A estas alturas, la duda con cada nueva película de Pixar no es si alcanzará el nivel de excelencia técnica, originalidad e ingenio que se le presupone a la casa, sino cómo se las ingeniará para lograrlo una vez más. Es cierto que en la última década las películas del estudio han suavizado sus aristas, han rebajado el nivel de sorpresa, han confiado en exceso en las secuelas y a veces se han visto traicionadas por su obsesión con ser ingeniosas a toda costa, y por la autoimposición de moverse en esa zona tan complicada de las películas que cautivan a los niños pero gustan a los adultos.
Pero lo cierto es que por mucho que esos códigos y esas intenciones a veces renqueen (la estética y el humor de la futura 'Onward', por lo que se ve en el trailer, son propios de una Dreamworks desganada), la calidad general de las propuestas de Pixar es relativamente infalible. De acuerdo, el humor de 'Ralph Rompe Internet' hacía que uno imaginara a los guionistas de Pixar como el meme del Mr. Burns Colegui, pero abundaban las buenas ideas de puesta en escena, guión y esa maldita emoción a flor de piel que tan bien se le da a Pixar.
'Toy Story 4' partía también con unos cuantos handicaps de salida: secuela (promete el estudio que la última en mucho tiempo) de una saga que ya se había dado por finiquitada, estética y personajes archisabidos y franca posibilidad de ideas recicladas. Y sí, todo eso está aquí, parcialmente al menos, pero Pixar vuelve a obrar su magia con esos guiones de acero forjado, esos personajes carismáticos a prueba de desgaste y esos secundarios capaces de robar la función sin aparente esfuerzo, aunque en realidad hay detrás un exquisito trabajo de caracterización, diseño y diálogos pulidísimos.
Quizás el mayor desafío que tenía ante sí 'Toy Story 4' era el de continuar una historia que ya se sentía cerrada debido al tono crepuscular de la tercera entrega, donde se trataban temas con un punto oscuro, como el fin del ciclo vital de los muñecos y la misma cercanía de la muerte, con aquella conclusión aterradora en el incinerador de basura. Llegados a ese punto: ¿cómo prolongar las aventuras de Woody, Buzz y compañía sin repetir temas de las primeras entregas (la rivalidad de los protagonistas por el cariño de sus dueños, los juguetes perdidos, los distintos tipos de niños/dueños...)?
En esta ocasión, Woody acompaña a su nueva dueña, Bonnie, a su primera visita a la guardería. Allí, ella misma se fabrica un nuevo juguete, Forky, con objetos que encuentra en la basura. En un viaje familiar éste se extravía, y Woody decide recuperarlo porque sabe que es el juguete más importante para su dueña. Así se reencontrará con viejos amigos que creía perdidos y con nuevos juguetes que ansían tener algo que Woody siempre ha dado por sentado: un niño al que proteger y de quien depender.
'Toy Story 4': Viejos temas, nuevos enfoques
Son temas que ya se han tratado en la serie: 'Toy Story 3' hablaba del cambio que experimentan los juguetes cuando su dueño habitual desaparece (allí Andy, el niño que había tenido a Woody y Buzz desde siempre, crece y se va a la universidad), y era una película sobre el cambio y la necesidad de sobreponerse a la pérdida. 'Toy Story 4' consigue redundar en ese tema sin resultar repetitivo planteando una comunidad de juguetes asilvestrados, que no pertenecen a nadie (ni siquiera en el comunal pero muy reglamentado mundo de la guardería de la tercera entrega), y que aquí son liderados por una sorprendente Bo Peep, la pastorcilla que ha sido difuso interés romántico de Woody desde la primera entrega y que experimenta una de las evoluciones más radicales de la serie, junto con la de Woody y Buzz en la primera entrega.
Bo se convierte aquí en un muñeco liberado, que da unas cuantas lecciones de independencia y sentido común al héroe, y que está claramente inspirada (del coche-mofeta a la actitud general, pasando por el delicioso guiño a la pérdida del brazo) en la Imperator Furiosa de 'Mad Max: Furia en la carretera'. Es ella la que hace entender a Woody que no es necesaria una figura superior sobre nosotros para tener cierta seguridad en uno mismo o un código moral. Un cambio en el personaje que suscita lecturas sociales e incluso espirituales en la película, y que hace volver la vista a anteriores películas: pese a su buen corazón... ¿ha cortado la actitud conservadora de Woody las alas a todos los juguetes?
Buena pregunta que debe responder el espectador sin ayuda, porque desde luego, 'Toy Story 4' no indaga a fondo en semejante barullo conceptual. 'Toy Story 4' se conforma (que no es poco) con continuar las aventuras previas, y lo hace de la mejor manera: con estupendos villanos y nuevos y tronchantes secundarios. La primera es una muñeca que nunca ha tenido dueña pero, mucho más tradicionalista que Bo, la ansía por encima de todas las cosas. Está escoltada por el último horror monchito que le quedaba por explotar a la serie: un ejército de muñecos mudos de ventrilocuo, una inteligente idea que no se exprime a fondo, dando pie a una aventura luminosa y sin claroscuros.
Los secundarios, por su parte, están entre lo más notable de la entrega, y casi son los mejores de la serie desde el apabullante descubrimiento de los muñecos mutantes y los amigos de Woody en la primera entrega o los alienígenas del gancho de la segunda. Duke Caboom es un hallazgo visual que compite con el aquí casi marginal Buzz Lightyear, y la voz de Keanu Reeves está, por supuesto, a la altura del personaje. Jordan Peele y Keegan-Michael Key están graciosísimos como los dos peluches, con esa rutina de su serie de televisión que siempre funciona. Y Forky, en fin, no solo es un estupendo dinamizador del argumento, sino que visualmente es, como Duke, todo un hallazgo.
Todos esos elementos ponen en pie una película que no aspira a alcanzar el nivel icónico de la primera entrega, entre otras cosas porque la condición histórica de aquella es ya inalcanzable. Sin embargo, y pese a navegar contra unas cuantas condiciones en contra, el resultado es más que estimable. Se ha dicho que es la entrega más divertida desde la primera, y desde luego lo es en términos de caracterización de personajes, y gracias a dejar de lado los ribetes amargos de otras entregas, especialmente de la tercera parte.
Es curioso cómo 'Toy Story 4' ha pasado de ser una franquicia que reforzaba valores tradicionales como la amistad o la familia a convertirse en una saga algo más libre -paradójicamente, con Pixar ya propiedad de una compañía como Disney, muy poco sospechosa de ser progresista-, donde caben esquemas menos convencionales y personajes que dudan hasta de su propia naturaleza. Quizás 'Toy Story 4' no pueda aspirar al carácter mítico de las primeras entregas, pero como entrega que vuela sin motor, desde luego alcanza y sobrepasa con holgura los prejuicios con los que puedas llegar a la sala.
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