Os proponemos poner al día vuestro ordenador actualizando la memoria principal, la tarjeta gráfica y la unidad SSD
En este artículo os entregamos las herramientas necesarias para que encontréis los componentes ideales
Actualizar un PC relativamente veterano puede ser pan comido. O una auténtica odisea si no medimos bien los pasos que estamos a punto de dar. En este artículo os proponemos insuflar nueva vida a vuestro ordenador actuando sobre tres componentes que pueden tener un impacto notable y muy beneficioso en su rendimiento: la memoria principal, la tarjeta gráfica y la unidad de almacenamiento a la que confiamos la instalación del sistema operativo.
Dos de estos componentes, la memoria principal y la unidad de almacenamiento secundario, beneficiarán a cualquier PC independientemente de los escenarios de uso en los que necesitamos que dé la talla. El tercero, la tarjeta gráfica, tiene sentido actualizarlo si solemos usar el ordenador con frecuencia para jugar y nuestra GPU actual ya no es capaz de entregarnos un rendimiento satisfactorio con los títulos de última generación.
El propósito de este artículo es poner en vuestras manos las herramientas necesarias para que podáis asumir la actualización de vuestro PC con garantías, por lo que abordaremos cada sección repasando primero los parámetros y las tecnologías que condicionan el rendimiento de cada componente. De esta forma podréis encontrar los que mejor se adaptan a vuestras necesidades. Aun así, al final de cada sección os sugeriremos varios componentes que nos parecen interesantes por su atractiva relación precio/prestaciones. Vamos allá.
Amplía o reemplaza la memoria principal
La memoria principal tiene un impacto enorme en el rendimiento de nuestro PC. No importa solo la cantidad de RAM que hemos instalado; también son cruciales el tipo de módulos por el que nos hemos decantado y su latencia. Incluso su diseño térmico puede marcar la diferencia si su frecuencia de reloj es alta. O si tenemos la intención de practicar overclocking. Todo esto explica por qué merece la pena que nos cercioremos de que elegimos los módulos de memoria que mejor van a complementar a los demás componentes de nuestro ordenador.
Dado que nuestro punto de partida es un PC con algunos años a sus espaldas nos ceñiremos a la memoria DDR4, que es la que reinaba en 2020. Se trata de un tipo de SDRAM (Synchronous Dynamic Random-Access Memory) que utiliza una interfaz diseñada para trabajar a altas frecuencias de reloj. Su desembarco en el mercado se produjo en 2014, y llegó con tres promesas contundentes bajo el brazo: módulos con una mayor densidad, un voltaje inferior y unas frecuencias de reloj más altas. En estos tres frentes la memoria DDR4 aventaja con claridad a DDR3, su predecesora.
Los módulos DDR4 pueden tener una capacidad máxima de 64 GB, una cifra muy superior a los 16 GB máximos de los módulos de memoria DDR3. Además, su voltaje de referencia es 1,2 voltios frente a los 1,5 voltios de DDR3. Y su frecuencia de reloj oscila entre 800 y 1.600 MHz, un rango de velocidades claramente más ambicioso que el que maneja el estándar DDR3, que oscila entre 400 y 1.067 MHz. El voltaje y la frecuencia de reloj con los que trabajan los chips de memoria están íntimamente ligados, de manera que el paso de los 1,5 voltios de DDR3 a los 1,2 voltios de DDR4 ha permitido a este último tipo de memoria alcanzar frecuencias de reloj superiores sin que su consumo y la energía que disipa en forma de calor se disparen.
Una de las características más interesantes de las memorias DDR (Double Data Rate), y es una propiedad que comparten las cinco generaciones de SDRAM DDR que han llegado a nuestros ordenadores hasta ahora, es que son capaces de llevar a cabo dos operaciones en cada ciclo de la señal de reloj (se activan durante los flancos de subida y bajada de la señal). Esto explica por qué en la práctica el rango de frecuencias de reloj que manejan las memorias DDR4, que, como hemos visto, oscila entre 800 y 1.600 MHz, equivale a una frecuencia efectiva que se mueve en el rango que va desde los 1.600 a los 3.200 MHz. De hecho, los fabricantes de módulos de memoria suelen indicar en las especificaciones la frecuencia efectiva, que siempre es más impactante que la que dicta el reloj externo porque la duplica.
