'Tribus de Europa': llega a Netflix una intensa y violenta propuesta post-apocalíptica de los creadores de 'Dark'

Algo de misticismo inofensivo, una pizca de post-apocalipsis suave con protagonismo juvenil estilo 'Los 100', explosiones de violencia y acción que no podrían verse en una serie norteamericana y un buen trabajo de atmósfera son los elementos que cuajan en 'Tribus de Europa', serie alemana de los productores de 'Dark', pero más orientada a la aventura y de argumento más lineal. El resultado funciona como un reloj, y estos seis episodios plantean la aventura con eficiencia y pasan en un suspiro.

'Tribus de Europa' nos lleva a un futuro en el que las sociedades tal y como las conocíamos se han descompuesto, la tecnología ha desaparecido para casi todos y la humanidad se ha reorganizado en decenas de tribus enfrentadas unas con otras. Casi todas participan en ese conflicto salvo una, pacifista y en comunión con la naturaleza, y a la que pertenece el trío de hermanos protagonistas. Por desgracia, tendrán que implicarse en la guerra cuando un desconocido aterriza en los bosques donde viven con un cubo que todas las facciones ansían poseer.

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'Tribus de Europa' no oculta sus referentes: aparte de la citada 'Los 100', hay algo de 'Los juegos del hambre' en el retrato y la estética de los distritos pobres, y en las competiciones a muerte para diversión de unos pocos. Se pueden trazar parecidos con 'Juego de Tronos' y la historia de los hermanos separados, aunque obviamente la épica aquí es mucho menor. Y con 'See', la lujosa e incomprendida serie de ceguera apocalíptica con Jason Momoa. Por suerte, pese al batiburrillo, 'Tribus de Europa' encuentra rápido su propia identidad. Como detalle para fans de 'Dark', se plantea una levísima conexión a través de Oliver Masucci, que interpretaba a Nielsen en aquella, aunque es más un guiño que una auténtica intención de crear un universo compartido.

Se ha dicho que 'Tribus de Europa' está inspirada en el Brexit, y que a su creador, Philip Koch, se le ocurrió su punto de partida el día después del referéndum. Lo cierto es que la serie no es especialmente discursiva, y se esfuerza en plantear distintos puntos de vista acerca de la asimilación cultural y política, posibilidades de que unas tribus acojan a otras, y cómo el deseo de pertenecer a un colectivo es comprensible y deseable, pero también conlleva su peaje. La serie es ambigua en cuanto al mensaje aunque, pese a su violencia, es más optimista que desoladora, y ante todo defiende la protección de la identidad de las naciones.

Una Europa futura en conflicto

'Tribus de Europa' funciona porque presta atención a lo que importa, quizás debido a la urgencia con la que tiene que narrar un viaje de separación y reencuentro en seis episodios. No hay apenas secuencias de relleno, y todas aportan algo a los personajes o al trasfondo de la historia, con detalles sobre el pasado o sobre la Europa que no vemos (que no es exactamente "Europa, el continente"). Ante series estiradas artificialmente hasta los diez episodios por vete a saber qué necesidades superfluas en tiempos del streaming, 'Tribus de Europa' va al grano, y en ya en el primer episodio conocemos a los protagonistas, su situación, el mundo y los conflictos que disparan el resto de la serie.

Y aún así, el desarrollo de la historia se permite unas cuantas sorpresas por el camino. Por ejemplo, la curiosa relación de Elija y los personajes que le van ayudando con el cubo atlante, infinitamente menos cargante de lo que promete al principio debido, precisamente, a la habilidad de la serie para esquivar el relleno. O la relación que se establece entre uno de los protagonistas (paradójicamente, el menos atractivo) y una de las némesis más oscuras de la serie, más siniestra y perversa de lo esperable.

Lo mejor de 'Tribus de Europa' llega cuando abraza el material de reciclaje del que parte, y pone el acento en los personajes extravagantes y los villanos sin sentido. Todo lo que atañe a los Cuervos, la tribu de malvados (que tienen sus sorprendentes matices) a la que todos temen, es especialmente divertido. Sobre todo en lo tocante a sus vestimentas de cenobitas del apocalipsis y a su lideresa, Varvara (Melike Foroutan), que conecta tanto con la Rhoma Mitra de 'Doomsday' (otra referencia) como con clásicos de la serie B europea de los que en Alemania saben mucho, como las películas de 'Ilsa, la loba de las SS'.

El resultado es sorprendente, y plantea con mucha fortuna algo en lo que otras series más centradas en montar una churrería que en contar buenas historias cojean: describe un mundo del que solo se dan apuntes para que la cabeza del espectador rellene los huecos, y que pueden ser explorados en un futuro o no. Hasta que llegue ese momento, de momento tenemos seis episodios fulminantes e irreprochables. Carece de la complejidad y la ambición de 'Dark', pero la propuesta funciona sobradamente.

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