Once palabras: tentáculos de agua marina de más de 150 kilómetros de largo
El glaciar Totten y su más de medio millón de kilómetros cuadrados de hielo llevan años atrayendo las miradas de medio mundo. No es para menos: hay tanta agua congelada en ese glaciar que algunos científicos han llegado a afirmar que, de derretirse, el nivel del mar subiría hasta cuatro metros.
Sobre todo, desde que se descubrió que buena parte del hielo no está sobre el lecho rocoso del continente; se está internando en el océano. Esa es la explicación de que sea la capa de hielo que adelgaza más rápidamente en toda la Antártida Oriental: es un enorme caramelo en la puerta de ese colegio que es el Atlántico calentándose a marchas forzadas.
Contar los días. Es decir, sabíamos que el glaciar Totten tenía los días contados. Pero como no sabíamos la forma en la que el Atlántico estaba acabando con él, no sabíamos cuantos días eran. Eso acaba de cambiar.
Durante seis semanas, un equipo internacional coordinado por la Universidad de Hokkaido ha recorrido ese glaciar (y otros de su tipo) con un helicóptero CH-101 para hacer un censo de temperaturas, densidades y salinidades con el que determinar qué estaba pasando bajo esa descomunal capa helada.
Lo que esconde el hielo. Según esos datos, la influencia del Atlántico se extiende por más de 150 kilómetros hielo adentro. Entre las longitudes 116.5°E y 120°E, se puede encontrar agua marina muy cálida de forma uniforme a distancia de poco más de 500 metros. La situación se vuelve mucho más seria en algunos lugares donde el grosor llega a ser de 50 metros.
¿Malas noticias? Cuando hablamos de hielo polar casi nunca tenemos buenas noticias, pero en este caso (por la velocidad con la que Totten se está disolviendo) no son excesivamente malas. Nos lo esperábamos.
En realidad, si esta investigación es interesante es porque nos muestra muchas cosas sobre cómo interaccionan el hielo y el mar en zonas de difícil acceso. Y no hay nada con peor acceso que la Antártida.
Un futuro con mayor nitidez. Con estos datos (y, sobre todo, con la confirmación de que los helicópteros son una buena herramienta para estudiar el hielo antártico) vamos a poder mejorar nuestros modelos predictivos y el futuro oceánico del planeta va a ganar un poco más de nitidez. Teniendo en cuenta lo que nos jugamos en los mares, vamos a necesitar todas las mejores posibles.
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Imagen | Long Ma
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