Con sus cerca de 20 metros de longitud (aunque las estimaciones de su tamaño varían), el megalodón es el mayor tiburón del que tengamos constancia. Su nombre hace referencia al (enorme) tamaño de sus dientes. Dientes que son en la práctica el único legado fósil que nos ha dejado. Habitó los mares de nuestro planeta y su rango se extendía hasta lugares que hoy sería difícil imaginar. Como el valle del Guadalquivir.
Del mar al museo. El Museo de Geología de la Universidad de Sevilla (MUGUS) cuenta con uno de los varios dientes de megalodón (Otodus megalodon) encontrados en Andalucía a lo largo de los últimos 200 años. Se trata de una de las 5.000 piezas que alberga este museo situado en el campus universitario.
Los megalodones son una especie extinta de tiburones que destacan por su tamaño. Debido a que tan sólo conservamos sus dientes como muestras ya que sus esqueletos cartilaginosos no fosilizaban bien, las estimaciones sobre su tamaño se basan en extrapolaciones a partir de estos fósiles dentales.
Los ejemplares adultos podían alcanzar una longitud de entre 18 y 20 metros (aunque estimaciones más conservadoras los ponen entre los 15 y los 18). La especie apareció hace unos 23 millones de años, en el periodo geológico del Mioceno; y se extinguieron hace unos 2,8 millones de años, ya en el Plioceno.
Cazador y presa. El diente no es la única prueba de la presencia del megalodón en el sur de la península con la que cuenta el MUGUS. La tierra entonces sumergida podría haber sido uno de los cotos de caza en los que el tiburón atrapaba ballenas.
El cráneo fosilizado de una de estas ballenas que muestra fracturas e incisiones consistentes con el ataque de un megalodón complementa la colección del museo. Este segundo fósil en cuestión perteneció a un ejemplar que vivió hace unos siete millones de años y fue cedido al museo por el ayuntamiento de Burguillos (Sevilla).
El valle bajo el mar. La deriva continental y otros cambios geológicos han propiciado que estos fósiles marinos hayan podido ser encontrados a kilómetros de los límites costeros actuales. Pero más allá de ejercer como testigos de cambios ocurridos en periodos pasados, estos fósiles también nos ayudan a comprender la extensión del hábitat de animales desaparecidos hace millones de años como el megalodón, e incluso poder intuir cuáles podían ser sus caladeros para la caza.
“Hay que imaginarse a estos solitarios superdepredadores acechando desde las profundidades marinas de este mar de Sevilla a los grupos de ballenas, sorprendiéndolas mediante un veloz ascenso e impactando sus fauces en la presa, posiblemente elevándose pocos metros en el aire”, explicaba en un comunicado Fernando Muñiz, investigador de la Universidad de Sevilla.
Del siglo XIX al XXI. Tal u como explica la Universidad de Sevilla en el mismo comunicado, el diente del museo fue obtenido por Antonio Machado y Núñez, un naturalista y médico gaditano del siglo XIX, fundador del Gabinete de Historia Natural sevillano, institución predecesora del MUGUS. Machado y Núñez fue también abuelo de los poetas Antonio y Manuel Machado.
Machado y Núñez pudo ser uno de los primeros en documentar dientes de megalodón en el valle del Guadalquivir, pero no fue desde luego el último. En 1981 un diente apareció en el municipio de Porcuna, provincia de Jaén. El municipio que alberga la antigua ciudad romana de Obulco fue testigo del hallazgo de un reto mucho más antiguo, unos 10 millones de años más.
En 2012, por ejemplo, dos dientes de megalodón fueron descubiertos en el municipio de Lepe. El municipio onubense volvió a las noticias con un tercer diente hallado en 2014. También en la provincia de Huelva, entre ambos descubrimientos, otro diente fue descubierto, esta vez en el municipio de Beas.
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Imagen | Universidad de Sevilla / Karen Carr/Virginia Museum of Natural History
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