Los módulos de memoria DDR4 se identifican de dos formas diferentes. La nomenclatura ‘DDR4-XXXX’ nos indica su capacidad de transferencia de datos medida en millones de transferencias por segundo (MT/s). Como ejemplo, un módulo DDR4-3200 puede llevar a cabo 3.200 millones de transferencias por segundo. La segunda nomenclatura tiene la forma ‘PC4-XXXXX’, y refleja la velocidad de transferencia máxima de la memoria medida en megabytes por segundo (MB/s). Como ejemplo, un módulo PC4-25600 puede alcanzar una velocidad de transferencia de hasta 25.600 MB/s.
Las frecuencias de reloj a las que trabajan los chips de memoria y el bus de entrada y salida nos permiten comparar de una forma intuitiva el rendimiento de los módulos de memoria. Sin embargo, hay otro parámetro que también condiciona mucho su productividad y al que, por tanto, nos interesa prestar atención: la latencia. Los fabricantes de módulos de memoria suelen indicárnosla utilizando la nomenclatura ‘CL-tRCD-tRP-tRAS’, de manera que un módulo DDR4-3200 PC4-25600 puede tener unos timings de, por ejemplo, 16-18-18-38. En este caso el parámetro CL tiene un valor de 16, tRCD de 18, tRP de 18, y, por último, tRAS de 38. Estas cuatro cantidades nos indican cuántos ciclos de reloj invierte la memoria principal en llevar a cabo unas operaciones determinadas, por lo que lo ideal es que sean lo más bajas posible. Veamos con más detalle qué significan estos parámetros:
- CL (CAS Latency). Este parámetro nos indica cuántos ciclos de reloj necesita la memoria a petición del controlador para leer el primer bit de información de un dato una vez que ha accedido a la fila en la que reside la posición de memoria que lo contiene.
- tRCD (Row address to Column address Delay time). Este parámetro nos indica el número mínimo de ciclos de reloj que transcurrirán desde el instante en el que el controlador señaliza una fila de posiciones de memoria hasta el momento en el que accede a la columna que contiene la posición en la que reside el dato que se pretende recuperar.
- tRP (Row Precharge time). Este parámetro refleja el número mínimo de ciclos de reloj que transcurrirán desde el instante en el que se lleva a cabo la petición de acceso a una nueva posición de memoria hasta el momento en el que se accede a la fila en la que reside la posición que contiene el dato que se pretende recuperar.
- tRAS (Row Address Strobe time). El último timing que nos interesa conocer describe el número mínimo de ciclos de reloj durante el que debe estar accesible la fila de la matriz de memoria en la que reside la posición en la que necesitamos leer o escribir para que esta operación se lleve a cabo con éxito.
Ya solo nos queda tomar dos decisiones que nos ayudarán a resolver con garantías la memoria principal de nuestro equipo. La primera consiste en elegir un tipo de módulos entre todos los que podemos encontrar actualmente en el mercado. Cuanto más rápida sea nuestra memoria DDR4 y más baja sea su latencia, mejor. Por esta razón, lo ideal es que nos quedemos con los módulos más rápidos que nos podamos permitir, siempre que, eso sí, estén soportados por nuestra placa base. La mayor parte de las placas relativamente modernas puede trabajar sin problemas con módulos DDR4-3200, y muchas de ellas también admiten memorias aún más rápidas.
Las nociones teóricas que acabamos de repasar son suficientes para que encontréis sin dificultad los módulos ideales para vuestro ordenador. Os sugerimos que apostéis como mínimo por 16 GB, aunque si vuestro presupuesto os permite llegar a 32 GB, mucho mejor. Este kit DDR4 3.600 MHz de 32 GB (2 x 16 GB) CL18 de Corsair no está nada mal de precio (87,99 euros). Y estos módulos Corsair Vengeance RGB Pro de 32 GB (2 x 16 GB) DDR4 3.600 MHz CL18 tampoco (88,89 euros). En cualquier caso, si indagáis un poco encontraréis otras opciones interesantes.
Corsair Vengeance RGB Pro 32 GB (2 x 16 GB) DDR4 3600 MHz C18, Kit de Memoria de Alto Rendimiento (AMD optimizado), Ordenador de escritorio, Negro
Hazte con una tarjeta gráfica más potente
La tarjeta gráfica suele apropiarse de una parte importante del presupuesto que dedicamos a nuestros ordenadores, sobre todo si estamos decididos a poner a punto un PC para juegos o creación de contenidos medianamente ambicioso. No cabe duda de que es un componente que tiene un impacto enorme en nuestra experiencia, por lo que una elección desacertada podría echar por tierra nuestras expectativas y obligarnos a cambiarlo mucho antes de lo que habíamos previsto.
