Podríamos elaborar una serie detallada de similitudes entre 'Juego de Tronos' y 'The Witcher', pero deberíamos tener claro que en realidad los parecidos entre la serie iniciada en los libros de Andrzej Sapkowski en 1993 (para ser exactos, en un relato publicado antes, en 1986) y la saga de George R.R. Martin aún inconclusa vienen de algo tan sencillo como que pertenecen al mismo género. La dark fantasy o fantasía oscura, subgénero caracterizado por su violencia soterrada y sus ambientaciones medievales y deprimentes.
Es complicado acotar un género que inventó la pionera semiolvidada Gertrude Barrows Bennett (autora de maravillas como 'La ciudadela del miedo') y al que puso nombre, según a quién preguntes, Charles L. Grant o Karl Edward Wagner. En cualquier caso, ha tenido cultivadores tan exquisitos y famosos como Anne Rice, Clive Barker o Stephen King con su celebérrima saga de 'La torre oscura', aunque quizás quien mejor definió sus rasgos fue Michael Moorcock, de cuya futura adaptación de la saga de Elric ya se habla como (adivina) la nueva 'Juego de tronos'.
En los noventa, sin embargo, gracias al viraje en los gustos de los lectores, las series de libros de Martin y Sapkowski obtuvieron una notable popularidad, y son obvios los paralelismos entre ambas. La descripción de un medievo inventado y mágico, donde la violencia y las conspiraciones entre gobiernos rigen los destinos de la gente son comunes entre ambas, aunque hay una diferencia primordial: 'Juego de Tronos' es una saga de novelas casi corales, y 'The Witcher' tiene un solo protagonista, el brujo y cazador de monstruos Geralt de Rivia.
Aún así, hay parecidos indiscutibles: las intrigas cortesanas, con conspiraciones y devaneos sexuales, juegan un papel esencial en las dos, pero especialmente en 'Juego de Tronos', ya que 'The Witcher' está menos politizada. Parcialmente vinculado a esto último está la idea de la predestinación, que marca en el caso de 'Juego de Tronos' a Brandon Stark, y en el de 'The Witcher', a Ciri (curiosamente, esta última puede manipular el espacio y el tiempo, y hay teorías de fans que dicen que Stark puede también).
Tanto 'The Witcher' como 'Juego de Tronos' acuden a la mitología irlandesa buscando inspiración para algunas de sus razas. Por ejemplo, los Aos Sí, modelo tradicional en la fantasía para los elfos y las hadas, son el claro referente de los Aen Sidhe de la primera serie y los Caminantes Blancos de la segunda. Los Aen Elle, raza élfica hermana de los Aen Sidhe, recuerdan aún más a los Caminantes Blancos y también a distintas criaturas de la mitología celta, como también lo hace el concepto de la Cacería Salvaje de distintas mitologías, muy presente en las costumbres de los Aen Elle y centro del tercer videojuego de 'The Witcher', subtitulado precisamente 'Wild Hunt'
Finalmente, un par de analogías más: el famosísimo 'Winter is coming' de Juego de Tronos, lema de la Casa Stark, es solo una de las múltiples referencias al invierno que se desliza en la obra de George RR Martin, y que incluye también la Larga Noche, un invierno que, miles de años atrás, duró una generación entera. En 'The Witcher' tienen la profecía de una larga edad de hielo que posee hasta explicación metereológica. Por otra parte, en el punta opuesta del espectro de lo confortable, no olvidemos el apacible ducado de Toussaint, comparable a la península de Dorne en 'Juego de Tronos', que nunca ha sufrido una invasión.
Son parecidos indiscutibles entre ambas sagas de novelas, pero no debemos de olvidar que ambas beben del género entonces de moda, la fantasía oscura, y también de abundantes fuentes mitologicas. Sin ir más lejos, la idea del "invierno eterno" procede de las leyendas nórdicas: el Fimbulwinter es el durísimo invierno que llega antes del Ragnarok y el fin del mundo. Cualquier comparación entre ambas series debe ir matizada por esta raíz indiscutiblemente común que las inspira.
