La relación que mantienen Estados Unidos y China se ha ido tensando a la misma velocidad con la que este último país ha ganado relevancia internacional. El peso específico que tiene el gigantesco estado liderado por Xi Jinping en los ámbitos económico, geoestratégico y militar está fuera de toda duda. Desde la puesta en marcha en 1978 de las reformas que propiciaron su apertura al mundo su producto interior bruto ha crecido alrededor de un 9% cada año, lo que según el Banco Mundial ha ayudado a más de 800 millones de personas a escapar de la pobreza.
China hoy es radicalmente diferente a la China de los años 70. En apenas cuatro décadas este país ha conseguido dejar atrás la irrelevancia internacional y consolidarse como una potencia económica, militar y científica con la capacidad de intimidar a cualquier otra gran potencia. Incluso a Estados Unidos. De hecho, en octubre de 2022 la Administración liderada por Joe Biden publicó un documento en el que desarrolla con todo lujo de detalles su estrategia de seguridad nacional, y, como cabe esperar, China ocupa una posición central en ella.
El siguiente extracto literal de este documento refleja con mucha claridad por qué el Gobierno de EEUU considera a China una amenaza: "La República Popular de China (RPC) es el único competidor que tiene tanto la intención de remodelar el orden internacional como, cada vez más, la capacidad económica, diplomática, militar y tecnológica para hacerlo. Pekín tiene la ambición de crear una amplia esfera de influencia en las regiones del Índico y el Pacífico, así como de llegar a ser la potencia mundial líder". Estas líneas condensan a la perfección la historia de fondo que ha desencadenado la coyuntura internacional en la que nos encontramos.
Todavía hay espacio para la conciliación
Es evidente que la Administración estadounidense está convencida de que el Gobierno chino está decidido a disputar a Estados Unidos de tú a tú su posición dominante. El desarrollo económico y técnico que ha experimentado durante las últimas dos décadas le permite hacerlo. De hecho, si nos ceñimos a sus logros científicos en dos terrenos tan complejos como lo son la computación cuántica o la fusión nuclear, China es una potencia a tener muy en cuenta. Tanto que es perfectamente plausible que en el ámbito de la energía de fusión llegue a la meta antes que los europeos y los estadounidenses.
No obstante, a Estados Unidos le preocupa especialmente que China pueda fabricar sus propios chips de vanguardia y los utilice para aplicaciones militares. Esta afirmación no es en absoluto una conjetura o el resultado de una intuición; el Gobierno de Joe Biden lo ha expresado abiertamente en muchas ocasiones. Esto le ha llevado a liderar una alianza que persigue evitar que China consiga los equipos de litografía más avanzados que producen compañías como ASML, Tokyo Electron o ZEISS, lo que ha provocado que EEUU involucre de forma directa en su plan a Países Bajos, Corea del Sur o Japón, entre otros países.
Algunos expertos chinos, como Zeng Liaoyuan, que es profesor asociado de ingeniería de telecomunicaciones en la Universidad de Tecnología y Electrónica de Chengdu, en China, defienden que su país necesitará al menos dos décadas para desarrollar las tecnologías que son necesarias para fabricar semiconductores avanzados sin necesidad de recurrir a las innovaciones extranjeras. Curiosamente este plazo coincide sospechosamente con el tiempo que necesitó invertir ASML en la puesta a punto de su máquina de fotolitografía UVE.
Actualmente el fabricante de semiconductores chino SMIC está produciendo circuitos integrados en sus nodos de 14 nm, aunque en agosto de 2022 varios medios chinos filtraron que ya tenía lista la base tecnológica necesaria para fabricar chips de 7 nm. El panorama no es nada tranquilizador. La pugna entre China y la alianza liderada por EEUU va a más y es difícil identificar qué consecuencias tendrá en última instancia si los países involucrados no encuentran la forma de aliviar la tensión. A pesar de todo, los Gobiernos de Xi Jinping y Joe Biden han dado en varias ocasiones muestras públicas de estar dispuestos a negociar.
En noviembre de 2022 un alto cargo del Ministerio de Relaciones Exteriores chino expresó la frase que hemos utilizado en el titular de este artículo: "El mundo es lo suficientemente grande para que ambos países se desarrollen y prosperen juntos". Y EEUU en su estrategia de seguridad nacional también ha intentado moderar la tensión: "Es posible que Estados Unidos y la República Popular de China coexistan pacíficamente y contribuyan de manera conjunta al progreso de la humanidad". Sí, no cabe duda de que es posible. El desarrollo de estas dos grandes naciones no debería ser antagónico. Confiemos en que finalmente se imponga la cordura y encuentren la forma de incentivar aquello que las une.
Imagen de portada: Karolina Grabowska
Más información: Estrategia de Seguridad Nacional de EEUU | Banco Mundial | SCMP
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