audiovisual muy interesante, y para el consumidor medio, puede que más que suficiente. Hay mucha gente que, en el periodo de la pandemia, ha comprobado que ya no tiene que invertir grandes cantidades de dinero en ediciones domésticas de sus películas favoritas o en ir al cine: las plataformas cubren sus necesidades.
Por supuesto, no tiene por qué ser siempre así: en mi caso, considero que la experiencia de ir al cine es única, pese a las molestias, los precios y, en fin, la gente. Pero compensa. Pero yo llevo yendo al cine desde que era pequeño y es algo a lo que no quiero renunciar. Lo cierto es que ni siquiera en mi caso creo que la tarifa plana de Cinesa sea de compra obligada: siempre voy al cine en versión original, y la oferta de la cadena en esa materia no es todo lo completa que a mí me gustaría.
Quizás esta tarifa plana llegue tarde en España. Mientras que en otros países (como Bélgica) es una costumbre que lleva instituida desde hace más de una década, y consumir cine con estos pases es lo habitual, aquí nos llega cuando el streaming se ha convertido en algo más que una efectiva alternativa. Ya es la forma primordial de acercarse al audiovisual para el grueso de la población. Y habrá muchos espectadores decididamente perdidos para las salas.
Es un enigma cómo puede ser recibida esta iniciativa: en 2023, como hemos visto, las recaudaciones han subido (y en España, de forma espectacular), pero quizás haya costumbres que hayan llegado a convertirse en instituciones. En cualquier caso, estas maniobras nunca van a estar de más: esperemos que funcionen para que podamos verlas repetidas y ampliadas.
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