'Thor: Love and Thunder' demuestra por qué las películas de superhéroes "de autor" están condenadas en la Marvel actual

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Convendría arrancar esta breve reflexión con un aviso que no sorprenderá a nadie que haya visto un número de películas de Marvel superior a cero: es complicadísimo hablar de autoría en las películas de cualquier franquicia actual. Aunque obviamente hay creadores con un sello reconocible más patente que otros, o simplemente más superficial o con unas características más definidas, a menudo la industria devora al talento individual y lo pone a su servicio.

Hay abundantes características del cine franquiciado que subrayan este hecho. Ha habido directores que han salido escopetados de superproducciones porque no tenían la suficiente libertad creativa (Edgar Wright de 'Ant-Man', Patty Jenkins de 'Thor 2', Joss Whedon de 'Vengadores 3', Ava DuVernay de 'Black Panther', Scott Derrickson de 'Doctor Strange 2', y eso sin salirnos del MCU). Y ha habido autores con un teórico sello personal que han sido devorados por la maquinaria, como Anna Boden y Ryan Fleck en 'Capitana Marvel', Cate Shortland en 'Viuda Negra' o Chloé Zhao en 'Eternals'.

Y luego, por supuesto, están los directores cuya marca se percibe en un ejercicio más de buena voluntad que otra cosa, pero cuyas aportaciones a la franquicia son inferiores (o incomparablemente peores, ya dependiendo del gusto de cada cual) a casi todo el resto de su cine. La lista es interminable: Sam Raimi, James Gunn, Scott Derrickson, Shane Black y muchos más. Entre ellos está Taika Waititi, un director con un sello distintivo personal y un estilo de comedia muy singular y que, desde luego, ha logrado inyectar parte de las características de su irreverente cine en las franquicias Disney.

Por ejemplo, su episodio para 'The Mandalorian' tiene unos diálogos divertidísimos y 'Thor: Ragnarok' es, abiertamente, una comedia. 'Thor: Love and Thunder' es absolutamente continuista con el tono y el estilo de 'Ragnarok', pero no funciona. Se siente repetitiva, con un tono clónico de su precedente y sin demasiada chispa. El tono irreverente ya ha sido absolutamente absorbido por Marvel (que lo ha incorporado a prácticamente todas sus películas, de personajes como 'Doctor Strange' a series como 'She-Hulk' o 'Ms. Marvel'), con lo que se ha neutralizado el hipotético poder corrosivo del mismo.

El poder del humor (si lo hubiere)

'Thor: Love and Thunder' continúa directamente lo visto en 'Ragnarok', con un dios del Trueno embarcado en aventuras con los Guardianes de la Galaxia, pero que se reencuentra con su amada Jane Foster (Natalie Portman), actual portadora de Mjölnir. Juntos se enfrentarán a Gorr, una criatura alienígena decidida a acabar con todos los dioses de la galaxia después de que su hija muriera por culpa de una deidad indolente.

Hace ya casi seis años desde el estreno de 'Thor: Ragnarok', y aunque por entonces Disney ya estaba embarcada en el estreno de tres películas al año, como ahora, aún no se había embarcado en la fenomenal tarea de desgaste de recursos, ideas y dinero que supone estrenar cinco series para Disney+ al año, como de momento ha hecho en 2021 y repetirá en 2022. Y ese desgaste se percibe en la forma de producir de Disney, donde para maximizar recursos, se ve obligada a hacer más guiones con plantilla, a reducir recursos destinados a efectos y, en general, a pulir la creatividad para dar prioridad al rendimiento.

Eso, por fuerza, tiene que repercutir en los creadores más libres, que se ven obligados a trabajar para una maquinaria mucho más exigente. Y eso se está viendo no solo en una Fase 4 donde solo han despuntado momentos puntuales de 'Doctor Extraño en el Multiverso de la Locura', sino en buena parte de este Thor: Love and Thunder'. Se detecta desde el guión (humor funcional pero absolutamente reciclado de 'Ragnarok') a los diseños (de vestuario, personajes y escenarios, decididamente inferiores al estallido de color y originalidad que ostentaba la anterior película de Thor; por ejemplo, el escenario de la reunión de dioses aquí parece un borrador del coliseo galáctivo visto en 'Ragnarok').

Hasta los efectos digitales parecen haberse realizado a toda prisa: el uso de la revolucionaria tecnología del Volumen está muy lejos de los fantásticos resultados vistos en 'The Mandalorian' o 'The Batman', y ya está suscitando críticas entre los aficionados. Por supuesto, no es un problema de malos técnicos de efectos especiales, ya que Marvel puede presumir de tener los mejores a su servicio, pero sí de que la compañía es un mastodonte de superproducciones que circula sin tiempo para los detalles y a toda velocidad.

Por supuesto, 'Thor: Love and Thunder' no es un desastre (honestamente, ninguna película del MCU lo es): Taika Waititi tiene un genuino talento para la comedia, y aún sometido a las innumerables restricciones de Disney, aquí brilla en momentos como en la relación con los Guardianes de la Galaxia o, cómo no, las tronchantes cabras. Por desgracia, son tan puntuales como insuficientes: Marvel necesita o más autores con una personalidad absolutamente férrea, como Sam Raimi, o replantearse si quiere limitarse a ser una factoría de brillantes productos en serie.

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