"Asesinos", "os estamos vigilando", "criminales", "miserables", "sicarios de la información al servicio del mal". En los últimos días, la Agencia Estatal de Meteorología está sufriendo un acoso sin precedentes en redes sociales y esos insultos y amenzas son solo un ejemplo. ¿El motivo? Hacer su trabajo.
¿Qué está pasando? A finales de abril, tras una escalada de la agresividad ("acoso, insultos y hasta amenazas de muerte"), AEMET se vio obligada a difundir un comunicado en el que pedían respeto para todos los empleados públicos que trabajaban en la Agencia.
En los últimos meses, a medida que la sequía se iba intensificando y AEMET asumía un papel más proactivo en la comunicación meteorológica (y en la lucha contra la pseudociencia), la situación en redes ha ido volviéndose cada vez más insostenible. Muchos meteorólogos, de hecho, han sufrido este acoso en sus propias cuentas personales.
Cuando la sequía se hace evidente. Tras meses avisando de que las reservas de agua del país están bajo mínimos y explicando que las tendencias a largo plazo son cada vez peores, la situación empieza a ser tan crítica que ya no se puede negar como si fuera algo "normal".
En este sentido, la sequía ha impulsado un renovado interés por la meteorología y por el abordaje científico de la escasez de aguas. Sin embargo, la situación está impulsando un revival todo tipo de pseudometeorologías y métodos tradicionales que, pese a no tener ni pies ni cabeza, están en recibiendo una atención mediática sin precedentes.
Y, por si fuera poco, llegan las teorías conspiranoicas: No sólo se defiende que la falta de lluvias está inducida por geoingeniería (o, como suelen llamarlos, los chemtrails); sino que hay un plan perfectamente orquestado para vaciar de embalses y destruir presas con la intención de destruir el campo español y, por extensión, arruinar el país. Y, llegados a este punto, los grupos organizados que difunden estas ideas, ha iniciado una campaña de descrédito contra una agencia que no está acostumbrada a estar en el centro de las nuevas guerras culturales.
Y es que, lamentablemente, no es nada nuevo. Esta estrategia de acoso por parte de grupos anticiencia bien organizados es algo que llevamos viendo durante los últimos años. Y que sufrimos, con toda su virulencia, durante la pandemia y las polémicas en torno a la vacuna.
No porque no sea aceptable el debate público sobre temas tan críticos como la salud pública o la climatología. Al contrario, nosotros mismos, hace unos días, comentábamos las dudas que existen entre algunos meteorólogos sobre la precisión de las previsiones de temperaturas máximas de AEMET.
La polarización, en todos sitios. El problema es que ese debate no se puede llevar a cabo en un contexto de polarización en el que términos como "asesinos" o "criminales" son moneda de cambio. Los sistemas de debate científico no están preparados para estar en el centro del huracán y si van a empezar a estarlo tenemos que tomar medidas. Más y más profundas de las que nos imaginamos.
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