Si queremos utilizar nuestro PC para jugar a 1080p o resoluciones superiores con la máxima calidad gráfica posible y cadencias de imágenes por segundo sostenidas de 60 FPS o más, la mejor opción es apostar por una tarjeta gráfica discreta. Lo mismo sucede con la creación de contenidos. Si editamos vídeo, diseñamos en 3D o realizamos animaciones, y necesitamos que nuestro equipo nos ofrezca una experiencia lo más satisfactoria posible en este escenario de uso, nos vendrá muy bien tener una tarjeta gráfica dedicada. Aunque, eso sí, la creación de contenidos no suele ser tan exigente con el hardware gráfico como los juegos, especialmente los de última hornada.
La GPU es el auténtico corazón de nuestra tarjeta gráfica. Al igual que la CPU es un circuito integrado muy complejo que integra varios miles de millones de transistores diminutos y varios núcleos que tienen capacidad de procesamiento independiente. Sin embargo, aquí acaba el parecido entre estos dos componentes. Y es que la arquitectura de la CPU y la GPU persiguen objetivos muy diferentes. El paralelismo, una propiedad que podemos definir como la capacidad que tiene un circuito integrado de procesar varias tareas simultáneamente, es muy importante cuando ejecutamos algunas aplicaciones en una CPU, como, por ejemplo, las herramientas de renderizado en 3D. Sin embargo, el paralelismo en una GPU no solo es muy importante; es crucial.
Las tareas que debe llevar a cabo una GPU para generar los gráficos que vemos en nuestro monitor se caracterizan por exigir un esfuerzo de cálculo muy grande, y, sobre todo, por ser paralelizables de una forma muy natural. Esta es la razón por la que los procesadores gráficos tienen una cantidad de núcleos muy superior a la de las CPU. Habitualmente estas últimas tienen entre 2 y 64 núcleos, que pueden implementar o no la tecnología SMT (Simultaneous Multi-Threading) para que cada uno de ellos sea capaz de procesar hasta dos hilos de ejecución simultáneamente. Sin embargo, una GPU moderna puede incorporar hasta más de 4.000 núcleos, que, eso sí, son más pequeños y sencillos que los núcleos de una CPU.
El propósito de este artículo, como os hemos prometido desde el titular, es actualizar nuestro PC sin gastar mucho dinero, por lo que las tres tarjetas gráficas que os vamos a proponer tienen un precio razonable y resultan muy interesantes para jugar en buenas condiciones a 1080p y 1440p. Si tu presupuesto está muy ajustado esta GeForce RTX 3050 Ventus ensamblada por MSI y equipada con 8 GB de VRAM es suficiente para jugar a 1080p en buenas condiciones por un precio razonable (249,99 euros).
Si prefieres una solución un poco más potente esta GeForce RTX 4060 OC Edition de ASUS con 8 GB GDDR6 y DLSS 3 es atractiva para jugar a 1080p en buenas condiciones, e, incluso, a 1440p si afinamos bien los parámetros de calidad de imagen. Cuesta 327,90 euros. Y si prefieres una solución gráfica equipada con 16 GB de VRAM esta Radeon RX 7600 XT ensamblada por XFX es una muy buena opción para jugar tanto a 1080p como a 1440p. Cuesta 363 euros.
MSI GeForce RTX 3050 Ventus 2X XS 8G OC
Una unidad SSD actual puede tener un impacto profundo en el rendimiento de tu PC
Las unidades SSD están atrayendo todas las miradas. Y es comprensible que sea así por una razón de peso: su impacto en las prestaciones es enorme. Habitualmente incluso las unidades SSD más modestas baten con contundencia el rendimiento de los discos duros convencionales, lo que ha provocado que en el mundo de los ordenadores reinen desde hace ya muchos años. No obstante, esta no es la única ventaja que ponen sobre la mesa estos dispositivos de almacenamiento. También consumen menos, son menos propensos a los fallos gracias a la ausencia de elementos móviles, son silenciosos y suelen tener una vida útil más larga.
