En el último año hemos visto como la competencia en el terreno de los drones se ponía cada vez más difícil, y de hecho hace poco era noticia que Parrot reducía esfuerzos (y personal) en esta división tras el lanzamiento del Parrot Disco. Pero una de las víctimas más recientes ha sido Lily Robotics, que tras dar marcha atrás al que iba a ser el primer drone para selfies ha sido demandada por difusión de contenido engañoso.
Una demanda dirigida a la Corte Suprema de California por por parte de la fiscalía de distrito de San Francisco como sabemos por The Guardian, en la que se detalla que la empresa podría haber realizado prácticas ilegales y que habría difundido contenido engañoso en los vídeos promocionales del producto. Algo que llega después de que el fabricante comunicase la devolución del dinero ya recaudado con las reservas del producto.
Donde dije Lily, ¿digo DJI?
Lo que se ve en los vídeos promocionales es una mezcla entre tomas que supuestamente se han tomado con el dron y una muestra de las funciones del mismo. Por ejemplo, en el vídeo que vemos en la página web oficial (aún activa y con el dron como protagonista) vemos supuestamente cómo funciona el autopilot (o grabación en piloto automático, siguiendo al usuario) o o que es resistente al agua.
Lo que se especifica en la demanda es que se han falsificado las tomas del Lily Camera, de modo que en realidad habrían sido tomadas por drones de la compañía DJI o cámaras GoPro, sin haber pruebas de grabación en autopilot, y que de este modo estaría incumpliendo lo que de cara al comprador potencial afirmaban que cumplía. Así, las tomas se habrían realizado con un equipo profesional mucho más caro (por ejemplo, el DJI Inspire), que además es justo lo opuesto a esta función autónoma (dado que requiere al menos dos personas).
De hecho, ninguno de los vídeos del "Vídeo promocional" fue filmado por un Lily Camera. Principalmente, el material POV mostrado en el "Vídeo promocional" fue grabado usando un dron profesional denominado DJI Inspire [...] por unos 2000 dólares, de dos a cuatro veces mayor que el precio de pre-lanzamiento del Lily Camera, entre 499 y 899 dólares.
Pero, ¿qué es Lily?
Según cuentan en Ieee Spectrum la compañía se inició cumpliendo el tópico de start-up de garaje, y que Antoine Balaresque y Henry Bradlow, sus creadores, empezaron construyendo prototipos del Lily Camera en un local de Atherton, California. En ese momento acababan de finalizar sus estudios universitarios e iban presentando su idea, por ejemplo en un hackaton donde se daban a conocer al editor del artículo.
Así, el mundo sabía de este producto en 2015, cuando precisamente fue protagonista con esa función de perseguirnos sin necesidad de piloto y un diseño más amigable que otros competidores. El truco: el dron seguiría un dispositivo que el usuario llevaría encima (el que veíamos en el vídeo cuando por ejemplo lo inserta en una especie de pulsera resistente al agua) durante los 20 minutos de autonomía que afirmaba el fabricante.
El dron además prometía ponerse en marcha como vimos que hacía el Parrot Disco, es decir, lanzándolo al aire (aunque en este caso se trataba de un dron con hélices). Además, su diseño permitiría cogerlo en pleno vuelo al tener una base curva y flotaría en el agua.
Dentro de la promoción y los ganchos para los clientes potenciales, la reserva del Lily Camera se podía realizar desde la página web por 499 dólares, la mitad del precio del producto (1.000 dólares). También existía la promesa de que la autonomía característica no fuese cosa no sólo de una unidad, sino de varias, pudiendo haber comunicación entre ellos para realizar distintas tomas de una misma grabación, todo ello por supuesto sin pilotos ni intervención humana.
Algo salió mal
Querer no siempre es poder y menos cuando se trata de recaudar dinero para llevar a cabo un proyecto tan ambicioso como el que anunciaba Lily. La empresa anunciaba hace pocos días que pese a los 34 millones de dólares recaudados gracias a las reservas no podía hacer frente a la fabricación, de modo que devolvería el dinero a quien había realizado una.
Los síntomas de que algo no marchaba bien tampoco son nuevos, dado que hace aproximadamente un año la compañía comunicaba que la distribución de los drones no sería en febrero de 2016, sino el siguiente verano, el cual no sería tampoco el único retraso. Además, Kelly Coyne, jefa de comunicaciones de Lilly en aquel momento, contaba a Ieee que había algunos problemas de software por ejemplo en los controles de vuelo.
Un error de cálculos que no saldrá barato
¿Qué pide San Francisco a la Corte? Mentir no está nada bien para la fiscalía y en este caso los abogados piden un pago de 2.500 dólares por cada una de las violaciones, de modo que según cómo quede el juicio y la determinación del juez podría subir hasta a 300.000 dólares. Un pico que tendrían que afrontar tras las devoluciones del capital invertido a los consumidores que reservaron su producto, para las cuales han establecido un plazo de 60 días.
De momento ni los creadores del proyecto ni ningún portavoz de la empresa (que pasó en poco tiempo de tener cinco a cuarenta empleados) ha hecho ninguna declaración al respecto de esta demanda. Veremos si la empresa efectivamente difundió contenido engañoso y, en ese caso, a cuánto asciende la suma a pagar. Mientras tanto, otros competidores ya han sacado funciones similares como el GoPro Karma (que también perseguía a un usuario), si bien a éstos tampoco les ha ido demasiado bien.
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