Y es por eso que 'The Witcher' puede ser considerada sucesora de 'Juego de Tronos', ya que retoma una buena cantidad de temáticas y enfoques de la serie de HBO, y a la vez, no serlo, ya que es fácil ampliar el marco de visión y contemplar que ambas pertenecen a un escenario más grande, donde se dan la mano tradiciones milenarias y géneros literarios de moda. 'The Witcher' es, simplemente, un paso más en un camino muy nutrido de referentes y ejemplos populares.
'The Witcher': más allá de aprovechar un éxito apabullante
Aviso: Esta crítica no contiene spoilers, pero sí algunos detalles argumentales de los libros y la serie.
Lo que sí resulta indiscutible es que a Netflix le interesa la publicidad extra que le pueda llegar de la comparación con 'Juego de Tronos'. La prueba indiscutible de que se siente cómoda con el paralelismo está en el trailer lanzado hace apenas una semana, y que tiene una estética y temática que en ciertos aspectos puede considerarse inequívocamente del estilo de 'Juego de Tronos'. O, como mínimo, que acentúa una serie de cuestiones muy estudiadas para que 'The Witcher' se parezca más a la serie de HBO.
Es decir: apenas hay magia, vemos conspiraciones palaciegas, salones del trono, batallas en las que participan cientos de soldados, una estética oscura y brumosa, reyes y reinas, mujeres fuertes y hombres irritables. El trailer hace pensar que, en efecto, estamos ante un trasunto de 'Juego de Tronos', pero la realidad es distinta, porque 'The Witcher' tiene su propia personalidad.
De hecho, las diferencias son tantas que acabamos antes si enumeramos los parecidos entre ambas series: en efecto, hay una intriga palaciega donde se confunden altas y bajas pasiones, y donde la vida de centenares de personas se pone en juego por arreglos cortesanos y por ambiciones de poder y riqueza. Hay razas fantásticas que operan al margen de los humanos (aunque en 'Juego de Tronos' son castas rigurosamente al margen de los humanos, y en 'The Witcher' conviven, no diríamos que en armonía, pero desde luego sí que acostumbrados los unos a los otros).
Tenemos también una extensión de terreno gigantesca que favorece distintos ambientes, ciudades, castillos, ducados, bosques y parajes más o menos indescriptibles. Tenemos una historia que atraviesa no vidas completas, sino varias generaciones, y los actos de los mayores impactan de forma indeleble en los más jóvenes. Y en fin, tenemos una narrativa coral: es cierto que 'The Witcher' se centra sobre todo en tres personajes muy específicos y que 'Juego de Tronos' tiene muchos más, pero el cuidado que imprime 'The Witcher' a la descripción y a la personalidad individual de los secundarios demuestra que la filosofía es la de construir un reparto amplio y variado, y no de meros comparsas de los protagonistas.
Y eso es casi todo lo que las une: lo importante es que 'The Witcher' sabe diferenciarse por vías inesperadas. Una de las más notables es el humor: aunque la serie protagonizada por Henry Cavill no es una comedia, hay momentos que rozan la autoparodia. Es complicado tomarse completamente en serio la actitud silenciosa y gruñona del Brujo, su parquedad de palabra para abrirse paso tanto entre la plebe como entre la alta nobleza. Vemos a Geralt de Rivia ser insultado durante todo un capítulo por su mal olor y cómo la compañía de un bardo empeñado en loar sus hazañas le saca de quicio.
El bardo Jaskier (Joey Batey) es, sin duda, el que más momentos de comedia propicia, y no solo por el contraste con Geralt. Aunque aparentemente canta romances medievales, sus canciones tienen unas melodías pop indiscutiblemente modernas, y a menudo los personajes dialogan deslizando palabras modernas en su vocabulario, especialmente en conversaciones de poca carga dramática. La intención es dejar claro que 'The Witcher' no es tanto una épica historia de fantasía oscura, sino un comentario acerca de ese tipo de historias.