La velocidad máxima de lectura secuencial que pueden alcanzar las unidades SSD con interfaz PCI Express 3.0 puede rozar los 3.500 MB/s en un escenario de uso real. Y hay unidades aún más rápidas que recurren a la interfaz PCI Express 4.0 para arrojar una velocidad de lectura secuencial efectiva que se mueve en la órbita de los 5.000 MB/s, y que aún queda muy por debajo del límite teórico que nos propone esta interfaz, que asciende a nada menos que 7,88 GB/s si nos ceñimos a un enlace PCIe 4.0 de cuatro líneas. Estas cifras tan atractivas nos llevan a nuestra primera conclusión: lo ideal es que el sistema operativo y nuestras aplicaciones residan en una unidad SSD.
Apostar por una unidad de estado sólido para instalar el software de nuestro PC tiene un impacto directo en el tiempo que requiere el sistema operativo para iniciarse, en el tiempo que transcurre desde que solicitamos la ejecución de una aplicación hasta que está disponible, en el tiempo invertido en la transferencia de grandes volúmenes de ficheros… Su impacto global en nuestra experiencia es muy positivo porque todo funciona de una forma más fluida. Con menos latencia. Los discos duros mecánicos convencionales pueden tener un hueco aún en nuestros ordenadores, pero no es en absoluto aconsejable elegirlos para instalar ni el sistema operativo ni las aplicaciones.
El alto rendimiento de las unidades SSD está propiciado por varios componentes que tienen un rol esencial en su arquitectura, como son los chips de memoria NAND que contienen la información, la interfaz de conexión que se responsabiliza del transporte de los datos que envía y recibe la unidad de estado sólido, y el protocolo de control del bus. Para desarrollar este artículo no necesitamos profundizar en la tecnología de fabricación de los chips NAND Flash, pero si tenéis curiosidad y os apetece conocer cuáles son las características de las memorias SLC, MLC, TLC y QLC os sugiero que echéis un vistazo al artículo en el que explicamos en profundidad la arquitectura de las unidades SSD.
Con lo que sí nos interesa familiarizarnos antes de elegir una unidad de estado sólido para nuestro PC es con el protocolo de control del bus y la interfaz de conexión. La responsabilidad esencial del protocolo es administrar de la forma más eficiente posible el tráfico que circula por el bus que conecta la unidad SSD a nuestro ordenador. Los protocolos de control del bus más utilizados actualmente son AHCI (Advanced Host Controller Interface) y NVMe (Non-Volatile Memory Express). El primero es el más veterano y fue propuesto por Intel para gestionar el tráfico del bus utilizado por los dispositivos Serial ATA (SATA), mientras que NVMe es una interfaz mucho más moderna ideada expresamente para trabajar codo con codo con las unidades SSD.
La interfaz lógica NVMe ha sido diseñada ex profeso para sacar el máximo partido posible a la baja latencia y el elevado paralelismo de los enlaces PCI Express, de ahí que su rendimiento sea muy superior al que nos ofrece el protocolo AHCI. Si nos vemos en la tesitura de elegir entre dos unidades SSD diferentes, una de ellas con interfaz lógica AHCI y la otra NMVe, la elección está clara si nos ceñimos al rendimiento: lo ideal es optar por la unidad SSD con interfaz NVMe.
Con el bus que se responsabiliza de implementar la conexión física entre la unidad SSD y los principales subsistemas de nuestro PC sucede algo parecido a lo que acabamos de repasar en el contexto de la interfaz lógica. En este caso los enlaces más utilizados actualmente para conectar unidades de estado sólido son SATA y PCI Express (PCIe). La última versión de la primera de estas interfaces es capaz de alcanzar una velocidad de transferencia de hasta 600 MB/s por canal, mientras que utilizando PCIe 4.0 podemos transferir un máximo de 2.000 MB/s por canal. La diferencia de rendimiento entre un enlace y otro salta a la vista.
Cabe la posibilidad de que en vuestro ordenador veterano estéis utilizando un disco duro mecánico, una unidad SSD con interfaz SATA o un SSD PCIe algo antiguo. En ese caso puede merecer la pena actualizarlo por una propuesta con mejores prestaciones. A mí me gustan las unidades SSD de Samsung por su fiabilidad y rendimiento, y una de las más interesantes es la SSD 980 Pro con interfaz PCIe 4.0 NVMe de 1 TB. Cuesta 144,97 euros. Si queréis una opción un poco más ambiciosa tenéis la unidad SSD 990 PRO de 2 TB con interfaz PCIe 4.0 NVMe de Samsung por 184,98 euros. No está pero que nada mal.
SAMSUNG 980 Pro PCIe 4.0 NVMe SSD 1TB
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Imagen | Dave Morgan
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