Lleva un par de semanas comentándose en internet sin descanso (desde que se estrenó en Estados Unidos en Amazon prime Video; esta misma semana llega a España), hasta el punto de que ya es la nueva sensación independiente del género. Las valoraciones, como no podía ser de otro modo, se polarizan: hay tantos espectadores fascinados con la brutal verborrea y los homenajes a la paranoia pop estadounidense de los años cincuenta como otros aburridos ante los excesos visuales y la falta de acción de este impresionante debut.
Porque la primera película de Andrew Patterson (que también coguioniza, monta y produce) es, por encima de otros valores, una pieza que demuestra una impresionante fuerza de voluntad. Rodada hace casi cuatro años, en septiembre de 2016, fue rechazada por múltiples festivales, como Cannes, Sundance, Tribeca y un largo etcétera. Finalmente acabó viéndose en enero de 2019 en Slamdance, y ahí empezó un recorrido por pequeños festivales de género ganándose una fama de pieza de culto que acabó consiguiendo que Amazon la incorporara a su escudería de Originals.
Y son normales tanto los rechazos como la fama de pieza exquisita de culto, porque su naturaleza es muy particular. Patterson cuenta cómo en el imaginario pueblo de Cayuga, New Mexico (apunta el guiño: Cayuga Productions era el nombre de la productora de Rod Serling donde nació 'The Twilight Zone'), un par de amigos unidos por su pasión por los artilugios electrónicos, la joven Fay (Sierra McCormick) y el locutor de radio Everett (Jake Horowitz), interceptan una misteriosa señal sonora que emiten en el programa del segundo.
Desde ahí empiezan a recabar pistas y testimonios que les sumergen en una investigación que tiene lugar mientras el resto de sus vecinos están encerrados en un polideportivo viendo un partido de baloncesto. Como sombras en un pueblo fantasma se mueven de un lado a otro, correteando por las avenidas desiertas o cogiendo coches prestados para transportar enormes grabadoras que les permitan seguir difundiendo la verdad. Y el espectador y una cámara de continuos movimientos febriles pero muy clásicos les acompañan en esta versión vintage de 'Expediente X' a escala microscópica.
Largos y reveladores monólogos
Esta investigación está lejos de moverse dentro de los códigos de un thriller, con persecuciones trepidantes y dramáticos giros de guión. De hecho, dos de los momentos más memorables de la película lo componen un par de largas historias del pasado contadas por quienes las vivieron, que revelan experiencias de contacto con los extraterrestres. Una de ellas es el de una madre que perdió a su hijo pequeño décadas atrás de forma misteriosa, y Patterson filma a la actriz Gail Cronauer con un plano constante, tenso y en penumbra.
El otro testimonio, situado en el ecuador de la película, y auténtica razón del arranque de la investigación, es aún más especial (ojo, levísimos spoilers aquí): un obrero al servicio del Gobierno desvela datos hasta entonces ocultos a través de la radio. No llegaremos a verle la cara: solo su magnética voz (Bruce Davis en la versión original), y las reacciones de sus interlocutores Fay y Everett, cada uno ante los cacharros vetustos (el control de la radio, un panel de clavijas telefónicas) que parecen ser una obsesión continua en la película.
Estos dos monólogos conectan la propuesta de Patterson con la idea de que las invasiones alienígenas son en realidad ficciones, leyendas urbanas que se han transmitido mediante testimonios (y la investigación lo confirmará o denegará todo), que pueden ser bromas telefónicas o delirios de una madre que ha perdido a su hijo. La película refuerza esa visión ambigua presentando la película como si fuera un episodio de una serie ficticia de televisión, 'Paradox Theater', o lanzando guiños como el nombre de la emisora de Everett, WOTW (siglas de 'War of the Worlds', en clara referencia a la emisión de la adaptación de la obra de HG Wells que desató el pánico en 1938).
Pero por otra parte, la puesta en escena es deliberadamente ambigua, con largos planos secuencia que serpentean por el pueblo incansablemente y que han sido muy comentados por su invisible y hábil empleo del CGI para recorrer trazados imposibles (y criticados por su aparente falta de necesidad narrativa). Pero lo que transmiten estos extensos travellings (uno al principio siguiendo una conversación aparentemente intrascendente de los protagonistas, otro uno aún más espectacular, que recorre el pueblo entero entrando y saliendo de los edificios) es que hay presencias en el pueblo que observan en silencio.
'The Vast of Night': la opinión de Xataka
'The Vast of Night' ha sido acusada de cierta ramplonería visual (por otra parte, bendita frescura viniendo de un debutante) a causa de planos algo exhibicionistas. Como, por ejemplo, la textura catódica en blanco y negro que irrumpe en la imagen no-tan-arbitrariamente-como-parece -aparecen cuando cambia un acto en el guión-. Pero imágenes tan aparentemente sencillas pero de fondo sofisticado, como el larguísimo plano de Fay interconectando llamadas telefónicas inanes entre sus convecinos hasta que irrumpe el misterioso sonido extraterrestre, demuestran que Patterson sabe lo que se hace.
Esta pieza de ciencia-ficción minimalista no es para todos los gustos, eso es evidente. Su ritmo pasivo y a trompicones, su confianza en lo verbal por encima de lo visual (siendo una película extremadamente cinematográfica, también) explican que se vaya a convertir en un artefacto de culto relativamente rápido. Uno que va a hacer que permanezcamos atentos a la futura carrera de su director y a la confirmación de Amazon Prime Video como una plataforma muy atenta ('Upload', 'Undone', 'Historias del Bucle', 'El hombre en el castillo') a las formas más diversas de la ciencia-ficción.
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