Por eso 'Juego de tronos' se mueve en otra liga. Sin duda, la serie de HBO es más trascendente y caló con facilidad en un público mayor y más entregado, que ha discutido hasta la más mínima pista que ha deslizado cada episodio semana a semana. 'The Witcher' es más bien un juguete, casi una pedorreta en dirección a esa trascendencia a veces un poco vacua, y no tiene problemas en tirar de secundarios excéntricos, monstruos imposibles y paréntesis bienhumorados. 'The Witcher' -muy curiosamente, en paralelo a otra serie de éxito reciente que hace la misma jugada en un entorno muy distinto, 'The Mandalorian'- es 'Conan', no 'El Señor de los Anillos'.
Lo que no quiere decir que 'The Witcher' sea un entretenimiento familiar: su atmósfera tenebrosa y su historia deprimente se encargan de distanciar a la serie de una mera serie de aventuras joviales. Conoceremos a Geralt de Rivia, un rotundo brujo cazador de monstruos y su especialísima relación con la bruja Yennefer de Vengerberg (Anya Chalotra) y la heredera del trono de Cintra, Ciri (Freya Allan). Aunque sus destinos tardarán en entrecruzarse, más de la primera mitad de esta primera temporada se entretiene en narrar la historia de las dos mujeres, llenas de dolor, traición y sangre, y cómo acaban chocando sus vidas con la del brujo.
Y todo ello se nos cuenta con abundancia de violencia, sangre, gore grotesco, monstruos por doquier e imáginería ocultista que coquetea con el cine de terror y se aleja de la fantasía más blanca de otras muestras del género. Las peleas de 'The Witcher' son espectaculares y en cada episodio hay alguna virguería visual que nos recuerda que Lauren S. Hissrich, showrunner de la serie, se curtió como productora en 'Daredevil': complejas coreografías sin cortes de plano, instantáneas a cámara lenta para el recuerdo, y un Henry Cavill que da perfectamente el tipo como espadachín salvaje.
Un monstruo en cada episodio
Llama la atención que 'The Witcher' se aleje del guadiana culebronero que a veces era 'Juego de Tronos', no solo centrando la atención en tres personajes y sus historias, sino presentando éstas de forma independiente, casi autoconclusiva. No del todo porque casi todos los secundarios van estando conectados de un modo u otro entre sí, aunque sea de forma somera. Pero es cierto que en cada episodio hay un monstruo, una maldición o un paraje que explorar, y esa situación queda bien atada al final de cada capítulo.
Una manera muy curiosa de plantear la narrativa (sobre todo teniendo en cuenta que Netflix estrena la serie al completo), pero que sirve sobre todo para brindarle cierta ligereza: estas aventuras episódicas recuerdan más a un serial que a un interminable tocho literario de setecientas páginas. Y es brillante cómo estos monstruos, estas maldiciones, estas pequeñas misiones de brujería vuelven sobre sí y sobre Geralt en diversos capítulos, influyendo en el futuro y en personajes diversos.
Porque el guión no presume de ello, pero lo cierto es que es bastante ingenioso a la hora de entramar historias y personajes. También se demuestra en un cierto desorden narrativo cuyos secretos no desvelaremos aquí y que no funciona como ese "mira, mamá, qué guión tan extravagante" que a veces tan molesto resulta, sino como una buena prueba de que 'The Witcher' rebosa ingenio y está deseando compartirlo con el espectador.
A base de espadazos y gruñidos, 'The Witcher' se distancia así de 'Juego de Tronos'. La épica y la trascendencia de la serie de HBO no son comparables con esta oscura historia de brujería y puercoespines y extraordinariamente bien interpretada (las dos actrices principales son brillantes y componen mujeres que van mucho más allá de las damiselas en peligro o de las versiones femeninas de los héroes). Y, sobre todo, que no necesita modelos. 'The Witcher' se parece solo a sí misma y eso es lo que tenemos que celebrar.
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